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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.24 La Paz  2003

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La fiesta del Gran Poder: el escenario de construcción de identidades urbanas en la ciudad de La Paz, Bolivia

 

 

Germán Guaygua Ch.

 

 


 

 

 

¿Cómo conocer la cultura urbana aymara, desde la celebrada épica de la fragmentación, prácticas sociales que aunque se resisten a toda categorización niveladora revelan todavía una especificidad y un vigor que las reúne y diferencia en el espacio urbano paceño?

Estos procesos culturales dan lugar a mecanismos de fragmentación-concentración en el campo cul­tural, articulando un bombardeo visual de imágenes globalizantes, con aquellas instancias locales en las que se reconstruyen memorias colectivas e identidades sociales.

Esto da como resultado un sinnúmero de cambios sociales y culturales, cuyos signos más visibles se expresan en la aparición continua de expresiones sociales y culturales, que hacen de la ciudad de La Paz espacios-escenarios en los que el entrecruzamiento de producciones socioestéticas diversas registra nue­vos consumos y nuevos posicionamientos, identidades sociales y diversidad cultural, articulación entre lo tradicional y lo moderno, representaciones y apropiaciones simbólicas, usos sociales y prácticas esté­ticas diferenciadas.

A esa luz, pensar la diferencia en la ciudad de La Paz ha dejado de significar la búsqueda de aquella autenticidad en que se conserva una forma de ser en su pureza original, para convertirse en la indagación del modo cómo se apropia de la modernidad la nueva generación de aymaras.

No todo se disuelve de igual manera en la polifonia de significados. Los aymaras viven su cultura urbana a pesar de las discriminaciones que tiene lo aymara. Estos códigos culturales (acumulación de experiencias, saberes incorporados) que se reproducen y transforman en prácticas urbanas, que se poten­cian y desarrollan de modo nuevo frente a la necesidad de sobrevivir en condiciones de exclusión social y cultural terminan imponiéndose a pesar de las agresivas olas de la globalización.

La Fiesta del Gran Poder es el escenario donde se expresan tanto los procesos de modernización y de globalización como los de reinvindicación étnica, actúa como el «lugar» donde se viabiliza una sumatoria de identidades en la que intervienen los relatos y las representaciones de los sujetos sociales. Desde diferentes miradas, diferentes varias ciudades aparecen en el imaginario social y dan cuenta de una estética urbana, síntesis de esta «mixturación» de prácticas y representaciones.

La dimensión cultural en esta densidad urbana es la de una «porosidad intercultural», cuyo rasgo más distintivo es la resolución de cruces multiculturales diversos como locales-global, público-privados, tra- dicionales-modernos, etc., en la coexistencia de múltiples producciones que mixturan estos pares dicotómicos.

La festividad del Gran Poder constituye un espacio de osmosis entre unas largas memorias de vida y relato, y unos dispositivos de narración nuevos, de identificación, diferenciación social y cultural, es decir, tiene repercusiones en la conformación de la identidad recurriendo a diversas estrategias tanto de reproducción como de subversión que van estableciendo estos sectores aymaras.

Podríamos pensar que, a través de la fiesta, se intenta transformar la percepción de esta realidad, mediante la búsqueda de nuevos marcos de referencia que les permitan identificarse como aymaras en la ciudad de La Paz, de modo de ir superando los procesos de subaltemización, de segregación, de marginación, de desprecio que proviene de las elites dominantes.

A partir de los diversos posicionamientos sociales que establecen los aymaras urbanos se construyen sistemas clasificatorios que marcarán las fronteras de cada sector, las que no quedarán fijadas, sino que serán manipuladas según los intereses de este grupo social en momentos determinados. Es importante analizar la complejidad que va adquiriendo la noción de identidad, de la que se podrá hablar como de un «juego de reconocimientos» en dos direcciones: la auto-atribución y la alter-atribución de identidad. A través del análisis de la fiesta del Gran Poder y, concretamente, a través de dos fraternidades de morenadas, «Los Verdaderos Intocables» y «Los Fanáticos del Folklore en Gran Poder», percibimos una identidad cambiante, en ciertos aspectos contradictoria y en permanente construcción y reconstitución.

1. Los señores del Gran Poder

La zona de Gran Poder es, en más de un sentido, la clara expresión de las diversas facetas sociales y culturales que tiene la ciudad de La Paz, además de que constituye una muestra ilustrativa del conjunto de problemáticas que caracterizan a la sociedad boliviana. Independientemente de las diferencias socio- culturales, esta zona resume, a su modo, el complicado y novedoso paisaje social de la ciudad de La Paz.

Uno de los rasgos relevantes de este paisaje socio-cultural de la zona de Gran Poder es la fragmen­tación socio-cultural, que se expresa en la presencia de galerías suntuosas donde se venden electrodo­mésticos de tecnología de punta y se va conformando una próspera elite socio-cultural denominada por Toranzo «burguesía chola», pasando por la actividad del comercio artesanal (bordadores, carpinteros, zapateros) o el mercado campesino (donde la venta de frutas, coca, en los «tambos», caracteriza a la zona) hasta la presencia del denominado «Barrio Chino» donde generalmente se encuentra desde lentes hasta televisores de segunda mano y bienes robados.

La fiesta de Gran Poder es considerada como uno de los principales impulsores para que la zona tenga prestigio no sólo comercial sino también folklórico y de gran atractivo turístico.

Con varios meses de anticipación, la zona de Gran Poder se moviliza con intensidad porque se acerca la fecha de su fiesta patronal, conocida nacional e inclusive internacionalmente como la «Fiesta del Señor Jesús del Gran Poder». Esta es una manifestación socio-religiosa que reúne a una gran parte de la zona del Gran Poder (barrio aymara) ya sea participando como bailarines, espectadores o como vendedo­res de diferentes productos. Es la fiesta patronal más grande de la ciudad y donde se van entretejiendo diversas manifestaciones sociales, culturales y religiosas.

