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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.34 La Paz feb. 2014

 

SELECCION DE TEXTOS DE SALVADOR ROMERO PITTARI SOBRE HISTORIA INTELECTUAL

 

Schopenhauer en los andes. Tras las huellas del pesimista de Frankfort1

 

 


 

 

Introducción

La presente ponencia gira al alrededor de la difusión de ideas filosóficas, literarias y artísticas europeas de fines del siglo XIX y principios del XX en Bolivia, buscando responder a las preguntas: ¿Quiénes las acogieron y con qué fines? ¿Qué temas seleccionaron y cómo los presentaron? ¿Cuál fue la lectura que de ellas hicieron y cómo se difundieron?

La imagen de Bolivia como un país separado del mundo por las altas montañas, las selvas y llanuras interminables ha prevalecido entre propios y extraños. Pero su historia revela lo contrario, desde muy temprano fue una arena de disputas intelectuales, cierto restringidas a grupos muy pequeños, pero con ondas expansivas que terminaban por alcanzar a la opinión de sus reducidos centros urbanos, no sin efectos sobre las instituciones políticas y sobre los estilos de vida, en ocasiones con una avidez rayana en la novelería.

La introducción de ideas nuevas constituyó una estrategia de legitimación de las elites nacientes en la búsqueda del poder y el reconocimiento social, que no iba sin encontrar oposiciones. Tal el caso de los liberales al despuntar la centuria pasada2.Los patrones de fuera circulaban reinter-pretados, cambiando de escala y de contenido, como ilustra el caso del ingreso del pensamiento de A. Schopenhauer y de las corrientes literarias finiseculares, teñidas de pesimismo que no tardaron en repicar en estas tierras, facilitada por un estado de ánimo apesadumbrado de la intelectualidad liberal provocado por hechos locales como la derrota de la Guerra del Pacífico con Chile en 1879, el cambio de las elites del Sur por las del Norte con el asentamiento de la Sede de Gobierno en La Paz, así como por la lentitud con la cual avanzaban promesas de transformaciones de fondo prometidas por el liberalismo triunfante, debido a la persistencia obstinada de los obstáculos y a su variedad.

Esta breve presentación sirve para colocar en contexto la llegada al país de Arturo Schopenhauer (1788-1860) y en especial de su obra, El mundo como voluntad y representación, publicada en castellano por la Editorial La España Moderna alrededor del año 19023, que se difundieron con otros de sus textos particularmente entre la juventud ilustrada urbana, que se auto llamó "intelectual" y que fue igualmente designada así, en forma peyorativa, por sus adversarios4.

La recepción de los textos y del autor muestra el proceso de difusión de ideas venidas del exterior, con sus modalidades de aceptación y resistencia, con sus usos y abusos. No se trató de una transferencia fiel y completa sino de una selección en función de la cultura e intereses de los introductores, en este caso de su filiación liberal y de la condición de intelectuales.

Para la intelectualidad afectada de cierto pesimismo e insatisfacción, manifiestos en sus escritos antes que en su práctica política, el filósofo representó una expresión vigorosa de la contestación finisecular a los valores tradicionales contra los cuales se levantaron.

 

La complejidad del modernismo de los liberales

Del movido campo artístico, literario y filosófico europeo, en especial francés, el intelectual boliviano recogió el tema del rechazo de la sociedad burguesa, estimada como consumida ética y artísticamente, dominada por las convenciones y las apariencias. La crítica, infundida de principios éticos y estético fue común en la filosofía y la narrativa, y marcó los comportamientos de los individuos en la realidad y en la novela. Los comportamientos fluctuaban de la excitación a la apatía, de la duda y la ambigüedad al compromiso. Asimismo recogió en dosis distintas el dandismo, el nihilismo, las actitudes pesimistas, el decadentismo, la famosa neurosis de fin de época.

El fondo común de esas actitudes y poses fue, según P. Bourget (1852-1935), una impresión de mortal cansancio de vivir, una desazonada percepción de la vacuidad de cualquier esfuerzo. Tal como proclama el emblemático personaje de A contrapelo (1884) de J. K. Huysmans (1848-1907), el duque Jean des Floressas des Esseintes, víctima del Mal del Siglo, en el diagnóstico de M. Nordau (1849-1923). El propio Huysmans lo presentó como: cristiano y pederasta, impotente e incrédulo, Schopen-hauriano por razón, católico por el terruño5.Reñido duramente con el fi-listeísmo de la burguesía dominante. Ni duda cabe el tratado del pensador germano influyó en la atmósfera mórbida en la cual se movía todo ese mundo, pero sus reflexiones eran más sutiles y profundas que el malestar de aquella gente.

Rasgos semejantes aparecieron en la narrativa nacional, salvo las inclinaciones sexuales, tema tabú, en los protagonistas de las novelas del primer cuarto del 900 de A. Arguedas, A. Chirveches, D. Canelas, E. Finot, R. Leitón, J. Mendoza, los tiempos no lo permitían6. Los personajes fueron una combinación de vivencias lugareñas y aportes de los tipos extranjeros. Si no eran realmente intelectuales, por lo menos lo pretendían, leyendo libros envueltos en los vapores ponzoñosos de la abulia, el pesimismo, molestos por el insulso parloteo de sus coterráneos, en abierta ruptura con las convenciones, con la chabacanería de los ricos locales.

Avenirse con tales actitudes y posiciones, con el desprecio a la burguesía, no deja de resultar curioso entre gente de orientación liberal, como eran sus autores. El hecho tal vez fue causado por el estilo de vida ostentoso, relumbrón, de gusto cursi de los mineros recientemente enriquecidos, y de los flamantes políticos y hacendados.

No todo el pesimismo existencial o artístico provino de afuera, ni de las lecturas del filósofo germano, tuvo fermentos propios entre los cuales se halló, ya se indicó, la pérdida del Litoral Marítimo. La generación nacida alrededor de 1879, fecha de la Guerra, tuvo allí un primer golpe de amargura. Mas la frustración, la desesperanza de la derrota acicateó el ánimo de descubrir las causas humanas e institucionales del fracaso, de corregir, de superar los desaciertos, lo que la volcó hacia las ciencias empíricas para estudiar la historia, el territorio, la sociedad y el hombre boliviano. El resultado fue un movimiento de rebeldía, de cansancio contra el caudillismo, los golpes de Estado y la democracia manipulada, contra los vicios de las ciudades y el campo: el alcoholismo, la empleomanía, el celibato, la falta de instrucción, contra las prácticas oscurantistas, es decir, las tradiciones pacatas, envejecidas y dominantes en las interacciones sociales, pero también surgió una conciencia clara de las barreras, de las severas oposiciones para cambiar la situación, que lastraba su ánimo, otra faceta de su pesimismo.

Otro elemento provino de la ciencia positiva a la que miraban, repleta de promesas para transformar el mundo y a la vez portadora de un de-terminismo racial y geográfico en las explicaciones, que introducía dudas en el realismo de sus inclinaciones hacia el cambio.

Los mismos sentimientos contrapuestos surgieron respecto al liberalismo en el Gobierno, corriente a la que adhería la mayoría de los miembros de esa generación, distinta de la precedente de raigambre conservadora, y con el manejo del poder, asentado formalmente en La Paz, ciudad con una fuerte proporción de población mestiza, chola, que puso su sello con luces y sombras en la vida política y social boliviana. La mayor intervención de políticos y funcionarios considerados como salidos del "cholaje" fue juzgada con severidad por la juventud letrada que atribuyó a los recién llegados todos los defectos físicos y morales, heredados genética e históricamente. Nada bueno podía salir de allí, supusieron los escritores de reluciente pluma.

De esta suerte, su concepción de la historia tomó un tono sombrío, en particular con A. Arguedas que escribió la obra histórica más ambiciosa entre los de su generación, que contó con varios del oficio. Como reacción a las prácticas y pretensiones de los políticos de fresca horneada, algunos de los noveles intelectuales se dieron la vuelta hacia los valores recios del pasado que animaron a sus antecesores. La mezcla de actitudes y posiciones diversas y hasta contradictorias fue su característica.

Sin embargo, sería un error tomar al grupo o a sus principales representantes como pesimistas reaccionarios. Existió en ellos, por convicción y no solo porque el ejercicio del gobierno lo exigía, una genuina voluntad de modernizar la sociedad, de pasar a la acción con políticas que iban en contra del fatalismo de la herencia y el clima, de las limitaciones del medio.

Por supuesto, no toda la generación compartió tales aflicciones tampoco la postura que creía inútil toda acción, ni siquiera la juventud liberal que constituyó la vanguardia del movimiento. F. Vaca Chávez oponía a las elucubraciones dolorosas de Schopenhauer, la luz latina de nuestros pueblos, que es alegría, placer, amor7. Por su parte, D. Sánchez Bus-tamante arremetió, en varios artículos de prensa8, contra la estética de las corrientes modernas, tumultuosas y brillantes, insociales "con un refinamiento de aparato, cinceladura de artificio, esmalte recargado", desbordantes de oscuridad, que han obtenido rápido y pasajero triunfo entre los jóvenes literatos de la región. Pidió reconsiderarlas. I. Prudencio Busti-llo, un intelectual chuquisaqueño, creyó dichas actitudes, así como la admiración por Schopenhauer, fruto de un snobismo intelectual importado, pues quienes las consideran un resultado de las condiciones de nuestro medio social yerran, ya que en estas tierras aún se percibe el olor de la naturaleza y los diabólicos solo conocen al demonio en el catecismo del padre Astete9.

El inconformismo, el ansia de ideales, la valoración de la ciencia, el arte eran los elementos compartidos por la juventud local y la de muchos otros países del Continente y Europa. Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense y americano canta a la "fragancia de melancolía", a la "sed de ilusiones infinita", que inspiró a los de su lechigada, sin ocultar el pesimismo que los dominó, aunque no consiguió desentrañar qué lo producía10.

