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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.25 La Paz  2004

 

ARTICULO

 

EL RUGIR DE LA MULTITUD:
Levantamiento de la ciudad aymara de El Alto y caída del gobierno de Sánchez de Lozada

 

Pablo Mamani R*.

 

 


 

 

Introducción

El Alto es parte importante de la historia de la lucha social y política de los pueblos indígenas en la Colonia y la república. En 1781, Tupaj Katari-Bartulina Sisa construyeron uno de los "cuarteles indígenas" para cercar la ciudad de La Paz (Del Valle de Siles 1990). En 1899, los aymaras en El Alto conformaron una muralla humana para hacer frente al posible ingreso de las tropas "constitucionales" de Fernández Alonso en la guerra federal (Condarco 1983). En 1952, "se convierte en el escenario político para confirmar el triunfo de la Revolución Nacional" (Fernández 1993). El espacio-territorio de la actual ciudad de El Alto resume una larga historia de las luchas'sociales indígenas. Y nuevamente hoy se ha convertido en parte de una nueva historia de las luchas sociales.

Hay una memoria de estas luchas sociales en la ciudad de El Alto que actúa como una fuerza de acción colectiva. Es una ciudad importante, con características indígenas-populares aymaras por su constitución demográfica, social, cultural, política, lingüística y urbanística. Sobre esta base, hoy se ha convertido en parte de las nuevas luchas políticas y culturales desde un levantamiento social indígena-popular de grandes magnitudes. El mismo ya se observa en los años 2000 y 2001, cuando "existe...en las protestas sociales,...formas de manifestación aymara en el lenguaje de la vestimenta y significados: la pollera, sombreros y el lenguaje de los símbolos, yatiri, coca, pututus y wiphalas que desde una posición de destierro social gestan actos y ritualidades alternas a los elementos simbólicos al Estado" (Mamani 2001).

Así se ha empezado a tejer una nueva configuración sociopolítica desde sentidos de identidad indígena urbana, que se acrecienta y agiganta por la agresión estatal-municipal del alcalde José Luis Paredes y gubernamental-estatal de Gonzalo Sánchez de Lazada durante las últimas semanas. Esto se demuestra en las recientes movilizaciones de los días lunes 15 y martes 16 de septiembre de 2003, contra los formularios maya y paya diseñados por la alcaldía de esta ciudad y anulados finalmente por la lucha social. Durante estos dos días se pudo observar un desdoblamiento de tejidos sociales y culturales para inmovilizar la ciudad. Entre la primera y segunda semana de octubre, la movilización se masificó. Barrio por barrio, zona por zona y distrito por distrito ha recorrido un sentimiento de autoafirmación propia sobre la construcción urbana indígena de esta ciudad. Y es que El Alto es una ciudad construida por sus vecinos, con el aporte de su mano de obra y capital económico para la construcción de calles, avenidas, mercados, canchas de fútbol, etc. Además, hay una construcción social prC'.Jia de la vida cotidiana fundamentada en amplias relaciones de parentesco, compadrazgos dispersos en el espacio urbano, amistades interbarriales de los jóvenes, relaciones más o menos comunes según la procedencia desde los ayllus y comunidades del altiplano, los valles y regiones subtropicales de los andes. Es decir, hay una construcción social de la realidad que se manifiest< en acciones colectivas contundentes. Con base en este conjunto de hechos que opera como cimiento social, se pone en práctica un entramado de acciones colectivas, como el bloqueo de avenidas, la toma de las calles, multitudinarias manifestaciones y discursos politizados de sus dirigentes. Esas acciones colectivas actúan como fuerzas alternas al estado que, en el último tiempo, viene siendo percibido como invasor de la autoconstrucción urbana de la ciudad indígena de El Alto. Por eso, el día lunes 13, después de sufrir el domingo 12 de octubre una violenta masacre de parte de las fuerzas del gobierno-estado de Gonzalo Sánchez de Lozada con más de 25 muertos, El Alto se moviliza de manera gigantesca hacia la cuidad de La Paz para exigir la renuncia del presidente de la república, sin descuidar los barrios porque una parte importante de sus habitantes se ha quedado en la ciudad de El Alto.

El propósito del artículo, entonces, es mostrar el levantamiento indígena-popular de la ciudad de El Alto desde los sentidos de autoconstrucción urbana indígena de la ciudad y el desdoblamiento de éstos en tejidos sociales y culturales que se manifiestan en los bloqueos, movilizaciones y enfrentamientos con las fuerzas del estado. Para ver esto, vamos a tomar como referente empírico los hechos ocurridos desde el día miércoles 8 hasta el viernes 17 de octubre de 2003, cuando los alteños protagonizaron un gigantesco levantamiento indígena-popular que se inicia a partir de un paro cívico indefinido, primero, en contra de la no venta del gas y el no ingreso de Bolivia al ALCA y, luego, la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Haremos una descripción del mismo y un análisis sociológico de su constitución.

 

Tramado cultural y levantamiento de la ciudad de El Alto

La ciudad de El Alto es uno de los centros urbanos más poblados del país. Tiene una población de 649.958 habitantes, que corresponde al 28% (INE 2002) del total de la población del departamento de La Paz. En el censo de población y vivienda de 2001, el 81,29% (INE 2002) de esta población se autoidentificó como indígena. Estos datos nos permiten afirmar que la ciudad de El Alto es una ciudad indígena-popular y fundamentalmente aymara. Esta población sufre una pobreza estructural. La pobreza urbana en el departamento de La Paz, de acuerdo al mismo censo de población y vivienda, es de 50.9%. La ciudad de El Alto es parte de esa pobreza. Es decir, más de la mitad de su población es pobre porque no tiene satisfechas las necesidades más básicas como el agua, salud, educación y vivienda. Estos datos muestran las condiciones estructurales en que vive la ciudad de El Alto y parte de las laderas de la ciudad de La Paz. El levantamiento social es un reflejo de estas condiciones. Para entender el levantamiento indígena-popular de esta ciudad, es importante preguntarse: ¿cómo se construye el levantamiento indígena-popular? ¿Qué tipo de estrategias se tejen y cómo se construyen las barricadas humanas, las barricadas de adoquines, vidrios, piedras, con quema de llantas viejas y alambres de púa? ¿Qué significa enfrentarse a las fuerzas del estado? ¿Qué es un levantamiento indígena-popular?

En principio, un levantamiento social es una acción colectiva que tiene la finalidad de incidir o, en su caso, cambiar las políticas públicas y de dominación étnica con estrategias de lucha más o menos planificadas y direccionadas. Son acciones diversas, con una orientación colectiva para decidir o incidir en el cambio o reforma de las políticas hidrocarburífera y de recursos naturales en manos de las transnacionales como es la no venta de gas por puertos chilenos. Se trata de un levantamiento social que termina exigiendo la renuncia del presidente Sánchez de Lozada. Es una construcción colectiva de las acciones que apunta a tomar el espacio social y territorial para, desde ese lugar y condición, incidir o cambiar el curso de las actuales condiciones de crisis del sistema político y la dominación étnica en confrontación con el gobierno, el estado y los agentes encargados de esa dominación.

