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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.25 La Paz  2004

 

ARTICULO

 

La querella por el excedente

 

 

Álvaro García Linera

 

 


En términos económicos, se puede definir el concepto de excedente como aquella parte de la riqueza de un país que sobra, después de haber descontado lo necesario para reproducir la actividad económica en condiciones similares a las anteriores. Si se prefiere, el excedente es la ganancia social de que dispone una economía, un Estado o una empresa una vez descontado lo que se requiere para pagar los costos de producción.

En general, toda sociedad, en toda época y en todo lugar, siempre tiene un excedente económico, y la organización política, económica y cultural de un país es, en parte, la forma en que la sociedad define, a través de luchas sociales, el modo en que ese excedente habrá de ser distribuido, utilizado, consumido, guardado, entendido o significado por alguna o todos los grupos de la sociedad.

Antiguamente, en sociedades campesinas, el excedente tomaba la forma de tributo hacia el Estado o de reservas para épocas de malas cosechas o de "gasto dispendioso en fiestas, ofrendas y celebraciones a los dioses, los muertos, etc. Allá donde todavía hay una fuerte presencia de sociedades campesinas parcialmente vinculadas al mercado y con producción de autoconsumo, como en Bolivia, por lo general una parte del excedente es comercializada en condiciones de desigualdad y explotación con el mundo urbano para obtener los medios de cambio a fin de acceder a mercancías industriales, en tanto que la otra sirve para reserva en época de malas cosechas y para el gasto redistributivo y dispendioso. A esto último es a lo que Bataille ha llamado el "gasto heroico", pues se trata de convertir la riqueza material acumulada en gasto festivo de la sociedad.

En sociedades modernas industriales, el uso del excedente por lo general es distinto: a) en unos casos es reinvertido en la propia producción, dando lugar a la producción ampliada, lo que define la acumulación capitalista propiamente dicha que permite mantener en pie la lógica de reproducción ampliada del capitalismo contemporáneo. En este caso, la riqueza excedentaria deviene en inversión para la obtención de mayor riqueza, para la producción de más riqueza económica, en una espiral sin fin. A eso se le llama "gasto productivo", esto es, inversión de las ganancias en la propia producción y es la lógica de la auto-valorización del capital. b) Pero también en el capitalismo se puede dar, y de hecho se da, el gasto dispendioso, festivo o ritual de la riqueza; sin embargo, a esto, la economía capitalista le llamará "gasto improductivo" y, por lo general, es criticado como una utilización suntuaria del excedente. La ampliación de este "gasto improductivo", bajo la forma de alza de la remuneración salarial, o servicios sociales, etc., es parte de la constante lucha de los sectores asalariados de las naciones y, en los hechos, es esta lucha la que permite constantemente ampliar el concepto de lo "históricamente necesario" para la reproducción de la fuerza de trabajo o medida histórico-moral de la fuerza de trabajo.

Con el tiempo, el aumento creciente del consumo en la sociedad moderna ha devenido en parte de las condiciones básicas de reproducción, incorporándose en los gastos de reproducción productiva y general de la sociedad, en tanto que otra parte de ese consumo, especialmente de clases medias y altas, se mantiene como "gasto improductivo". Económicamente, ello no rinde ganancias a quien lo gasta, aunque sí a quien vende, sin embargo, en términos simbólicos, este gasto, el gasto simbólico, contribuirá a una jerarquización cultural de los estilos de vida de los que gastan "improductivamente".

Para su desarrollo, la lógica capitalista exige que la mayor parte de la riqueza social sea reinvertida en la producción a fin de ampliar el proceso de generación de ganancia, dando lugar al objetivo de producir para producir, ganar para ganar, que es la lógica propiamente empresarial y capitalista.

Hay otra parte del excedente moderno que es necesario destinar al Estado, para cubrir sueldos de funcionarios, maestros y, en particular, para sostener los mecanismos de coerción (tribunales, policías y militares). Este puede ser considerado un "gasto improductivo" pero necesario en la medida en que se trata de financiar los medios de garantía del "orden social", fundado en la propiedad y la concentración de las decisiones en pocas manos. Con todo, es creciente la exigencia empresarial de que este gasto estatal se reduzca cada vez más y que varias funciones estatales guíen su actividad en función de criterios de rentabilidad, venta de servicios y generación de excedente. Los ejércitos y la industria bélica de las grandes potencias tienden a funcionar cada vez más bajo estos parámetros de valorización empresarial.