El centro del culto es el Señor Jesús del Gran Poder, una devoción que se difundió en La Paz sólo en el presente siglo. A comienzos de la década de los setenta del pasado siglo, adquirió bastante notoriedad, transformándose de una fiesta eminentemente barrial en la fiesta de la ciudad de La Paz. En realidad, en esta ciudad se estableció dicho culto en dos templos cercanos del barrio de Chijini, el Gran Poder «Anti­guo» y el Gran Poder «Nuevo», entre los que hay cierta rivalidad, aunque en la actualidad haya una sola gran procesión.

Cambios sociales y culturales están ocurriendo en torno al culto al Señor del Gran Poder, tanto.en sus aspectos más religiosos (concurrencia masiva en las promesas, milagros, fiesta anual, etc.), similares a los de todas las grandes festividades religiosas populares de Bolivia, como en sus aspectos sociales, comerciales, festivos, políticos y folklóricos. Especial relieve tiene la creciente importancia de la danza de la «morenada» en la festividad, en la que participan numerosos sectores sociales tanto de la zona como de la ciudad de La Paz.

Existen danzas donde bailan determinados estratos sociales. El bailar «distingue» y marca límites bien precisos en los distintos estratos, además, posibilita la construcción y operación cotidiana de catego­rías como lo prohibido/lo permitido, lo cómodo/lo incómodo, lo informal/lo serio, lo divertido/lo aburri­do, lo amplio/lo estrecho, en fin, el «buen gusto» claramente separado del «mal gusto».

Bailar en una morenada de cierto prestigio es bastante diferente (y diferenciador) a bailar en los waka wakas o en la diablada, sin embargo, la fiesta no sólo distingue sino también identifica. Esto se realiza en dos niveles: horizontalmente, en el interior de un grupo «distinguido» (la morenada); verticalmente, en torno a significantes comunes y en diferentes escalas (la zona, el barrio).

Bailar en la morenada es reconocido socialmente, por lo tanto es la danza donde mucha gente parti­cipa, implica todo un despliegue no sólo económico sino simbólico que posibilita mejorar los vínculos y reforzar o establecer redes sociales; puerta de entrada a un universo social donde se aspira a ser recono­cido socialmente y generacionalmente.

Por ello, en la Fiesta del Gran Poder lo que más se busca a nivel cultural es demostrar el «poder» no sólo económico sino simbólico y el ámbito más propicio es la morenada, danza que en la actualidad tiene la categoría de «pesada», no sólo por las características de la danza sino por el fuerte gasto económico que supone y el prestigio social que implica.

En el Gran Poder, las fraternidades son grupos de personas que se aglutinan para interpretar determi­nada danza a partir de relaciones sociales. La relación económica, gremial e institucional, por ejemplo, ha permitido la creación y sostenibilidad de varias morenadas. En la «Eloy Salmón» bailan los maquineros y recientemente sus hijos, que se han dedicado al floreciente negucio de la venta de computadoras; en la Señor de Mayo, los propietarios y conductores del transporte pesado a larga distancia; o la Unión Comer­cial, los cocanis y los cafetaleros.

Otros folkloristas bailan morenada en comparsas que reciben a sus fraternos por la procedencia de éstos, la relación consanguínea o de parentesco o por la actividad gremial. La morenada Catedráticos Residentes de Achacachi o la Plana Mayor Residentes de Achacachi, obviamente, tiene como fraternos a quienes nacieron en la provincia Omasuyos del departamento de La Paz o a los hijos o amigos de éstos. Otro ejemplo, en los Siempre Vacunos bailan los matarifes y carniceros y en la Amaba, los bordadores de la calle Los Andes.

En estas fraternidades, la recomposición social es interna, a partir del «ascenso social» y la consoli­dación de residencia en la ciudad por aymaras que migraron hace bastante tiempo y que fueron consoli­dando determinadas agrupaciones o fraternidades.

Una de ellas es la fraternidad denominada morenada «Juventud Rebeldes». Esta fraternidad nació a mediados de la década del setenta con la danza de la kullawada que llevaba el sugestivo nombre «Kullawada Sensacional Rebeldes Extraños del Pelo Largo», de acuerdo a lo que se llamó la «nueva ola» en alusión clara a la moda de esa época: cabellos largos, pantalones de botapie ancho, etc. Entre sus fundadores se encuentran Freddy Villarreal, Max Poma, Mario Callisaya.

Esta agrupación de kullawas tuvo mucha aceptación en el público juvenil aymara de la ciudad de La Paz de esa época, causando sensación en la juventud. Llegó a ser una de las fraternidades con más integrantes pero, con el tiempo, la danza de la kullawada pasó de moda y sus integrantes empezaron a experimentar los inminentes cambios generacionales. También cambiaron los gustos y habitus socio- culturales, lo que originó que se inclinaran por otra danza de mayor prestigio, la «morenada». Así, a comienzos de la década de los noventa, surge la morenada «Juventud Verdaderos Rebeldes del Gran Poder». Esta morenada causó mucha sensación en la Entrada, siendo inclusive ganadora de la Entrada del año 1997. En la actualidad, con pelo corto y luciendo una nueva postura emergen como nuevos actores en la festividad del Gran Poder.

Albó (1986) señala que el conflicto y el divisionismo son inherentes a la fiesta y reemergen en una u otra forma cada año cuando se acerca la fecha. Ellos afectan la unidad misma de algunos grupos y también la competencia entre grupos. Así surgen nuevos grupos que se añaden epítetos como «tradicio­nal», «los verdaderos», «auténticos», «genuinos», la «deslumbrante extraordinaria», la «sensacional fa­bulosa».

