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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.28 La Paz  2008

 

SOCIOLOGÍA POLÍTICA

 

¿TODOS INDIOS O TODOS MESTIZOS? LA IDENTIDAD DE LOS BOLIVIANOS EN DEBATE.

 

 

Isabel Crespo Quintanilla

 

 


 

 

"Cuando se hunden hábitos seculares, cuando desaparecen modos de vida, cuando se evaporan las viejas solidaridades, es fácil por cierto, que se produzca una crisis de identidad".

Claude Lévi-Strauss, La identidad.

 

1. Introducción

El tamaño y la existencia misma de los pueblos indígenas se viene discutiendo con intensidad en Bolivia desde hace un tiemp051. Me propongo abordar aquí algunas cuestiones en torno a ese debate, centrándome en la identidad de los bolivianos, pues considero que ése es el núcleo central de las discusiones. Un tema que, después de una época dedicada a distinguir la diversidad cultural en el país y a institucionalizarla en la Constitución Política, genera ahora una corriente dirigida más bien a establecer homogeneidades en torno a la identidad mestiza al considerarla como mayoritaria en Bolivia. Una cuestión que ha adquirido un alto sesgo político debido a la centralidad que tiene la identidad colectiva en la orientación y la definición de las acciones de los individuos, entre ellas las políticas; pero también porque intervienen en la forma en que la sociedad se ve a sí misma.

Quiero partir de la información sobre la que se sustenta la controversia acerca del tamaño de los pueblos indígenas y del grupo mestizo. Me refiero a las cifras producidas por el Censo Nacional de Población de 2001 y las de la Encuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP en sus siglas en inglés) (Seligson, M., 2006). Mientras que los datos del Censo indican que en el año 2001 el 62% de los bolivianos declaró considerarse perteneciente a algún pueblo indígena, las cifras de la Encuesta muestran que sólo tres años después el 61% de la población -es decir, casi la misma proporción de bolivianos- se identificó como mestizo o cholo, una proporción que en el año 2006 ascendió al 65% (Seligson, M., 2006:14-16).


Fuente: M.Seligson (2006:14-16)

Más allá de las diferencias en el tiempo que media entre la producción de ambas informaciones y de las que existen entre un censo y una encuesta, cabe plantearse algunas interrogantes en relación a esas cifras. Por ejemplo, ¿cómo entender que la misma proporción -dos de cada tres bolivianos- se identifique como perteneciente a un pueblo originario y casi al mismo tiempo se perciba también como mestizo, algo que en principio es sustantivamente antagónico? ¿Es posible que se trate de un error cometido por alguna de las instituciones que publican estas cifras -repito- aparentemente incongruentes entre sí?52 De no tratarse de un error, ¿qué sentido le dan los bolivianos al hecho de autoidentificarse de manera simultánea bajo identidades teóricamente incompatibles?

Si bien es cierto que se han presentado diversos argumentos en la discusión acerca de qué grupo es el mayoritario, creo que para tratar de comprender la paradójica situación de una población que declara dos identidades contrapuestas al mismo tiempo, hay que precisar qué entendemos por identidad colectiva y cuál es la dinámica de la construcción de esas identidades. Es por esa razón que en este trabajo presentaré primero algunas reflexiones teóricas acerca de la identidad así como sobre los elementos que intervienen en su construcción, para luego referirme a las formas de medir esos mismos elementos.

 

2. ¿Cómo se construye la identidad colectiva?

Intentar respondera esta pregunta implica recordar que la identidad colectiva es un atributo del individuo que se construye en la sociedad, que tiene como base el sentido o valor que se otorga a los rasgos individuales y colectivos, en un proceso de construcción de sentido en el que no todos participan en igualdad de condiciones (1997: 366). En suma, la identidad colectiva es la idea que una sociedad o un grupo social desarrolla sobre sí mismo frente a la pregunta ¿quiénes somos? Por otro lado, recordemos también que la identidad colectiva sirve, siguiendo a Josetxo Beriain, de "base a la producción dél "nosotros" ideal, de la autoimagen colectiva que toda la sociedad conlleva como un orden imaginado, como una representación definida, producida por un grupo de individuos" (1996:13).

