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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.34 La Paz feb. 2014

 

SELECCION DE TEXTOS DE SALVADOR ROMERO PITTARI SOBRE HISTORIA INTELECTUAL

 

La sociología: Una visión actual1

 

 


 

 

La sociología se constituyó como disciplina científica en las primeras décadas del siglo XIX, a partir del momento en que los hombres concibieron la sociedad como un producto de su propia creación. La ciencia apareció con un programa fuerte de explicación mediante leyes de los hechos sociales y luego de comprensión del sentido de las acciones del hombre en sociedad.

En ambas vertientes la prueba empírica de las afirmaciones referida a lo social se basó en una cuidadosa observación y, cuando fue posible, en la experimentación de los acontecimientos examinados. Se desaprobó todo recurso a explicar en términos de fuerzas metafísicas o sobrenaturales. Curiosamente, el fin del siglo XIX vio la vuelta de explicaciones de lo social por la raza o la geografía. La sociología que nacía en el país, tanto en la Universidad como en los trabajos de investigación, se sirvió de ese tipo de explicaciones.

El mundo contemporáneo globalizado parece someter a los hombres y sociedades a fuerzas que escapan a su control; de allí la reacción contra la disciplina por parte de algunos de sus más destacados practicantes. Pe-ter Berger cree que ésta ciencia, que tuvo sus momentos estelares, hoy se halla agotada. Wofgang Lepenies sostiene que ella no ha producido jamás saber. Daniel Bell la ve como un "arte imperfecto". Otros sociólogos sos-tienen que la sociología, a pesar de sus esfuerzos, no llegó a gestar un programa efectivo de investigación2.

La reacción contra el pesimismo que reina en las ciencias sociales proviene de una variedad de enfoques vigentes en esta disciplina, los cuales han intentado construir -desde diferentes posiciones- una aproximación nueva que trate de superar las viejas oposiciones que dificultaban una comprensión adecuada de lo social. La amplitud con la cual se abordan los temas ha permitido una clarificación de problemas, antes considerados como irresolubles3. Estos intentos se conocen con el nombre de constructivismo4.

 

Los viejos dilemas

El constructivismo que sostiene el carácter construido de la realidad social, es decir, visto como una producción histórica hecha por actores individuales y colectivos, rechaza las dualidades conceptuales cargadas de filosofía, que ocuparon a los sociólogos hasta no hace mucho tiempo. La oposición entre materialismo e idealismo es una de ellas. Algunas de las versiones del marxismo que encontraban la razón última de la organización social en la economía, ilustran la primera posición; en tanto que los autores que veían en las ideas el motor del cambio, ilustran la segunda. La oposición también tomó la forma de la antilogía espíritu/cuerpo, ideal/real5.

De naturaleza parecida es la distinción entre objetivo y subjetivo. Aquél designa un objeto, una realidad consistente en ella misma, independiente de cualquier percepción que se contrapone a lo subjetivo, entendido como lo que ocurre en la mente, en la conciencia del individuo. El objetivismo intentó descubrir leyes como las de la naturaleza en el campo de lo social. E. Durkheim definió la sociología como el estudio de los hechos sociales como cosas, es decir, ajenos a lo subjetivo. Sus definiciones las acuñó, de la misma manera, alejadas de lo individual.

En los años 60 del siglo que termina, el estructuralismo -como lo concibió Levi Strauss- es un ejemplo de objetivismo. Su célebre frase: "no pretendo mostrar cómo piensan los hombres en los mitos, sino cómo los mitos actúan en la mente de los hombres, sin que éstos sean conscientes de ello", concentra el interés en la estructura cultural, en el mito, que informa sobre la acción humana, más que en las propiedades de esta última. El estructuralismo tuvo una fuerte influencia de la lingüística de F. Saus-sure que pensó la lengua como una estructura basada en las diferencias. El planteamiento sigue vigente en la corriente post-estructuralista que ha dado mayor autonomía al texto que a su autor. De manera general, en esta escuela se ha colocado al actor social en un lugar subordinado.

Pertenece al mismo orden de problemas la clásica contraposición entre lo colectivo y lo individual. E. Durkheim, en su teoría del suicidio, considerado como un resultado de las características del grupo, pertenece a la primera posición. Por su lado, M. Weber y su sociología comprensiva que mira hacia el actor y los significados de su acción, encaja en el marco del individualismo. Modernamente este par de conceptos se tradujo en las sociologías de la interacción social frente a las sociologías de la cultura y las instituciones.