Este cambio generacional coincidió con la consolidación del ascenso social y económico de aquellos jóvenes de la década de los setenta, que se demostró en el fortalecimiento de la fraternidad. La nueva posición social demandaba ya no la juvenil kullawada sino el peso de la morenada, que se ajustaba también a los nuevos gustos, modas.

Sin embargo, a mediados de la década de los noventa, dentro de la fraternidad hubo muchos proble­mas en el manejo económico y en el interés de figurar en la junta de «pasantes», lo que originó la división de la fraternidad. Unos se quedaron con Los Rebeldes y los disidentes formaron la morenada «Verdade­ros Intocables en Gran Poder» y los «Fanáticos del Folklore», generando así una constante disputa por hegemonizar la fiesta, mediante un gran despliegue de coreografía, lujosos trajes, locales de recepción, las mejores bandas y orquestas, inclusive se invita a personas de clase media a conformar los denomina­dos «bloques».

2. Nacidos para triunfar: construcción de identidades urbanas aymaras

La modernidad se define por una particular percepción de la dinámica temporal cuyo patrón central es la instauración de la novedad. La sociedad moderna situará su modelo de desarrollo en la renovación permanente de la ruptura con el pasado, del quiebre con la tradición. Para legitimar este accionar deberá apelar a un tipo de relato que, a diferencia del mito, no sea retrospectivo sino proyectivo.

Justamente, el surgimiento de nuevas fraternidades es la expresión de sectores aymaras emergentes, que muchos cientistas sociales han denominado como «burguesía chola» o los «nuevos qamiris». Ellos tienen la posibilidad de reflejar los deseos de innovación de un grupo social emergente, la consolidación de una «nueva elite» que tiene sus aspiraciones y valoraciones, otras características, una forma muy particular de ejercicio del poder no sólo en el ámbito económico sino fundamentalmente en el simbólico, su forma de escenificación del prestigio, su propia estética y una manera de articular lo global y lo local redefiniendo la identidad aymara urbana.

Las morenadas «Fanáticos del Folklore en Gran Poder» y los «Verdaderos Intocables» son dos agru­paciones folklóricas que elaboran estrategias de diferenciación. La primera más identificada con un dis­curso de reivindicación de los valores culturales bolivianos y aymaras, con un fuerte discurso tradiciona- lista, mientras la segunda está más identificada con «imaginarios de Hollywood», símbolos de persona­jes de películas y serie norteamericanas, con una estética muy propia basada en referentes externos. Ambas agrupaciones son productoras de sentido, de diversas maneras o a través de distintas formas de escenificar sus distancias económicas, sociales, culturales y simbólicas.

La fiesta del Gran Poder constituye un escenario donde se va manifestando distintas formas de dis­tinción y estableciéndose jerarquías no sólo en el plano económico sino en el social, cultural y simbólico, caracterizándose por el constante ascenso social, económico y, como consecuencia de ello, la estratifica­ción y la permanente pugna entre distintas agrupaciones folklóricas.

La emergencia de nuevas fraternidades hace que se vayan perfilando nuevas expresiones con distin­tas perspectivas y distintas intencionalidades. Es así que surgen dos fraternidades emblemáticas que bailan morenada en la Fiesta Gran Poder: por un lado, está la «Nueva Elegancia en Gran Poder Los Verdaderos Intocables», fundada por Adolfo Tintaya, Edy Callejas, Sergio Calle y Saturnino Villanueva el 20 de octubre de 1995; por otro, la Fraternidad «Unión de Bordadores Señoriales Morenos y Achachis Los Fanáticos del Folklore en Gran Poder», fundada por el conocido bordador Francisco Mamani, en 1993.

Más allá de lo folklórico, analizaré los aspectos sociales, las formas de distinción que establecen estos grupos, sus formas de reproducción social y las estrategias que elaboran para consolidarse como el nuevo grupo social que comienza a ascender socialmente y a constituirse en la «nueva burguesía chola», con características generacionalmente distintas a las de la generación de la década de los setenta y ochen­ta, dándole nueva vitalidad y un polifacético sentido social.

3. La estética aymara urbana

Los Intocables es una fraternidad que se distingue por su forma de vestir, ya que ésta se parece a la sene norteamericana de los años 20, cuando Eliot Ness y los Intocables luchaban en contra de la mafia dedicada al contrabando de alcohol.

En el estandarte de la fraternidad, en la parte superior, está la figura de un Intocable, sombrero de ala ancha, con un perramus negro largo y una metralleta; en la parte inferior, va el nombre de la fraternidad, «La nueva elegancia en Gran Poder Los verdaderos Intocables»; en la parte izquierda, un moreno; al medio, está un Ford de los años 20 y, en el extremo derecho, una chola bailando morenada sobre un fondo naranja y blanco. Estos son los colores de la fraternidad, que le han valido el apelativo de la «Naranja Mecánica Aplanadora», en referencia a la célebre selección holandesa del mundial de 1974.

Al denominarse «La Nueva Elegancia en Gran Poder», esta fraternidad desestructuró los moldes folklóricos que prevalecían hasta ese momento, incursionó con otra estética, mucho más innovadora, que llegó a ser censurada en el Gran Poder por la vestimenta, o por el nombre «eres intocable, entonces no te puedo ni dar la mano».

La Asociación de Conjuntos Folklóricos del Gran Poder llegó a prohibir que participe en la entrada del año 1995, considerándola como una alteración de la tradición folklórica.

A partir de esta denominación, los Intocables fueron creciendo cada año, distinguiéndose en el ves­tuario, creando un nuevo estilo, una nueva estética que reivindicaba la posibilidad de bailar morenada con posturas, actitudes vinculadas a los Eliots Ness o Dick Tracy, actitud por demás provocativa. Esta actitud les costó discriminación de parte de los folkloristas, quienes censuraron este tipo de actitudes que alteraban las tradiciones del pueblo, pero ellos siguieron adelante.

