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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.34 La Paz feb. 2014

 

SELECCIÓN DE TEXTOS DE SALVADOR ROMERO PITTARI SOBRE HISTORIA INTELECTUAL

 

El latín en la literatura boliviana finisecular1

 

 


 

 

En los albores del siglo XIX, Fichte en sus Discursos a la Nación Alemana justificaba el nacionalismo germano y su vocación mundial, antes que por las características de la raza, por la fuerza del idioma, pues el alemán -a diferencia de las lenguas neolatinas, en las cuales la transparencia, la presencia de sus orígenes se había debilitado, bastardeado, como consecuencia del esfuerzo de los pueblos migrantes por hablar el bajo latín, antes que una lengua pura- guardó la claridad y la pureza de sus raíces. De allí se desprendía la necesidad para los hablantes del castellano, francés, italiano o portugués de no cortar sus vínculos con el idioma troncal, a fin de preservar el sentido original de las palabras que de otra manera se tornan opacas para los usuarios.

En nuestro caso, ya antes del inicio de la República, se advertían las tendencias de la educación superior a proporcionar una enseñanza estereotipada del latín, en la cual el aprendizaje de algunos textos clásicos de Ovidio, Virgilio y Horacio no lograba compensar la ausencia de la composición y la gramática, como sucedía en los países europeos. La situación no mejoró con las reformas introducidas por el orden republicano, ni siquiera con la fundación de la Universidad de San Andrés, que hizo del latín un requisito para entrar a su facultad de filosofía, así como de la explicación de autores latinos, que era parte del programa de los cursos de teología. Poco a poco, el latín quedó reducido a la formación de sacerdotes y dejó de formar parte del equipaje obligatorio de los intelectuales. En la facultad de filosofía, uno de sus bastiones, por lo menos en La Paz, fue suprimido con el Estatuto Universitario de Melgarejo2.

En 1874, una disposición del Consejo de Instrucción de La Paz determinó que la enseñanza del latín sea voluntaria en la educación secundaria, sustituido por el francés, idioma vivo y más instrumental. Sin embargo, la demanda por la lengua latina no desapareció, como se evidencia por la lectura de anuncios comerciales de la prensa de la época, donde se ofrecían cursos de latín en varios establecimientos para alumnos que no deseen alejarse de "la lengua madre"3.

En Santa Cruz, hasta mediados del siglo XIX, a decir de N. Antelo, se enseñaba en esa ciudad cuatro cosas: a bailar, el latín, el amor y la historia natural. Además del Colegio de Ciencias, con sus seis años de asignaturas, cada una bien enlatinada, había cuatro estudios de esa lengua a cargo de padres que, en el uso andaluz, se los llamabapaé. Con uno de ellos estudió Antelo sus complementos latinos a la sombra de árboles que apenas protegían del intenso calor.

A pesar de todo, Antelo juzgaba que era poco latín para la población blanca cercana a las 40.000 personas en el Cercado y sus proximidades, inclinada por raza naturalmente hacia ese idioma4.

La importancia del latín en esa región se mide también por las anécdotas populares donde se hace alusión a él. Así el famoso caudillo de la independencia, llamado cariñosamente por la plebe el "Colorao Mercao", en el momento de su agonía pidió que le saquen de allí a dos collas: el prefecto y el deán de la Catedral, ambos cochabambinos, y que se le deje morir recitando sus latines. Se trata de valoraciones positivas y negativas que han constituido parte de la trama de las relaciones entre Santa Cruz y el interior. "Partes grandes", como se conocía a Antelo por una respuesta sabia acerca de la lengua del Lacio, dada a uno de sus profesores, nunca quedó corto de latín. Hasta el fin de sus días era capaz de traducir poesía latina, aunque de manera aproximativa. Pero como muchos hombres de su generación en todo el país, poco a poco, se dejó seducir por el genio francés. Se inició en Voltaire, dando un giro a su vida, que lo llevó a dejar su tierra natal por los horizontes más amplios de Buenos Aires5.

La novela nacional de la época retrata asimismo el progresivo cambio del latín al francés como lengua culta. Juan de La Rosa de N. Aguirre, publicada en 1885, pero ambientada en los años de la independencia, deja entrever esa lucha de lenguas por apoderarse del mundo culto y los actores que la encarnan. Si bien el latín tuvo difusión más amplia en algunos sectores sociales, los personajes recurren con frecuencia en sus diálogos a frases y citas latinas. Cierto, se trata de letrados mundanos o religiosos, mas su público parece conocer, en alguna medida, el sentido de las referencias. Por otra parte, el latín sirve para tipificar el nivel cultural de los protagonistas de la obra. El patriota padre Justo cita a menudo a poetas latinos o lanza sentencias, proverbios en esa lengua. Pero también lo maneja el Lic. Burgulla de "físico risible", aunque compensado por su dominio de Horacio, poeta al cual hace referencias no exentas de vanidad, en toda ocasión, hasta hacer perder su latín a los propios clérigos.