 

La llegada de un pesimista a los Andes

En un ambiente de efervescencia política, de valores culturales y sociales controvertidos, de expectativas e inquietudes nacientes, de ansiedades teñidas de desaliento respecto a la evolución de la sociedad boliviana, enraizadas en algunas agrupaciones juveniles, para las que la vía a seguir no se ofrecía abierta y sin escollos, se conocieron los textos de Schopenhauer.

Editoriales como La España moderna, D. Jorro, la Casa Sempere y Co. de Valencia hicieron posible el ingreso al mundo hispano-americano de ese escritor. No fue el único. Aunque muchas de las ediciones eran descuidadas y a menudo mal traducidas, revelaron en forma llamativa ciertas posiciones polémicas de autores de entonces y en particular las del filósofo, sin duda, cortadas del resto de la obra, pero que se extendieron. La misantropía, el pesimismo, la aversión por las mujeres, la sexualidad ahí contenidos captaron la atención de los primeros lectores iberoamericanos. Si bien muchas de tales reflexiones ya eran corrientes en la prejuiciosa sabiduría popular de aquel momento, otras, extractadas de su filosofía sistemática, no lo eran. Prejuicios viejos revestidos con ropaje nuevo.

El pensamiento de Schopenhauer -más allá de ciertos dichos y aforismos feroces contra sus congéneres, contra las mujeres, populares en estas tierras e indisociables de su aceptación local- es provocador y de amplio alcance, inspirado en Platón, Kanty las filosofías orientales: el budismo y el hinduismo. Todo su sistema reposa sobre la afirmación de la voluntad cósmica que penetra desde el mundo físico hasta las formas superiores de la conciencia, pero que es siempre una y la misma.

En los hombres la voluntad de vivir constituye la raíz de los actos, aunque ella en esencia es ciega, sin razón, sin objeto particular, en rigor no quiere nada. Es solo un querer por querer, que obra sin rumbo en virtud de excitaciones11. La voluntad consiste, pues, en una persecución continúa de algo, jamás acabada, está en todas partes. La montaña, el viento, las tempestades, como el saber, los sentimientos, los caprichos del tirano, la mansedumbre de los pastores, las revoluciones, todo es el der wille alemán (la voluntad)12.

Ella produce un ansia, un afán de alcanzar cosas pero una vez logradas, la apetencia reaparece, por eso el apaciguamiento es solo pasajero. Como no tiene un fin último sino intereses momentáneos, fijados espacial y temporalmente, se expresa como una aspiración sin término13, que pasa de un objetivo conseguido a otro por conseguir, sin paz, sin aplacamiento14. De ahí la desgracia, el sufrimiento. De esta manera, los hombres se centran en los medios, y el fin del cual la vida recibe su sentido y significación desaparece.

Es inútil exaltar o condolecerse del inhumano apresamiento al que nos somete la voluntad, solo queda buscar escapar a su dominio, aunque en último análisis esto es imposible. El sabio intenta no dejarse entrampar por los deseos, despertar a la verdad de nuestra condición. La conciencia y el arte permiten entrever la salida y conducir al hombre hacia la negación de las apetencias individuales hasta sumirlo en la unidad del todo, en el Nirvana.

 

La política vs. la filosofía

La vasta concepción del mundo desplegada en la obra de Schopen-hauer no fue explorada en su totalidad, ni en los meandros de los planteamientos metafísicos o gnoseológicos ¿Qué penetró entonces entre los intelectuales bolivianos? ¿De qué se apropiaron y qué desecharon? No hay respuesta simple. Las lecturas son personales. Lo que cada uno retiene resulta de un encuentro entre la complejidad de su personalidad y la del texto. La intimidad, conformada por una ligazón de creencias, actitudes, preferencias, intereses, sentimientos es impenetrable.

Pero de las manifestaciones escritas, públicas acerca de la obra se puede inferir que ella no fue abordada en su contenido específicamente filosófico. La formación académica de los receptores bolivianos, en su mayoría aprendices de abogado o de periodistas con pretensiones intelectuales, inclinados hacia la política, fue poco propicia para adentrarse seriamente en el meollo del sistema del que el filósofo se sentía tan orgulloso.

Prudencio Bustillo señaló que la juventud de ese tiempo no había recibido ninguna educación filosófica, falta que buscó compensar con las lecciones de la vida15.F. Tamayo, con la gigantesca indignación que sentía por el bovarismo del pensamiento, se preguntó en su Creación de la pedagogía nacional "...cuántos profesores de filosofía en toda la república han leído un solo filósofo de veras, antiguo o moderno, en sus mismos textos, y han dejado de contentarse con los extractos imbéciles de editores franceses o españoles".

Pero además, la opción por los principios del liberalismo de la mayoría de los receptores, su cultura católica, más que su práctica, desempeñaron asimismo su parte en la recepción selectiva de los contenidos, conduciéndolos a escoger los temas que iban en el sentido de la modernización de las instituciones sociales, liberadas de los soportes tradicionales, que contribuían a abatir las posiciones del adversario. Los abiertos ataques al convencionalismo encontraron las municiones en los trabajos del filósofo, incluidos los aspectos vigorosamente irracionales de la obra, que seapoyaban antes que en la razón en otras zonas del espíritu16. Tales orientaciones sin paradoja, favorecían más las lecturas de los aficionados, a veces bordeando el fanatismo, que las de los especialistas.

En general, los jóvenes de los círculos literarios leían mucho, a menudo no de manera metódica, ordenada, de acuerdo a un plan. En ellos, dado el carácter alborotado, rebelde de la juventud se manifestó un enorme interés por las ideas de Schopenhauer, específicamente por las más llamativas, chocantes, citadas en sentencias o formulas casi siempre muy breves que, por otra parte, coincidían con sus propósitos de sacudirse del corsé de la sociedad tradicional, de los discursos de púlpito, de las críticas del bando conservador. Así las menciones al pensador alemán y a otros de igual talante aparecían para el común de la gente y para la Iglesia como escandalosas y subversivas herejías, atacadas con encono en los sermones y en la buena prensa.

No se equivocaron los ofendidos con esos libros en cuanto a su fuerza y su poder antirreligioso, anticonvencional. En suma, los intereses políticos de los lectores de Schopenhauer predominaron sobre los específicamente filosóficos.

En otros países de la región, donde hubo una mayor institucionaliza-ción de las disciplinas filosóficas, la obra tuvo una recepción más sistemática17, que se plasmó en ensayos18 donde aparecen claras filiaciones germinales con el pensador de Frankfort.

La doctrina tuvo bases abiertamente ateas e inconformistas, donde no hubo cabida para Dios, para lo sobrenatural, ni para las enseñanzas religiosas. Tampoco para la esperanza. Se complació en destacar con coraje, y fue uno de los primeros, la importancia del sexo en el comportamiento humano. Llegó precedido de la fama de misántropo, misógino, aunque no todas las barbaridades sobre las mujeres que se le atribuyeron se encuentran en sus escritos.

Las ideas acerca del arte, proponían una estética que atajando "el torrente infinito de deseos," permitía a los hombres tomar conciencia de su valer, y alcanzar el ideal de la muerte como un despertar19. Se ocupó menos de proponer cánones artísticos, en despecho del enorme entusiasmo que tuvo por algunos músicos, pintores, escultores.

El pesimismo acompañó su figura desde antes de la aparición castellana de El mundo como voluntad y representación, por lo menos así lo presentaron los manuales de historia de la filosofía de la época20.

 

Variaciones sobre el pesimismo

Pero ¿cuál fue la naturaleza del pesimismo de Schopenhauer? En contraposición a aquellos que consideraban el mundo como un valle de lágrimas, la vida como no digna de ser vivida y la felicidad como un sueño pasajero, vale decir a los seguidores de la concepción cristina del mundo, así como a los pesimistas circunstanciales que atribuían esta disposición de ánimo a las condiciones restrictiva del medio social donde vivían o a las características de la personalidad, heredadas o adquiridas, el caso de los escritores nacionales, el suyo fue substancial, ligado a la voluntad, siempre insatisfecha que "constituía la raíz misma de la existencia de tal forma que ninguno de sus frutos podía mostrar otra naturaleza que el dolor"21. No se trató entonces de un accidente del ser sino del ser mismo.

La vida como apetencia insaciable, en última instancia carece de valor y sentido, pues solo se reduce a un incesante deseo, a una búsqueda afanosa e incierta. De esa manera no existe la felicidad en sí, únicamente hay una supresión pasajera del dolor22. Por otra parte, la falta de un fin en su sistema, que hubiese podido dar un significado a la existencia, torna todo a la monotonía, al aburrimiento de caer de nuevo en lo mismo. ¿Para qué esforzarse en obrar, en actuar? Hay, empero, posibilidades de quiebres en ese círculo, escapes hacia delante, salidas a través del arte, de la ética, del ascetismo de la renuncia.

Entonces, cómo hubiesen podido aceptar los jóvenes introductores tal cual el radical pesimismo, cuyas profundidades entrevieron sin atreverse a bucear en ellas, sobre todo afanados, como estuvieron, por actuar sobre los hombres y su cultura.

 

El influjo del pesimismo en la narrativa del 900

El pesimismo de Schopenhauer no fue, pues, seguido por los bolivianos en sus abismos metafísicos, substanciales y más bien engarzó con una visión de la sociedad afectada por los atavismos étnicos, por los obstáculos geográficos, culturales, unos concebidos como más deterministas, otros más flexibles.