 

Los acontecimientos

El antecedente inmediato para entender el levantamiento de la ciudad de El Alto fue el paro cívico realizado el día jueves 2 de octubre en contra de la masacre de Warisata. Aquel día se produjo un paro casi total de esta ciudad. Después de esa experiencia o repertorio de acción, se determinó un nuevo paro cívico desde el día miércoles 8 de octubre. Este paro tiene una relación inmediata con las recientes experiencias de lucha social contra los formularios maya y paya en la tercera semana de septiembre de 2003.

 

El inicio del paro cívico indefinido

El día miércoles 8 de octubre, desde las primeras horas de la mañana, se observó una importante movilización desde los barrios alejados y cercanos a la ceja de El Alto para tomar las avenidas, plazas, barrios y así inmovilizar la ciudad. Durante ese día no hubo actividades en el comercio, la banca, el transporte, etc. En los distintos espacios de la vida social cotidiana urbana, ese día se tejía comentarios sobre lo que significa el nuevo paro cívico. En las calles y en los lugares donde se realizaba gigantescos bloqueos, se exigía y comentaba sobre la no venta del gas. Además, se decía que el gobierno de Sánchez de Lozada "es un gobierno hambreador" que debe dejar el palacio. Así, poco a poco se amplía y refuerza el tejido social con agrios comentarios contra el gobierno, bromas y risas para hacer más sociable el levantamiento, y la voluntad de asumir una acción firme para paralizar la ciudad por tiempo indefinido. El primer día trágico de este levantamiento social fue el jueves 9 de octubre. Ese día, a las 10:30 de la mañana aproximadamente, en Ventilla, las comunidades de Amachuma, Tuni, Chañocahua, Parcopata, Icapa y Ayma sufrieron una violenta agresión de parte de policías y militares. Hubo dos heridos de gravedad: Cristina Mamani y Norberto Condori (de mayor gravedad). Senkata y Ventilla se convirtieron de pronto en verdaderos campos de batalla con piedras, gases y fusiles. Fue uno de los primeros escenarios de la masacre gubernamental. Durante ese día, los vecinos en esa zona y otras gritan a viva voz: "No queremos ver al gringo vendepatria" (El Alteño 09110/03). Las zonas o lugares más aguerridos durante ese día fueron: Villa Adela, ¡o de mayo, Villa Avaroa, Cruce Viacha, Senkata, Ventilla, 16 de Julio, ex tranca de Río Seco, etc. Así, dentro de estas relaciones, se gesta la toma directa de los barrios para preparar trincheras y fogatas. En algunas zonas, se puso en escena la wiphala multicuadriculada, como señal de un posicionamiento político e identitario indígena. Hay una construcción de los símbolos del poder que se visibiliza como protesta. Asimismo, se intercambia información sobre lo que pasa entre una zona y otra a través de la gente que camina a pie o en bicicleta de un lugar a otro. Y se teje un complejo tramado de acciones colectivas en cada espacio de la ciudad de El Alto. En esa relación, muchos de los que protagonizan los bloqueos y manifestaciones no se conocen, aunque sean de barrios vecinos, pero al calor y circunstancia de fogatas, se construye amistades, solidaridades y hermandades significativas para crear un mayor peso en las acciones colectivas de protesta. Las mujeres de pollera participan cargadas con sus hijos/as a través del habla en aymara o castellano y se sienten parte de una misma realidad. Se comenta que "no hay trabajo, cuando hay, no tiene un pago", de acuerdo a las condiciones económicas actuales. Las "obras con empleo" no se sienten para muchas familias. Así se amplía un tramado de sentidos de pertenencia urbana de una ciudad indígena postergada desde mucho tiempo atrás.

El día que mostró tener mayor agresividad, desde la posición de los vecinos alteños, fue el viernes 1O de octubre, porque el día anterior, jueves 9 de octubre, en Ventilla nuevamente hubo una violenta represión de las fuerzas del estado. Ahí muere un minero, José Luis Atahuichi y un vecino de esta ciudad, Ramiro Vargas. El día anterior, habían arribado hasta Ventilla los mineros procedentes de Huanuni. Los mineros anunciaban su lucha como antaño. En ese momento, se juntaron dos fuerzas, la de los mineros y la de los indígenas urbanos y rurales del lugar. Fue impresionante observar durante este día que, ante la noticia de la muerte de mineros y el vecino de la ciudad de El Alto, se produjo un enfurecimiento y una movilización gigantesca de las zonas del sector sur de la ciudad de El Alto. El camino a Oruro prácticamente fue tomado por los vecinos. La avenida 6 de marzo se convirtió en otro escenario de guerra. Los militares y policías, ante este hecho, se abrieron paso a balazos y gases lacrimógenos. Por ejemplo, en el cruce de la Avenida Bolivia, se produjo una avalancha humana de la zona Santiago 11 (barrio minero) y otros barrios aledaños para controlar la avenida 6 de marzo o camino a Oruro. Al día siguiente, viernes 10 de octubre, la ciudad de El Alto era una ciudad totalmente tomada por los alteños, pese a la militarización y el estado de sitio de facto que se vivía en esta ciudad. Durante ese día y el anterior, se recolectó agua de las casas de la zona o distrito dos para enviarla hacia Ventilla, donde se encontraban los mineros. Al mismo tiempo, se recolectó alimentos, particularmente en Santiago 11 como parte de una efectiva forma de ampliar sentidos de solidaridad. En Kenko y barrios del lugar también había preocupación por enviar agua y alimentos hacia Ventilla.

Así, desde los mismos barrios, hubo una toma directa de las calles y avenidas de la ciudad de El Alto. Había trincheras construidas con adobes, piedras, latas y vidrios. En el paisaje de la ciudad, se veía salir humo negro de distintos lugares y calles, como si se hubiera producido un bombardeo. Se quemaba llantas viejas y desperdicios o basura de las calles. En todos estos espacios, antes del día domingo 12, no había policía ni ningún otro poder del estado, aunque ésta es una realidad de todos los días. Había una autoorganización total con acciones colectivas autónomas. Era interesante observar, además, cómo las mujeres, los niños y hombres adultos mante'nían control incluso de las pequeñas calles por donde no hay circulación de movilidades. Con esto se quiere demostrar la toma directa del territorio urbano al que pertenecen los alteños/ as. Asimismo, en las noches había muchos preparativos para hacer frente a un eventual ingreso de las fuerzas represivas en estos territorios. Hasta altas horas de la noche y la madrugada del día viernes 1O, se mantenía ese control. Una indignación generalizada se manifestaba en acciones de toma directa de las calles, avenidas y plazas. Nuevamente, durante este día flamearon las wiphalas y la bandera de Bolivia como señal de rechazo a lo que la gente empezó a llamar: "la instauración de un gobierno chileno en La Paz".

