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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.34 La Paz feb. 2014

 

SELECCION DE TEXTOS DE SALVADOR ROMERO PITTARI SOBRE HISTORIA INTELECTUAL

 

Nietzsche en Bolivia1

 

 


 

 

Las ideas de F. Nietzsche han contribuido a forjar las sensibilidades contemporáneas aquí y afuera, es decir a organizar nuestras percepciones, juicios y sentimientos acerca del Yo, del Otro, de la sociedad, así como de las relaciones con los dioses. Sin embargo, su contribución en el país ha sido hasta ahora poco estudiada, a pesar de su temprana presencia entre nosotros. Algunos juzgarán todavía el tema como irrelevante o traído de las mechas, porque considerarán esas transformaciones casi como naturales, poco atentos a su génesis y a las posibilidades allí contenidas. Lo que no supone afirmar que los cambios se han gestado directamente del pensamiento de Nietzsche, que autoriza múltiples interpretaciones, más todavía el propio autor no se hubiese reconocido en muchos de los resultados.

La difusión del pensamiento de este autor comenzó a dejarse sentir principalmente a fines del siglo XIX y principios del siguiente, en los grupos intelectuales. Poco a poco y de manera casi inconsciente, no voluntaria ni querida, aun por sus comentadores iniciales, ciertos de sus planteamientos concernientes a los hombres, la sociedad y sus valores se extendieron a otros sectores de población, muchos de los cuales ignoraban por completo su procedencia cuando los invocaban o argumentaban con ellos. El proceso se ha dado en otras sociedades y con otros pensadores, si bien lo sorprendente del caso boliviano es que el filósofo hasta no hace mucho ni siquiera era enseñado formalmente en las universidades y cuando los cursos sobre él aparecieron no pocos de los términos ya eran moneda corriente en el pensamiento del país. Tampoco se trató de una lectura entusiasta de las obras de Nietzsche. El influjo provino más bien de fuentes indirectas como la literatura, la apropiación abusiva de parte de su filosofía por algunas ideologías políticas autoritarias, los medios de comunicación masivos o de la autoridad de otros pensadores posteriores inspirados en él como M. Weber, S. Freud, O. Spengler, M. Heidegger o más recientemente J. DerridayM. Foucault.

Nietzsche mismo tuvo el convencimiento de ser un escritor para la posteridad2. Durante su vida sus libros circularon poco y la crítica en general se mostró avara con ellos. Sin embargo, el vaticinio se cumplió. Lo que él no pudo calcular fue la profusión y variedad de su progenie, mucha de la cual tomó parte de la herencia con libertad, inclusive sin conocer al progenitor.

Su obra es oceánica, en opinión de un comentarista actual, y su autor prefirió ponerla en un estilo poético, a seguir una prosa seca, adusta. Asimismo, prefirió el aforismo al encadenamiento sistemático de las ideas. "Tengo una desconfianza grave hacia toda dialéctica para argumentar y demostrar", escribió en una carta a un amigo3. También dijo preferir "los términos raros, exóticos, emotivos a los cotidianos, normales"4. Escogió provocar sacudir y aun escandalizar al lector antes que apaciguarlo, reconfortarlo. Todo esto produjo entorno de su obra un halo de misterio, oscuridad, incomprensión y a la vez de seducción, de interés, hasta ahora no disipado. Nietzsche no ignoraba estas apreciaciones y presumiblemente se complacía en alentarlas. En una carta a P. Gast presentaba Más allá del bien y del mal "como un libro aterrador, negro como la sepia del jugo de la jibia"5, un colorante sacado de un molusco, empleado en los dibujos a la aguada. 'Dónde ha tomado usted el valor para hablar públicamente sobre un vir obscurissimus como yo’’,escribió al crítico J. Brandes6. C. Medinaceli (1898-1949) quien se ocupó entre nosotros del filósofo también sintió la complejidad de su pensamiento y de su forma de expresión. Las primeras traducciones de Nietzsche al castellano se hicieron a través de editoriales españolas en la última década del 800. La España Moderna -esa empresa que nació en 1889, a decir de un historiador actual, de un lance de amor entre E. Pardo Bazán y J. Lázaro, su propietario, fue considerada por G. A. Otero en sus memorias como una ventana hacia el mundo para él y los hombres de su generación- ofreció un rico catálogo de autores alemanes, italianos, anglosajones y españoles entre los cuales figuraban al romper el siglo XX unas siete obras de Nietzsche. Sempere y Co. de Valencia, en la misma época, contaba asimismo con un amplio fondo editorial donde se encontraban las obras del filósofo, en ediciones rústicas, baratas, pero en ocasiones poco cuidadas. El repertorio comprendía los libros de mayor relevancia de su producción. Hubo que esperar hasta 1933 para contar con una edición confiable de las obras completas, vertidas cuidadosamente al castellano por E. Ovejero y publicada por Aguilar. C. Medinaceli se sirvió en su ensayo sobre el pensador alemán del Epistolario inédito publicado probablemente en esa década por la Biblioteca Nueva de Madrid. El desarrollo de las doctrinas nietzschea-nas en Bolivia entre los años 40 y 65, se congeló en la producción editorial de la década anterior, debido a la Guerra Civil Española, después de la cual las editoriales de ese país, una de las fuentes de difusión en castellano del escritor, publicaron poco sobre él. Así muchas de las interpretaciones novedosas de su filosofía, que en ese lapso proliferaron en Europa no fueron traducidas y el acceso resultó difícil para el público boliviano7.