Por su obra, A. Arguedas fue tildado de pesimista a lo largo de su carrera, pero se trató más bien de una posición referida a lo social antes que a su psique. Por otra parte,su obra fue fuertemente atenuada por su determinación de sacudir a sus compatriotas a fin de forzar su atención sobre los males de la sociedad y sobre la urgencia de combatirlos, en otras palabras sobre la importancia de hacer política, aspecto común a los demás de su generación.

Tal vez fueron A. Chirveches, y C. Medinaceli, lector de Schopenhauer, de Huysmans y Nietzsche, los que padecieron con mayor intensidad de la afección de manera íntima y subjetiva que acabó en el suicidio del primero, y entregó al segundo a una muerte anunciada en chicherías con gramófono.

La exigente negación del querer mundano de El mundo como voluntad y representación no tuvo discípulos convencidos, dispuestos a renunciar al voluntarismo característico de la acción política y, de manera general, a la concepción occidental del mundo en el país, por lo menos por parte de los liberales dirigentes, que así prefirieron glosar acerca de temas como el de la vida y el de la muerte, respecto a las cuales el pensador enseñó a contemplarlas evadiendo todo consuelo sobrenatural, ajeno a la amargura, aceptando el dolor y el sufrimiento como parte de la existencia al instar de los sabios de Oriente. Sin negar el beneficio para las masas de la mendicidad de la salvación por medio de la religión.

El mal metafísico con sus secuelas de pesimismo absoluto en el país tomó un cariz circunstancial, no por eso menos difícil de erradicar. Fue puesto en un espacio histórico concreto o en biografías de grupos concretos. Tradujo el sentimiento de impotencia, de futilidad, de cansancio de los escritores y ensayistas, de los políticos para actuar en un ambiente hostil, estrecho, envuelto en una costra de hábitos y disposiciones inmemoriales, pronto para la crítica personalizada, que sembró recelos sobre el apoyo y la receptividad de las propuestas que hacían, que tampoco mostraba resultados rápidos en las masas objeto de su preocupación ni en la forja de nuevas instituciones.

Lo que acabó por ensombrecer su ánimo, si bien en la mayoría de los casos no consiguió, hacerlos levantar las manos. Pues nunca pensaron que el progreso material y moral por el cual se desvelaban estuviese a la vuelta de la esquina.

El espíritu enfermizo, amargado, el desencanto y el rechazo sulfúrico de los dogmas religiosos, de la Iglesia y las tradiciones que acarreaban la literatura y el arte de las últimas décadas del XIX y con otro alcance la filosofía, entroncó con el afán de los jóvenes partidarios del cambio.

Para tal fin, usaron a los personajes de las ficciones nacionales antes que tomar ellos mismos el ejemplo, cierto con alguna salvedades. Con el pasar del tiempo las actitudes pesimistas, de repulsa a la atonía del ambiente se extendieron a las audiencias de capas medias y altas de la población, expresándose en las orientaciones y las conductas especialmente de las vanguardias ilustradas y políticas, tal como temieron algunos de los críticos tempranos de esas posiciones.

Los héroes de algunas de las narraciones del primer cuarto del siglo XX reflejaron el difícil inicio de esas rupturas con el mundo de antes, poniendo en la escena a los intelectuales de reciente aparición. Éstos se inspiraron con notas propias del modelo de hombre, tachado de enfermo por el autor de El mal del siglo y con el cual éste creía uno se topaba por todo el mundo23. Schopenhauer, convencido de la inutilidad de la acción tampoco fue ajeno a esa atmósfera depresiva.

La novela de Nordau, pretendió ser una crítica explícita del filósofo de Frankfort y de Nietzsche, así como de los literatos del desgano y desaliento. A todos ellos atribuyó el favorecer el surgimiento de tipos "neurasténicos hereditarios, de espíritu ilustrado, pero sin voluntad, pensadores distinguidos, a veces artistas delicados, pero incapaces para la acción... persuadidos a sí mismos por medio de teorías filosóficas, de que no quieren emplear sus energías en la acción porque nada hay en el mundo que lo merezca..."24. El párrafo sintetiza al antihéroe de las historias del final de la centuria, no menos que al de la novela nacional, que no escapó al patrón, haciendo de Schopenhauer el emblema de su postura.

 

Las referencias a Schopenhauer entre los escritores de la época

La novela boliviana de la época hizo pues explicitas referencias al filósofo, levantándolo como bandera de combate. C. Ramírez, periodista e intelectual de Vida criolla de A. Arguedas (1906) leía y predicaba las ideas del filósofo y de otros pensadores desatando el odio de los conservadores, a pesar de no ser un polemista decidido ni un luchador25. En la segunda versión de 1911 aparece menos abúlico y más combativo, al punto de ser exiliado del país acusado de propalar el virus disolvente que lo ha contaminado, fundado en los principios sustentados por espíritus antirreligiosos como los de Renan, Schopenhauer, Nietzsche y otros. La sombra de esas lecturas malogró sus amores.

Sin embargo, el disgusto de sus coterráneos con los planteamientos subversivos del periodista, no impidió que el propio Arguedas, con ánimo retador, introdujese en la dedicatoria de su Historia de Bolivia (1922) una larga citación de reconocimiento "al solitario de Frankfort", tomada de El Mundo como voluntad y representación26: Un pueblo que no conoce su historia está limitado al presente, no comprende su carácter ni su propia existencia; solo la historia da al pueblo plena conciencia de sí, para ir más allá del estrecho presente27.

La referencia ilustra bien el empleo del texto por los usuarios locales. Cortado de su contexto e incompleto, traiciona la intención del tratado. La inconsistencia parece deber menos a una mala interpretación del historiador que al propósito de respaldar sus ideales de historia como maestra de la vida o como una manifestación de la moral en acción, forzando la citación e ignorando muchas de sus propias páginas donde el peso de los determinismos raciales y geográficos ponían nubarrones obscuros a las aspiraciones de crear un mañana distinto al ayer. Cómo olvidar que Arguedas fue un moralista,las fisuras de su historiografía nunca socavaron la profunda creencia que las enfermedades de su pueblo no eran mortales. Eso sí, exigían mucho de todos, de ahí que su obra mantuvo una distancia combativa con el optimismo iluso.

La novelística de A. Chirveches también abunda en referencia al filósofo alemán. Las alusiones de los personajes desatan reacciones en su entorno y con frecuencia hacen la desgracia de quienes lo leen. A. Serrano, enamorado de Celeste, termina por perderla, ya que no acabó nunca de empeñarse para conseguirla. Inspirado por Schopenhauer pensaba que "la mujer es una imperfección estética, que debe ser contemplada desde lejos; es pura forma y fragilidad", entonces para qué enredarse en idilios28. G. Silva de La casa solariega se enorgullecía de haber leído todo el catálogo de la casa editorial francesa F. Alcan, donde figuraban todos los pensadores positivistas y los adversarios de los dogmas, entre los cuales figuraba Schopenhauer con varias obras, produciendo las iras de la Iglesia. En La Virgen del Lago, otra novela de Chirveches, C. Martens mostraba similar interés por los libros de aquella librería.

R. Salinas joven abogado de Aguas estancadas (1911), pronto abatido por la inmoralidad de sus colegas y desencantado del pueblo donde vivía, examinando la páginas estropeadas de un viejo ejemplar de La moral de Schopenhauer que llevaban impresas las huellas de las lecturas nerviosas de su padre que debió buscar allí la paz del final de sus días29,sentía con amargura el aburrimiento y la apatía que lo dominaban.

Todos ellos experimentaron sentimientos parecidos, resultado de una combinación de vivencias pueblerinas y de aportes de la literatura de afuera. Altivos, opuestos a los poderes religiosos y políticos, desdeñosos de las comparsas que los rodeaban, excesivamente engreídas y dadas a la fanfarronería, adictas a una sociabilidad de clubes y cantinas, prontas a despellejarlos por cualquier nimiedad, aunque ellos ingenuamente se sintieron preocupados por transformarlas. Firmes en sus convicciones novedosas y noveleras, pero de carácter dubitativo, aparecieron poco propensos a la acción. Muchos jóvenes tomaron ahí sus modelos, más cercanos a su idiosincrasia que al sistema de Schopenhauer o al esnobismo desencantado de A Contrapelo.

Tampoco las heroínas como la de La Virgen del lago, la de El Cholo Portales o Celeste quedaron muy rezagadas respecto a los varones, hicieron gala de manifestaciones inconformistas, de desplantes, si bien fueron más sociables, menos solitarias que ellos.

Reacciones opuestas a estas conductas y de manera general a los planteamientos del filósofo, se expresaron en los medios conservadores y hasta en el mismo círculo donde otros lo acogieron con fervor, aunque promotores y adversarios recogieron réditos políticos e intelectuales de la transmisión de la obra. El ensayo puso otra tonalidad a las referencias, más reservadas, más distanciadas con el maestro alemán. A. Alarcón, novelista y periodista de la época, miembro del grupo "Palabras Libres" de orientación liberal, al cual también pertenecieron Arguedas y Chirveches, en un artículo, "El feminismo en la estética", aparecido en las columnas periódicas que el grupo publicaba regularmente en El Diario de La Paz (1905) mencionó a Schopenhauer que, al lado de otros escritores modernos, consideraba a la mujer como pequeña en la esfera del pensamiento, llamándolo un "hombre taciturno y huraño que parece no haber sentido las fruiciones del amor, en el que (la mujer) es tan artera y amañada... (y para quien ésta) era un ser de cabellos largos y entendimiento corto"30. Afirmaciones que Alarcón rechazó por completo.

El humor de los columnistas de prensa era poco afín a Schopenhauer. Proclives a compartir la vida con amigos, a la bohemia, entusiastas de las virtudes del vino y la poesía de Baudelaire, de la alegría y la salud de J. Lubbock31, aparecieron reacios a las elucubraciones dolorosas, persuadidos que a la tristeza de nuestro pueblo hay que recordarle la luna latina, repleta de alegría, que es igualmente la nuestra32.