El viernes 1O no hubo ninguna actividad comercial, bancaria, de servicio de transporte. Incluso se cerraron las tiendas más pequeñas de los barrios alejados de la ceja de El Alto. La gente se sumó decididamente a la movilización y toma de sus barrios para tejer y mantener un control y autoorganización propios. Era una movilización densa que articulaba estrategias, sentidos y dignidades colectivas, manifiestas en acciones coordinadas y por turnos al interior de las familias, zonas y distritos e incluso entre organizaciones diversas del territorio urbano de la ciudad de El Alto.

Otro día aún más trágico, fue el sábado 11 de octubre. En la noche, en todo el sector de Senkata y avenida Bolivia, hubo duros enfrentamientos entre vecinos y policías-militares. Pasado este primer momento, se desató una violenta represión policial-militar contra los vecinos de Santiago 11 y Rosas Pampa, donde muere Félix Mollericona, un niño de cinco años. Hubo una cantidad de heridos que no fue atendida de forma inmediata. Las ambulancias no llegaban a estos lugares. El hecho empezó aproximadamente a las cuatro de la tarde. En esas condiciones, las carretillas y bicicletas se convirtieron en ambulancias improvisadas. Incluso se cortó la luz en la toda la avenida 6 de marzo. Como reacción ante la agresión policial-militar, los vecinos del lugar cavaron profundas zanjas sobre la misma avenida. La capa asfáltica fue levantada y se procedió a cavar profundas zanjas de 80 cm., en ambas vías del camino. Se construyeron trincheras de guerra. La gente empezó a hablar de "guerra civil". Al norte de la ciudad de El Alto, en Ballivián, ese día se produjeron nuevas y violentas represiones militares ante las protestas y bloqueos persistentes de calles y avenidas del lugar. En toda el área, también se construyeron zanjas y barricadas y hubo una movilización general. En este lugar muere otro alteño, Walter Huanca. Es decir, el sábado 11 fue la antesala de la masacre del día domingo 12 de octubre.

El domingo 12 de octubre fue uno de los días más trágicos hasta ese momento. Hubo una masacre incalificable en la que murieron 25 civiles y 1 soldado. En el sector de Senkata**, el gobierno, para trasladar combustible hacia la ciudad de La Paz, donde ya se sentía la carencia de este elemento, ejecuta una primera masacre en la que mueren tres personas a causa de balas de guerra: Carmelo Mamani, Vida] Pinto, Efraín Mita. El hospital Corazón de Jesús de esa zona se llena de heridos. Muchos de ellos son trasladados en camas y carretillas porque, nuevamente, no existen ambulancias.

Durante ese día, la zona o región norte de la ciudad de El Alto fue la que más sufrió porque hubo mayor cantidad de bajas indígenas. Los fallecidos en la zona Ballivián fueron: José Miguel Torres, Efrain Mamani. En la zona los Andes, Marcelino Carvajal, Constantino Quispe, Marcelo Machicado. En Río Seco, Jhonny Mamani, Máximo Vallejos, Luis Villalba, Carmelo Mamani, Vicente Pinto. En hospital de Clínicas, Augusto Lari, NN (recogido de la Av. Bolivia). Villa Ingenio, Daniel Luna, Adolfo Huanca, Richar Charcas. Felix Calle, NN. (sexo masculino), NN. (sexo masculino), NN. (sexo masculino). Zona Puerto Mejillones, NN. NN. (sin datos sobre el sexo) y el soldado Cigmar García (La Razón, 13/10/03). Este es uno de los días más sangrientos en la historia de los últimos veinte años de democracia. La decisión presidencial de oficializar la militarización de la ciudad de El Alto "generó ayer la jornada más sangrienta en la historia de la joven ciudad y una de las más cruentas del periodo democrático" (La Razón 13/10/03). Ante la magnitud de los acontecimientos. en las radios emisoras y algunos canales de televisión se informó de la existencia de cantidad heridos y pedidos de auxilio que no recibían atención inmediata. Se disparó indiscriminadamente contra la humanidad de los manifestantes. Las calles y avenidas de esta ciudad se tiñeron de sangre humana indígena-popular. Incluso cayeron niños que no eran parte de las movilizaciones. Hubo una arremetida militar indescriptible contra las propias casas. Se actuó como contra un ejército regular cuando se trataba de una población desarmada. Al día siguiente, se comentaba que el ejército había actuado como en sus mejores tiempos o peor que en las dictaduras militares, sin respetar a la población indefensa y fundamentalmente a los niños, ancianos o enfermos. Fue una verdadera carnicería humana la que se produjo ese día. Las calles, avenidas y plazas se llenaron de cadáveres y de un dolor humano colectivo que no es fácil expresar. Una indignación total se generalizó e irradió rápidamente hacia otras ciudades como La Paz, vecina de El Alto.

En resumen, el bullicio o rugir de la multitud construyó y reconstruyó sentidos de rebelión como un hecho inédito en la historia urbana de la ciudad de El Alto. Las construcciones de barricadas de fuego y adoquines en distintos lugares se multiplicaron. En muchos lugares o calles nuevas, se cavó zanjas para evitar todo movimiento de los motorizados militares-policiales. Esto fue importante porque resultó ser la única manera de frenar el ingreso de las tropas militares. El resultado fue una especie de campos "minados" para inmovilizar la represión y el ingreso de delincuentes que de un modo u otro siempre aprovechan de la situación. Las juntas vecinales de cada zona se convirtieron en microgobiernos territoriales porque toda acción se coordinaba a través de ellas.

A este conjunto de hechos le llamamos el levantamiento de la ciudad de El Alto, porque fue una acción colectiva de enfrentamiento al poder establecido y con la finalidad de hacer renunciar al presidente de la república y evitar la exportación del gas por puertos chilenos. Estas acciones tienen algunas similitudes con los levantamientos indígenas aymaras de Achakachi y Patamanta de los años 2000, 2001 y 2003: hay una variada construcción de barricadas, se pone en escena la wiphala multicuadriculada, se tejen y refuerzan sentidos de pertenencia territorial e identitaria indígena y emergen liderazgos locales, gobiernos comunales o barriales o gobiernos barriales.