Los primeros lectores nacionales se reclutaron entre los intelectuales de la generación de la Guerra del Pacífico, dolidos por la derrota, por la mediocridad, la hipocresía de la vida social y cultural de entonces. La segunda generación la llamada del Centenario de la República, que vivió los cambios producidos por la Revolución Federal, halló en los textos de Nietzsche un vivero de ideas para dar forma al sentimiento de desarraigo por la desaparición de los valores fuertes de sus antepasados, a su rebeldía contra la chatura de la nueva burguesía, principalmente minera, ciega para la literatura y el arte, contra la vulgaridad de la burocracia, calificados de filisteos,siguiendo al maestro, a su temor por la subversión de rangos sociales y el ascenso del cholaje.

La vasta producción de Nietzsche no pasó en su integridad. Los autores bolivianos seleccionaron temas, aforismos, citas de acuerdo con sus preocupaciones. En 1905, Vida Criolla de A. Arguedas hace referencias a Nietzsche y otros filósofos como Schopenhauer, dentro de la visión negativa con la cual las autoridades civiles y religiosas, las familias de importancia social los recibieron inicialmente. El joven periodista Ramírez, protagonista de la novela, fue obligado a exilarse, acusado de propalar por la prensa posturas antirreligiosas, inmorales, corrosivas de los lazos sociales, corrompido intelectualmente por la lectura de aquellos malos maestros.

El diario La Lucha, justificaba la expulsión de Ramírez señalando que es "deber oponerse a ese espíritu de destrucción, aunque sea imponiéndonos amputaciones dolorosas y excluyendo de nuestra sociedad a miembros activos y llenos de vigor mental, desgraciadamente contaminados del gangrenoso virus de las ideas disolventes... sustentadas por espíritus antirreligiosos como los Renan, Schopenhauer, Nietzsche y otros"8. La acusación prueba que los intelectuales ya habían leído o conocido a estos filósofos.

En la misma narración se hace una mención negativa a P. Bourget, un escritor francés, por su novela El discípulo (1889) donde la trama revela una similar desconfianza hacia la filosofía extranjera, sospechosa de socavar la moral de la juventud francesa. Un personaje de Vida Criolla crítica despreciativamente al lector de El discípulo: "Un pedante... que todavía cree que puede aprender psicología en las novelas de Bourget, hechas para mujerzuelas de confesonario y de salones"9. El escritor gozó entre sus contemporáneos de la fama de tener una prosa delicada, unida al atractivo de presentar una filosofía coloreada de desencanto, sutil pesimismo y una habilidad para el análisis psicológico. Sin duda, El discípulo contiene pinturas de la psiquis de los personajes, pero la obra donde Bourget enseñó con mayor amplitud su talento en la materia fue Ensayos de psicología contemporánea, texto que el filósofo germano admiró como una prolongación de las reflexiones de Stendhal acerca de los sentimientos humanos, en el período que el espíritu decadente, irónico, erótico y deletéreo de la literatura gala parecía fascinarle10.

De ahí provenía también el llamado mal del siglo, ese pesimismo abúlico que disociaba el querer del hacer que tanto atrajo a los novelistas de las primeras décadas del siglo XX: Chirveches, Medinaceli, Canelas, Finot y a sus personajes, prontos a admitir la menguada actividad cultural de sus compatriotas, la estrechez del medio social, la pechoñería de las costumbres. Aunque ellos como intelectuales, por lo menos, eran conscientes de la deprimente situación, a diferencia de los burgueses que vivían satisfechos en la indigencia moral y estética, a los cuales la generación de Gesta Bárbara hizo víctimas de sus pullas.

A. Serrano, el indeciso enamorado de Celeste, heroína de la novela del mismo nombre de A. Chirveches (1905), en medio de su bien provista biblioteca leía para justificar su acromatismo sentimental: El canto de los sepulcros de Nietzsche: "Allí está la isla de los sepulcros silenciosos, Allí también están los sepulcros de mi juventud"11. A otros personajes del novelista les agrada presumir, para separarse del común, de sus lecturas de los escritores alemanes o de sus libros de la Casa Alcan de Paris, renombrada editorial donde se publicó lo más significativo del pensamiento europeo entre fines del siglo XIX y principios del XX, incluido Nietzsche.