Quiero subrayar que la identidad colectiva está integrada por una diversidad amplia de elementos, de los que abordaré aquellos que considero clave para intentar esclarecer la polémica sobre la identidad de los bolivianos. En primer lugar, me interesa destacar que las identidades se organizan en estrecha relación con las formas de organización social en las que se desarrollan. Unas formas que, como señaló Ferdinand T6nnies, pueden distinguirse entre comunitaria y societaria. La primera -Gemeinschaft-articula la identidad en base a rasgos fundados en lazos primordiales, familiares, en una comunidad de creencias, en un mundo cimentado por el consenso, "ese sentimiento recíproco, obligatorio, como voluntad peculiar de una comunidad, [que] representa la particular fuerza y propensión social que mantiene unidos a los seres como miembros de una totalidad" (1979: 27). Un escenario social que, de acuerdo con José-Miguel Marinas, "da como formas de identidad las derivadas del linaje o del origen: edad, sexo, hábitat, etnia y sobre todo estamento que aparecen como marcas inmutables, naturales" (2001: 26). En cambio en la forma societaria - Gesellschaft- Ias identidades encuentran sus cimientos en bases asociativas de tipo estratégico, en "una construcción artificial de una amalgama de seres" en la que, argumenta Tonnies, "cada uno se mantiene a sí mismo y de manera aislada, y hasta se da cierta condición de tensión respecto a los demás" (op. Cit.: 67). En esa forma de sociabilidad, las identidades ya no se sustentan en el origen o el linaje sino que se sostienen en las acciones de los individuos, en los logros alcanzados en el escenario del mercado de trabajo y, por lo mismo, derivan en identidades clasistas.

En segundo lugar, quiero destacar los planos desde los que se configuran las identidades. Por un lado, el plano de la mirada sobre uno mismo o "conciencia subjetiva", como dice Javier Albó (2007); un proceso que puede comprenderse recordando la dinámica de la reflexividad del actor social. Al respecto, Emilio Lamo de Espinosa señala que en un primer momento se produce "un distanciamiento de uno consigo mismo que le permite verse desde afuera". Así, el actor ve su propia acción como ajena, lo que a su vez posibilita que "la conciencia del actor vaya abarcando más y más elementos interiorizándolos", por ejemplo, en la identidad subjetiva. El otro plano es el del componente relacional de la identidad que se da en el marco de la interacción entre las personas. En ese marco, como señala Jean-Marie Benoist, "la cuestión del Otro aparece como constitutiva de la identidad", porque el Otro pone enjuego todo un sistema de denominaciones: el nombre propio que uno recibe, el nombre del grupo al que uno pertenece; nombres a través de los que el actor se ve reflejado en la mirada del otro. Ese proceso de "refracción a los ojos del sujeto (...) de los factores [que determinan] su pertenencia al grupo y, por otra parte, la relación de [esos] rasgos distintivos con otros conjuntos" (1981:15-16). A ese sistema de denominaciones yo añadiría el juego de las exclusiones y el de las dominaciones.

Sin embargo, quiero precisar que la existencia de distintas formas de sociabilidad, de componentes y de planos que acabamos de repasar, desde los que las identidades adquieren sus contornos y fronteras, son discernibles plenamente sólo en el plano teórico. En sociedades concretas, las identidades no se explican por un solo componente sino por una multiplicidad diversa de elementos que no son excluyentes entre sí, sino que más bien se entrecruzan en combinaciones en las que el predominio de un elemento sobre los demás varía en el tiempo histórico, pero también cambia a lo largo de la vida de los individuos. Ello deriva en que las identidades colectivas no sean monolíticas, definidas de una vez y para siempre53.

 

3. Una mirada retrospectiva acerca de la construcción de la identidad colectiva en Bolivia

En este acápite me propongo dar una rápida mirada al proceso de construcción de las identidades colectivas en Bolivia, fenómeno que ha sido estudiado desde la historia, la antropología y la sociología54.

El cuestionamiento de la identidad es un tema recurrente en la historia de Bolivia. Se pone en evidencia en momentos de (re)CQnstitución de las características nacionales, generalmente asociados a cambios estructurales resultado de la imposición de una nueva matriz socioeconómica y simbólica. Es el caso del debate que fue denominado como "la situación de los indígenas", que se desarrolló después de la Guerra del Pacífico y durante la vigencia de la matriz liberal en las primeras décadas del siglo XX. En ese momento la controversia relativa a la identidad se sustentó en la concepción de la democracia no sólo como forma de gobierno sino también como fórmula de prefiguración de la identidad ciudadana55. Es así que el derecho al sufragio y los elementos requeridos para ejercerlo -masculinidad, alfabetización y propiedad o renta no adquirida en trabajos domésticos- lograrán un alto valor simbólico, ya que definieron dos tipos de identidad en el país: la de ciudadanos -hombres "calificados" por su educación, riqueza derivada de la propiedad y unida al prestigio- y la de no ciudadanos -quienes carecían de esos rasgos (Irurozqui, M, op. Cit: 50)56. De esa manera quedó delineada una estructura social jerarquizada y excluyente. Una situación que, como señala Marta lrurozqui, no hizo otra cosa que "dotar de legitimidad republicana a los argumentos coloniales de segregación social" (Ibid: 81). Se trataba pues de identidades definidas por el orden político, pero al mismo tiempo determinadas por una pertenencia de tipo estamental que estigmatizaba la identidad indígena.