Así se juntan dos hechos importantes: a) la exigencia de la renuncia del presidente Sánchez de Lozada y el cambio del actual modelo económico adverso a los intereses sociales, y b) se tejen sentidos de pertenencia colectiva indígena urbana con acciones de confrontación violenta contra las fuerzas del estado. En este contexto, los alteños construyen su ciudad de acuerdo a sus capacidades culturales y sociales. Se amplía las redes sociales y solidaridades interbarriales y organizacionales. Este hecho, sin precedentes en la ciudad de El Alto, de algún modo se refleja en su eslogan: "El Alto de pie, nunca de rodillas".

Esta construcción urbana de las identidades indígenas-populares también se manifestó en la ciudad de La Paz, la jornada del día lunes 13 de octubre. Nuevamente, esa fue una jornada sangrienta y de levantamiento social. Según el periódico El Diario (El Diario 14110/03), hubo otros 25 muertos en distintas partes de las ciudades de El Alto y La Paz.

Una multitudinaria marcha bajó de la ciudad de El Alto hacia la hoyada exigiendo la renuncia del presidente Sánchez de Lozada. La zona sur y los barrios marginales de este sector de la ciudad de La Paz y el centro de la ciudad se convirtieron en nuevos escenarios de violencia junto a la zona norte de la ciudad de El Alto. En Chasquipampa, Ovejuyo, Cota Cota, Obrajes, Mallasa, Garita de Lima, plaza Eguino, San Francisco, Av. 16 de Julio y los alrededores del palacio de gobierno se produjeron nuevos enfrentamientos y una nueva masacre indígena de parte del estado. Los fallecidos durante la jornada del 13 de octubre en la ciudad de La Paz fueron: Arturo Mamani (Apaña), Jacinto Benavente (Ovejuyo), Raúl Huanca (Ovejuyo), Marcelo Cusi (Ovejuyo), Germán Carvajal (Uni), Domingo Mamani (Apaña), Feliciano Condori (Apaña), NN (zona sur), Roberto Parrin (de la zona Los Andes, El Alto), Roxana Apaza (zona Los Andes, El Alto), NN (calle Sagárnaga). En la ciudad de El Alto: Fidel Ticona (zona Alto Lima), Luis Chillca (zonaTupaj Katari), Víctor Ticona (sin especificar), NN (Alto Mariscal Sucre), NN. y NN (explosión de gasolinera en Río Seco), Lucio Gandarillas, Renato Poma, Edgar Lechona (lugares no especificados), tres niños en el hospital del niño, y los heridos del domingo 12 de octubre, Raúl Huanca (El Alto), Felix Quispe (El Alto), (El Diario 14110/03). En San Julián, departamento de Santa Cruz, también fallece Juan Barrientos. Al día siguiente, se denunció que los muertos eran muchos más de lo que se había registrado y que incluso había desaparecidos, producto de la violencia y masacre del gobierno. Desde septiembre, cuando comenzaron las movilizaciones sociales en las áreas rurales, el número de muertos fue aproximadamente de 62 a 76 y 400 heridos. Los datos recopilados hasta aquí de los medios de comunicación son preliminares.

En la masacre de ese día, quedaron una vez más al desnudo las relaciones de dominación étnicas en Bolivia. Las zonas residenciales fueron percibidas socialmente como los archipiélagos físicos del poder dominante. Estaban fuertemente custodiadas por efectivos militares y policiales. En un medio de comunicación, se dio a conocer los preparativos de los habitantes de esta parte de la ciudad de La Paz ante un posible ingreso de los manifestantes. Dña. Susana, de la zona La Florida, al ser entrevistada por un periodista de La Prensa, afirmaba: "La zona no está acostumbrada a estas situaciones, nos están apuntando (los conflictos) y no podemos permitir que las marchas lleguen a nuestra zona, preferimos pagar a ver el caos en este lugar, incluso La Florida y todo Obrajes hemos entregado dinero al Distrito Policial para que se resguarde eficientemente este sector. Sabemos que los campesinos de Río Abajo quieren ingresar por aquí (La Florida) a Calacoto y a la zona central, y los de la zona central también quieren eso" (La Prensa 12110/03). De la entrevista se desprende una especie de psicosis social de los blanco-mestizos en sentido de que todo indígena y manifestante es destructor de la propiedad privada. Hay un imaginario que separa al mundo indígena-popular del mundo social de las élites blanco-mestizas. Se redescubre así, ese día, que las zonas residenciales son también territorios ajenos para los indios. Recrudecen las fronteras étnicas y territoriales al interior de una misma ciudad.

En ese contexto, ese día Sánchez de Lazada se dirigió a la nación con un discurso televisado en el que manifiesta: "yo no voy renunciar" (En defensa de la democracia, mensaje del presidente de la república, 13 de octubre de 2003). En el discurso del presidente, se nota su abierta confrontación contra la multitud que exige su renuncia. Al discurso de Sánchez de Lazada de este día se suman los sectores empresariales y las fuerzas armadas. Y nuevamente se visibiliza, pero esta vez socialmente, las fronteras que separan a gobernantes y gobernados, al estado y a la sociedad indígena-popular. Porque el discurso presidenciaL antes que alivianar el conflicto político, lo enardeció aún más. La gente en las calles gritaba: "ya es intolerable ver y escuchar a Sánchez de Lazada, debe renunciar". El discurso del presidente parecía, además, una declaración de guerra abierta y autorización pública para la masacre indígena-popular. El contenido del discurso presidencial no buscaba solucionar los problemas sociales estructurales que sufren las poblaciones indígenas y populares en Bolivia. En esas condiciones, el gobierno empezó a perder el control político y social, manteniendo solamente el monopolio de la violencia física. A las violentas movilizaciones de El Alto y La Paz, se sumaron otras ciudades como Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Santa Cruz. Por su parte, el vicepresidente de la república, Carlos Mesa, expresó su no acuerdo con las acciones de Sánchez de Lazada, hecho que fue uno de los más duros golpes para el poder político del presidente. Ese mismo día renunció el ministro de Economía, Jorge Torres. El gobierno poco a poco comenzaba a quebrarse.

Ante estos últimos acontecimientos en el gobierno y la masacre perpetrada, se decía en la ciudad de El Alto que todos los fallecidos debían ser declarados "héroes de la guerra del gas y la dignidad indígena-popular". En esas condiciones, el sentido de identidad indígena urbana aymara, tanto en la ciudad de El Alto como en las laderas de la ciudad de La Paz, se vio fortalecido. No hay mucha diferencia cultural y económica entre los alteños y los habitantes que viven en las laderas de la ciudad de La Paz. Tienen una procedencia común de las áreas rurales. Así se tejieron profundos sentidos de hermandad étnica ante la agresión vivida. Además, muchos de los soldados que fueron traslados de otras regiones (Tarija, Beni y Santa Cruz y otras) para reprimir las movilizaciones insultaban a los manifestantes diciéndoles "indios de mierda". Las radios difundían testimonios de cómo los soldados habían actuado con una brutalidad impresionante. Con ello se sentó un antecedente social bastante peligroso porque parte de la población andina no olvida que los soldados "cambas" vinieron a masacrar a la ciudad de El Alto y La Paz.