Los planteamientos actuales no sólo buscan ir más allá de estas oposiciones, sino que además pretenden dejar atrás el viejo positivismo fuertemente influido, por las ciencias naturales y desconfiado de la metafísica. A. Giddens, por ejemplo, da un giro ontológico a su teoría. Reconoce como una propiedad del actor su capacidad para separarse de las normas y recursos sociales dominantes. J. Alexander defiende la importancia de los clásicos de la sociología tanto en la manera de concebir la disciplina cuanto en la práctica, en abierta oposición al positivismo, que desdeña el aporte de aquellos. R.K. Merton hacía suya una frase de A.N. Whitehead: "La ciencia que duda en olvidar a sus fundadores está perdida". Para Merton, los planteamientos de los autores clásicos o se encontraban confirmados por la investigación o no tenían cabida en la teoría. Alexander sostiene la importancia y riqueza de esas concepciones clásicas como una manera de aproximarse a la realidad social y humana, sin negar el meollo filosófico que se encuentra en ellas y en toda teoría empleándolo de manera crítica.

Hoy, la posición con respecto a la verdad es, asimismo, diferente de la del positivismo tradicional que creía que ella constituía la línea diviso-ria entre la ciencia y la no-ciencia. Los sociólogos actuales mantienen la importancia de la verdad, pero sobre todo, como una búsqueda, antes que como la certeza de haberla encontrado. Finalmente, el peso de las acciones humanas productoras y reproductoras de lo social es también mayor que el de sus determinaciones objetivas, provenientes del entramado institucional y de la cultura.

 

Algunas teorías actuales

Los diversos autores que caen bajo la etiqueta de constructivistas tienen diferencias específicas y algunos elementos comunes abajo detallados:

Las realidades sociales son construcciones históricas de actores individuales y colectivos. Algunos hablan de historicidad para referirse a esta cualidad, aunque para A. Touraine, uno de los sistematizadores del citado término se refiere al conflicto que desgarra las sociedades entre la producción y la reproducción, es decir, entre el cambio y la continuidad por los cuales luchan los movimientos sociales.

El mundo social se construye sobre la base de las pre-construcciones del pasado que son reproducidas, apropiadas, desplazadas y transformadas por las prácticas e intervenciones de los agentes.

Uno de los primeros libros que llamó la atención sobre este enfoque fue La construcción social de la realidad de P. Berger y T. Luckman. El constructivismo ve el pasado como una herencia social que mediante el trabajo diario se abre hacia el avenir6.

 

Ejemplos de autores contemporáneos

Jeffrey C. Alexander, profesor en la Universidad de California, ha desarrollado su pensamiento en un diálogo con los autores de la tradición clásica y en particular con Talcott Parsons. La teoría de éste ocupó un lugar destacado en la formación de sociólogos en las universidades anglosajonas. Aunque en un contexto diferente, Alexander ha retomado el tema parsoniano de los diferentes sub-sistemas de acción y sus funciones. Tema que despertó las oposiciones de los sociólogos de la década de los 70 y 80, y que ahora ha vuelto a recobrar la atención de los teóricos sociales, por supuesto, considerando las críticas que recibió. Las nuevas posiciones se erigen recuperando el voluntarismo subjetivo y las limitaciones objetivas de la acción. Las ideas de Parsons, que acordaban un papel central a la intencionalidad del actor, se han enlazado con orientaciones más macro. Las teorías del interaccionalismo simbólico y, en especial, la etno-meto-dología -ambas reacciones con respecto a Parsons, que examinan cómo los individuos edifican en sus prácticas cotidianas la realidad social- pertenecen más al campo de lo micro. El funcionalismo que Parsons acomodó a sus planteamientos sobre la acción y las teorías del conflicto, en cambio, son macro, pues tienen por objeto las instituciones o el todo social.

Alexander es uno de los teóricos que se ha esforzado por cerrar la brecha entre lo micro y lo macro. La intención no fue extraña a Parsons, si bien no consiguió articularlas sin fisuras. Alexander sostiene que ha desarrollado una "pauta que [...] es francamente ecuménica, y deriva del espíritu, y en parte de la letra de los primeros trabajos de Parsons. Creo [dice] que la multidimensionalidad es la única posición que puede explicar el mundo social de manera total, coherente y satisfactoria"7.