En la segunda mitad del siglo pasado, la matriz nacionalista modificó en 1952 el eje de las identidades colectivas. Silvia Rivera explica la intención homogeneizadora de ese proceso indicando que "el ciclo populista (...) no hace sino completar las tareas de individuación y etnocidio emprendidas por el liberalismo creando, a partir de la reforma estatal (...) mecanismos singularmente eficaces para su profundización: la escuela rural masiva, la ampliación del mercado interno, el voto universal y una reforma agraria parcelaria (...) que constituyeron renovados medios de liquidación de las identidades comunales y étnicas y de la diversidad cultural de la población boliviana" (Rivera, op. Cit: 34). De esa manera, el sustento de la identidad varió desde la vertiente estamental hacia la pertenencia clasista; es decir, que se pasó de las identidades ciudadanas de la matriz liberal a las identidades construidas en tomo al trabajo, a las organizaciones empresariales y sindicales creadas o reforzadas en el periodo, vertebradoras de la identidad colectiva.

Después de 1985, la matriz neoliberal despoja a las identidades colectivas de sus anteriores fundamentos. El mercado y el sistema de los bienes se convierten en el espejo de los individuos, introduciendo en su cotidianeidad y subjetividad inéditos patrones de consumo, entre los que "la comida rápida" -que logrará un alto valor simbólico en muchos estratos sociales urbanos-, ilustra esa realidad. Ya no importa lo que uno es o lo que uno hace, sino lo que consume57. Este fenómeno que complejiza las relaciones sociales, ha hecho más visibles las diferencias entre "consumidores" y "no consumidores", entre ricos y pobres.

Pero también ha generado identidades versátiles como la de los "jailones", nuevos ricos para quienes la moda, las marcas y Miami les aporta un sentido de pertenencia a una determinada identidad colectiva58.

Finalmente el reciente proceso de cambio en la esfera política ha producido una nueva disputa por la identidad de los bolivianos, (re)situándola entre la esfera de los lazos primordiales y los culturales, en el campo de las identidades étnicas.

En la compleja composición de las identidades contemporáneas se encuentra pues la clave que me permite afirmar que es tan válido aceptar que 6 de cada 10 bolivianos respondan afirmativamente a la pregunta "¿Se considera perteneciente a alguno de los siguientes pueblos originarios o indígenas", como admitir también que 6 de cada 10 bolivianos se identifiquen como mestizos o cholos frente a la pregunta "¿Se considera Ud. una persona de raza blanca, chola, mestiza, indígena, negra u originaria?".. Ello por la simple razón de que cada una de esas preguntas indaga sobre elementos distintos de la identidad de los bolivianos del siglo XXI. Así, la primera mide la identificación subjetiva con los pueblos indígenas o, dicho de otro modo, la adhesión con el componente étnico, cultural de la identidad, aunque dicha adhesión se base en algunos casos en la reminiscencia de un origen ancestral. En cambio, la segunda pregunta alude a la raza, un rasgo fenotípico, adscriptivo de la identidad que se vuelve objetivo cuando se refracta en la mirada del Otro -¿mestizo respecto a quién?- y que por eso tiene un carácter relacional59.Y dado que en Bolivia.las identidades se construyen a partir de ésos -y otros- elementos, identificarse con un pueblo originario rural y comunitario no es en modo alguno incompatible con la identidad mestiza, asociada en Bolivia a formas societarias urbanas.60

 

4. Cuando el objeto define el método

Queda pendiente tratar de comprender qué sentido tiene que 6 de cada 10 bolivianos se sientan integrantes de un pueblo originario cuando sólo 2 de cada 10 se declaran indígenas. Contrariamente a la afirmación Daniel Moreno de que "los bolivianos se sienten fuertemente interpelados al escuchar el nombre de cada grupo indígena u originarios, lográndose sentidos de identificación que no son posibles cuando se pide a las personas que se identifiquen con más incluyentes como "indígenas"" (Moreno, 2006), creo que otras lecturas son posibles. Que el sentimiento de pertenencia cultural supere a la autopercepción racial en un país en el que lo indígena ha sido tradicionalmente estigmatizado es fácilmente comprensible. Por otra parte, el hecho de que entre 2004 y 2007 el número de personas que se identifican como indígenas se haya incrementado en tres puntos porcentuales (de 16% ha subido a 19%) señalaría una revalorización de ese rasgo adscriptivo: no es lo mismo declararse indígena en épocas masistas que gonistas, dicho de manera simplificada; pues como advierte Gonzalo Portocarrero para la realidad peruana: "las identidades étnicas de muchas personas pueden cambiar, dependiendo de los interlocutores." (op. Cit). También es probable que estos cambios representen un síntoma de que la sociedad boliviana no se define a sí misma sólo por los rasgos primordiales, sino que el componente cultural ha ido ganando espacio en el imaginario social.