El día martes 14, la ciudad de El Alto vivía una tensa calma mientras se enterraba a los héroes indígenas-populares caídos en distintas zonas de la ciudad de El Alto y la zona sur de la ciudad de La Paz. Había un dolor colectivo profundamente enraizado en la vida social urbana y rural de las regiones indígenas de Bolivia. La ciudad de El Alto y las casas particulares estaban embanderadas junto con la wiphala indígena a media asta, con crespón negro, en señal de luto e indignación. Muchos niños/niñas y mujeres quedaron sin padres y esposos. Había una expresión de dolor porque muchas de ellas quedaron huérfanas, sin alguien que sostenga económicamente a la familia y la vida familiar. Había más de 400 heridos. Eran momentos de rabia e impotencia colectiva. La ciudad de El Alto se convirtió en un verdadero campo de redefinición y refortalecimiento sociopolítico indígena-popular. Por las radioemisoras, se efectuaba llamamientos que insistían en que los aymaras de todas partes debían estar unidos para luchar.

En este difícil escenario, el día martes 14 se tumba tres o cuatro de las gigantes pasarelas ubicadas sobre la avenida Juan Pablo 11 y Río Seco. Los militares y policías se habían apostado en estos lugares para, desde allí, controlar estratégicamente a los manifestantes. Al modo de un panóptico, se buscaba controlar y castigar a los cuerpos que se movilizaban en contra del poder establecido. Incluso se denunció que se hizo disparos en contra de los manifestantes desde los puentes, razón por la que los vecinos movilizados procedieron a tumbarlos como parte de una efectiva acción preventiva frente a la muerte. Las pasarelas derrumbadas fortalecieron las barricadas construidas sobre todo el territorio urbano de la ciudad de El Alto. Hasta el día miércoles 15 de octubre, la ciudad de El Alto era un territorio "minado" o de guerra porque se había extendido el cavado de zanjas, el levantamiento de barricadas y la vigilia, todo ello organizado por tumos, zona por zona, cuadra por cuadra. Había vigilias durante la noche entera y todos los días. Se movilizó las mismas estructuras sociales de la vida social. Muchos aportaban con un poco de dinero para comprar petardos, otros con maderas, llantas viejas, palas y picos, etc.

El día miércoles 15, después de la tensa calma del día martes, se reiniciaron preparativos y movilizaciones o manifestaciones sociales en la ciudad de El Alto. Ese día llegaron los caminantes o marchistas cocaleros de los yungas por Villa Fátima y de allí se dirigieron hacia el centro de la ciudad de La Paz. Los cocaleros venían bloqueando los caminos de los yungas hacía más de dos semanas. Asimismo, se anunció la llegada de miles de marchistas indígenas o "campesinos" desde la aguerrida región de Omasuyus, que hacía un mes mantenían un bloqueo indefinido en toda la región del altiplano y valles al norte de La Paz. Por otra parte, una columna de mineros cooperativistas que venía desde Oruro fue violentamente reprimida por las fuerzas militares acantonadas en Patacamaya. En esta intervención militar murieron tres mineros y vecinos de la localidad de Patacamaya: Zenón Arias, Eloy Pilleo, Filomena Leon (El Diario 16/10/03). También se anunció la llegada de 14 mil indígenas del altiplano central, particularmente de Aroma. La ciudad de La Paz y especialmente las zonas residenciales a las que apuntaban las movilizaciones, se encontraban cercadas. Era un cerco con alimentos, con murallas humanas y piedras. La memoria del miedo al cerco de La Paz, protagonizado porTupaj Katari-Bartulina Sisa en 1781, se repetía.

En esta relación, en la ciudad de El Alto había nuevos preparativos para una movilización hacia la ciudad de La Paz, exigiendo la renuncia inmediata de Sánchez de Lozada y su gobierno. En algunos de los sectorrs, se pedía incluso la cabeza del presidente. Había una decisión tomada socialmente: Sánchez de Lozada "debe renunciar". Ante tal decisión, los dirigentes de la COR-El Alto, Roberto de la Cruz, el presidente de la FEJUVE-El Alto, Mauricio Cori y el representante de los Gremial¡stas, Braulio Rocha, ya no estaban autorizados para dialogar con el gobierno. Este era un pedido generalizado. Había, pues, varias fuerzas que acechaban al gobierno y a las zonas residenciales de La Paz: los mineros, los gremialistas, los indígenas o "campesinos", los maestros, intelectuales y, fundamentalmente, los alteños.

Ese día, el gobierno-coalición emite un manifiesto basado en cuatro puntos: Referéndum Consultivo por departamento para la exportación de gas, revisión de la ley de Hidrocarburos, Asamblea Constituyente y Preservación de la Democracia (Manifiesto al pueblo de Bolivia, gobierno de responsabilidad nacional y cambio, 15 de octubre de 2003). El manifiesto no es bien recibido por los distintos sectores sociales, entre ellos la Central Obrera Boliviana, la COR de El Alto, las organizaciones campesinas-indígenas y ciudadanos alteños. Todos coinciden en afirmar "es muy tarde", ante la propuesta del gobierno. Y una vez más el gobierno se equivoca. Al parecer, no conoce la forma y sentido de rebelión que tienen la~ poblaciones indígenas aymara o qhiswa de la gran región andina. Cuando se toma una decisión de forma colectiva, no se retrocede. Es lo que hacían los manifestantes.

En el interior del país, en Cochabamba y el Chapare se incrementaron los bloqueos de caminos. La ciudad de Cochabamba nuevamente amenazaba convertirse en un campo de batalla igual que en la guerra del agua del año 2000. En Oruro y Potosí había una creciente inquietud y movilizaciones. Se informaba de una creciente escasez de productos alimenticios en estas ciudades y de la multiplicación de pedidos de renuncia del presidente de la república.

El día jueves 16 de octubre, después de nueve días de paro cívico indefinido de El Alto y cuatro de la ciudad de La Paz, se produce una nueva y multitudinaria movilización que baja desde El Alto hacia la hoyada. Desde tempranas horas de la mañana y desde distintos barrios y distritos, se observaba una agitada movilización con pancartas que decían: "Goni asesino", "el gas no se vende", "renuncia de Goni", "Goni carnicero", etc. Las columnas de marchistas salieron desde dos grandes regiones urbanas, la zona norte y sur. Desde el sur, a la altura del cruce Villa Adela y el cruce el Kenko partían columnas de marchistas agarrados de palos, wiphalas y banderas de Bolivia. Desde la región norte, Río Seco, Villa Ingenio y otros, de igual forma partieron muchas otras columnas, unas para bajar por Ballivián, otras por la Ceja de El Alto y las demás por Faro Murillo y Pasanqueri. Cada grupo que bajaba hacia la hoyada hacía permanentes llamados a los vecinos que todavía no se habían sumado a la marcha. Dos helicópteros sobrevolaban permanentemente sobre los marchistas. Se denunció luego que llevaban franco tiradores.