Los Fanáticos, por el contrario, tienden a reivindicar los valores culturales, siguiendo con el discurso de su directorio, con fuerte énfasis en la cultura aymara, desde el nombre de su actual Junta de Pasantes, «Wiñayataki Kory Chuymas», pasando por el nombre de la empresa de bordados Alianza Internacional Qhantati.

Esto también se puede ver en la iconografía del estandarte de la fraternidad: en el extremo izquierdo está la whipala, en el derecho, la cruz andina y, en el medio, la figura del Illimani, lo que denota una fuerte vinculación con el discurso de reivindicación de los valores de la cultura aymara.

Otro aspecto a considerar son sus matracas. En el año 2000, utilizaron como símbolos de la matraca la cruz andina, en el medio, en un círculo negro, el mapa de Bolivia; al lado, un pututu de oro y, en la parte baja de la matraca, la inscripción «Cruz andina» símbolo y expresión de identidad cultural.

Las invitaciones para la recepción social de los Intocables ese año tenían características por demás sugerentes. La invitación tenía como color dominante el naranja y como logo central la figura de Eliot Ness con su ametralladora, en una dimensión de 90 cm. de largo y 45 cm. de ancho.

Aquí se muestra la noción de dimensión que para los Intocables es muy importante: cuanto más grande, más espectacular y llamativa. También se expresa la idea de innovar, de impactar, tratando de realizar invitaciones que nunca antes se habían realizado.

Los Fanáticos no se quedaron atrás. Con el mismo afán de distanciarse de prácticas consideradas como una «afrenta» a la cultura de nuestro país, mandaron a realizar la invitación para la recepción social en un vídeo VHS, que titulaba «Encuentro de verdadera hermandad», con logotipo, con los colores azul y amarillo y parte del historial de los Fanáticos en sus ocho años de trayectoria.

4. Los colores de la distinción: la vestimenta

Los trajes para bailar, en el caso de los varones, son muy llamativos. Ello está en función de los bloques, por ejemplo, el primer bloque está conformado por las «palomitas intocables», muchachas sol­teras que bailan en una edad promedio de 21 años, con mantas, pollera, sombrero, aretes y «topos», generalmente maquilladas, tienen como matracas unos automóviles de la década de los años 20 y des­pliegan mucho vigor al bailar. Luego está el bloque «los tortugas», jóvenes solteros que se diferencian del resto de la fraternidad por llevar perramos cafés, sombreros de ala ancha, temo y unas matracas en forma de tortugas; el bloque de las señoras luciérnagas, está integrado por señoras de pollera, vestidas con mantas de color beige.

Luego están los fundadores de la fraternidad. Son cuatro parejas: Adolfo Tintaya, Edy Callejas, Sergio Calle y Saturnino Villanueva con sus esposas, quienes se diferencian del resto por su vestimenta. Poste­riormente, viene el bloque de los morenos, vestidos con perramos negros, sombreros negros tipo «Gardel», matracas de carros de los años 20. Para finalizar, está la junta de presidentes, quienes se diferencian nítidamente de los demás por la vestimenta: las señoras llevan mantas negras bordadas con flores y pollera naranja, los hombres temo color azul.

En Los Fanáticos existe uniformidad en cuanto a la conformación de la fraternidad. Solamente hay dos bloques, uno compuesto por las señoras, donde están tanto las cholitas como las señoras de pollera, son aproximadamente 300 mujeres que, el 2000, bailaron con mantas celestes y polleras blancas con vivos plomos, adornadas con topos y anillos.

En el bloque de Wiñay Qhantati sí hay una diferenciación: son cholas paceñas antiguas, es decir, no tienen topos, no llevan la manta en su cuerpo sino que la portan en el brazo, además calzan botines. Los varones integrantes del mismo bloque no llevan los típicos trajes de morenos sino los de los negros antiguos.

En el caso del bloque de los morenos, en los preparativos, es decir, en los ensayos, el bloque de los guías se viste con saco blanco, pantalones negros y sombreros blancos con mantillas de vicuña. Los demás miembros están con temos de color verde marengo, sombreros verdes y chalinas de vicuña.

Otro de los aspectos que diferencia a los Fanáticos de los Intocables es la participación del «coman­dante» de la tropa de los morenos, es decir, la presencia del conocido folklorista Santos Poma denomina­do «el Achachi Galán», que es el que enseña los pasos a los demás miembros de la fraternidad, conjunta­mente seis de sus guías que bailan siempre delante del bloque de los morenos, constituyéndose en un líder de la agrupación. Los Intocables no tienen un líder de esas características, pero la diferencia se establece en la vestimenta que tienen los Intocables.

Cabe subrayar el carácter conflictivo que caracteriza a esta festividad, equiparable a un «campo de batalla simbólica» donde se lucha entre los diferentes agentes, en este caso los Intocables y los Fanáticos, por monopolizar cierto capital y ocupar distintas posiciones, ya que estos agentes compiten, luchan, concurren por un mismo objeto.

De este modo, el resultado de las relaciones y l(ts luchas que se establecen en el campo, así como las diferentes estrategias que llevan a cabo estos agentes, están en función de esos diferentes capitales. La génesis de dichas prácticas se explica desde las estrategias que estos agentes llevan a cabo en función de su capital específico (o de la posición en el campo que define la posición de ese capital específico) y de acuerdo a la aplicación de los principios profundamente interiorizados de una tradición particular.

En ese sentido, tanto los Intocables como los Fanáticos presentan comportamientos variados, basa­dos en su origen de clase y en sus trayectorias sociales, laborales y educativas con múltiples y diferentes intereses que configuran un peculiar campo social, donde la posición social, el origen de la clase social marcan la distinción.