D. Sánchez Bustamante dedicó un ensayo al escritor F. Iraizos cuyo psiquismo creyó producto de un complejo de influencias fuertes: "Schopenhauer por la indomable culminación de su inteligencia en el nirvana... Nietzsche por sus trágicos e inactuales golpes contra todo el sistema y las cristalizaciones de la tradición, y Federico Amiel por su inexorable renuncia al éxito y al renombre". De ahí el ensayista caracterizó la personalidad del escritor como la de un hombre mutilado, capaz de especulaciones atrevidas, pero inútil para el esfuerzo cotidiano, enfermo como Ha-mlet de irresolución, "es (dijo) uno de los muchos casos de duelo de la inteligencia y la voluntad"33.

Las opiniones de Sánchez Bustamante sobre Iraizos descubren hasta qué punto "el desengaño contemporáneo", el pesimismo, la impotencia para obrar se había apoderado no solo de los héroes de la ficción sino de los intelectuales bolivianos de carne y hueso. Sánchez Bustamante juzgó necesario erradicar tales actitudes antes de que sigan propagándose. Su oposición abarcó también a las corrientes modernistas en sus expresiones poéticas. I. Prudencio Bustillo de talante más tradicionalista tuvo hacia las nuevas posiciones reservas provenientes ante todo del campo moral.

F. Tamayo, no participó de la sensibilidad decadente, leyó y citó al filósofo alemán en una perspectiva diferente. En su Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia de 1924, dijo de él que tenía de un asceta ateo y de un metafísico místico; el soplo religioso que emana de su obra se ha traducido en la obra de grandes artistas: Wagner, Leconte de Lisle, Puvis de Chavanne. Señaló que su espíritu organizador, como el de Nietzsche, fue destructivo y turbador.

El complejo de actitudes traído por los héroes de la novela hizo, pues, temer a los pedagogos de la época que muchos jóvenes por copiar se aparten del propósito "de mover el país hacia el progreso"34 replegados sobre ellos mismos, se desinteresen de los problemas colectivos, cayendo en las actitudes enfermizas. Temerosos del mal ejemplo fustigaron a los escritores, imitadores de los maestros de afuera, "que han corrompido la atmósfera intelectual de Hispanoamérica contagiando la morbidez de sus obras hasta ocasionar un estado de esterilidad moral"35.

La alarma respecto a las vanguardias artísticas, a la filosofía de autores como Schopenhauer, Nietzsche sonó igualmente aquí y en los países centrales. Así en Francia, P. Bourget, un ensayista reconocido, escribió una novela, El discípulo (1889), narró afligido el daño que el pensamiento alemán ocasionaba entre la juventud francesa. La denuncia llamó la atención sobre la intoxicación literaria que tuvo una generación por los maestros que tomaron, interpretados a su manera36. Arguedas hizo, a través de Ramírez, una crítica en la segunda edición de Vida criolla de El discípulo y del autor37, indicando que conoció el contenido y la polémica desatada del otro lado del Atlántico y que él y Ramírez, se sentían en la mira por el propósito de aquella novela.

El escritor alemán se reflejó asimismo en el contenido de los trabajos de otros autores no siempre explícitamente. Acaso F. Tamayo, poco afecto a revelar sus fuentes, en su ensayo Creación de la pedagogía nacional (1911) donde hizo del indio el depositario de la energía y de la fuerza nacional, no recuerda ciertas especulaciones de aquel cuando afirma que la primera tarea del pedagogo es comprender la materia misma de la vida, de la energía hecha hombre, es decir el substratum de todo el edificio individual o colectivo, o sea la voluntad, que se refleja en las costumbres, antes de ornarla o armarla con la educación38.

La actitud intencionalmente provocadora, descomunal que tuvo Tamayo probablemente debió no poco a los ejemplos de Schopenhauer y de Nietzsche, autores que se difundieron simultáneamente en Bolivia, tanto por el contenido desafiante de sus libros como por las poses y desplantes que afectaban.

Sin pasar por alto, los versos Nuevos Rubáyát de Tamayo, que evocan la luz de la sabiduría oriental, de la que Schopenhauer se proclamaba deudor, en la cual se juzga la existencia como una ilusión pasajera, cargada de dolor y sufrimiento. La poesía del boliviano también expresó la futilidad de la vida y de la voluntad, con inflexiones existenciales: "En el sepulcro no hay bastante olvido/Para aquesta injusticia sin sentido:/Penar por una deuda no debida/ ¡Y por la vida que no se ha pedido!"39.

C. Medinaceli, escritor de la generación posterior de "Gesta Bárbara", descubrió más tardíamente la veta intelectual del pensador germano: "Creyeras que también estoy leyendo El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer (sic) tres tomos de 500 páginas cada uno. Puede que su concepción integral del universo sea falsa, como la de otros pensadores, pero... en las ejemplificaciones, en las observaciones parciales, en la crítica de detalles, son arrebatadores, geniales. Su concepción del arte es de las más hermosas que he leído, especialmente en los capítulos que dedica a la tragedia y los referentes a la música"40. Quién dijo mejor. No escatimó referencias al filósofo, por lo menos hasta su conversión hacia el marxismo.

 

Las lecturas de Schopenhauer aquí y allá

Las citaciones de los autores bolivianos dicen poco sobre qué y cómo lo leyeron. Tampoco descubren mucho acerca de la profundidad con la que cada cual hizo la lectura ni de las influencias que dejo en su vida. Revelan únicamente el interés selectivo y las controversias con las que el "filósofo del pesimismo" se introdujo por acá.

Sólo un joven escribió un ensayo escolar dedicado "al pensador tudesco, paradojal corifeo del pesimismo, a cuya singular filosofía debe el mundo científico ciertas transformaciones", que cubrió el conjunto de la obra, posiblemente tomado de fuentes secundarias antes que de los escritos del filósofo, J. A. Arze quién más tarde lideraría el Partido de Izquierda Revolucionario (PIR). Por aquel entonces tenía 22 años41. Destacó además del pesimismo y el sincretismo del autor, tan comunes a la cultura moderna, su prosa diáfana y la sencillez que vuelven los textos, en despecho del contenido metafísico omnipresente, atractivos, legibles.

En Europa, las ideas de Schopenhauer atrajeron, fuera de los especialistas a algunos fervorosos aficionados que hallaron allí orientaciones de vida, entre nosotros tal estilo de apropiación ocurrió en mucho menor grado o no fue revelado en memorias y biografías.

En los años en que Arguedas, Chirveches, Canelas, Arze y otros lo hacían conocer al público nacional, un oscuro caporal que combatió en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, A. Hitler, con un exiguo morral donde cargó con los tomos de El mundo como voluntad y representación, hizo una lectura del libro que lo llevaría lejos. Emborrachado con la concepción de la voluntad, consideró el mundo como latido de ésta y aspiró "más allá del bien y del mal" a plegar hombres y Estados a la suya.

Otro lector de la época, también en tierra alemana, consideró la obra como una meditación sobre la disolución del ser, la muerte, que reflejó en sus novelas. "Se trató de T.Mann (1875-1955). El escritor fue seducido por la tema de las pulsiones mortales y su origen tenebroso, que valen más que una vida que transcurre en la permanente cobardía, lo repitió en varía de sus narraciones42. La lectura hecha alrededor de los veinte años significó para Mann la revelación deslumbrante del pesimismo de un filósofo que, extasiado por las melodías wagnerianas de muerte y fascinado por la nada, juzga la vida cruel, el mundo malo, negando la presencia real de la justicia y la claridad. En esa doctrina de renunciamiento a la existencia y a la acción, Mann discernió "una atmósfera de rigor moral, un tufillo fáustico, un gusto de cruz, de tumba"43, muy germano.

Los textos no forjaron acá discípulos cuya existencia lleve la marca de la obra, como la de los ejemplos citados. Si hubo algunas experiencias apenas estuvieron documentadas, como la corta alusión de Canelas en Aguas estancadas, donde R. Salinas, el protagonista de la historia, recuerda a su padre en sus días postreros leyendo La Moral de Schopenhauer.

Las narraciones presentaron a los personajes novelescos bolivianos como lectores del filósofo de quien tomaron algunas perspectivas filosóficas que los llevaron al convencimiento de la inutilidad del agitarse por las ambiciones mundanas. Irresolutos daban vueltas revueltas antes de decidir cualquier asunto, cavilando sobre el sentido de sus actos, paralizados en sus hesitaciones personales y políticas, aunque evidentemente debían otros rasgos a la literatura mórbida de la época. Sin duda, el medio donde actuaban, pequeño, amante de las intrigas pueblerinas, no les era propicio, tampoco lo era el ascenso del cholaje urbano que les arrebataba sus mujeres y sus ambiciones, retratado sin complacencia.

 

La misoginia de la época

Los hombres de ánimo abatido no acapararon las narraciones y escritos de la época, la mujer también desempeñó allí un papel protagónico donde cuajó la ambigüedad del espíritu de los tiempos. Schopenhauer no tuvo una idea alta de ella. Infeliz en sus amores, sufrió con el comportamiento desapegado de su madre hacia él, viuda que gozó de una fama pasajera como escritora. Afecto a los amores ancilares o con prostitutas tuvo rasgos patológicos en sus relaciones sexuales que probablemente dejaron su marca en las ideas. Sin duda, el antifeminismo no fue un rasgo suyo en exclusividad, caracterizó a los novelistas nacionales quienes describieron a la mujer como lectoras de novelitas fáciles, amorosas o moralizadoras, a la ocasión escritoras de versos románticos o pintoras de cuadros de paisajes amenos, intérpretes ligeras de piano. Superficiales.