Esta importancia que tiene el excedente en la continuación de la economía y en la propia dinámica de la organización de la sociedad lo convierte en el punto nodal de la atención, lucha y estrategias de los grupos sociales, de los bloques de poder, de las clases sociales y de las burocracias. Por ello, Bataille llamó a este excedente "la parte maldita", ya que la sociedad entera gira sus expectativas, sus proyectos y sus posibilidades precisamente en la disputa del control, parcial o total, de ese excedente. En términos estrictos del orden social de un país, el Estado puede ser entendido como una manera específica de captación, internalización (esto es, retención interna) o conversión del excedente de la economía. Si se prefiere, el Estado y el sistema político es una especifica manera institucional de disputar, pelear, retener o exportar, usar o guardar el excedente de una sociedad. De ahí que se puede decir que una sociedad es su excedente más la manera de utilizarlo.

Ahora bien, dado que el excedente es el núcleo en tomo al cual la sociedad organiza sus fuerzas, sus posibilidades, sus luchas, sus potencialidades y dado que se conforma un orden social y estatal precisamente para gestionar y utilizar de determinada manera ese excedente, es en tomo al control o uso del excedente que las sociedades, los países y las naciones consolidan su vida estable o se ven envueltas en luchas internas y externas para controlarlo. De ahí que las construcciones estatales y nacionales exitosas, estables y duraderas son precisamente aquellas que han obtenido un óptimo, un equilibrio entre generación de excedente, de riqueza, y acumulación productiva y festiva de la misma, pues es el uso "productivo", "improductivo" y festivo de la riqueza socialmente consensuado permite unir a una sociedad en torno a objetivos comunes, a creencias compartidas y expectativas similares.

Una buena producción y uso del excedente social permite pacificar a las sociedades, unir criterios y satisfacer necesidades distintas en torno a valores y metas comunes. De ahí que se diga que la clave para la formación de una nación estable y sólida es obligatoriamente la disposición de un excedente exitosamente repartido, en funciones "productivas" e "improductivas" entre todos sus miembros. De alguna manera, las clases dominantes consolidan su dominación con beneplácito de las clases dominadas cuando logran disponer de un excedente que articula criterios y satisfacciones diversas. O, en otros casos, las revoluciones se dan precisamente para controlar el excedente y el éxito de la revolución o reforma social dependerá a la vez de la manera de haber producido y redistribuido el uso y consumo del excedente. Ninguna revolución o reforma de envergadura en los países triunfa sobre la escasez y, por ello, la disputa por el excedente es también parte de la estrategia de transformación social de las fuerzas y clases oprimidas.

 

El excedente en Bolivia

El territorio boliviano, a lo largo de su historia ha tenido al menos 3 grandes épocas o ciclos sistémicos de generación, de producción de excedente, pero sin lograr retenerlo para construir una estabilidad social o, en términos de Zavaleta, óptimo estatal. En la época de la Colonia, se dio el primer gran ciclo de producción de un gigantesco excedente, de una gigantesca riqueza, pero sin capacidad de ser retenida, esto es utilizada internamente, lo que dio lugar al colonialismo. Haciendo una ecuación, se puede decir que una elevada generación de excedente junto a una reducida retención o utilización interna dio lugar al Estado colonial. Hay colonialismo cuando la riqueza de una región sirve para alimentar la bonanza y disfrute de otra región. Y eso es precisamente lo que sucedió en el territorio boliviano con la plata de Potosí y el tributo indígena durante toda la Colonia. El capitalismo, en su inicial medida geopolítica europea, se sostuvo básicamente sobre el trabajo de los indios y la extemalización del excedente económico de las colonias.

En la republica, se dio un segundo ciclo de generación de excedente en tomo a la goma, caucho quina y minería del estaño, pero, de igual manera, la retención, el uso y control interno de esa riqueza por la sociedad fue casi nulo, por lo que tuvimos un Estado raquítico, subordinado a los empresarios mineros, el llamado "super-estado minero". Esta incapacidad de retención del excedente fue la base material de la formación de un estado censitario que excluía a los indígenas, el Estado oligárquico, que careció, por convicción y limitación estructural, de capacidad material para formar una identidad nacional pues no había un disfrute compartido del bien común que tenía la sociedad. Con la revolución de 1952 se intentó formar un Estado nacional (el llamado ''nacionalismo de Estado"), pero el débil excedente disponible entonces, pues la minería ya empezaba su lenta caída, limitó y mutiló la construcción de una sola nacionalidad mestiza, dando lugar a un tipo de Estado externamente subordinado a países extranjeros e internamente reproductor de la colonial segregación cultural de los pueblos y regiones indígenas.