Considerando las diversas características culturales o sociales y las peculiaridades de inserción labo­ral o extracción barrial, hay una nítida división que recorre transversalmente a estas dos agrupaciones folklóricas. Tal división se encuentra vinculada tanto a su forma de ver y comprender la realidad, como de ubicarse en la sociedad, con su postura distinta y compleja hacia el consumo de una diversidad de bienes culturales (música, estilos de baile, vestimenta, el nombrarse, etc.)

De esta manera, se van perfilando distintas formas de identificación, que delinean su imaginario social, acordes a su posición social. Los Intocables tendrán un acceso al mercado simbólico distinto a los Fanáticos, ya que sus espacios de reproducción social son distintos. Ello sirve también para demarcar su identidad, su distancia con otras agrupaciones folklóricas, lo que origina que estos se conviertan en terreno de disputas, contiendas, por una forma de ser, esto es, por un modo claro y concreto de forjar estrategias de reproducción o de subversión.

La participación de estas fraternidades en el espacio social acentúa aún más el enmarañado fenóme­no de la diferenciación social, en los distintos sectores sociales se es folklorista de distintas formas, lo que se trasunta en comportamientos según orientaciones codificadas, mediante la segmentación de los grupos, desatando acciones con las cuales se posibilita la continuidad de la propia reproducción social en el espacio festivo.

5. «Cuánto tienes cuánto vales: si tú quieres yo te pago»: el poder económico

Los miembros de los Fanáticos, igual que los Intocables, son comerciantes de la zona del Gran poder, pero muchos vienen de otros barrios, son comerciantes de las zonas 16 de Julio y Villa Dolores de la ciudad de El Alto y vienen a bailar a esta fraternidad.

En el caso de los Fanáticos, los pasantes tienen un capital económico importante, es por ello que son nombrados como pasantes del año. Cabe destacar el poderío económico del pasante Max Monrroy y su esposa, Celia Carrasco de Monrroy, prósperos comerciantes de la calle Uyustus.

La Junta de Pasantes o Presidentes baila en otro bloque de la misma fraternidad, con otra vestimenta, representa el poderío económico y la capacidad organizativa, lo que se expresa no sólo en la forma de vestirse sino el lugar donde bailan y con quiénes bailan. Este poderío se pudo observar también en su «recepción social», ya que los Intocables estuvieron con cuatro bandas, tres de Oruro y una de La Paz.

Este poderío económico se evidencia en este tipo de inversión, así como en la vestimenta, las joyas que llevan las mujeres, los medallones de los hombres, la forma que tienen de bailar, además, en sus pechos llevan las plaquetas de plata que indican que son los pasantes de este año.

Ambos bloques son expresiones distintas que se conjuncionan en un solo poder económico, simbóli­co y cultural.

Tanto el directorio como el presidente honorario bailan en otro bloque, no hay un bloque donde estén pasantes, directorio y fundadores. Se nota con mucha fuerza la disputa tanto económica como simbólica que existe al interior de la fraternidad.

En los Fanáticos, la Junta de Presidentes tiene además el papel de administrar la fraternidad ya que son más 700 integrantes, es decir, ellos son los que administran las cuotas que cada fraterno va aportan­do. Uno de los indicadores de poderío económico es la «recepción social» que da inicio a las actividades de la fraternidad. Si los pasantes tienen la capacidad de contratar más de dos bandas y grupos de música tropical, los de más éxito, se dice que los pasantes tienen un capital económico muy importante.

Ellos tienen un lugar importante en la estructura de la fraternidad. Cuando bailan, lo hacen junto al presidente del directorio, con el presidente honorario, vitalicio, conjuntamente la junta de presidentes de la anterior gestión. A ello hay que añadirle la participación del bloque de intelectuales Wiñay Qhantati y la presencia de la reina del Gran Poder (el año anterior había sido electa la de la Fraternidad Fanáticos), conformando un bloque muy selecto. Aquí se puede demostrar que el poder simbólico y económico no está tanto en la vestimenta sino en la forma de llevar ciertos símbolos, como las plaquetas y las bandas que indican los nombres y los cargos que tienen, así como los whiskys Jhonny Walker que llevan los ocho pasantes. Ellos bailan conjuntamente, de suerte que todo el poder económico, simbólico, social y cultural está concentrado en un solo bloque.

Los participantes en Los Intocables son comerciantes de distintos rubros. Por un lado, están los que venden abarrotes en la calle Garcilazo de la Vega y, por otro, los que venden en las mañanas en la calle Tumusla, por lo tanto, muchas veces no escatiman esfuerzos para pagar tanto los costos de la vestimenta, como las cuotas que pide la fraternidad.

Este estrato social, que habíamos señalado como emergente, estructura sus redes económicas en función de estas características, es decir, está empezando a acumular cierto capital, pero al parecer es muy importante no solamente acumular sino mostrar cómo se está llegando a prosperar. Esta forma de mostrar se logra participando en una fraternidad de prestigio, que represente ese ansia de diferenciación y de consolidación, pero no en cualquier agrupación sino en una que tenga capacidad de ostentación y de derroche económico.

La actual directiva de los Intocables está conformada por personas que tienen mucha solvencia eco­nómica, es decir, personas que pueden servir como una especie de «colchón financiero» que respalda el pago de locales de fiesta, orquestas, bandas, comida, bebida, vestuario. Como ellas se hacen cargo de la administración de toda la agrupación, tienen que ser personas muy solventes y de reconocida trayectoria de cumplimiento en sus responsabilidades anteriores. Por ejemplo, uno de los miembros de la Junta de Presidentes que ya fue pasante del preste mayor del Gran Poder, es el que dirige a esta fraternidad y una próspera panificadora de la ciudad de La Paz.