Anthony Giddens es otro autor actual que pretende elaborar una teoría social capaz de superar los antiguos dualismos. Su posición se refiere a las potencialidades constructivas de la vida social. Aunque acepta que la conversación y la negociación del significado son elementos inherentes a la interacción social, considera que la agencia humana tiene el poder de intervenir en el desenvolvimiento de los acontecimientos. Su obra intenta integrar la acción y la estructura. Ésta última es tomada a la vez como el medio, el instrumento y el resultado de las prácticas sociales. Se trata de una visión circular en la cual las dimensiones estructurantes de la cultura aparecen adelante como una condición de la acción y después como un producto de ésta8. Para él, los actores sociales son competentes, vale decir que todo lo que conocen o creen de manera tácita o discursiva sobre su acción y la de los otros lo emplean para producir o reproducir acciones, de una manera más práctica que reflexiva.

Las propiedades realizadas por la acción se extienden, en el espacio, más allá del control que cada actor pueda ejercitar, lo que produce las consecuencias no intencionales de la acción, que conjuntamente con el inconsciente constituyen sus límites. Esta teoría y la anterior aún son poco conocidas y, sobre todo, poco aplicadas a la investigación social en el país.

Alain Touraine, cuya obra está centrada en el análisis de datos de movimientos sociales en conflicto por las orientaciones de la sociedad, coloca al actor frente al sistema, allí donde el planteamiento clásico los fusionaba. Su obra ha tenido mayor influencia en la enseñanza y en las investigaciones que en el caso precedente.

Touraine reflexiona sobre la capacidad de una sociedad para autopro-ducirse. Antes que al reconocimiento de la naturaleza histórica de la vida social o al análisis histórico de los hechos sociales -sin desconocer la importancia de ellos en la sociología- llama historicidad al conjunto de modelos cognoscitivos, económicos y éticos con los cuales una sociedad construye su cultura, es decir, una relación dinámica con el medio.

La cultura resulta así, no un conjunto de valores compartidos o una Ideología dominante, sino un bien que los actores tratan de controlar, de apropiarse o negociar su transformación en formas de organización social. La historicidad, vale decir, en el conjunto de modelos señalado está determinada por el trabajador colectivo y el control que éste ejerce sobre los frutos de su labor.

La gestión de la historicidad divide a los actores sociales, entre aquéllos que buscan apropiarse de ella y se constituyen en sus agentes, y quienes participan allí de manera dependiente e intentan arrebatar a los primeros el poder social que detentan. Cada actor es, pues, al mismo tiempo conservador y revolucionario, luchan entre ellos, enfrentados por relaciones de dominación y conflicto, en la búsqueda del control de la historicidad, de las orientaciones sociales9.

Touraine ha desarrollado una teoría de valor heurístico para comprender los conflictos y el desarrollo de las sociedades, aportando también con un método propio de intervención sociológica, capaz de dar a los actores conciencia del nivel del conflicto en el cual se hallan inmersos.

 

El individualismo metodológico

Esta corriente no es nueva, sus orígenes se hallan en el debate de la universidad alemana entre ciencias de la cultura y ciencias de la naturaleza. Se trata de un planteamiento lógico y no representan un juicio axioló-gico o de una afirmación de un hecho. Raymond Boudon y F. Bourricaud plantean que el actor social adopta los papeles sociales no como camisas de fuerza, sino como posibilidades de orientación, arbitrio entre ellos y evaluación de las consecuencias de su conducta. Sin embargo, no siempre se puede prever los resultados, de ahí la aparición de efectos no buscados de la acción que por otra parte, conviene señalarlo, se desarrolla en condiciones de racionalidad limitada, es decir, que ningún actor puede controlar todas las condiciones ni resultados de su actuar. Boudon ha examinado las situaciones de aparición de los resultados no previstos como consecuencia de actos individuales, cada uno con su propia racionalidad, pero que agregados unos con otros producen un fenómeno no esperado. Por ejemplo, el surgimiento del capitalismo, en la obra clásica de Weber sobre la ética protestante, se debe, en parte, a los comportamientos religiosos de hombres que creían en la predestinación, practicaban el ascetismo mundano y la búsqueda de la ganancia como señal de elección.

Asimismo, Boudon ha criticado la búsqueda de leyes generales y ha resaltado el interés de los modelos de tipo ideal en el sentido weberiano, que acentúan rasgos de la realidad para nacerla más comprensible.