La actual época liberal o neoliberal que predomina en Bolivia desde los últimos 18 años se caracteriza precisamente por una reactualización de las relaciones de subordinación colonial y manejo irresponsable del excedente económico. En términos sintéticos, se puede caracterizar al llamado "neoliberalismo" como un régimen que: a) Ha provocado una extranjerización del control del excedente. Las privatizaciones y la capitalización lo que han hecho es que alrededor del 35% del PIB (producto interno bruto nacional) esté ahora en manos de empresarios extranjeros, desplazando al Estado, y a los propios empresarios locales, como propietarios de la mayor cantidad de riqueza que existe en el país. Hoy en día, cerca de 50 empresas extranjeras controlan 40 de cada 100 dólares que se producen en Bolivia, lo que ya limita la capacidad de autodeterminación y soberanía del Estado. Pero además: b) El neoliberalismo está promoviendo una descomunal cxternalización del excedente, esto es, que las ganancias que produce la sociedad por venta de gas, petróleo, servicios, materias primas, cte., estén siendo exportadas a países extranjeros con lo que Bolivia se está descapitalizando de una manera rápida y catastrófica. En los últimos 5 años, las empresas extranjeras han declarado haber sacado del país cerca de 1700 millones de dólares como ganancias empresariales (remesas al exterior). A esto es a lo que se denomina una abierta externalización del excedente. De ese modo, Bolivia no sólo exporta soya, gas y minerales, sino, y sobre todo, capital que pertenece a extranjeros.

Es esta extemalización de la riqueza la que ayuda a entender la ausencia de fuentes de trabajo, el cierre de empresas, la falta de circulante y, ante todo, el debilitamiento del Estado frente a empresas que hoy por hoy tienen más ingresos y poder que el propio gobierno. En ese sentido, el neoliberalismo es una forma remozada de colonialismo globalizado que destruye la soberanía de los países y, lo peor, los condena a la pobreza y el estancamiento económico.

Hoy, por cada llamada que se hace por celular, por cada vaso de agua, por cada litro de gasolina, por cada préstamo bancario, por cada trago de cerveza, se está pagando servicios cuyo centro de captación se halla fuera del país, con lo que Bolivia no sólo se descapitaliza por la venta de materias primas en propiedad de inversionistas extranjeros, sino también por el consumo de servicios a empresas cuyo casa matriz se halla en el exterior.

Ahora, esta externalización del excedente promovido por el neoliberalismo está a punto de entrar a una nueva etapa al intentar disponer de la Tercera, y quizá última, más grande riqueza con la que cuenta el país en décadas: el gas. La riqueza del gas que está en las entrañas de la tierra es, junto con el estaño y la plata, una de las tres grandes riquezas, de los tres grandes excedentes con que ha contado el país en 500 años; y resulta que ahora, como sucedió con la plata y el estaño, este tercer gran recurso económico está también a punto de ser convertido en fuente de enriquecimiento extranjero y fuente de empobrecimiento nacional. Se calcula que actualmente tenemos cerca de 55 trillones de pies cúbicos de gas, faltando aún mucho territorio por explorar y descubrir nuevos reservorios de gas. En términos de dinero, tomando en cuenta el precio de venta del gas a Brasil, eso significa unos 60.000 millones de dólares, que es casi diez veces todo lo que país produce en un año. Si a eso le sumamos el precio de los líquidos que vienen con el gas, fácilmente estamos hablando de 80 a 100.000 millones de dólares potenciales como posible excedente económico, bajo la forma de renta gasífera. Eso es muchísimo dinero que permitiría asegurar el destino del país, de su economía, de su salud, de su educación, de su progreso durante décadas.

Sin embargo, lamentablemente, esa riqueza potencial, por ahora, ni técnica ni jurídicamente pertenece a los bolivianos. Es de propiedad, jurídica y de hecho, de las empresas extranjeras y, con los proyectos de exportación de LNG a Estados Unidos, de momento cerrados, o a México, Argentina o Chile, por las características de la propiedad y la estructura empresarial de quienes poseen la capacidad de acceder a esa materia prima, la mayor parte del excedente más importante del país en las últimas décadas, quedará en manos de empresarios extranjeros, consolidándose la tercera gran pérdida colonial del excedente económico del país y la consagración de nuevas relaciones de subordinación y sometimiento nacional.

De completarse este proyecto de extranjerización del excedente gasífero, Bolivia habrá perdido posiblemente la última oportunidad de su historia de lograr un desarrollo propio, basado en sus riquezas, y una consolidación social que, en sus 178 años de su historia, no ha podido lograr. Está claro entonces que la demanda de la sociedad al Estado de control, de propiedad y soberanía, de ese recurso, no es un problema sólo de antiimperialismo o de enfrentamiento contra intereses extranjeros. Es un problema histórico de viabilidad de la nación, de la continuidad de la sociedad y del país. No hay sociedad estable ni viable a largo plazo sin excedente económico retenido internamente. Y nuestro excedente económico para los siguientes 50 años sin duda será el gas. Dependiendo que se haga con él, qué utilidad se le dé, quién controle su uso y como será distribuido, tanto "productivamente" como "improductivamente", internamente como externamente, se definirá su cohesión interna y su destino. De ahí que en tomo a la recuperación del control de la producción, uso y propiedad del gas por parte del Estado, y ante todo de la sociedad, los bolivianos nos estamos jugando nuestra posibilidad de existir como sociedad con futuro propio durante los próximos 50 años.

 

 

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