Una de las estrategias económicas que elaboran estos representantes es la construcción de redes económicas con distintos agentes económicos. Por ejemplo, los Intocables tienen un fuerte vínculo con Bordados Chasqui, del conocido bordador Héctor Quisbert Mendoza, que «vistió a los Intocables desde su fundación». Por otro lado, muchas de las pollererías establecidas en la zona deí Gran Poder se dispu­tan cada año la posibilidad de vestir a las señoras y señoritas. Entre las más conocidas están Pollerería Adela, Pollerería Maravilla, Pollerería la Confianza. La posibilidad de que sea contratadas depende de la amistad o el compadrazgo que tengan con los miembros de la Junta de Presidentes.

Alrededor de los Intocables se establecen redes económicas, también con los compadres, generando todo un circuito de «devoluciones» aynis, para poder ayudarlos a sobrellevar la difícil tarea de organizar esta fraternidad de más de 400 miembros. Es el caso de la devolución de aynis de cerveza que la actual directiva realizó el año precedente para que la devolución se efectúe el año en que le toque ser responsa­ble de la organización.

En el caso de los Fanáticos, las redes económicas están fuertemente vinculadas con dos familias de mucho prestigio en el Gran Poder: por un lado, el conocido bordador Francisco Mamani, propietario de Bordados Alianza Internacional Qhantati, quien es además uno de los fundadores y presidente vitalicio de los Fanáticos; por otro lado, una de las pollereras más prestigiosas del medio, la Sra. Adela Aliaga de Espinoza, propietaria de la «Pollerería Arte y Colorido Adela». En esta empresa familiar se realizan diseños de polleras y se ofrecen los servicios de joyería y sombreros. Su slogan es «Pollerería Adela atiende a su distinguida clientela todo sobre 100 puntos».

También está la Joyería Yolanda de los señores Víctor Villalobos y Yolanda de Villalobos, quienes diseñan joyas tanto para mujeres (topos) como para hombres, medallones, cadenas, esclavas, solaperas, algunos en oro y otros bañados en oro. Igualmente se cuenta la importadora de telas y casimires Spanish Fashion, que trae las telas para los temos de los varones.

6. Compadres forever»: nuevas redes sociales

A partir de la puesta en escena de lo festivo, este sector emergente en la zona del Gran Poder empieza a entablar nuevas redes sociales, ya sea con personalidades muy importantes, personajes destacados en el ámbito comunicacional, o sectores económicos que están en ascenso.

En el caso de los Intocables, se puede señalar que establecen vínculos, por ejemplo, con los comer­ciantes de abarrotes de la calle Garcilazo de la Vega, conformando un bloque denominado «cariñositos». Ellos no solamente establecen una relación con la fraternidad, sino también compradazgos, amistades que dan la sensación de que constituyen el apoyo imprescindible para que la fraternidad pueda tener mayor cantidad de componentes e impacto en los sectores sociales en los que ellos también participan. Tan importante como el éxito económico es bailar en una fraternidad donde baila gente «exclusiva», de «éxito», aunque en los hechos sólo se tenga lo necesario para mantenerse diariamente. Es importante la «apariencia», escenificar un simulacro. Estar en una agrupación de elite da mucho prestigio, aunque el capital económico sea escaso. Lo importante es establecer nuevas estrategias de vinculación de redes sociales con los más «exitosos», a partir de frecuentar los mismos espacios (invitaciones a bodas, pres­tes) y a través del compadrazgo poder conseguir algunos préstamos, favores, etc. Son redes de relaciones resultantes de «estrategias de inversión social» que elaboran estos sectores sociales.

Existe también una vinculación con otros sectores toda vez que los Intocables van a bailar a diferen­tes festividades zonales como la de la zona Challapampa, en una suerte de intercambio ya que, este año, los «Búfalos de Challapampa» vinieron a bailar a esta fraternidad como bloque. Lo propio ocurre con gente de otras provincias del departamento de La Paz, como los residentes de la región lacustre de Colquepata, quienes se denominan el bloque «Los novenantes de Colquepata» y fueron los invitados este año. Aquí se practica una «devolución» de apoyo: «si tú bailas en mi pueblo, yo bailo en tu morenada», es la consigna con la cual se conforman la redes festivas que tienen una influencia decisiva en la estructuración de nuevas redes sociales.

Las distintas estrategias que elaboran estos nuevos sectores se orientan a tratar de que participen otros sectores sociales u otros «bloques» que bailan en otras fraternidades y en otras festividades como los Búfalos de Challapampa o los Novenantes de Colquepata. A partir de la invitación que se hace a estos bloques, la participación depende de las relaciones de compadrazgo y amistad que se establecen con estos residentes del interior o de algunas zonas. La invitación se la realiza al bloque para que baile en la fraternidad.

El reconocimiento de estos sectores está en función de las posibilidades de la Junta de Presidentes, que tiene que hacer todo lo posible para que en su fraternidad participen personajes, compadres, que tengan cierto prestigio. Por ello, no escatiman ningún esfuerzo para la realización de la «recepción so­cial» que generalmente se efectúa en el mes de Enero, dando inicio a las actividades de la fraternidad. Las invitaciones son personales o mediante avisos en las radios de los folkloristas «Nacional de Bolivia: la folklorísima» «Jiménez». Se formulan avisos donde se enfatiza con qué bandas se bailará este año, así como las orquestas con las que se contará en la recepción y la fiesta.

También cabe resaltar los saludos y «los apoyos» que pasan por la radio los ex-pasantes, «los padri­nos dorados» Pedro Arenas y su esposa Sara de Arenas, como también la junta de presidentes «La nueva Generación del Milenio», o de las pollereras «Pollerería Maravilla» de Adela de Cruz o «Pollerería Adela» de Adela de Espinoza, o de los «compadres for ever» Femando Alarcón y Sra., o del «dúo diná­mico» Wálter Muñoz y Mario Salazar, quienes hacen llegar su «salutación» a los organizadores de ese año.