Juan de la Rosa muestra, igualmente, el recurso al latín para tipificar instituciones, como el matrimonio o situaciones jurídicas. Mientras el quechua, otra lengua entre los personajes, de uso corriente entre los de arriba y los de abajo, se empleaba casi siempre para referirse a aspectos de la vida cotidiana, en los cuales no faltaba la inspiración poética. El francés, a su vez, ganaba espacio, a pesar de los decires de una piadosa dama que lo consideraba la lengua del Anticristo, ya que la utilizaba el impío general Castelli para blasfemar, no contento con hacer su entrada triunfal en La Paz en los días de Semana Santa, convertidos, por su soberbia de librepensador, en bailables. El hecho no alteró la serenidad del padre Justo, quien jamás dudó del pronto castigo del ofensor, convencido que como Aníbal in Capue, había que dejarlo enervarse en las delicias pues: "Quos Deus vult perdere primo dementat”.

¿Pero cómo no destacar la importancia que adquiría el francés, cuando el legado del padre Justo a Juanito se componía de una traducción completa del Contrato Social de Rosseau, de una miscelánea de obras de Montesquieu, de Raynal y la Enciclopedia. Aunque también se hallaban en el lote, escritos de Monteagudo, Michel, Alcérreca, Carrasco, Orihuela, igualmente penetrados por el espíritu revolucionario.

Su Excelencia y Su Ilustrísima de S. Vaca Guzmán (1889) abunda en diálogos latinos, aunque, sin duda, su pretensión de novela histórica que evoca sucesos de fines del siglo XVI, justifica el recurso, sin poner en duda el conocimiento del latín de su autor, reconocido intelectual del siglo XIX.

Un ensayo de J.R. Gutiérrez de 1871 sobre el Diógenes boliviano, el cruceño José María Bozo, doctor in utroque de la Universidad San Francisco Xavier, confirma la presencia del latín entre los intelectuales del país, por lo menos hasta las últimas décadas de 1800. Allí son corrientes las fórmulas legales latinas, acreditando el nivel cultural superior del biografiado y del ensayista. Empero tampoco faltan las referencias a los autores franceses.

La novela de la siguiente centuria, en despecho de la nostalgia expresada por sus autores por los valores fuertes de la vieja Castilla, sigue moldes y temas franceses. Los intelectuales modernistas que pueblan esas obras exhiben su calidad de tales con citas de los pensadores franceses con las cuales atacan el orden tradicional. La ficción moderna se pasa de los poetas latinos. Otros son los héroes del siglo: Baudelaire, Musset, Verlai-ne, Herrera y Reissig, Espronceda. Ahora hasta las oraciones se hacen en francés, así como décadas atrás se rezaban los latines. Aún en los sermones se cede a la moda. El padre Sierra, personaje de La Casa Solariega, afecto a los fieles del gran mundo, pronuncia sus homilías con una rebuscada combinación de algo de paganismo, otro poco de perversidad moderna y algo de catolicismo. El todo revestido de buen gusto exportado por París. Todavía el joven Raúl Salinas de Aguas Estancadas, de D. Canelas (1911) en su graduación de abogado recibe el discurso de un colega rico en referencias a Grecia y Roma, pero más imbuido aún de evolucionismo sociológico de corte francés. Este idioma, taloneado por el inglés, que comienza a despuntar, sirve en esas obras para caracterizar personajes de ficción y de la realidad que se mueven en el ámbito de la alta cultura. El latín aparece allí reducido a estereotipados principios jurídicos, al algún título de poesía culta: Aeternum Vale, Hoc Signum de Castalia Bárbara o de ensayos de F. Tamayo, admirador de Horacio, pero cada vez más postergado en su tarea de vivificar el castellano y el pensamiento en general.

La aguda observación de Fichte cobra toda su importancia y aunque el latín ahora ha desaparecido prácticamente de toda la formación superior en el país, su vuelta no es un inútil adorno en un mundo donde reina la eficiencia y la premura, sino una necesidad para devolver la transparencia a las ideas y a la palabra, con lo cual ganarían, además del castellano, las otras lenguas nacionales que también han recibido en nuestra sociedad la influencia del idioma del Lacio.

 

Notas

1      Publicado en Classica Boliviana, Actas del Primer Encuentro Boliviano de Estudios Clásicos, La Paz, Universidad Nuestra Señora de La Paz - Unión Latina - Embajada de España, 1999 (N. del E.).

2       R. Salinas, Historia de La Universidad Mayor de San Andrés, 1967.

3       E. de Col Céspedes, Añejerías publicitarias de La Paz, 1997.

4       Gabriel René-Moreno, N. Antelo, 1960.

5       Gabriel René-Moreno, Óp. Cit.

 

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