Al bajar por la ladera oeste de La Paz, era evidente el recibimiento jubiloso de los vecinos. Unos echaban agua desde las ventanas de sus casas para refrescar a los marchistas en señal de solidaridad y apoyo a la multitudinaria marcha. Otros ofrecían refrescos en bolsitas de nylon y vasos y uno que otro botaba galletas, u otro tipo de comidas. El bullicio de la multitud era impresionante. Multitudinarias columnas poco a poco se acercaban hacia la hoyada. Ya estando en el centro de la ciudad de La Paz, en la plaza San Francisco, la Av. 16 de Julio, El Prado, Av. Camacho, se inicia, desde las cuatro esquinas, el cerco a la Plaza Murillo donde se encuentra el palacio de gobierno. Los policías en la primera línea de las murallas de seguridad del palacio y los militares en la segunda y tercera línea, veían con mucho nerviosismo cómo la multitud gritaba: "Goni asesino", "Goni ya no te queremos". Las manifestaciones durante este día fueron, sin embargo, pacíficas. Así se desmintió la versión del gobierno en sentido que los manifestantes provocaban acciones violentas con destrucción de propiedad privada. Ante la multitud politizada, la plaza San Francisco quedó muy pequeña porque no había espacio para el resto de la gente que marchaba en los alrededores o sus adyacentes. Algunos medios de comunicación calcularon que había unos 50 mil manifestantes, pero en realidad fueron más de 150 mil manifestantes porque muchas otras columnas marchaban fuera de la plaza San Francisco, unas bajando, otras subiendo y otras recién acercándose a la plaza San Francisco, como los de Huayna Potosí, ladera oeste de La Paz. Era ensordecedor el bullicio de aquella multitud que no se había visto desde hacía veinte años. Ese bullicio se mostraba, además, capaz de tumbar o traspasar las murallas infranqueables del poder. El gobierno, al parecer, no había imaginado tal magnitud en las acciones de protesta social. Finalmente, el gobierno se vio obligado a dimitir ante el poder de la multitud y su bullicio ensordecedor que traspasó las fronteras internacionales e internas.

Recrudeció la falta de alimentos. Los mercados, tiendan, abarrotes estaban cerrados desde cuatro días atrás. Mucha gente de la ciudad de La Paz estaba desesperada porque no existe una lógica de almacenamiento preventivo de alimentos secos como aún se practica en la ciudad de El Alto. En los ayllus y comunidades, se almacena en las pirwas: ch'uñu, quinua, cañahua, maíz para tiempos de sequía. Mucha gente de El Alto aún practica este sistema preventivo de alimentación. Ante la falta de alimentos y gas licuado, la gente multiplicaba su pedido de inmediata renuncia del presidente. Incluso se sumaron a las movilizaciones sociales los sectores tradicionalmente favorecidos o administradores del estado: la zona sur de población no indígena o lo que los aymaras llaman los q'aras.

Ese día, nuevamente, el vicepresidente Carlos Mesa se pronunció en contra de la administración de Sánchez de Lazada, señalando que no era "partidario de matar a la gente". La posición fue recibida en el gobierno como una actitud no democrática. El gobierno se resquebrajaba aún más, ya no tenía solidez política y social. Sus mensajes a la población tampoco eran creíbles. Así, poco a poco y parte por parte, como fue construido, se fue cayendo el gobierno. Los soportes políticos, intelectuales y morales no funcionaban. Los pedidos de renuncia de Sánchez de Lazada se multiplicaban con aq;iones como la huelga de hambre que inició (el día anterior) la ex defensora del pueblo, Ana María Campero. Las iglesias católicas poco a poco se llenaron de huelguistas de hambre que exigían el inmediato alejamiento del gobierno de Sánchez de Lazada. La situación era insostenible para el gobierno y su perduración se hacía cada vez más incierta. Según los manifestantes, el gobierno "tiene las horas contadas". El desenlace ocurrió finalmente el viernes 17 de octubre a las 9:40 de la noche.

En ese marco, cabe hacer notar que las multitudinarias manifestaciones indígenas-populares siempre expresaron su apoyo a la democracia. El gobierno había denunciado días anteriores que las movilizaciones sociales eran parte de un complot contra la democracia. Éstas se encargaron de desmentirlo expresando en las calles un total apoyo a la democracia. De esta forma se rechazó la denuncia de Sánchez de Lazada a la prensa internacional de que en Bo-livia había un movimiento narco sedicioso cuya finalidad era atentar contra la institucionalidad democrática. Por el contrario, fue muy notorio que había sido el gobierno el que había atentado contra la democracia con más de 76 muertos en nueve días. Además, la denuncia presidencial fue recibida por los manifestantes como un insulto inaceptable. Mucha gente en las calles de El Alto expresaba su malestar porque las movilizaciones sociales no tenían que ver con narcos o algún otro poder no legítimo.

 

Un anuncio esperado

El día viernes 17 de octubre, a medio día, se anunció una posible renuncia de Sánchez de Lozada a la presidencia. La noticia se esparció como reguero de pólvora sobre el campo o sobre los territorios movilizados de los centros urbanos y rurales de Bolivia. Había iniciales expresiones de júbilo, particularmente de la ciudad aymara de El Alto porque, en la mañana, Manfred Reyes Villa de NFR (Nueva Fuerza Republicana) anunció su alejamiento del gobierno. Los tres ministros de este partido renunciaron inmediatamente. En la tarde, Jaime Paz Zamora hizo lo propio. Ante esta nueva realidad política, el gobierno del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) comenzó a precipitarse estruendosamente. Ya no tenía legitimidad como al inicio de su gobierno. Esto desmentía el manifiesto del MNR, MIR, NFR que, el día miércoles 15 de octubre, se emitió señalando que la coalición estaba unida y firme. Las horas pasaban lentas y la espera se hacía tensa, particularmente en la ciudad de El Alto que se convirtió en un espacio de emociones incontenibles. Era la espera de un final dramático con la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, al que los alteños llamaban el "carnicero" por la masacre perpetrada el 12 de octubre.