Pero esas u otras afirmaciones sobre las identificaciones o pertenencias identitarias carecen de sustento empírico porque se apoyan únicamente en datos cuantitativos que no ofrecen la posibilidad de comprender su alcance simbólico. Es por esa razón que quiero introducir un argumento que se relaciona con el hecho de que en las ciencias sociales es esencial tener claro si las herramientas con las que se abordan los hechos sociales son las adecuadas al objeto de estudio, en este caso la identidad. Desde esa perspectiva, quiero recordar que las singularidades de cualquiera que sea el objeto de una investigación social, debido a la variedad de elementos que intervienen en la constitución de los hechos sociales, a su complejidad y densidad, definen el rumbo de la investigación empírica. Es decir, que así como la multidimensionalidad del hecho social demanda el manejo de determinadas categorías teóricas, también resulta determinante en el momento de seleccionar un método, o la combinación de varios de ellos, para la producción de información. Es en ese sentido en que coincido con Miguel Beltrán cuando afirma que en la relación entre objeto y método "sea el objeto de conocimiento el que lo justifique y reclame en función de sus propias necesidades, perfectamente diferenciadas" (2000:45).

En la producción de los datos que hemos revisado se ha recurrido al mismo tipo de estrategia metodológica: cuestionarios con preguntas cerradas, ya sea por el método censal o de encuestas. Ello a pesar de que en los últimos años se aboga en favor de la idea de que las percepciones sociales, o sea la manera como los individuos elaboran sus representaciones sociales -entre las que se encuentra la identidad- no se miden adecuadamente aplicando métodos cuantitativos, porque las encuestas ofrecen opciones de respuesta decididas de antemano por los investigadores, que impide acercarse a las nociones que los propios actores sociales construyen sobre el sentido de sus acciones. Es por ello que se trataría más bien de investigar ese tipo de temas a través de herramientas cualitativas -entrevistas individuales o grupos de discusión, por ejemplo- que producen información útil para que comprender, por ejemplo, qué sentido tiene para los bolivianos el identificamos como indígenas, mestizos o blancos; o sentimos o no cholos. La perspectiva cualitativa abre la posibilidad de generar discursos sociales como el de un grupo de estudiantes de la UMSA que, al tratar de encontrar certezas acerca de las parcelas no resueltas de su identidad, encuentran sugerentes argumentos con los que construir un "nosotros".

"H. ¿Sabemos qué es nuestra identidad? Todos negamos nuestra identidad. Yo te apuesto que ahorita sales a la calle y preguntas "¿Tú eres aymara?" Y te van a decir "No, soy mestizo". ¿Por qué? Porque negamos nuestra identidad. Yo creo que para cambiar esta situación, tenemos que aceptar nuestra identidad. Saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

H. Hermano, yo soy aymara, mi abuela es de pollera.

H. Yo también

H. Nosotros ¿qué somos? Unos aymaras" (Crespo, 2006).

 

5. Comentario final

Son tres los puntos en los que quiero incidir:

1. Sobre la fragmentación y combinación de las identidades de los bolivianos.

Las identidades de los bolivianos contemporáneos se han modificado en un proceso de fragmentación en donde las identificaciones de carácter étnico cultural se han revalorizado. De forma simultánea, nos encontramos ante identidades cada vez más complejas, en el sentido en que en ellas se descubren hasta hace poco impensadas combinaciones de elementos identitarios, como las identidades mestizo-originarias, por ejemplo.

2. Sobre la articulación entre la configuración de las identidades contemporáneas con los procesos de cambios sociales ocurridos entre 2003 2007.

Ese conjunto de cambios advertidos en la construcción de las identidades colectivas tiene estrecha relación con los procesos de cambios políticos, sociales y, tal vez en menor medida, económicos; cambios que están trastocando el orden simbólico anterior, acentuando el significado cultural de las identidades originarias y mestizas y devaluando las distinciones raciales.

