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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.21 La Paz  2000

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

EL CONOCIMIENTO CIENTIFICO

 

 

Miguel Peñafiel Nava

 

 


 

 

INTRODUCCIÓN

El propósito fundamental en la ciencia, como en la vida cotidiana, es aprender de la experiencia. El conocimiento -término por sí mismo carente de precisión- es una compleja amalgama; de percepción, memoria y habilidad verbal que se adquiere desde la más temprana infancia; primero a través de definiciones ostensivas (señalando el objeto que se nombra) y luego mediante definiciones y otras estructuras verbales precedidas, acompañadas o sucedidas por experiencias directas.

El antecedente del conocimiento es la "creencia", asociada a los atributos de "verdad" o "falsedad". Los reflejos condicionados de ciertos animales, interpretados como creencias con éxito, muestran un conocimiento primitivo prehumano que bien puede ser tomado como la forma más elemental del conocimiento vulgar.

Si se toma "creencia" como un estado de expectativa -corporal o mental- asociado a una referencia externa y "verdad" como la satisfacción de la expectativa (como ver un relám­pago, esperar el trueno y verificar si éste se produce), se puede definir el conocimiento, en su forma más general, pero más imprecisa, como la clase de creencias verificadas. "Verdad" es pues un atributo del juicio (verbalizado o no) que designa su grado de correspondencia con lo significado (el referente externo).

Gran parte de la práctica filosófica y científica está destinada a reducir el grado de imprecisión en las definiciones de estos conceptos. Sin embargo, ellos contienen tam­bién un grado de imprecisión "intrínseca". "Todo conocimiento es en cierto grado dudo­so, y no podemos decir qué grado de dudosidad le hace dejar de ser conocimiento, como tampoco podemos decir cuánta caída de cabello hace calvo a un hombre" (Bertrand Russell). Los adelantos de la ciencia moderna no hubieran sido posibles si no hubiéramos aprendido a convivir -y de varias maneras- con la contingencia propia de nuestros medios de conocimiento y su resultado: una percepción puede ser tan tenue que exista la duda de si fue real o imaginada; un recuerdo tan vago que se dude de su autenticidad; un hecho puede o no ser necesariamente seguido de otro hecho, etc.: por tanto, los juicios sintéticos heredan una insalvable contingencia que debe ser reducida sólo en el marco de la autoconsistencia del saber global. Nunca estaremos seguros de si todos los cuervos son negros -no importa cuántos cuervos observados tengan ese color- a menos que se encuentre una explicación necesaria para ello. Usualmente. la explicación sólo será probable, por lo que, en el mejor de los casos, sólo habremos reducido en mayor o menor medida nuestra incertidumbre acerca del color de los cuervos.

La introducción de un concepto inteligible y -a veces- cuantificable de probabilidad es, claro, el avance epistemológico más notable, especialmente en la parte que concierne a las ciencias de la naturaleza. La física es el ejemplo más conspicuo y, tal vez, terminal de ello.

LA FÍSICA

La existencia del universo no es un problema científico. El "mundo objetivo" se nos da como tal a través de la voluntad, no de la razón (Shopenhauer, Lenin, etc.). El objeto del conocimiento en general, y de la ciencia en particular, es el modo en que la realidad (el conjunto de todas las cosas) existe.

Un criterio débil de objetividad es la intersubjetividad (algo en lo que todos podemos ponernos de acuerdo, como la hora oficial). El criterio fuerte de la objetividad es la asubjetividad (algo que existe aún si nadie lo observa, como el átomo). El conocimiento científico emplea ambos criterios y no se ocupa, por tanto, del conocimiento subjetivo (que no puede ser compartido).

El conocimiento intuitivo o instintivo (como el que prevalece en las artes) tampoco ocupa al científico. Es la racionalidad (la virtud de estructurarse lógicamente) también la que separa al conocimiento científico del conocimiento vulgar.

Por otra parte, el conocimiento que caracteriza a la ciencia no es disperso ni arbitra­rio; conforma estructuras organizadas y es adquirido con un orden determinado. Sin embargo y finalmente, es conocimiento siempre sujeto a revisión y contrastación.

Sólo por brevedad diremos, pues, que ciencia es un conocimiento objetivo, racional, metódico, sistemático y crítico (o autocrítico).