Durante ese día, una parte importante de la multitud todavía se movilizó en la Plaza San Francisco, expresando en las radio emisoras su alegría ante la inminente caída del gobierno. Hay que destacar que el día viernes 17 hubo otra multitudinaria movilización en la ciudad de La Paz integrada por gente que llegó desde las provincias de La Paz. Unos de Aroma, otros de Omasuyus-Achakachi, Muñecas, Los Andes, incluso llegó gente de Oruro, la organización de los ayllus Jach'a Karangas. La tarde de ese día llegaron también a El Alto los cooperativistas mineros de Huanuni. Una gran cantidad de manifestantes se concentró en El Alto y La Paz. De persistir Sánchez de Lozada en su intento de mantenerse en el gobierno, hubiera provocado una acción mucho más radical de todos estos sectores como el ingreso a la zona sur no indígena y al propio palacio de gobierno aún a un costo humano muy alto. De algún modo, la clase política buscó la salida política menos dramática para los sectores dominantes.

Aproximadamente a las 9:40 de la noche de ese viernes, se leyó oficialmente en el parlamento la carta de renuncia del presidente. En ella, Sánchez de Lozada vuelve acusar a las organizaciones sociales de ser parte de "la desintegración nacional, (de) el autoritarismo corporativista y sindical y (de) la violencia fratricida" (Mensaje al H. Congreso Nacional, 17 de octubre de 2003). Sánchez de Lozada se mostró como un hombre soberbio hasta el final. En la votación, los parlamentarios aceptaron la renuncia de Sánchez de Lozada por un margen de 97 votos a favor de la renuncia y 30 votos en contra. Ante la oficialización de la renuncia del presidente, la ciudad de El Alto y parte de la hoyada estallaron en júbilo. En todas partes se escuchaba el reventón de petardos y dinamitas hasta la media noche. Mucha gente se concentró en los alrededores de las plazas, calles y avenidas para gritar: "¡Goni cayó!". Esta había sido una lucha social conjunta de distintos sectores, pero fundamentalmente de los indígenas urbanos y rurales y sectores populares. En este sentido, la renuncia de Sánchez de Lozada era un logro de las acciones colectivas de los alteños y comunidades indígenas. Mucha gente expresaba su alegría y sostenía que la decidida acción colectiva de las movilizaciones sociales "ha valido la pena". En este sentido, se demostró que no hay gobierno que valga si no respeta a las poblaciones indígenas-populares en Bolivia. Por ello, el día domingo 19, al momento de la partida, distintos sectores se abrazaban y despedían en la ceja de El Alto. Todos señalaban que volverían a La Paz cuando sus demandas intentaran ser burladas. Entre ellos estaban los mineros y los indígenas de las áreas rurales e indígenas urbanos o alteños. Había una autoidentificación de cada uno de ellos como parte de una misma realidad.

Después de media hora aproximadamente de iniciada la sesión del congreso, se posesionó al vicepresidente Carlos Mesa Gisbert como presidente constitucional de la república. El nuevo presidente hizo conocer, primero, que se haría un referéndum vinculante para decidir la exportación o no de gas, se daría atención primordial a la mayoría marginada, se haría una asamblea constituyente y se revisaría la ley de hidrocarburos. A la misma hora, se informó que, desde Santa Cruz, Sánchez de Lozada salía en un vuelo del Lloyd Aéreo Boliviano rumbo a Miami, Estados Unidos, acompañado de Carlos Sánchez Berzaín (ex ministro de Defensa), Yerko Kukoc (ex ministro de la presidencia) y Javier Tórrez Goitia (ex ministro de salud).

El discurso emitido en el congreso nacional por Carlos Mesa, sin embargo, no se refirió a la vigencia del modelo de libre mercado y el decreto 21060 que fueron los que profundizaron la pobreza urbana y rural en Bolivia. Del discurso presidencial se desprende que el modelo de libre mercado podía ser reformado, pero no cambiado. Asimismo, es importante hacer notar que la clase política denominada corrupta no cayó junto a Sánchez de Lozada, sino sobrevivió al levantamiento indígena-popular. También es importante hacer notar que, ante la falta de claridad en la nueva situación política sobre qué pasaría con las leyes de seguridad ciudadana, ley de hidrocarburos, el 21060, la ley de capitalización, la tenencia de la tierra, y una profunda reforma política y social de la constitución política del estado, las fuerzas sociales indígenas-populares centraron su atenta mirada en el nuevo gobierno. A estas alturas, está claro que si no se implementa medidas estructurales y coyunturales en favor de las poblaciones indígenas y populares, en el tiempo se podría nuevamente poner en acción un tramado de estrategias de acción social y sentidos de pertenencia identitaria indígena-popular urbana y rural como fuerzas alternas a las sociedades dominantes en Bolivia.

 

A manera de conclusión

La ciudad de El Alto es una ciudad indígena-popular aymara que ha sufrido una masacre nunca vistas en la historia de su joven existencia. Allí se hizo un uso indiscriminado de la fuerza militar para tratar de acallar e inmovilizar el levantamiento social de la ciudad. Este hecho se explica de algún modo por la construcción estatal y social de un racismo histórico contra esta población. Desde los espacios del poder, se imagina y se construye a la ciudad de El Alto como una Otra Ciudad, la ciudad de los indios. Hay relaciones de discriminación étnica muy fuertes que, incluso entre las mismas poblaciones dominadas, se percibe como legitimas. Esto se nota en la vida social cotidiana cuando se escucha decir en las radios emisoras que: "El Alto es una ciudad sucia y desordenada". También se lo observa en los minibuses que transitan entre La Paz y El Alto. Cuando las señoras o caballeros "distinguidos" toman estas movilidades suelen usar en casos extremos perfumes desodorantes tratando de hacer desaparecer el olor y posiblemente el color del resto de pasajeros que ocupa el minibús. En otros casos, se observa gestos nada amables cuando uno lleva un pequeño bulto y peor si está sucio. Hay una construcción social y cultural de fronteras étnicas históricas que se manifiesta como hábitus. Es lo que Bourdieu llama la distinción (Bourdieu 1991). En una oportunidad, una mujer aymara que trabajaba como empleada doméstica en la zona sur me comentó que "los caballeros y los evangelistas, después de dar la mano para despedirse, a media cuadra saben lavarse con alcohol". Es decir, hay una construcción racial de las relaciones sociales entre los indios y algunos sectores blanco-mestizos que, de tiempo en tiempo, se manifiesta en una violencia simbólica y física.