Mas la realidad ya era otra, por lo menos para una avanzada femenina que marchaba a contracorriente de esas imágenes. Las mujeres de clases superiores y medias estaban leyendo de más en más las novelas, los ensayos y poesías de los mejores autores del momento, como aparece en varias de las historias de entonces y haciendo poesía y prosa de gran valor.

No obstante y a pesar de las dudas de los varones sobre la capacidad femenina, de las descripciones prejuiciosas de la conducta social del otro sexo, percibidas como frívolas, emperifolladas, amante de las apariencias, chismosas como las vizcachas, eso sí no afectadas por el mal del siglo ni el pesimismo, la juventud letrada se comprometió en experiencias que tendían a empujar y mejorar la formación del sexo opuesto. Las universidades libres, los cursos sueltos de arte, letras, historia universal fueron parte de los esfuerzos.

La apreciación decimonónica negativa de la mujer no tuvieron que importarla los bolivianos para hacerla parte de sí. Los libros llegados del extranjero rebarnizaron la posición, creyéndolos a menudo una expresión de la nueva biología y psicología.

 

La ideología y el oficio en la historia de la matriz de recepción

La orientación política, liberal, y la condición de intelectuales públicos de varios de los introductores del pensador alemán, que los hicieron intervenir en los debates de su sociedad, canalizaron en gran medida el estilo de la recepción, proclive a servirse de él para horadar con frases aparatosas la posición ideológica de sus contrarios o para criticar consternados los vicios y defectos que creyeron hallar en el pueblo, antes que a aceptar una forma de vida ascética, objetivo final de Schopenhauer. El pesimismo, pasado por el tamiz de aquellas orientaciones, se precisó en percepciones de orden sociológico, alejadas de la mirada cósmica del filósofo, mientras los protagonistas de las narraciones mostraron mayor cercanía con éste. Así, tanto el liberalismo como la tarea de intelectual formaron la matriz de la introducción de Schopenhauer, donde no se puede pasar por alto un trasfondo católico, cristiano.

Tal vez los jóvenes escritores no dudaron de la existencia de poderes sobrenaturales y de algo diferente al cuerpo que sobrevive a los humanos, pero sí censuraron las prácticas abusivas del clero que pesaban sobre todo en los segmentos populares y campesinos, su casi monopolio en la educación espiritual y erótica en particular de la mujer, el dogmatismo incompatible con las posiciones científicas contemporáneas. Habían heredado de sus padres las concepciones intrínsecas al catolicismo de la necesidad de fines últimos, de una inteligencia superior ordenadora del universo, de una vida eterna, que no las olvidaron por completo. Aunque su fe en la Iglesia ya se había resquebrajado, el bagaje cultural esperanzador de la salvación, recibido de sus mayores, aun resonaba44.

Por eso el pesimismo de Schopenhauer y su escape ascético era difícil de seguir para ellos y tampoco les ayudaba a aligerar el fardo real de su in-volucramiento político. La pregunta de por qué -a diferencia de sus personajes a quienes las lecturas del pensador alemán, condujeron al abandono de la política- sus autores optaron por el camino contrario, quizá no tenga respuesta final, pero pide alguna consideración.

El pesimismo trascendental los hubiese conducido a un callejón sin salida, equivalente a la pérdida de todo sentido para el obrar. Así el pesimismo mitigado resultado de una solución práctica no lógica, no les vedaba incursionar en el ámbito de los partidos, a los cuales entraron, por sus ideales éticos, por su disgusto con el pasado, que encontraron en el liberalismo una vía de realización. Tales compromisos antecedieron las lecturas de Schopenhauer y las encuadraron.

La mezcla de intelectualismo idealista y practicidad, de intentar combinar la moral con la imagen ideal de la sociedad, la crítica con la tarea de cambiar las instituciones a través de la política fue común a esa generación de bolivianos cumplida no sin desgarres y con éxito desigual. Los ensayistas de "Palabras libres" alabaron las virtudes de la convivencia social y denunciaron los vicios de la conducción política, nepotismo, empleomanía. El lector emprendería una ruta equivocada si con estas afirmaciones sobre la intelectualidad boliviana la concibiese como una imagen de estampa de primera comunión. Algunos de los integrantes de esa generación cayeron en las tentaciones más obscuras del ejercicio del poder. Sus pares europeos contemporáneos no mezclaron las tareas del intelecto con la política partidaria.

Las generaciones bolivianas posteriores, siguiendo el estilo que se impuso en el mundo con el advenimiento de los regímenes autoritarios fascistas, socialistas de los años 20, plegaron la actividad intelectual al compromiso político ideológico, militante, muy desligado de la moral y no sin ironía criticaron a predecesores de insuficiencia de compromiso con su sociedad.

La sucesión no supo apreciar el influjo que los literatos y filósofos extranjeros ejercieron en el país especialmente en el ensayo, la novela y en los personajes, pintados como indignados por la insignificancia de su entorno, de la gente y de las ideas que de ella recibían, pesimistas, solitarios, moral y físicamente dolidos45.

El modelo de la literatura pasó los sectores medios de la sociedad, donde muchas personas con calificaciones superiores se sintieron afines a los Ramírez o Salinas, tema de trabajos en los que apareció el desasosiego de los educadores por la propalación de dichas posturas.

El hecho continuó provocando, años más tarde, las reacciones de políticos, sindicalistas, de inclinación socialista o nacionalista, formados en el periodo del conflicto con el Paraguay, contra los individuos que, arrastrados por las sensibilidades de afuera, evidenciaban tristemente, según sus detractores, la falta de los dos resortes sociales del espíritu, el deseo y las creencias. Queja dirigida a las ideas esenciales de Schopenhauer. El ataque alcanzó igualmente a la importación de ideas extranjeras culpadas de marchitar la simiente propia, cuando los calcos, no se hacían a costa del olvido y el desprecio de los temas y asuntos de la patria46. Las recientes posiciones convirtieron a los integrantes de la tanda intelectual anterior en su blanco favorito. Si bien la crítica no supo aquilatar las circunstancias ni las motivaciones del momento de la recepción de filósofos como Schopenhauer, ésta resultó durable y aún perdura, ignorando las deudas que ella misma tenía con el exterior.

 

El papel de las agrupaciones en la recepción de las novedades literarias

El ingreso de Schopenhauer, así como el de otros autores, pasó por las agrupaciones literarias establecidas en las principales ciudades del país: La Paz, Sucre, Cochabamba, Santa Cruz. Unas más inclinadas hacia la bohemia literaria, al cultivo de la poesía, otras a la discusión de las ciencias nuevas, de la política47.

En La Paz, por ejemplo, se formó entre la muchachada liberal el grupo "Palabras Libres" que escribió, bajo ese título, artículos de temas de actualidad en la prensa. Entre 1905 y 1906, antes de dispersarse "para cobrar nuevas fuerzas" en el Viejo Continente sacaron cerca de 250 notas, "No con la pretensión de orientar a nadie sino por amor a lo bello, al arte, a lo verdadero que es la filosofía científica y lo bueno que es lo honrado"48. El propósito, según dijeron los columnistas, atrajo resistencias y enojos, dada la seriedad con la que procedieron. Las repulsas, según ellos, no fueron otra cosa que el grito de costumbres heredadas en defensa de la conservación de las ideas añejas en las cuales se apoyaban sus críticos. Firmaron el artículo de despedida B. Lara, J. L. Tejada Sorzano, A. Alarcón, R. Zapata, F. Vaca Chávez. En Sucre, alrededor de 1913,I. Prudencio Bus-tillo, A. Gehain, J. Espada Aguirre, Emilio Finot se agruparon para publicar la revista Páginas Escogidas, con una carga eminentemente literaria.

Los cenáculos literario-políticos operaban de manera informal. El número de integrantes era variable. Aunque, nunca muy numeroso. La amistad, los ideales artísticos e ideológicos compartidos, constituía el cimiento de la asociación. A menudo los vínculos se iniciaban en la escuela, el barrio la parroquia y continuaban en los años formativos de la universidad.

La informalidad de las relaciones escondía apenas una cierta estratificación de la membresía. En el centro se encontraban los socios más firmes con los propósitos del grupo, que contaban con más publicaciones e información. Eran ellos los que solían imponer las orientaciones de lecturas, los autores y los juicios críticos tanto como los temas del debate. Suerte de radares grupales, seguían de cerca las novedades culturales del mundo. El entorno mostraba una geometría variable en cuanto al número y la fuerza de los nexos, era asimismo más pasivo. Publicaba casualmente. El compromiso con las posiciones del grupo era más laxo49.

Las publicaciones describieron tales agrupaciones en sus coincidencias, afectos, como en sus celos rivalidades y enemistades. No fueron distintas a la caracterización que hicieron los novelistas, con excepción de la dosis de ironía añadida por ellos. Con tono satírico Arguedas en Vida criolla pinta esas tenidas alrededor de la mesa de un local de moda donde se sentaba diariamente la camarilla de poetas, filósofos, compositores aficionados, periodistas y políticos para tomar unas copas, conversar y discutir sobre escritores y pensadores en boga, europeos, latinoamericanos e igualmente sobre sus propios ensayos, poesías que de esa manera se ponían a prueba, no sin una buena dosis de narcisismo.

En los grupos de pares se forjaban reputaciones y se deshacían otras. Los contertulios, diletantes de la cultura, "literatos del sport",como los llamó Medinaceli50, eran aficionados a dar largas peroratas sobre sus trabajos y los ajenos, salpicadas de maledicencias y argumentos ad hominem. Los juegos de palabra, los retruécanos daban brillantez a las intervenciones a falta de profundidad, que imponían a la discusión un tono ligero con el cual se tomaron a menudo los libros y los autores nuevos, que, por otra parte, ayuda a dar cuenta de la selección de los asuntos que se difundieron.