La física es una ciencia privilegiada por un motivo muy importante: su carác­ter fundamentalmente cuantitativo. Ningún concepto no mensurable puede ser in­troducido en su cuerpo de conocimientos, esto garantiza su objetividad (lo cuantita­tivo es siempre más objetivo que lo cualitativo) y la predispone a la racionalidad de inmediato (lo que confunde a algunos epistemólogos que, inadvertidamente, le atri­buyen un carácter deductivo que, en realidad le es secundario). Si no entra uno en demasiadas precisiones, se podría decir que su "método" es completamente aristotélico (inductivo, deductivo).

En los hechos, excepto por regiones periféricas y muy especiales de su área de estudio, la Física involucra un problema epistemológico. Los sistemas conceptuales de la física son teo­rías que, confirmadas o no, siempre tienen un grado de "dudosidad intrínseca" evaluable, en principio, a través de la teoría de probabilidades (la cual, para los físicos, es prácticamente otra teoría física más). La contrastación y demarcación se dan automáticamente por la prácti­ca colectiva, donde los resultados de un investigador son permanentemente verificados por cientos de otros investigadores, al momento de su comunicación y posteriormente. Se tiene, así, un sistema autoconsistente de conocimientos en todos los sentidos en que se tome ese término. La búsqueda de esta autoconsislencia ha sido, de hecho, motivo de algunos descubri­mientos importantes.

El "método científico" en física es, como se ve, mucho menos parecido a una receta que a una norma. Son, más bien, los métodos particulares de observación los que califican a los datos con los que la teoría trabaja, inclusive, la mayor parte de las veces, quienes hacen las observaciones y quienes elaboran las teorías son personas tan diferentes que hasta su denominación profesional subraya la distinción de sus actividades (físicos experimentales y físicos teóricos). Por lo demás, se entiende que -como en toda actividad humana- la práctica científica involucra un insalvable componente heurístico: hay buenos y malos experimentos y hay buenas y malas teorías. Otra vez, descartar las últimas y conservar las primeras es un proceso de selección realizado colectivamente (las corroboraciones, las refutaciones (contraejemplos), las contrastaciones, las predicciones y las aplicaciones son sólo partes de tal proceso).

CIENCIA Y SOCIEDAD

Conviene, no obstante su evidencia, distinguir dos puntos de vista en este asunto: uno es el del estudio de la influencia y lugar de "la Ciencia" en la evolución (cambio) social; el otro es el de considerar a la sociedad como objeto de conocimiento.

(i) La aplicación del conocimiento científico a la satisfacción de las necesidades huma­nas, conocida como tecnología, es seguramente uno de los factores más determinantes en los procesos de cambio social. Asociada como está a la economía, estilo de vida e influencia general de los países, obviamente no es materia opcional no para el análisis sociológico ni para la práctica política. Las tesis marxistas referentes a las contradic­ciones entre los modos de producción (el tipo de organización de la división del traba­jo) y el desarrollo de los medios de producción (la tecnología) como motor de cambio social, por ejemplo, muestran razonablemente que no es posible eludir a la ciencia en un análisis fino de los temas sociales.

(ii) Los problemas epistemológicos, en cambio, parecen cobrar vida independiente al en­trar en el terreno de las ciencias sociales. Siendo aquí particularmente polémicos, es preciso exponer de ellos lo que se infiere de una comparación con lo expuesto en la anterior sección.

Escuelas de pensamiento. El uso exagerado de la clasificación del pensamiento filosófico en "escuelas" (principalmente derivado del afán de encontrar un único princi­pio para la explicación ontològica), trasladado al campo de las ciencias, es totalmente inapropiado, abusivo e innecesario; denota, por lo demás, la presencia de teorías mal construidas y, por lo tanto, con grados de dudosidad demasiado altos. En física (tomada como modelo comparativo de ciencia), los "ismos" denotan campos de ocupación o especialidad (nuclearista, clasista, etc.) o efectos técnicos (magnetismo, astigmatismo, etc.) pero nunca apego o parcialidad por teorías o puntos de vista. En las ciencias socia­les, aún tomando tal costumbre, indulgentemente, como un medio útil de clasificación terminológica, los análisis realizados solamente sobre la base de esas clasificaciones deberían ser considerados (y los son, a veces) poco serios, o una clara señal de que determinados conceptos no poseen todavía el rigor científico requerido.