Pero no sólo los intelectuales de ficción leen a este autor, sino también sus creadores y otros jóvenes partidos al asalto de la fortaleza de la rutina pueblerina, a derribar los ídolos del foro y de la tribu, a erradicar la falta de inquietudes intelectuales y artísticas del entorno. Estos virtuosos, pero sólo por su probidad, su coraje y lucidez sin concesiones eran capaces de seguir "la filosofía del porvenir"12.

Algunos tocan la melodía de oídas como J. Palma, profesor paceño, quien en su Historia de la literatura (1905) dedica unos párrafos repletos de errores a Nietzsche "Por la grande admiración despertada en el mundo civilizado por el eminente filósofo" y como tributo de la veneración universal a su memoria.

I. Prudencio Bustillo (1895-1928) fue uno de sus jóvenes lectores. Apenas salido de la adolescencia, escribió en 1913, un corto ensayo sobre el pensamiento del filósofo, donde recorrió a vuelo de pájaro los principales hitos de la evolución intelectual de aquel, en quien vio no un pensador sistemático sino un poeta que exaltó la fuerza creativa, liberadora, vital de genio de Dionisios, descubierto en la tragedia griega. Prudencio examinó varios escritos de Nietzsche: El origen de la tragedia, Consideraciones inactua-les, El Caso Wagner, Así hablaba Zaratustra, La voluntad de poder. La lista, en despecho de su representatividad, parece responder no tanto a un criterio de selección cuanto a las carencias de la librerías y bibliotecas de la época.

En esos textos no encontró una doctrina precisa a pesar de lo cual reconoció un hilo conductor, una idea fuerza que pasaba a través de todos ellos, más allá de sus diferencias y disparidades: El Símbolo Dionisia-co ¿En qué consistió éste? Dionisios fue el dios griego de la alegría, de la jubilación, de la vida desbordante, plena, próxima de la naturaleza, pero también expresó lo trágico que cada existencia lleva en sí13 . Por eso la manifestación caótica de Dionisios requirió de la belleza, del orden apacia-guador de Apolo, en una combinación que afirma el apego a las fuerzas vitales conquistadoras, a la belleza, sin ignorar la parte de maldad, de crueldad que va con ellas. Así el mito de Dionisios simbolizó: el júbilo eterno de la vida en el esplendor de la fuerza, de la voluntad continuamente aguijoneada por un deseo sin cese renovado.

Nació en el drama griego, en las fiestas orgiásticas de la primavera donde todo el pueblo acudía a honrar al dios de los misterios, de la borrachera sagrada. Al comparar estas acciones con las que propugnaba la moral de Sócrates, Nietzsche afirmó la decadencia de la moral griega.

Consideraciones inactuales, según Prudencio, enaltece el arte capaz de educar, denuncia la impostura de una cultura puesta al servicio del Estado, el conformismo de la moralidad pervertida del momento, así como de las visiones intelectuales y artísticas de sus contemporáneos. El caso Wag-ner da cuenta del paso del filósofo del reconocimiento entusiasta del compositor a su rechazo, persuadido que la música de éste y la filosofía de Schopenhauer, a quien también admiró en sus años formativos, eran tan sólo una parodia sentimentaloide del vigoroso drama dionisiaco. En La Gaya ciencia, a la cual también hizo referencia, Nietzsche concibe la necesidad de crear una nueva tabla de valores humanos que se coloque más allá del bien y del mal14,opuesta a los valores cristianos que los europeos y otros pueblos siguen como rebaños. En Así hablaba Zaratustra, el profeta baja al llano para enseñar a los hombres a libertar el espíritu de los prejuicios. Contrapone a la ética de los derrotados y humillados, la moral de Dionisios, amplificación de la vida, valoración del hombre superior de su temple, que se vence a sí mismo, capaz de proponer valores recios a la humanidad. Temas sobre los que vuelve en La Voluntad de poder, texto por aquel entonces no expurgado de las falsificaciones de la hermana del autor, que asoció indebidamente el nombre de éste con el mundo de terror del Nacional Socialismo germano.

Ni duda cabe, el joven escritor boliviano se sintió fascinado por el mito de Dionisios que puso la vida por encima de la razón, la exaltación anímica de los griegos, sobre los mandamientos cristianos la autenticidad del ser, sobre las virtudes de los débiles, de los fracasados. La idea de una afirmación de la vida, de una libertad soberana, que el ensayista boliviano presentó esquemáticamente "para sacudir la abulia de sus jóvenes compatriotas" quizá encontró un eco en algunos de ellos, cuando "tantos caracteres se disociaban, se maleaban, se abandonaban a la ola envolvente y arrulladora... del no-ser, no-pensar, no-querer"15.