3. Sobre la relación de la identidad con la investigación social.

En términos de los estudios sociales, la mayor complejidad de la configuración de las identidades en Bolivia exige una mayor "vigilancia epistemológica" usando un término acuñado por Boudieu, Chamboredon y Passeron.

Si se distinguen con claridad las disparidades que desde la teoría separan las cifras del Censo y de la encuesta LAPOP y se aborda su estudio con la metodología más apropiada, se tenderá a lograr u'na mejor comprensión de la identidad, aunque ello probablemente no sea suficiente para acabar con la controversia, por la carga ideológica que ésta ha adquirido.

En todo caso parece que los bolivianos en el momento de mirarnos, empezamos a ver a todos los miembros de nuestra sociedad y eso no es poca cosa.

 

NOTAS

51. La indefinición de la identidad de los bolivianos queda reflejada en las preguntas'¿Somos indios? ¿Somos q'aras? que se formulara la sindicalista culinaria Natividad Veramendi. Un testimonio que me inspiró el lítulo de este trabajo, y que fuera publicado por Ana Cecilia Wadsworth e Ineke Dibbits (1989) citado por Marta lrurozqui (2000:413).

52. Al respecto Xavier Albó se interroga "¿Será cierto que el Censo fue erróneo y poco serio, a diferencia de Seligson?". (La Razón, Julio 10,07: A6). Seligson es el responsable del Proyecto de Opinión Pública de América Latina.

53.  Gonzalo Portocarrero (1998": 17)) argumenta respecto a la variabilidad de la identidad: 'En todo caso (...) la identidad no es estática ni enteramente fluida sino que va resultando de la tensión entre la necesidad de estructura social y la contingencia de la autonomia individual".

54. Véase, por ejemplo, 'El cholo: actor olvidado de la historia" de Therése Bouysse-Cassagne y Thierry Saignes, 'Gama étnica y lingüistica de la población boliviana" de Xavier Albó y Ramiro Molina Barrios; y de Silvia Rivera (1993) 'La raiz: colonizadores y colonizados".

55. Silvia Rivera advierte acerca del supuesto mito de la igualdad contenida en la propuesta democrática liberal: 'El ciclo liberal introduce el reconocimiento de la igualdad básica de todos los seres humanos, pero en un contexto como el de la sociedad oligárquica del siglo XIX, se asocia a un conjunto de acciones culturales civilizatorias, que implican una nueva y más rigurosa disciplina: el proceso de individualización y ruptura con pertenencias corporativas y comunales (...) el cual se legitima en los supuestos derechos a una imagen lustrada del ciudadano". (1993:34).

56. M. lrurozqui, escribe que "el voto se convirtió en la prueba material del accionar ciudadano y, por lo tanto, en el objeto de deseo de todos aquellos excluidos por ley de la ciudadanía. Es decir, el sufragio adquirió un valor simbólico refrendador de la existencia social de un sujeto y como tal logró una dimensión central en el diseño de las relaciones sociales.".

57.  Este hecho es explicado por J. M. Marinas: "Los objetos, las marcas, las constelaciones de ellas llamadas metamarcas -como "hortera", "lo Lkjhr o "lo heavy", como antaño "lo cursi" o "lo modemo"- confieren formas de identidad que viene dadas no por la respuesta a la pregunta "de quién eres" o "qué haces", sino más bien "qué usas", de qué estilo de vida eres afín o, en lenguaje juvenil, "de qué vas"". (op. Cit: 19).

58. Es muy interesante el abordaje de Alex López el. al. en "Jailones. En tomo a la identidad cultural de los jóvenes de la élite paceña". Véase también mi trabajo "Paradojas de una cultura de consumo en una cultura de pobreza: Construcción de la identidad en la ciudad de La Paz - Bolivia a principios del siglo XXI".

59. Coincido con Xavier Albó en que es poco afortunado indagar acerca de la raza por la connotación discriminatoria que ha adquirido esta categoría, por mucho que Daniel Moreno, responsable del capítulo sobre identidad y etnicidad de Auditoria de la Democracia: Informe Bolivia, justifique su uso cuando afirma "la autoidentificación racial aseguraría la medición más precisa de la identificación étnica."

60. Cabe una digresión. La Encuesta LAPOP introduce entre las alternativas de respuesta: blanco, mestizo, cholo, indígena y negro. Sin embargo, presenta los datos correspondientes a las categorías mestizo y cholo fundidos en una sola categoría. asignándoles por lo tanto un sentido unívoco, cuando mestizo tiene una connotación racial y cholo es una construcción cultural. Acerca de la noción de cholo ver Irurozqui y Cassagne y Saignes.

 

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