Jon Elster, sociólogo noruego que sigue las orientaciones generales del individualismo metodológico, ha mostrado con agudeza, en diferentes estudios, los límites de la acción racional originados en preferencias inconsistentes, en contradicciones, en cambios de orientación. Ulisesy las sirenas, una de sus obras más llamativa, constituye una metáfora de las conductas en las cuales los hombres eligen sus propias limitaciones. Destaca el autor además, la dificultad de planificar el propio carácter. En Uvas Amargas desenvuelve la idea de que la utilidad y las creencias no son independientes y están influidas por las situaciones concretas donde se manifiestan. Juicios salomónicos aborda otros aspectos de la subversión contra la racionalidad.

En definitiva, el individualismo metodológico plantea serios problemas éticos a la pretensión de llevar a cabo reformas políticas de manera racional que es uno de los temas del debate contemporáneo.

 

Conclusiones

Vale la pena señalar algunas conclusiones de esta esquemática presentación en torno a varias teorías sociológicas actuales. Ni duda cabe que importantes posiciones y autores no han sido considerados, hecho que muestra las limitaciones del autor de la charla. En relación a las teorías de la línea constructivista, puede decirse que todas las aquí examinadas de una u otra forma pueden ser adscritas a ella, empero no constituyen un conjunto homogéneo. El intento dominante en ellas es, sin embargo, superar las viejas oposiciones apareadas que dividieron el pensamiento sociológico, así como el rechazo a la filosofía, lo que no quiere decir que en todos los casos el proyecto haya sido de éxito.

El hecho de destacar las limitaciones de la acción social ha devuelto un lugar central en la reflexión contemporánea a la ética. Asimismo, el relativismo, no siempre admitido en las ciencias, ha abierto un espacio a las discusiones sobre la verdad y su papel en la construcción científica. K. Popper fue un ejemplo temprano de estas posiciones. Cabe mencionar que el conflicto entre partidarios de la sociología, como búsqueda de leyes generales y los de la comprensión, se ha atenuado considerablemente.

La sociología en Bolivia se ha institucionalizado tanto en la Universidad con programas de grado y de post-grado como en la elaboración, ejecución y evaluación de políticas sociales, en el sector privado y público. La mirada que ella ha permitido de la realidad social se ha enriquecido con perspectivas novedosas y críticas. La concepción que la sociedad boliviana tiene de sí misma como multicultural y multiétnica no es ajena al desarrollo de las ciencias sociales.

Sin embargo, subsisten en la enseñanza y práctica de la sociología algunos problemas que vienen de lejos. Un acusado divorcio entre teoría e investigación, quita a la primera la base empírica y a la segunda la posibilidad de trascender las descripciones concretas. Parte del problema se debe a la orientación de la investigación, destinada en gran medida a aplicaciones de programas concretos de política social.

En muchos casos, el instrumental conceptual y metodológico no se ha renovado. El empleo de técnicas informáticas ha conducido, en los informes de investigación, a la proliferación de cuadros con poco valor analítico.

Afortunadamente, en este campo, los esfuerzos de varios post-grados y programas de investigación estratégica comienzan a mostrar perspectivas promisorias.

El desarrollo de la teoría en el país exige una mayor independencia del científico social de las fuentes de financiamiento políticas e instrumentales. El esfuerzo debe ser asumido por la Universidad y los centros académicos independientes, pero esta necesidad no parece que será satisfecha para mañana.

 

Notas

1 Publicado enAleph: Memoria Académica del Encuentro de Ciencias Humanas y Sociales entre dos milenios. Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, 2001 (N. del E.).

2       Cfr. M. Hollis, Filosofía de las ciencias sociales, Barcelona, Ariel, 1998.

3       Cfr. A. Giddens y J. H. Turner, "Introducción" en A. Giddens, J. H. Turner et al., La teoría social, hoy, México, Ed. Alianza, 1990.

     Ph. Corcuff, Les nouvelles sociologies, París, Nathan, 1995.

5       Ph. Corcuff, Óp. Cit., Pág. 9.

6 Ph. Corcuff, Óp. Cit.

     J. C. Alexander, Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Gedisa, 1989, Pág. 299.

8       A. Giddens, The Constitution ofSociety, Cambridge, Polity Press, 1989, Pág. 25.

 

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