La biblioteca de F. Tamayo (1879-1956) contó con ejemplares de Nietszche, varios en versiones originales o francesas, adquiridas en los años que vivió en Europa (1899-1904) cuya lectura sacó a relucir en el ríspido folleto Para siempre (1942) contra F. Diez de Medina, su biógrafo desautorizado, acusado entre otras cosas de hablar de oídas de la teoría del resentimiento de Nietzsche. En el aluvión de diatribas e insultos que Tamayo propinó a aquel hasta salió a bailar el Emperador Carlos V.

No se equivocó, pues, Medinaceli cuando dijo que: "Hay mucho de ímpetu nietzschano en Creación de la pedagogía nacional (1913) que el boliviano seguramente conoció en el original’’16. Pero es más, Tamayo tuvo un gusto por la provocación, la mordacidad, por rebajar a los adversarios en la polémica, como se vio, que aproxima su personalidad muy sugestivamente a la del filósofo alemán.

C. Medinaceli tentado, asimismo, por esas cualidades de Nietzsche le consagró un largo ensayo a su vida, en la cual encontró una suerte de santidad laica. Se trató del texto más amplio escrito sobre éste en el país, donde también resaltó su cercanía con la concepción elitista de la cultura, de la sociedad del filósofo, con el desprecio de los filisteos, servilmente inclinados hacia el placer ordinario, empequeñecidos ante el superior, el forjador de valores.

C. Medinaceli y sus amigos conocieron tempranamente la obra de Nietzsche: "Allá, en nuestros años mozos... de juventud que despierta a la esperanza de ardor lírico, de pasión y de tumulto, por imperativo del ambiente serrano de Potosí, la austeridad ascética y de tradicional vuelo místico de la Toledo boliviana, también fueron de inquietudes filosóficas, de agoníales angustias metafísicas... de crisis religiosa". J. Ortega y Gasset (1883-1955) expresó sentimientos parecidos: "Encontramos en el recuerdo de nuestros dieciocho años una atmósfera caliginosa y como un sol africano que nos tostó las paredes de la morada interior... nuestra época de nitzscheanos’’17.

Falto de guías, Medinaceli se extravió en la selva de Nietzsche18, al igual que varios de sus camaradas. "Leyeron no al buen escritor del Origen de la tragedia... sino al terrible demoledor de El Anticristo, al vul-cánico iconoclasta de El crepúsculo de los ídolos, al delirante ególatra de Ecce Homo’’19. Ese "loco abismático" fue uno de los autores preferidos de Medinaceli, aunque lamentaba no tomarse el tiempo necesario para leerlo. Sus ensayos, artículos de prensa, sus cartas contienen por aquí y por allá referencias a Nietzsche. Calificó a don José María Bozo de un precursor nativo de Zaratustra, ni más ni menos, comentando una biografía que hizo J. R. Gutiérrez del personaje, un cruceño socarrón y burlesco. Como aquél, éste, "pletórico de sabiduría descendió de su montaña y se encontró con el pueblo arguediano... para predicarle la dionisíaca alegría, el mejor remedio para pueblos enfermos..." Hombres tristes, les dijo Bozo, he venido a cantar la alegría. Ceñíos en vuestras sienes esta corona del riente. Yo he santificado la risa. "Zaratustra hablaba muy bien. No era mal hablado como don Alcides"20, concluye Medinaceli.

En una carta a un amigo se hizo eco de otras facetas de Nietzsche proclamando un desprecio hacia su sociedad: "... tan falta de espíritu, de solidaridad humana, de aspiración a la grandeza, la grandeza trágica, doliente, desgarrada, desesperada: no la grandeza de la politiquería chola de nuestro pueblo...". Luego añadía: "Es que esta sociedad está desaristocratizada, porque ya no tiene el culto de la guerra, del heroísmo... sino la cholería del amor al lujo, a las comodidades, a la vanidad de aldea"21.

El misticismo dionisiaco de Federico Nietzsche en Medinaceli muestra un buen manejo de la bibliografía sobre filósofo, si bien se refiere menos a la misma obra22, que encontró de difícil lectura por el estilo, por el vocabulario además por "las numerosas y radicales contradicciones" entre los textos que crean confusión en el lector23. Aunque tampoco el ensayo de Medinaceli ofreció una consistente unidad en sus distintos epígrafes, muchas digresiones cortaron la continuidad del texto. G. Bataille en los mismos años, pensó de manera parecida: "Las doctrinas de Nietzsche no se las puede seguir. Ponen delante nuestro luces imprecisas, a menudo deslumbrantes pero ninguna vía lleva en la dirección indicada"24. Sin embargo, otros intérpretes han rescatado los hilos conductores que ordenan la obra nietzscheana, incluido Prudencio Bustillo. Parte de esa obscuridad, de ese torbellino de ideas complejas, contradictorias provenía del carácter provocador de Nietzsche, que Medinaceli también compartió. La provocación tal vez no fue en uno y otro sólo un deseo de sacudir conciencias amodorradas sino una manera de aproximarse al mundo.