Son los ex-pasantes, compadres, los que empiezan a apoyar en la recepción social, ya sea con cotillo­nes o cerveza. Se va estableciendo así toda una red social, donde compadres o ex-pasantes se coláboran.

La «Junta de presidentes» se conforma de acuerdo a los intereses y las posibilidades que puedan tener sus integrantes para afrontar la administración y los preparativos de la fraternidad, ya que muchas veces hubo problemas con los organizadores. Por lo tanto, cada pareja tiene que dar su conformidad para conformar la Junta. En la recepción de los Verdaderos Intocables, la junta de presidentes se distinguía del resto de la fraternidad porque las mujeres estaban vestidas con mantas negras y los hombres de igual forma, en homenaje al «Chasqui, siempre chasqui».

En el caso de los Fanáticos, dos de los pasantes (Hernán Quispe y Max Monrroy) de ese año eran de la localidad de Laja, uno de los pasantes era de la ciudad de El Alto. Participaban en lo que se ha venido a denominar «la trilogía folklórica más importante del país», conformada por tres fraternidades folklóricas: dos de la ciudad de El Alto (la Liberación Soberbios de la zona 16 de Julio y la Constelación Fanáticos de la zona Villa Dolores Central) y una de la ciudad de La Paz (Fanáticos del Folklore en Gran Poder).

Las personas que participan en esta Fraternidad invitan generalmente a «conocidos», compadres y amistades que tienen la posibilidad de participar en estos eventos, y se destaca la «hermandad» existente, es decir, según ellos, no hay «miramientos».

Las redes sociales que establecieron los Fanáticos tienen dos características. Por un lado, han esta­blecido vínculos con la poderosa red de artesanos bordadores y los que confeccionan polleras, de mucho prestigio social; por otro, con el sector intelectual que aportó en la reivindicación de los valores cultura­les.

También está la participación de los compadres, quienes demuestran su apoyo no solamente econó­mico, «llevándoles cajas de cerveza» como «ayni», sino también participando en la misma fraternidad e invitando a otros compadres o amistades para que participen en la agrupación. El éxito de una fraternidad se mide tanto por la participación económica como por la extensa red de compadres y amistades.

7. Los senderos de la identidad aymara urbana

El mundo aymara se inserta en la dinámica urbana a través de la transformación de sus identidades culturales, hechas de continuidades y destiempos, de secretas vecindades e intercambios entre moderni­dad y tradición. Estos sectores al mismo tiempo viven cambios no sólo en el mundo del trabajo, sino en la subjetividad, en la identificación con ciertos sectores sociales con imaginarios urbanos.

Las prácticas sociales de estos aymaras urbanos se han convertido en un espacio estratégico de reciclaje cultural: la formación de una cultura en la que se mezcla una trama de intercambios y exclusiones, las sonoridades étnicas y los ritmos urbanos de la cumbia. Esto posibilita que las identidades culturales urbanas vayan estableciendo nuevos conceptos del manejo del espacio: una manera de habitarlo y crear sitios de modos distintos.

Ahora bien, la cultura urbana aymara es un campo que sirve para analizar la trama de las relaciones en que se hallan insertas las identidades culturales: la ciudad señorial o la ciudad moderna, las inmigra­ciones hacia la ciudad, los procesos de transición urbanos o la globalización como proceso económico y social.

La construcción y reproducción cotidiana de la cultura urbana paceña en estos aymaras va constru­yendo identidades sociales mestizas más que híbridas. Es probable que ya no se trate de culturas con algún «núcleo», o alguna continuidad basada en un «meollo» de identidad cultural.

La identidad que van estructurando estas dos agrupaciones folklóricas se forma, se negocia, se mantie­ne y se reconstituye en las fronteras entre los grupos y los sub-grupos, dentro y fuera de los sectores poblacionales. Sin embargo, los procesos de adaptación e incorporación de elementos culturales y las histo­rias individuales limitan y posibilitan la incorporación, modificación, integración y/o el rechazo de las viejas y nuevas opciones y tradiciones culturales, produciendo o reproduciendo identidades culturales.

La identidad se refiere a procesos de identificación y diferenciación entre el individuo y la colectivi­dad, o del grupo frente a la sociedad más amplia. La relación entre individuo y colectividad tiene un carácter dinámico, por lo cual se encuentra sujeta a transformaciones. Lo anterior nos obliga a considerar la historicidad de las identidades, atendiendo a sus cambios y resignificaciones. Este punto de partida no conduce a la negación de las identidades como construcciones cristalizadas o como permanencias ónticas. Por el contrario, las identidades aluden a configuraciones cambiantes, influidas por las transformaciones intragrupales, así como por las que ocurren en contextos más amplios. Lo anterior también incluye pro­cesos de transformación social de largo plazo (Valenzuela, 1998).

Aunque la adquisición de elementos de otras culturas, como es el caso de los Fanáticos, puede modi­ficar su identidad, pero hay un núcleo cultural que hace que ésta adquieran una nueva función y signifi­cado.

Aún es muy difícil saber si la adherencia de elementos ajenos alrededor del núcleo central de la cultura aymara está consiguiendo modificar el ethos organizador que la hace diferenciable de otras.

Clifford (1995) señalaba que una cultura, a diferencia de un cuerpo, puede perder un «órgano» cen­tral y no morir. Todos los elementos esenciales de la identidad son, bajo determinadas condiciones, reemplazables: la lengua, la tierra, la sangre, el liderazgo, la religión. Existen tribus viables, reconocibles, en las que cada uno o, incluso, la mayor parte de estos elementos están perdidos, reemplazados o amplia­mente transformados.