La masacre estatal-gubernamental de la ciudad de El Alto, el 12 de octubre de 2003, a 471 años de la llegada de los Pizarras y Almagros, es un acto político y militar de esta construcción racista del poder en Bolivia. Sánchez de Lozada, con una educación norteamericana, tiene una construcción racial de las relaciones de poder político y social. Y sobre esa base actuó sin medir consecuencias en contra de las poblaciones y pueblos indígenas, igual que los social-darwinistas del siglo pasado, entre ellos Nicómedes Antelo, que exigían a los gobernantes el exterminio de la raza indígena. La masacre del 12 de octubre de algún modo fue parte de estos mecanismos de violencia estatal anti indígena o india y parte directa de los deseos de exterminio de los indígenas. Sin embargo, los indios fueron capaces de construir una nueva ciudad y, desde ese espacio, reconstruir sentidos de identidad indígena-popular con control de su espacios territorial o barrial. Así, en estas relaciones, chocaron dos lógicas contrapuestas: la una dominante y la otra dominada. Desde las sociedades indígenas-populares, se tejió formas sociales y culturales de autoafirmación propia respecto a los grupos de poder blanco-mestizo, como mecanismo de autodefensa colectiva ante los permanentes actos de agresión estatal-gubernamental y estatal-municipal.

Se puede entonces concluir haciendo énfasis en dos hechos importantes. Por una parte, hay una construcción identitaria indígena de la ciudad y, por otro, un desdoblamiento de esa identidad en tejidos sociales y manifestación de las acciones colectivas de protesta y el levantamiento social. Estos dos hechos tienen importancia sociológica y antropológica porque constituyen una manera de establecer la vida social urbana con características propias de las sociedades indígenas del mundo andino. Esto porque la ciudad de El Alto es un espacio-territorio en el que se realiza una gran cantidad de actos rituales indígenas en lugares como Waraq'uni Achachila o Apacheta, Alto Lima, Corazón de Jesús y en casas particulares como parte de los tejidos religiosos andinos que estructuran sentidos de vida sociales y sagrados. Ello se complementa con relaciones de parentesco bastante fuertes, tejidos de barrio a barrio y distrito en distrito. Las familias establecen la vida social cotidiana a través de estas relaciones de parentesco, lo que, de un modo u otro, les da una cierta seguridad en espacios muchas veces inseguros como son los barrios marginales de esta ciudad. Además, los alteños hablan en sus casas la lengua aymara combinada con el castellano. Asimismo, hay asociaciones barriales y equipos de fútbol en los que se amplía y consolida las relaciones sociales y comerciales. En resumen, hay un complejo tramado de sentidos de pertenencia urbana indígena que está relacionado con la memoria de las comunidades y ayllus de donde procede la mayoría de los alteños. Por otra parte, hay una especie de organización imaginaria dual del espacio urbano entre los del norte y los del sur de la ciudad, que de algún modo hace referencia al manejo de los espacios-territoriales del mundo andino: alasaya (arriba) y masaya (abajo). En estas relaciones, se configura sentidos de competencia entre los del norte y los del sur, especialmente cuando hay manifestaciones sociales de protesta para confluir todos hacia la Ceja de El Alto.

Cada uno de estos mecanismos de construcción social de la vida urbana, se constituye como un referente de la capacidad de movilización y de acciones colectivas contundentes co.mo hemos podido observar y en las que hemos podido participar durante una semana y dos días. Son fuerzas que se sostienen en este conjunto de hechos y elementos constitutivos de identidad territorial urbana. Cuando hay una agresión violenta de parte del estado o algún grupo de poder, como ocurrió durante las últimas semanas, se recurre inmediatamente a este conjunto de tramados sociales y culturales. Por eso es un espacio-territorio urbano complejo e interesante. El levantamiento social de la ciudad de El Alto se basó en este conjunto de tejidos culturales, por eso tuvo la fuerza para paralizar una ciudad e incidir en el resto del país.

Desde estos mecanismos de acción colectiva, también se ha expresado un malestar generalizado ante el conjunto de hechos en los espacios del poder públicos como los descarados cuoteas en el congreso para el nombramiento del Defensor del Pueblo, las masacres o genocidios estatales permanentes y una corrupción sistemática en el sistema político.

Las movilizaciones sociales de la ciudad de El Alto de esta manera se convirtieron en baluarte para la defensa e industrialización y la no venta del gas como materia prima a Estados Unidos y México. Esto es parte de una activa defensa de la soberanía indígena-popular, pese al grado de dominación étnica histórica que sufre. También se ha mostrado que tiene la capacidad de tumbar un gobierno. En resumen, tiene fuerzas internas estratégicas con capacidad de movilización social. Es un espacio urbano indígena con una constitución propia, pese a que tiene archipiélagos urbanos no indígenas-populares como ciudad Satélite y parte de Villa Adela. Eso forma parte de un espacio-territorio complejo, dinámico.

Los nevados del Illimani, Mururata y Huayna Potosí son los apus mayores o sagrados de la región a la que los habitantes alteños piden clemencia y fuerza para vivir una vida digna, colectiva y humana. Esto se evidenció de algún modo cuando los alteños recibieron la visita, el día sábado 18 de octubre, en la avenida 6 de marzo, del nuevo presidente de la república, Carlos Mesa, sin hacer referencia a la diferencia étnica y social. Sin embargo, de mantenerse las abismales diferencias económicas entre el mundo indígena-popular y blanco-mestizo, podría nuevamente producirse una violenta ruptura entre el estado y la sociedad indígena y configurarse procesos revolucionarios de mayor alcance político y social.

 

Domingo 19 de octubre de 2003

 

NOTAS

* Pablo Mamani es de formación sociólogo y postulante a magíster en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, sede Ecuador.

* * Senkata está en la zona sur, distrito 2, de la ciudad de El Alto. En esa zona está ubicada la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), de donde se provee combustible tanto a la ciudad de El Alto como a La Paz.

 

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La Razón, "La toma militar deja la jornada más sangrienta para los alteños", lunes l3 de octubre de. 2003
"La toma militar de El Alto deja al menos 26 muertos", lunes 13 de octubre de 2003.

El Diario, "El clamor popular se impuso. Sánchez de Lozada renuncio2, sábado 18 de octubre de 2003.

"Tres muertos y 14 heridos fueron saldo de represión en Patacamaya", lunes 16 de octubre de 2003.

"En una nueva jornada de marchas, protestas y enfrentamientos. La violencia dejó 26 muertos y más de 60 heridos en El Alto y La Paz", martes 14 de octubre de 2003.

"Luto y dolor por la defensa del gas. Ocho muertos y 42 heridos en Ventilla desde la convulsión" , sábado 11 de octubre de 2003.

La Prensa, "Hasta Calacoto", sección Domingo, No. 242, domingo 12 de octubre de 2003. "El Alto fue campo de guerra", domingo 12 de octubre de 2003.

El Alteño,"Otro paro cívico contundente. Ciudad infranqueable, ciudadanos heridos y enfrentamientos", jueves 9 de octubre de 2003.

"En el cerro Ventilla. Dos jóvenes heridos de bala en la represión militar", jueves 9 de octubre de 2003.

"Dos muertos. El Alto se desangra", domingo 12 de octubre de 2003.

"El Alto se tiñe de rojo, más de 10 muertos", martes 14 de octubre de 2003.

 

 

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