Nietzsche fue un héroe intelectual para el boliviano: "Qué humana, qué demasiado humana ha sido la vida del padre de Zaratustra", exclama el biógrafo, haciendo suya la frase del escritor francés H. Lefebvre quien además sostenía que por una paradoja singular, "el asesino de Dios no es el ateo. El ateo niestzscheano tiene el sentido de lo divino. El verdadero asesino de Dios ¡es cristiano!"25. Hay en la vida del filósofo un misticismo de otro género: que se estrella en nombre de otra moral contra la civilización decadente, basada en el engaño, en la falsedad de los valores convencionales, en las caretas26. Nietzsche, destacó Medinaceli, aborrecía la mentira, la piedad acomodaticia. Su filosofía no negó la verdad, ni la posibilidad de encontrarla, pero la descubrió en la revelación vertiginosa de la inhumanidad del mundo, que sólo el arte ayuda a aceptarla: "A pesar detodo fue un espíritu claro, afirmativo con la vida, hinchado de un sentimiento religioso del universo"27.

El ensayo de Medinaceli, que no se publicó hasta después de su muerte, se escribió en los años postreros de su vida, cuando ya se había inclinado al socialismo, con el cual el autor de Así hablaba Zaratustra se mostró severo28, porque pretendía dar derechos iguales a individuos desiguales. Una pantalla detrás de la que se ocultaba el resentimiento, la venganza de los mediocres y los débiles. Porque hacía del Estado el instrumento del despotismo nivelador que sólo conduciría a un mayor estatismo y al terror policiaco, sin ningún otro fin.

Medinaceli dejó poco escrito publicado sobre el socialismo, pero reconoció su simpatía con él y admitió la oposición entre los planteamiento marxistas y nietzscheanos con los cuales se comprometió en etapas distintas de su quehacer, siguiendo intereses y preocupaciones espacial y temporalmente separados en su vida. Si bien tal aceptación no alcanzó a borrar del todo la impresión de una contradicción entre el sentido de la mayoría de sus artículos y sus actitudes políticas últimas. Se distanció críticamente de Nietzsche, pero continuó dando cuidadosos retoques al estudio sobre el solitario de Sils-Maria.

Aunque el objetivo de este ensayo no es un examen de la obra de Medinaceli ni de Nietzsche, tampoco de la coherencia de sus planteamientos ni de la relación con sus conductas públicas ¿Acaso Nietzsche antes de caer en la locura tomado de conmiseración no se echó al cuello de un caballo maltratado? enternecimiento que en los momentos de plena lucidez jamás aceptó29. Probablemente en el ensayista nacional, como en los biógrafos que inspiraron el trabajo, primó el interés por la ejemplaridad de una vida fuera de lo común en muchos aspectos, por la crítica cultural que él también aplicó al país con la malicia y picardía propias de la cultura sureña. El alemán fue sentencioso y mesiánico. El boliviano siguió los asuntos cotidianos y los extraordinarios con irreverencia, sin desconocer que no pudo ignorar el contenido político del pensamiento de su biografiado.

Algunas apreciaciones contemporáneas sobre el filósofo anteponen el enjuiciamiento del totalitarismo, del autoritarismo, que veía llegar, muy por encima del lirismo de Zaratustra. Medio siglo antes de la conformación de los Estados socialistas, que se derrumbaron setenta años más tarde, previó el carácter despótico, cesarista que los marcó. Ahí, sostienen, miró por encima del horizonte de su época30.

En el Epílogo en la aldea (1938) incluido en La educación del gusto estético que se publicó en 1942, Medinaceli renegó de su entusiasmo por Zaratustra. Sintió su estado de ánimo diferente del de hacía cuatro años cuando alentado por el fervor urbano se ocupaba de la enseñanza: "En la ciudad pensaba en la educación de las élites, el campo me mostró la miseria del campesino, la resignación a su anónimo destino... Ya no leí más El origen de la tragedia, ahora (leo) El problema agrario de Lenin" confesó en el Epílogo. Allí mismo dijo: "Nietzsche egoístamente enclaustrado dentro de su rabioso aristocraticismo esteticista quedó atrás". Aunque luego añadió: "Mis observaciones básicas sobre la simulación educacional y el filisteismo ambiente permanecen en pie". Tampoco abandonó el manuscrito sobre Nietzsche. En 1944, según el hermano de Medinaceli, retirado a Sapahaqui lo trabajaba con asiduidad31.

