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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.21 La Paz  2000

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

RESEÑA DE JUAN R. QUINTANA TABORGA (1998) SOLDADOS Y CIUDADANOS UN ESTUDIO CRÍTICO SOBRE EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO EN BOLIVIA. La Paz: PIEB.

 

 

Alison Spedding Pallet

 

 


 

 

La problemática básica de este estudio es el hecho de que el servicio militar en Bolivia, aunque supuestamente es obligatorio, en realidad resulta ser una práctica de las clases bajas y principalmente del campesinado. Describe el desarrollo histórico de la conscripción en el país y su situación actual, para luego hacer unas sugerencias para la reforma de esta institución. Actualmente, aunque la libreta militar es un requerimiento para ocupar cargos públicos e incluso para obtener el título en provisión nacional, resulta muy fácil comprarla, basta dispo­ner de unos 1.000 Bs, según las últimas informaciones que tengo. Por lo tanto, entre las clases altas y medias, los únicos que cumplen personalmente con el servicio son los que tienen alguna motivación personal para hacerlo, o son mandados por sus padres con fines disciplina­rios. Esto dió lugar al espectáculo irónico de un debate parlamentario sobre el servicio militar obligatorio (SMO) llevado a cabo por unos diputados que, en un 80% habían sido declarados inhábiles para el servicio o sino, como Guillermo Capobianco, habían comprado libretas fal­sificadas (p. 123, 150-1). A partir de 1982, el cumplimiento con el SMO va decayendo cada año, no obstante la apertura de más centros de reclutamiento, nuevas técnicas propagandísti­cas y ofertas de capacitación técnica-laboral, llegando a la situación de que, al no llenarse las plazas disponibles para reclutas, las autoridades militares recurren a 'batidas', es decir, levas forzosas de jóvenes indocumentados (pp. 167-176). Aunque las levas tienen una larga trayec­toria histórica como modo de completar las filas militares en el país, hoy en día son vistas como algo que va en contra de los derechos humanos y las garantías legales (pp. 157-60) y contribuyen a desprestigiar aún más a la institución militar. Esta renuencia al servicio afecta no sólo a los conscriptos, sino también a la carrera militar profesional, demostrada por la caída de casi 5.000 a 500 postulantes al Colegio Militar entre principios de los 1980s y fines de los 1990s (p.88).

El cumplimiento con el SMO, entonces, resulta discriminatorio desde el inicio porque sólo corresponde al sector de la población que tiene menores recursos (tanto económicos como sociales) y que no puede evitarlo. Encima, viene todo el trato que se da al recluta dentro del cuartel, que viene a reforzar la discriminación e insistir en las jerarquías sociales existen­tes. Y por ende, el presupuesto estatal para los soldados es tan magro que sus familiares se ven obligados a ayudar económicamente a los reclutas, pagando así una 'tasa de conscripción' que puede ser vista como una especie de impuesto adicional y no-reconocido a estos sectores pauperizados (pp. 144-5, 312-5). El autor evidentemente fue impactado al presenciar las visi­tas de familiares de soldados provenientes de comunidades alejadas, que habían viajado con mucho sacrificio para ver a los jóvenes en sus destinos igualmente alejados (p.311), yaque, en tanto la condición social del recluta sea inferior, lo mandan a los cuarteles más aislados (pp.236- 7). Para mí, la parte más valiosa de este libro corresponde al estudio etnográfico de la vida dentro del cuartel, que incluye joyas de la cultura militar como la siguente oración que los cadetes nuevos en los institutos militares tienen que rezar delante de los del último año (los brigadieres):

'Brigadier nuestro que estás en el Colegio, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tus castigos, que así como nos castigas, castigaremos nosotros a los sarnas'(p.l37).

Describe una institución militar que se basa en el dominio, es decir, la obediencia ciega al superior impulsada por el miedo al castigo, en vez de la manipulación (obediencia estimu­lada por los premios a los que cumplen mejor), que.es subfinanciada (en 15 años a partir de 1982, el gobierno no compró material bélico nuevo para las FF.AA) y atravesada por los prejuicios sociales más rancios en contra de los 'indios' y todo lo que se asocia con ellos (como por ejemplo, hablar idiomas nativos). Los soldados son clasificados para el ascenso no en base a su excelencia en la instrucción militar, sino según sean bachilleres, de la ciudad y sepan hablar bien el castellano (pp.275-7), es decir, según cumplan con el estereotipo ideal de la cultura criolla como sinónimo de la Patria. Se constata el predominio de castigos físicos violentos (p.140) y la utilización de soldados como mano de obra barata, cuando sus superio­res los 'alquilan", generalmente para realizar trabajos agrícolas (pp. 147-8).