Cuestiones de Objetividad. A diferencia de la Física y ciencias afines, en las ciencias de la sociedad (y del comportamiento humano) no todos los "observables" son cuantitativos, ni reductibles a una "base" de observables. Su grado de objetividad está, pues, notablemente disminuido. Además, es claro que el único criterio de objetividad aplicable es el de intersubjetividad (el cual puede conducir fácilmente a simples convenciones en lugar de a conceptos realmente objetivos si no se tiene cuidado en el momento de establecer las defini­ciones fundamentales). Peor aún, existe aquí un fenómeno que en la física sólo se presenta en los microsistemas y que podríamos llamar "incertidumbre macroscópica": el proceso de ob­servación (v.g., una encuesta) puede alterar sustancialmente el sistema observado.

La Sistematicidad. Un conjunto de elementos conceptual o funcionalmente conecta­dos, constituye un sistema. En un cuerpo de conocimientos, los "elementos" pueden ser, a su vez, subsistemas (teorías) orgánicamente estructurados. Por ejemplo, las diferentes teorías de la física no sólo se contradicen una a la otra, sino que siempre deben complementarse cuando son empleadas para analizar un sistema físico real (como un átomo o una estrella). Uno no puede realizar este análisis afirmando que según fulano (un físico), de acuerdo a tal cita, este sistema debería comportarse de cierta manera, pero siguiendo a zutano (otro físico) en la página 26 de su afamado libro tal, este mismo sistema debería, más bien, comportarse de este otra manera por lo que, quizá, lo más razonable es tomar un punto intermedio, etc. Cuando un fenómeno es descu­bierto o una teoría es formulada y aceptada por la comunidad científica, usualmente el nombre del descubridor o autor, según el caso, se mantiene asociado al efecto o la teoría, pero nunca se valora el uno o la otra por el peso de la autoridad de aquél. Esta no parece ser la norma en las ciencias sociales, donde es muy frecuente apoyar las argumentaciones en el renombre del autor con preferencia al valor intrínseco del argumento. Unas de estas ciencias más que otras, por tanto, adolecen de aorganicidad en sus sistemas de conocimiento y por ende a la ausencia de universa­lidad de sus conclusiones (no existen "leyes" de aceptación general).

Cuestiones de Método. Como ya se insinuó, la disciplina metódica en las ciencias básicas es inculcada en el investigador, desde sus primeros cursos de estudiante, como una norma de procedimiento. El uso adecuado de instrumentos, el tratamiento de los datos y el rigor racional del análisis son hábitos permanentemente evaluados sobre la base de los resul­tados o conclusiones. El llamado "método científico", en cualquiera de sus formulaciones, usualmente ni siquiera es objeto de una lección especial, y su referencia es netamente históri­ca. Debería extrañar, entonces, que su aplicabilidad o validez en las ciencias sociales se torne un problema epistemológico importante (por implicar la inexistencia de métodos o procesos de observación generalmente reconocidos). En zoología, es común la descripción del "grupo social" como método aceptado de estudio, sujeto, sin embargo, a un vocabulario mínimo y premisas generales válidas (las de la teoría de la evolución, por ejemplo). Ni el manejo de muchas variables, el que éstas puedan ser solamente cualitativas y sujetas a incertidumbres macroscópicas de observación ni el que su objetividad sea únicamente de criterio intersubjetivo deberían impedir, por tanto, la aplicación de la norma científica. ¿Es posible que el poco progreso en las ciencias sociales se deba a su relación tan íntima con ciertos intereses huma­nos?.

Vale la pena, para terminar y a manera de resumen, ahondar ligeramente en esa mali­ciosa pregunta.

Si "explicar", al fin de cuentas, significa "generalizar" (Reichenbach), entonces el mé­todo científico -inclusive en sus definiciones más crudas- constituye la forma de hallar cono­cimiento predicable el cual, al ser aplicado, conduce a la tecnología. Basta recordar el desas­tre que significó para la Alemania nazi el portarse dogmáticamente respecto de la "ciencia judía" durante la segunda guerra mundial para comprender que el conocimiento verdadera­mente científico no es ignorable o soslayable (no es materia de simple opinión). Más bien, apunta siempre al control del mundo objetivo. El progreso de la ciencia se basa, pues, sobre su predictibilidad. Este hecho fue claramente percibido por Marx, quien reclamó repetidamente el carácter científico de sus teorías; todavía está por ver si la explicación de los fenómenos sociales es posible ignorando éstas por completo.

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