En los cambios de actitud y de valoraciones respecto a los escritores que aprecieron o influyeron en su pensamiento, puede haber tenido un papel la formación autodidacta de Medinaceli, que aunque no le impidió adquirir una sólida cultura y ejercer un juicio crítico, no proporcionó una matriz intelectual sistemática, con sus ventajas e inconvenientes, dentro de la cual se tamizan las novedades, los entusiasmos. Allí se hubieran atenuado algunas recepciones admirativas, posteriores arrepentimientos, vueltas de opinión. Sin duda, su conversión al socialismo fue sincera, percibió de manera distinta el mundo rural y éste a su vez le cambió el orden de sus lecturas. Mas no se puede restar la importancia de Nietzsche en sus concepciones del hombre y la sociedad boliviana, que asimismo pesó en la generación de Gesta Bárbara, aunque más tarde las evoluciones personales fueron distintas32.

En pocas palabras, los autores nacionales destacaron ante todo el esteticismo y la moral aristocratizante, heroica, anti-tradicional del filósofo para tomar distancias con el achatado, mezquino y envidioso medio social y cultural de los pueblos del país, en los cuales además la debilidad pobla-cional, el conocimiento cara a cara de unos y otros, atizaban el resentimiento. Esos fueron algunos de los temas del pensador con los cuales la generación de Gesta Bárbara se sintió más afín.

La acogida de Nietzsche entre los intelectuales de antes de 1952, que en la prensa, en las discusiones de grupo difundían sus doctrinas, manifestó un impulso de rebeldía contra un ambiente demasiado sensato, burgués. Una cierta nostalgia del pasado, una impaciencia con el atraso de la patria y un temor vago por el porvenir33. Posteriormente el desarrollo de las ciencias humanas y la apertura de las comunicaciones, acercó a muchos a Nietzsche como Monsieur Jourdain a la prosa: sin saberlo, recogieron de él sobre todo un ansia de autonomía personal, una preocupación por la verdad oculta, una irreverencia hacia los gobernantes. Algunos de estos rasgos también conocieron sus predecesores. A. Céspedes (1904-1997), uno de los ideólogos del M.N.R., solía colocar en el epígrafe de algunas de sus obras citas del escritor de Más allá del bien y del mal. Definió su generación antes que como intelectual como política. Su ataque enconado a "La Rosca" fue sobre todo ideológico. El tono recuerda el picante de Gesta Bárbara pero su contenido provenía del nacionalismo de la posguerra del Chaco. Sin embargo, no dejó de mencionar la vulgaridad del Rey del Estaño, resabio de la crítica cultural anterior, y hasta su físico, tosco: "El cogote negro y cerdoso, característico...(de) una raza naturalmente enteca". F. Diez de Medina (1908-1990) ensayista, novelista, contemporáneo de Céspedes y animado asimismo por un propósito político, en su respuesta a F. Tamayo, Para nunca, se defendió de la acusación de no hablar de Nietzsche sino por referencias señalando que todo el mundo conocía la teoría del resentimiento arquitecturada por éste en su Genealogía de la moral, pavoneándose además de tener en su biblioteca los doce tomos de la obra completa del filósofo. Una resonancia de Zaratustra se siente en el ensayo Thunupa (1947) donde el escritor nacional, recupera una figura mítica andina, convirtiéndola en un mensajero ambulante entre los pueblos de la puna: "evocador del pasado, superador del presente, augur del porvenir", sin compartir todos los desafíos lanzados por aquel.

Pero la influencia de Nietzsche en el pensamiento, en las instituciones contemporáneas fue más allá de esos temas. Su proclamada muerte de los dioses, que socavó la base religiosa de los juicios morales sobre el bien y el mal, retomada y radicalizada por las ciencias sociales, desembocó en algunas sociedades en diversas formas de escepticismo o de nihilismo, en otras en una aceptación del multiculturalismo, pues si todos los valores valen no hay razón de privilegiar algunos en perjuicio de los demás ni de pretender convertirlos en un modelo para los otros. Aunque esta concepción tardó en abrirse paso.

Nietzsche consideró la revisión de los valores como una de sus ideas preñada de futuro, llamada a estremecer, convulsionar el mundo, a producir una debacle de la cual él sería el autor. Su análisis filosófico apuntó a bajar del cielo eterno los valores, poniéndolos en la tierra en las luchas humanas entre voluntades de poder de individuos o grupos distintos. Pero los conflictos mundiales del siglo pasado, los totalitarismos excluyen-tes, no ajenos a estas ideas curaron a la mayor parte de sociedades de la voluntad de imponer hegemónicamente unos valores sobre otros. Poco a poco se abrió paso una mentalidad diferente, menos cerrada a admitir los valores del Otro.

El aporte de la filosofía nietzschana al vocabulario y a la percepción del mundo de hoy ha sido fundamental. Como ha señalado A. Bloom, conceptos como carisma, estilo de vida, identidad o perspectivismo valo-rativo, rechazo del positivismo, de la objetividad de la ciencia, ciega para sus propios presupuestos, incorporados en los lenguajes cotidianos son de raigambre nietzscheana34. Al igual que nuestro pluri-multi referido a las culturas o la concepción del valor como imposición del poder, que luego se muta en saber, tan difundida en nuestros ambientes universitarios.