Pero la comprensión de la cultura urbana aymara abarca aspectos que no derivan directamente de los epicentros nucleares sino que los comportamientos en público, el lenguaje y las maneras de expresarse, las formas de organización de la vida diaria, los intereses personales y de comunidad, los códigos que marcan las relaciones cotidianas, los mecanismos de prestigio a través de la fiesta religiosa, las maneras de diferenciarse de los «otros», los nombres que se da a los hijos, los sistemas de fiestas, las perspectivas y posibilidades de realización individual, las normas y valores comunes son experiencias, prácticas y formas de representación diferenciadas que se constituyen más allá de determinadas maneras de hacer en común y es necesario tomarlas en cuenta.

No hay que olvidar que hoy más que nunca es difícil hablar de identidades estables y que la propia vida del individuo está sujeta a roles y afinidades diversos. En la vida diaria en la ciudad, el individuo participa de diversos mundos, circunstancias, ambientes, situaciones concretas, etapas de vida que influ­yen sobre las formas como se procesan las experiencias grupales.

La identidad de los Intocables no camufla nada, más bien resalta la diferencia y la vitalidad de la emergencia de una nueva identidad. Sin embargo, existe la necesidad de analizar el mestizaje tanto como proceso de construcción como de deconstrucción de dispositivos materiales y simbólicos relacionados con la desigualdad social, cultural y política que celebra la mezcla con todo lo demás, sin investigar los motivos y trasfondos de la construcción y modificación de prácticas, identidades y creencias culturales.

La cultura urbana aymara sigue siendo un espacio muy rico de expresión de la diversidad, pero ésta se manifiesta hoy más que nunca bajo la forma de identidades dinámicas, cambiantes y sujetas a las más diversas influencias.

Como señalamos anteriormente, vale la pena recordar que la ambigüedad, en el caso del mestizaje, puede mostrar un juego muy rico de indicadores, según lo señala Salman, et. al (1999): cómo procesos de mezcla cultural han respondido muchas veces a estrategias frente a la exclusión y discriminación, como recurso para abrir las puertas y hundir cuñas en un rígido sistema estamental. Esta constituye una pers­pectiva de análisis que el concepto de hibridación no parece ofrecer.

Los Intocables entran y salen de la modernidad con una velocidad frenética, se colocan máscaras, se trata de toda una dialéctica de la simulación, del disimulo y el enmascaramiento que forma parte impor­tante de los procesos de constitución de identidades. Lo que se trata de olvidar se guarda... y lo que sale a flote no siempre obedece a procesos conscientes, de ahí su carácter inesperado y en ocasiones explosivo.

No se trata de un movimiento diacrónico, que lentamente aplasta todo lo «pre-moderno», sino de actividades diarias dentro de la sociedad y de relaciones entre la sociedad y el mundo político que se basan en yuxtaposiciones. Se mezclan lógicas «modernas», de igualdad y transparencia, con lógicas «no modernas», (Salman, 1999:42).

Nociones con contenido histórico concreto como transculturación, cholificación o mestizaje permiten, más que la idea del «flujo de elementos culturales» (aculturación) o su opuesto, un esquema dual, tomar en cuenta los esfuerzos de los protagonistas por diferenciarse y mixtificarse, reconocerse y esqui­varse, en un mundo que no es bipolar sino multipolar en términos de relaciones.

Esta multipolaridad también está presente en los aymaras urbanos, estableciendo la construcción de un imaginario urbano, garantizando la reproducción del mismo grupo; de otro lado, la memoria encarna' las matrices culturales aymaras que se proyectan en el manejo de memoria social. En tal sentido, se plantea que este grupo social está creando y recreando constantemente imaginarios cholos de diversa índole: religiosa, laboral, económica, cuya articulación constituye un mapa estable que organiza y orien­ta la vida social del grupo.

Las señoras de pollera que bailan en los Intocables o en los Fanáticos en el Gran Poder, cada año van innovando los diseños, para ello se contrata a los mejores diseñadores de polleras, mantas y sombreros para lograr calidad, elegancia y, sobre todo, exclusividad. Combinar los colores con la manta, la blusa, el sombrero y los calzados es toda una forma de auto identificación que últimamente se trasmite a las hijas. Estas, al «vestir de cholas», aunque sea por unos días, reivindican la vestimenta de sus madres.

En este sentido, los aymaras urbanos establecen zonas de contacto con su tradición y con lo moderno, donde las fronteras étnicas son dinámicas. No se trata de homogeneizar lo híbrido como un discurso producido en diferentes situaciones y relaciones históricas de poder, como principio de explicación, impuesto desde «arriba» o inventado desde «abajo».

Estos aymaras mezclan y combinan formas. Necesitamos ser capaces de reconocer los reclamos estratégicos en favor de la emergencia del imaginario mestizo como posibles situaciones de resistencia y fortalecimiento de su identidad ante la etiquetación discriminatoria.

8. Bibliografía

ALBÓ Xavier y Matías Preiswerk 1986 Los señores del Gran Poder. Centro de Teología Popular, La Paz.

BOURDIEU, Pierre 1988 La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Ed. Taurus, Madrid. 1990 Sociología y cultura. Ed. Grijalbo, México.

CLIFFORD, James 1995 «Identidad en Mashpee» en: Dilemas de la Cultura. Gedisa, Barcelona.

GARCÍA CANCLINI, Néstor 1989 Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. CNCA, México D.F.

SALMAN, Ton et al. 1999 «Las culturas urbanas en América Latina y Los Andes: lo culto y lo popular, lo local y lo global, lo híbrido y lo mestizo» en: Antigua Modernidad y Memoria del Presente. Culturas urbanas e identidad. FLACSO, Quito.

SALAZAR, Cecilia 1999 Mujeres alienas. Espejismo y simulación en la modernidad. Fundación Gregoria Apaza, La Paz.

VALENZUELA, José Manuel 1998 «Permanencia y cambio en las identidades» en: El color de las sombras. Chícanos, identidad y racismo. Ed. Plaza y Valdés, México.

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