Los interlocutores cosechaban enemistades en todos los rangos y posiciones de la sociedad. A veces les bastaba mencionar los temas heterodoxos para atraerse las iras de la Iglesia, del gobierno y de la sociedad. G. de Silva, de La casa solariega, vio cerrarse las puertas de la casa de su amada por hablar de herejes, libre pensadores y liberales. El filósofo de Frankfort era uno de los aludidos.

No se puede olvidar en la acogida del liberalismo, de la filosofía alemana, del espíritu anti-religioso el papel de las editoriales españolas, motivo de charla entre los contertulios. Armando Donoso señaló algunas deficiencias de las editoriales y sus corrientes "malhadadas traducciones", que empobrecían la calidad de las producciones locales y facilitaban la imitación grosera51.

Probablemente, ningún lector accedió, salvo quizá Tamayo, a los trabajos de Schopenhauer en el idioma original, solo lo conocieron por las traducciones. Consta que Arguedas, Medinaceli y Tamayo leyeron el Mundo como voluntad y representación, al menos en parte. Los demás se contentaron probablemente con otros textos, donde aparecieron fragmentos de sus concepciones.

Las asociaciones literarias y sus componentes hicieron del filósofo una bandera de su modernidad con la cual se arroparon y discutieron los planteamientos de aquel. Sucedió lo propio con otros autores de moda por entonces. La operación contribuía a divulgar y conceder notoriedad al escritor escogido y a la obra, no menos que a quienes lo mentaban y a las agrupaciones o círculos que integraban. Ahí se forjaban entre éstos lazos de complicidad y de marcas del oficio.

La trama de referencias a los autores extranjeros notorios, fuera de emplearse en los enredos políticos domésticos, cumplió en la movida una función menos evidente y comúnmente descuidada, la de mostrar la pertenencia al segmento ilustrado de quienes la utilizaron. Sería un error confundir las múltiples citaciones únicamente con una manifestación de erudición banal, pues, por medio de ellas los escritores se hacían guiños de ojos unos a otros revelando una connivencia entre los de la camada, entre los que conocían a las mismas personalidades y leían lo mismo, sin juzgarlas, por lo tanto, con igual rasero. Citar constituía un símbolo que patentizaba la membresía en el grupo de intelectuales.

Schopenhauer y Nietzche alcanzaron ese valor emblemático, que no significó una adhesión integra a las proposiciones o a la personalidad de aquellos. No todos los autores aludidos alcanzaban ese estatus.

El hablar y discutir sobre libros e ideas cosmopolitas entusiasmaba a la intelectualidad que de esta suerte descubría su "capital cultural", con las ventajas consiguientes en el ámbito literario, político y social. Las reuniones grupales eran una oportunidad para exhibirlo, no menos que las publicaciones.

La escritura, los libros, las menciones de los maestros consagrados, el debate, la confrontación ideológica conformaban un todo, que expresaba lo propio de la comunidad intelectual, sin tales elementos hubiese sido casi imposible hablar de ésta y menos de procesos de apropiación de las corrientes artísticas y filosóficas.

Igualmente vale la pena anotar que en las pequeñas sociedades locales de inicios del siglo apenas letradas, el impreso y el libro, constituían un suceso simbólico, llamativo y prestigioso, tanto más cuando ahí se ofrecía el saber y la imaginación de la época, las ideas de las personalidades de renombre internacional. La sola alusión a estos a veces bastaba para conferir a la discusión a sus participantes un halo de seriedad, de autoridad moral. Muchas de las citaciones de Schopenhauer, por ejemplo, añadían poco a lo dicho, es decir, los publicistas hubieran podido pasarse de ellas, pero su interés radicaba en lograr ese "más" para el escrito.

Así, las numerosas noticias en las novelas, artículos de prensa y ensayos de Schopenhauer se emplearon tanto con un propósito político, cuanto para redondear;para profundizar los argumentos y como medio de reconocimiento recíproco de la calidad de autores que pertenecían al mismo círculo, manifiesto en comunes lecturas.

Las citaciones operaron internamente, entonces, como un santo y seña y, en el exterior, como medio para construir la reputación de los escritores. El público los señalaba por las citas como parte de la gente capaz de leer y hablar de libros y de autores elevados, con una mezcla de admiración, de celos, no exento en ocasiones de un cierto desdén, pues eran personas que no se ocupaban de cosas prácticas.

La imagen de los que exponían los puntos de vista de un pensador de calibre se construía en torno a cualidades como el cosmopolitismo, la cultura, la novedad de las informaciones que traía. Tal percepción difería de la elaborada por los adversarios que señalaba ante todo defectos: el desarraigo, la inclinación extranjerizante, la influencia disociadora en la sociedad causada por la novelería que negaba los principios evidentes -aceptados por siglos- e incluso los calcos.

Medinaceli denunció con dureza la promoción del escritor por esta vía, en la cual vio únicamente un afán de imitación, causa de la aparición de "obras mediocres...pálidos reflejos de los maestros europeos" que un público adocenado, poco exigente, acepta y aplaude: "Así vemos glorificar a lamentables gacetilleros o poetas de cartulina postal"52.A veces la irritación llegó a sugerir lisa y llanamente plagio por parte de los introductores de textos de fuera. Tamayo no paró de ventear esta acusación.

 

El sacudón de las ideas novadoras

La llegada de las corrientes renovadoras encendió oposiciones y fuertes enfrentamientos que iban más allá del campo especializado de las letras, como dejaron constancia las obras señaladas y la prensa. Las modas afectaban los hábitos y las formas de vida tradicionales desde los "preste-rios", las fiestas patronales, hasta la religiosidad de las mayorías. Las prácticas de la religión, tejidas de miedos e ignorancias, fueron puestas en la mira de la crítica y se debilitaron en los segmentos altos y cultivados de la población.

Los saraos y los bailes se acomodaron a los tiempos, al igual que las residencias que renovaron las fachadas, los muebles y los decorados, ahora más en el estilo del fasto francés que de la austeridad castellana. El enamoramiento en las personas de clases altas y medias comenzó a tomar caminos distintos a los del pasado, ellos y ellas desarrollaron otras expectativas respecto a la pareja, imbuidas por sus lecturas, que sus padres y tutores juzgaron, a menudo, inmorales.

Celeste comprendió el absurdo de las leyes impuestas por sus mayores en las novelitas que descubrió por sus amigas. Los héroes audaces y brutales le encantaron "El mundo de las mujeres histéricas y de struggler for life es... tentador". La aventura suena muy bien y el adulterio un tecnicismo jurídico que no vale la pena mencionar en sociedad53. A Margarita Luna, de La Virgen del Lago, una mujer moderna, le agradaba tomar el pelo a sus bisoños interlocutores. Era el terror de los jovenzuelos enamoradizos. Los hombres también exhibían otras sensibilidades, en la novela y en la realidad.

El comienzo del siglo adquirió un valor simbólico. Fue tomado como la expresión de un quiebre con el pasado, al que los planteamientos de los autores especialmente europeos aportaban los instrumentos conceptuales para representarlo y aprehenderlo, para ver la realidad desde otro ángulo. Algunos, ya se vio, censuraron agriamente las importaciones, calificadas de imitación fácil, recogida de traducciones pobres, mal digeridas54. Animadversión, sin duda, contra los que cosechaban en "los jardines ajenos," aunque poco severa con su propia práctica.

Visto el asunto a distancia, el cargo fue una verdad a medias, pues ni los conceptos ni temas se tomaron tal cual. Los receptores los reinterpre-taron y les dieron acentuaciones distintas a fin de aplicarlos a un medio cultural y social diferente al de origen. La chola, en el entrevero estamental y racial de acá, en despecho del antifeminismo, adquirió otros colores y significados. Tuvo para varios de los escritores de la generación un carácter que no lo atribuían ni a la señorita de lo alto de la escala, ni a la india de lo bajo. Ella apareció dotada de una fortaleza de carne y espíritu, capaz de regenerar las especies entecas de las cimas andinas55.

El pesimismo de Schopenhauer pasó por el molino local con elementos que venían tanto de las civilizaciones andinas como del mundo hispano, tal el fatalismo, la suerte. No hubo entonces razones entre los lectores del pensador germano para atemorizarse ni para lamentar la coacción impuesta por la Voluntad. Pero sí límites para su aceptación.

A pesar de la percepción de la realidad de los autores nacionales que incluía atavismos raciales, prejuicios sobre el espacio considerado como inhóspito, no cayeron aquellos, por lo general, en la paradoja del pesimismo radical, si nada puede cambiar para qué actuar o aún escribir.

Las grandes edificaciones de pensamiento, como la obra de Schopen-hauer o de Nietzsche, contenían, "síntesis dinámicas" de la filosofía, la estética, la moral y la ciencia, proponían modelos cognoscitivos y existen-ciales y, así no hubiesen sido exploradas ni seguidos completamente, al difundirlas echaron unas semillas de larga germinación56. El nuevo siglo fue en Bolivia un momento de enorme creatividad, de tomas de posición frente al pasado, de miradas amplias hacia el porvenir, intentado transformarlo, en despecho de los obstáculos.

La cultura, los intereses partidarios y materiales de las elites nacionales establecieron una suerte de afinidades electivas entre sus propósitos y las ideas de afuera que impulsaron la entrada de éstas. Al enfoque del mundo como voluntad, se acopló a la mirada del intelectual local quien lo destiló quitándole sus arreos más severos.

 

Conclusiones

Schopenhauer no asentó en el país su filosofía en bloque ni tuvo discípulos estrictamente hablando. Su extraordinaria producción fue seguida en temas puntuales sobre todo en aquellos de contenido inconformista para minar las posiciones de los adversarios políticos, sin entrar en el fondo epistemológico y metafísico en el cual se concibieron. El estilo del autor encolerizado, sulfuroso, apasionado, repleto de fulgurantes metáforas probablemente aportó significativamente a la manera de ser de las personalidades de acá, afectos a la polémica y no cortos de epítetos.