Pero por supuesto desde la llegada de Nietzsche, la sociedad también cambió allá y acá, aunque con diferentes ritmos, se tornó más individualista, de clases medias, centrada en las actividades terciarias. La revolución de la automatización y de los medios de comunicación se extendió por todas partes. Los viejos conceptos provenientes de las doctrinas nietzschea-nas recibieron nuevas aplicaciones, reflejo de las modificaciones en la sociabilidad y en las relaciones entre grupos sociales.

Estos conceptos y la visión de la sociedad que muestran hubiesen sido incomprensibles para los padres fundadores de Estados Unidos, cree Bloom. Tampoco lo serían para muchos de los autores de la Revolución de 1952, admiradores de Medinaceli, de Tamayo, que no vivieron lo suficiente para ver los cambios de la sociedad boliviana, la destrucción del ideal de nación que propugnaron, realizada por la percepción posmoder-na y quién sabe hubiesen resultado sorprendentes hasta para el autor de la transmutación de los valores.

Nietzsche al concluir su vida se volvió más profeta que filósofo. Saludó la llegada del superhombre que sirvió al encumbramiento del nazismo alemán, si bien el hecho fue ajeno a sus intenciones, su caída arrastró el rechazo actual del planteamiento. Pero también adelantó ideas sobre el psicoanálisis, el arte y la música, la ciencia de hoy, anticipó los excesos de los totalitarismos.

En momentos de desaliento dudó de algunas de sus concepciones, de su alcance, de su recepción futura. No se preocupó de echar puentes entre las diversas vertientes de sus doctrinas. Tenía horror del espíritu de sistema ¿Acaso no radican ahí una parte de la trama escondida de los conflictos que acosan al país entre los defensores del universalismo de los derechos y deberes del hombre y los partidarios de la recuperación de los particularismos comunitarios, no resuelto en la incorporación constitucional de lo pluri-multiple? Descendió los valores al mundo de los humanos, quizá exacerbando las guerras por su control, pero al mismo tiempo quitó el cerrojo para la coexistencia de tablas de ley distintas, que ahora intenta plasmarse en instituciones.

En las sendas abiertas por el filósofo han surgido codos y recodos, que harían con seguridad, difícil el tránsito para él mismo, pues los trazados hechos por su progenie no conducen a su ideal de sociedad por lo menos hasta donde llegó antes de que la enfermedad lo sorprenda. Pero como el propio Nietzsche afirmó, los textos una vez escritos escapan a las intenciones de su autor y cada lector puede retomarlos desde su perspectiva propia.

¿Alguien lo lee todavía? Sin duda, sí. Las reediciones de sus libros, con sendos estudios críticos, se multiplican en las editoriales. Los lectores encuentran muchos de sus planteamientos revolucionarios. Su estilo de hacer filosofía tuvo un halo de esoterismo que no implica códigos o claves secretas, sino metáforas, percepciones preñadas de posibilidades que unidas a un profundo deseo de relacionarse, no siempre explícito, ni reñido con la idea de la importancia del yo, del individuo, descubrirían un anhelo de aproximarse a los demás, de auténtico intercambio. De esta manera entienden varios de sus actuales comentadores35 la salida de Zaratus-tra de sus cavernas ¿No buscaba el profeta en la gente del llano antes que seguidores compañeros para elaborar las nuevas tablas? ¿No fue su crítica al igualitarismo ante todo valorativa, no política? Las conjeturas permanecen, "pero el profeta vuelto a la planicie invitó a los solitarios, a los apartados a formar un solo pueblo de donde saldría el superhombre"36, entendido no como una especie biológica superior de hombre sino como una voluntad de despojarse del espíritu de pesadez, de lastre arrastrado de las viejas instituciones. La comunidad que puede llegar debería, pues, levantarse sin ánimo de venganza, de resentimiento. Esto también se halla en sus páginas. La construcción de lo pluri-múltiple, no fue su propósito probablemente. Qué importa, pero dejó elementos. La tarea queda por delante.

 

Notas

1 Publicado en Revista Cultural, N° 41, La Paz, Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, 2006 (N. del E.).

2 F. Nietzsche, Le crépuscule des idoles, París, G. F. Flammarion, 1985, Pág. 73.

3 Carta a J. Brandes, 2 de diciembre 1887, en J. Brandes, Nietzsche, Buenos Aires, Ed. Tor, s.d., Pág. 113.

4 Ibíd.

5 Carta a P. Gast de 21 de junio de 1889 en V. Biaggi, Nietzsche, París, A. Colin, 1999, Pág. 5. Cfr. F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Buenos Aires, Aguilar, 1951.

6 Carta aJ. Brandes de 10 de mayo de 1888 enJ. Brandes Óp., Cit., Pág. 136.

7 A partir de los años 40 la bibliografía acerca de Nietzsche se hace escasa. E. Trías , F. Savater et al., publican A favor de Nietzsche en 1972, Un año más tarde la Revista de Occidente en los números 125-126 difunde artículos sobre él. Están entre los primeros después de un largo silencio. Cfr. J. Ferrater Mora, Diccionario de grandes filósofos, Madrid, Ed. Alianza, 1994, Págs., 341-42. J. Ortega y Gasset, en sus artículos entre 1902-1913 hacía frecuentes citas del filósofo. El artículo "El Sobrehombre" fue dedicado a éste en "El Imparcial", 13 de julio de 1908, incluido en J. Ortega y Gasset, Obras Completas, Tomo I, Rev. Occidente, Madrid, 1963, Pág. 91 y ss. El rico y variado fondo editorial de la Colección Austral contó hasta 1972 con un solo libro del autor, se inició en los 40. La Colección Labor, creada en la década del 20, en los años 50 con más de 500 títulos no tenía uno de Nietzsche.

8 A. Arguedas, Vida Criolla, La Paz, Ed. Camarlinghi, 1975, Pág. 221.

9 A. Arguedas, Óp., Cit., Pág. 165.

10  V. Biaggi, Óp., Cit., Pág. 7.

11  A. Chirveches, Celeste, La Paz, Tip. Artística, 1905, Pág. 48.

12  C. Medinaceli, "Nuestra Generación" (1944) en C. Medinaceli, Páginas de vida, Potosí, Ed. Potosí, 1955, Pág. 34.

13  I. Prudencio Bustillos, "Dionisios y Nietzsche" en I. Prudencio Bustillo, Páginas dispersas, Sucre, Universidad San Francisco Xavier, 1946, Pág. 110.

14 I. Prudencio Bustillo, Óp., Cit., Pág. 112. Cfr. F. Nietzsche "Elgay saber", publicado dentro del volumen VI, El Eterno Retorno, Aguilar, Buenos Aires, 1947.

15 Tomado de Nietzscheana de D. Lesueur, s.d., por Prudencio Bustillo, Óp., Cit., Pág. 114.

16 C. Medinaceli, "El misticismo dionisíaco de Federico Nietzsche" en C. Medinaceli, La reivindicación de la cultura americana, La Paz-Cochabamba, Ed. Amigos del Libro, 1975, Pág. 126.

17   J. Ortega Y Gasset, Óp., Cit., Pág. 91.

18   Cfr. C. Medinaceli, Óp., Cit., Pág. 113.

19   Carta a J. E. Viaña de 10 de diciembre de 1930 en M. Baptista, Atrevámonos a ser bolivianos, La Paz, Ultima Hora, 1979, Pág. 247.

20   C. Medinaceli, "La biografía en Bolivia" en C. Medinaceli, La inactualidad de A. Arguedas, La Paz-Cochabamba, Ed. Amigos del Libro, 1972, Pág. 263.

21   Carta a J. E. Viaña, en M. Baptista, Óp. Cit., Pág. 247.

22     En todo el texto de Medinaceli sólo hay tres citas directas de libros de Nietzsche. Es cierto se trató de una obra no publicada en vida del autor, tal vez no lista para la imprenta, por eso mismo el armazón de su aparato crítico aparece sin retoques.

23  C. Medinacel, Óp. Cit., Pág. 112.

24  H. Lefebvre, Nietzsche, México, F.C.E., 1940. Pág. 61 y ss., en C. Medinaceli, Óp. Cit., Pág. 148

25  C. Medinaceli, Óp. Cit., Pág. 163.

26  Ibíd.,Pág. 165.

27  Cfr. F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Colombia, Ed. La Oveja Negra, Pág. 85.

28   C. Medinaceli, Óp., Cit., Pág. 165.

29   F. Nietzsche, Así.., passim.

30    C. Medinaceli, La educación del gusto estético, La Paz, Ed. Murillo, 1978, Pág. 114.

31   W. E. Medinaceli, "Sumario biográfico de C. Medinaceli" en C. Medinaceli, La educación..., Pág. 9.

32    C. Medinaceli, "Nuestra..." Óp., Cit., en C. Medinacel, Páginas..., Óp. Cit.

33 Ibíd.,Págs. 30-33.

34 A. Bloom , "Nietzsche in America" en Facetas, No. 2, 1988. Págs. 16-23.

35    Cfr. M. Gandillac, "La Société des Surhommmes" en Magazine Littéraire, No. 298, Pág. 52 y ss.

36    E Nietzsche, Así habló..., Óp., Cit., Pág. 72. Cita referida por M. Gandillac, Óp. Cit.,Pág. 53.

 

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