El pesimismo ya se encontraba en el equipaje de los escritores nacionales de principios de la centuria antes del arribo de El mundo como voluntad y representación, texto que apuntaló las ideas en curso con la nombra-día del pensador, sin sellarlas con el radicalismo inapelable de der wille, ni conducirlas a plasmar en conductas reales las consecuencias existenciales allí contenidas. La cultura de los receptores, su ideología liberal y sus tradiciones cristianas, acuñaron el pesimismo de los bolivianos que se echó a andar por sendas propias, prácticas y teóricas, acompañando el particular acercamiento de la cohorte del 900 a su sociedad, a sus componentes y conflictos.

La postura pesimista pasó a otros grupos y generaciones, y aún constituye un rasgo típico de una buena parte de la intelectualidad boliviana, de las clases medias urbanas. Las tandas de gente salidas de la Guerra del Chaco, se apartaron de la tendencia, subyugadas ampliamente por la magia de la Revolución, creyeron capaces por medio de ella de cambiar de cuajo al hombre y a la sociedad, escapando así al peso de la geografía y de los genes.

Las reflexiones del filósofo sobre la vida, la muerte, el arte,el amor y el sexo, como se propagaron no cayeron, por acá, en saco roto. Unas se enraizaron mas otras sonaron como estridentes camaretazos en una sociedad conservadora y beata. Pero hasta sus enseñanzas más apartadas de los usos locales inveterados tuvo algunos cultores como el ideal de sabiduría que busca zafarse de los afanes mundanos conscientes de que el dolor y el sufrimiento son realidades ineludibles. Un hálito de esas reflexiones recorrió la lírica, el arte de la época, como la de Tamayo, sin referencias explícitas.

La selección de temas de las obras de Schopenhauer en la historia de la recepción se encuadró en los principios y estrategias del liberalismo, en los valores del oficio de los miembros del grupo de acogida, a los cuales sirvió como seña de identidad común. El proceso no fue lineal ni continuo. Aunque las vueltas al filósofo de ahora no se hacen más con los criterios ni intereses de antaño.

Si bien los debates sobre la ética contemporánea hacen eco de aquel primer llamado ya han tomado otro giro. Algunas de las corrientes en liza, consideran la esperanza como una máscara57. No muy lejos de Schopenhauer, pero invocan otros santos, que proclaman una sabiduría para nuestro tiempo que nos desaprenda a esperar, único medio efectivo de desear un poco menos, de aceptar la realidad, sin maquillaje, apreciando los riesgos con lucidez y temple para mirar los sucesos cuyo desenlace no dependen de nosotros58. Los temas como la sexualidad, el amor, confundidos con la revolución sexual de nuestra época y con las sensibilidades actuales, no pueden negar su filiación filosófica, ni olvidar su lejano origen.

Sucede lo mismo con el interés por la espiritualidad y prácticas venidas de China, de la India. El mundo como voluntad y representación constituyó un intento inicial por incorporar a la visión occidental las concepciones del mundo orientales. Junto a Nietzsche, que entró por los mismos años en estas tierras y se ocupó igualmente en algunos textos de la herencia oriental, en el largo plazo, preparó el terreno a la sensibilidad multicultural de hoy, influencia apenas conocida. Pero, las grandes síntesis no se agotan en una jornada, suelen reaparecer aliadas a otras a otras inquietudes.

Fue en parte en contra de las corrosivas ideas filosóficas, artísticas y literarias que "sugerían un mundo a la deriva"59, producto de inquietantes visiones del universo, como la aquí presentada, que se produjo el advenimiento en el mundo de los regímenes políticos autoritarios, que conquistaron el poder, con otros dioses y valores. La inestabilidad y los errores de la democracia parlamentaria fue otra de las razones del afán popular por dotarse de un orden paternalista, severo, fuerte de estilo socialista o fascista. Cada uno de ellos creyó encarnar la Revolución que se saldó en el terror y el dolor si bien todavía no termina de suceder, pues muchos siguen en su espera.

En Bolivia, los partidos políticos tradicionales no salieron indemnes de los remezones de adentro y de afuera, descubrieron sus enormes limitaciones para enfrentar la urgencia de cambios que la guerra con el Paraguay puso en evidencia. El nacionalismo revolucionario llegó con sus intelectuales, militantes y referencias propios. Luego después de algunos intervalos militares reapareció la democracia de mercado y hoy la de la descolonización.

Con el tiempo Schopenhauer retornó con fuerza aquí y en el mundo, y se reveló como una explicación de la conducta humana tan contundente como la de Marx o Freud, o tal vez más, en opinión del historiador contemporáneo P. Johnson60, sin mella por haber constituido, en una interpretación unilateral de Hitler, una inspiración del liderazgo autocrático del nazismo. Los totalitarismos no lo tuvieron en sus altares. La moderna democracia multicultural encontró en él elementos claves de su aproximación a lo social.

La expansión mundial de las democracias, la institucionalización de los derechos humanos, la aceptación de valores provenientes de horizontes culturales diversos ha dificultado el retorno de los regímenes totalitarios, sin eliminarlos del todo. La tolerancia, el respeto por las concepciones del Otro se han extendido por todas los continentes y hasta aparecen como uno de los reclamos de los revolucionarios de los países árabes.

El filósofo que hizo del pesimismo el foco de atención de su doctrina no alcanzó en el país nunca la popularidad que gozaron Marx o de Freud, no pasó tampoco sin consecuencias. La riqueza de la cantera que abrió y que él mismo con clarividencia anticipó sería imperecedera, no fue completamente explotada en los años de su entrada inicial, vuelve ahora a trabajarse. Las aproximaciones son todavía muy incipientes, pero están ahí. Si bien desvinculadas de las expectaciones que tuvieron sus tempranos comentadores.

El pesimismo, el ascetismo de El mundo como voluntad y representación hoy calza otros zapatos con los amenazantes desequilibrios de la naturaleza, el recalentamiento de la tierra, que les devuelven actualidad en la agenda mundial., al igual que la revalorización de las concepciones de vida de las éticas orientales, que inició el acercamiento a lo distante, a lo diferente.

Ni duda cabe, la levadura de la obra de Schopenhauer sigue actuando. Tal como los intelectuales nacionales de la entrada del siglo XX que tejieron su reflexión social y personal con sus experiencias y con los materiales del filósofo, que enlazaron las teorías de la época, con la historia boliviana, los hombres del nuevo milenio la hacen crecer con sus propias ópticas e intereses, con la "conciencia aglutinante" de las generaciones actuales, inclinada hacia lo diferente, menos permeables a las querellas de antaño. Schopenhauer, en este sentido, permanece.

Muchos de sus rivales han quedado atrás. Su percepción vigorosamente irracional del universo y del hombre, su pesimismo trascendental que no se limitó a una mirada negra de los afanes humanos, avanzó soluciones para no desesperar. Está presente en las reflexiones de nuestros días. Pues el filósofo poco entusiasta con el pensamiento puramente especulativo de la tradición occidental, habló a los hombres de ellos mismos, de la manera concreta de vivir, de cómo enfrentar los problemas y sufrimientos de la existencia61.

Para muchos representantes del pensamiento boliviano hoy, incluso para no pocos de los especialistas en filosofía, Schopenhauer se perdió y hasta creen que nunca entró, sonríen cuando oyen hablar de él como si se tratara de una antigualla con una actitud de colonizadores de territorios intelectuales que suponen no hollados, ignorando las huellas viejas que aún aclaran su avance. Ganarían mucho echando una mirada des-prejuiciada a esa historia.

 

Notas

1 Discurso de Ingreso a la Academia Boliviana de Historia, La Paz, 2011 (N. del E.).

2 Lo que no significa sostener que todos los seguidores de las novedades se diesen cuenta o razonen acerca de la influencia o dirección que de ahí se ejercía sobre ellos y sus obras, las cuales se atribuían frecuentemente a su inspiración, a la intuición y no menos que al aire de los tiempos. Cfr. M. Menéndez y Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, GLEM, Buenos Aires, 1942, Vol. I.

3 La traducción castellana de 2002, que aún sigue siendo la referencia de la última reimpresión, de 2007, a cargo de J. A. Mestas, Ed., Mestas. La fecha de la primera versión castellana proviene de J. Ferrater Mora, Diccionario de grandes filósofos, Alianza Editorial, Madrid, 1994.

4 M. Baptista en "La empresa jacobina en Bolivia" (1900) alude a esos intelectuales liberales opuestos al régimen tradicional que recurren a la autoridad de pensadores franceses e ingleses. Cfr. La cuestión social, tomo III, Obra Completa, Renacimiento, La Paz, 1932, Pág. 315.

5 D. Grojnowski,A reboursde J. K. Huysmans, Folio-Gallimard, Paris, 1966, Pág.40. Las traducciones al castellano en el Artículo son del autor.

6 Sobre el tema ver S. Romero Pittari, Las Claudinas, Ed., Caraspas, La Paz, 1998.

7 F. Vaca Chávez, "Vivamos otra vida" en Palabras Libres, El Diario, La Paz, 3 de Marzo de 1906.

8 D. Sánchez Bustamante, Opiniones y análisis, Imp. Velarde, La Paz, 1905, en especial el Art. "La fórmula del arte", Pág. 75 y ss.

9 Cfr. I. Prudencio Bustillo, "El snobismo intelectual en Bolivia", ca. 1915, en I. Prudencio Bustillo, Páginas dispersas, Univ., San Francisco Javier, Sucre, 1946. Pág. 166 y ss. En el original la última frase es una cita textual del escritor F. Iraizós, acortada para los fines de este artículo.

10 Cfr., J. Herrero, "Introducción a A rebours y la crisis de valores culturales y artísticos de fin de siglo", en A contrapelo, Cátedra, Madrid, 1984, Pág. 13.

11 Cfr., A. Schopenhauer, El mundo... Óp., Cit. Pág. 125.

12 Cfr.,M. Onfray, "Bouddha, le chien et la ilute" en Magazine Littéraire, Na 328,1996, Pág.1 8.

13 Cfr., A. Schopenhauer, El mundo... Óp., Cit. Pág. 173.

14 El filósofo cree en el valor del infortunio y la miseria para libertarnos, al punto de envidiar al que los padece. A. Schopenhauer, El amor... Óp., Cit., Pág. 128.

15 I. Prudencio Bustillo,"Al margen del bergsonismo", c.a 1913, en I. Prudencio Bustillo, Óp. Cit., Pág.162.

16 Se debe señalar que en la concepción científica del filósofo hay elementos irracionales poco adecuados a los objetivos de los receptores. Los intérpretes de la obra destacaron ese aspecto tanto en Europa como en América. La categoría suprema de la realidad de Schopenhauer, es la voluntad pero ella no se agota en la realidad física, la trasciende hasta llegar a la ética a través de la cual el sujeto se niega a sí mismo. Cfr., F. Romero, "Sobre los problemas de la razón y la metafísica," en F. Romero, Papeles para una filosofía, Losada, Buenos Aires, 1945, Pág. 109.

17 En la argentina el filósofo A. F. Korn mostró en La libertad creadora, 1920, la influencia de la gnoseología de Schopenhauer, F. Romero también aprovechó al pensador en su propia filosofía, lo mismo sucedió en México con la obra de J. Vasconcelos y en Perú con Gonzáles Prada. Cfr., F. Romero etA. F. Korn, Losada, Buenos Aires, 1946. Ver también E. Anderson Imbert, Historia de la literatura hispanoamericana, FCE, México, 1947.

18 A. Guy, Panorame de la Philosophie Ibéro-Americaine, Ed. Patiño, Geneve, 1989.

19 A. Schopenhauer, El amor... Óp. Cit., Pág.99 y ss.

20 Cfr. A. Fouillée, Historia de la filosofía, La España Moderna, Madrid, s.f., ca. 1901. Ver también H. Hoffding, Historia de la filosofía moderna, D. Jorro Ed., Madrid, 1907. A. Weber, Historia de la filosofía europea, D. Jorro Ed., Madrid, 1914.

21 G. Simmel, Schopenhauer y Nietzsche, Ed. Anaconda, Buenos Aires, 1950, Pág. 73.

22 Cfr., G. Simmel, Ibíd., Pág.74.

23 M. S. Nordau , un autor prolífico que abarcó la poesía, novela, el ensayo, fue muy leído en el país, en particular por Degeneración y mentiras convencionales de nuestra civilización, citado a menudo por los intelectuales bolivianos. A. Arguedas se ocupó en varias ocasiones de él en su Diario.

24 M. Nordau, El mal del siglo, M. Fernández y Lasanta Ed., Madrid, s/f., ca. 1892, Pág. I.

25 A. Arguedas, Vida Criolla, Córdova Ed., La Paz, 1906, Pág.89. Schopenhauer aparece en la primera edición de la novela, Vida criolla, como uno de los autores mencionados en las conversaciones de los grupos juveniles que se desenvolvían en medio de la aridez de la vida pueblerina, pero es en la segunda edición ,1911, con importantes cambios en el argumento y el carácter de los personajes ,que Schopenhauer , motivo del exilio a Ramírez , acusado de contribuir a los manejos anarquistas, fundados en el espíritu antirreligioso de sus libros, se convierte en una de las lecturas favoritas de Ramírez (Tal vez del autor) que lo acompañaran en su triste partida del terruño. Vida criolla, Ed. Populares Camarlinghi, La Paz, 1975, Pág.220 y Pág.224.

26  A. Arguedas, Historia general de Bolivia, Arnó Hnos., La Paz, 192 2.

27  A. Arguedas, Historia... Óp. Cit., Pág. V y VI. La cita no encaja en la filosofía de Schonpenhauer. No que éste no hable de historia. Pero su concepción es distinta a la de la cita. La historia sigue el hilo de los acontecimientos, pero no es cambio ni evolución, es invariable, el presente y el futuro son idénticos al pasado, repiten lo mismo, el drama de la voluntad atenazada entre el querer y el dolor. Pero también ofrecía una ventana al pragmatismo al hacer de la voluntad conocimiento (El mundo... Óp.Cit., Pág.191) que servía bien a la concepción de Arguedas. Ocuparse de ella es prudencia pero no genialidad. (El mundo... Óp. Cit., Pág. 197) Si bien en general el sistema es ajeno a la cita. Las supresiones en la cita del filósofo son nuestras, no de A. A.

28 A. Chirveches, Celeste, Ed. Isla, La Paz, 1973, Pág.10. Io Ed., 1905.

29 D. Canelas, Aguas estancadas, Imprenta Victoria, Santiago de Chile, 1911, Pág. 30.

30 Cfr., El Diario, La Paz, 15 de febrero de 1906.

31 J. Lubbock, La dicha de vivir, Sempere y Co., Valencia, ca. 1900.

32 Cfr., El Diario, La Paz, 3 de marzo de 1906.

33 D. Sánchez Bustamante, "Francisco Iraizos. A propósito de su libro El sudeste de Bolivia" en Opiniones... Óp., Cit., Pág.168.

30 Cfr., El Diario, La Paz, 15 de febrero de 1906.

31 J. Lubbock, La dicha de vivir, Sempere y Co., Valencia, ca. 1900.

32 Cfr., El Diario, La Paz, 3 de marzo de 1906.

33 D. Sánchez Bustamante, "Francisco Iraizos. A propósito de su libro El sudeste de Bolivia" en Opiniones... Óp., Cit., Pág.168.

34  D. Sánchez Bustamante, "La fórmula del arte" en Opiniones..., Óp., Cit., Pág. 80.

35  I. Prudencio Bustillo, "El snobismo...", Art. Cit., Pág. 168 y ss.

36  M. Winock, Les voix de la liberté, Ed. Du Seuil, Paris, 2001, Pág.581.

37  S. Romero Pittari, Revista Cultural, B. C. B., La Paz.

38  Cfr., F. Tamayo, Creación de la pedagogía nacional, Min., de Educación, Bellas Artes y Asuntos Indígenas, La Paz, 1944, Pág. 131, Io Ed. 1910.

39  F. Tamayo, Nuevos Rubáyáts, Imp. Artística, La Paz, 1927.

40  Carta a Enrique Viaña, La Paz, 26 de febrero de 1932. Cit. por M. Baptista, Atrevámonos a ser bolivianos, Vida y epistolario de C. Medinaceli, Biblioteca Popular, Ultima Hora, La Paz, 1979, Pág.277.

41  J. A. Arze, "Arturo Schopenhauer" en J. A. Arze, Escritos literarios, Ed. Roalva, 1981, Págs., 11-19. Edición preparada por J.R. Arze. Ia publicación del artículo Canata , Na 5, Cochabamba, 1963.

42 Con este sugestivo contraste entre A. Hitler y T. Mann, G. Steiner inicia su bello texto "Une lecture bien faite".

43 Cit. por G. Bianquis, T. Mann "Romancier de la bourgeosie allemande" en T. Mann, Óp. Cit., Pág. 9.

44 I. Prudencio Bustillo, Al margen... Óp. Cit., Pág.1 63 y ss.

45 J. K. Huysmas, A contrapelo, Óp. Cit.

46 C. Medinaceli, "Los grandes hombres que caen" en C. Medinaceli, La alegría de ayer, Imp. Artística, La Paz, 1988, Pág.87.

47 Sobre el tema, S. Romero Pittari, El nacimiento del intelectual en Bolivia, Ed. Caraspas, La Paz, 2009.

48 Palabras Libres, "Último artículo", El diario, La Paz, 4 de Marzo 1906.

49 Acerca de los grupos intelectuales y su papel ver R. Collins, The sociology ofphilosophies. A Global theory of intellectual change, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, 2000.

<´sup>50   C. Medinaceli, "Los grandes hombres que caen...", Art., Cit. Pág.86.

51 Citado por C. Medinaceli, "Los grandes hombres...", Art. Cit., Pág.87.

52 C.Medinaceli, "Los grandes hombres...", Art. Cit., Pág.86. Cfr. asimismo, "Imitemos menos" en C. Medinaceli, La alegría de ayer..., Óp. Cit., Pág.105 y ss.

53 A. Chirveches, Celeste, Óp., Cit. Págs.58-59.

54 C. Medinaceli, "Los grandes hombres que caen...", Art. Cit., Pág. 86.

55 Cfr., S. Romero Pittari, Las Claudinas, Óp. Cit.

56 Sobre los estilos de creatividad ver R. Collins, Óp. Cit., Pág. 131 y ss.

57 Cfr., L. Ferry y A. Comte-Sponville, La sagesse des modernes, R. Laffont, S.A., Paris, 1998.

58 Cfr., A. Conte Sponville, Traité du désespoir et de la béatitud, Vol. I -II, P.U.F., Paris, 1984-1988.

59 P. Johnson, Tiempos modernos, Historia del siglo XX desde 1917 hasta la década de los 90, J. Vergara Ed. Buenos Aires, 1993, Págs. 58-59.

60 P. Johnson, Óp. Cit., Pág.59.

61 Una novela moderna que hace de Schopenhauer un auténtico terapeuta -un guía espiritual para los problemas del hombre y la mujer de hoy- es un ejemplo de su actualidad: I. D. Yalom, Un año con Schopenhauer, Booket, Buenos Aires, 2008.

 

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