Hasta aquí, el libro merece el subtítulo de 'un estudio crítico'. Sus deficiencias apare­cen en el marco analítico que se aplica a lo que sin duda es un fenómeno complejo. Una dificultad, quizás, es que el autor estaba muy involucrado con su objeto de estudio: era oficial del Ejército (Caballería) y llegó a ser Mayor, aunque recientemente ha dimitido del servicio (así formando parte de 'el abandono masivo del personal militar de las FF.AA', p.88). Utilizó su posición como comandante del batallón 'Antofagasta' en Colcha 'K' para administrar una encuesta a los soldados y obtuvo otros datos que probablemente hubieran sido inaccesibles para alguien que no fuera miembro de alta jerarquía de las FF.AA. Es de suponer que todavía siente cierta lealtad para con sus camaradas de antaño y ésto explicaría por qué dedica apenas una página (p.73) a la historia de las FF.AA entre 1964 y 1982, un período que es fundamental para entender por qué los militares hoy en día se encuentran desprestigiados y sin un rol definido dentro de la política nacional. También es de suponer que conoce en primera perso­na (recuérdese que el General Banzer también era de Caballería) la 'prematura y perversa politización interna'(p.83) que dice envicia a los mandos militares de hoy; por lo tanto se detiene en esa mención del problema, sin dar ejemplos concretos de cómo esto 'ha introduci­do factores de incertidumbre en la continuidad y eficacia a tiempo de ejercer profesionalmente el mando' (ibid.). Las deficiencias analíticas, empero, van más allá de la simple reticencia.

Hay al menos tres preguntas implícitas en el tema estudiado. La de mayor envergadura, y la menos analizada, es '¿Cuál es el rol de las FF.AA en Bolivia hoy, y cuál debe - o puede - ser su rol en el futuro?'. El rol que el Ejército tiene que desempeñar determina el número de efectivos que se debe mantener y su composición, entre los dos extremos de un cuerpo muy reducido de militares enteramente profesionales y un cuerpo masivo mayormente compuesto de conscriptos. El autor lamenta la falta de una política coherente de defensa en el Poder Ejecutivo, los repentinos cambios del titular del ministerio correspondiente y la ausencia de debate; bien planteados sobre temas militares, pero no va más allá para enfrentar la cuestión de la funcionalidad de un ejército nacional en un país como Bolivia hoy. Ahora que el Perú y Ecuador han hecho las paces, la época de las guerras territoriales en América Latina parece definitivamente consignada al pasado. Sólo los fachos más trasnochados siguen imaginando la posibilidad de una invasión chilena, o un intento boliviano de retomar el mar por vía de las armas. Los actuales usos externos de un ejército, directamente imperialistas (los EE.UU en el Gollo, Gran Bretaña en las Malvinas) o indirectamente (la participación de destacamentos de ejércitos europeos en la intervención de las NN.UU en la ex-Yugoslavia) no atañen a Bolivia.

Entonces quedan los usos internos: la represión interna y la acción social (asistencia de emergencia en desastres nacionales o accidentes, obras sociales como construcción de cami­nos en lugares alejados, en proyectos de colonización, etc.). Aunque la primera función ha sido parte del rol del Ejército a partir de 1825 (p.l 8), Quintana la rechaza como una opción contemporánea; aunque reconoce que de hecho las FF.AA realizan acciones de este tipo, las califica como 'degradando... sus funciones estratégicas y reduciendo su función a tareas policiacas' (p.80). Esta más dispuesto a aceptar la segunda función, aunque critica la orienta­ción de los intentos de realizar obras sociales por parte del Ejército durante el gobierno de Barrientos (p.72). Entonces se puede proponer la sustitución del SMO por un año de servicio social, como de hecho ocurre con el programa OSCAR (Obras Sociales de Caminos de Acce­so Rural), que otorgaba libreta militar a cambio de un año de participación en construcción de infraestructura rural; pero entonces ¿por qué tendría que ser una institución militar la que se ocupe de tal programa? Podría realizarse igualmente en forma civil, excepto si se considera imprescindible la instrucción en el manejo de las armas como parte de la 'ciudadanía'.

Esto nos conduce a la segunda pregunta, que de hecho es la que se presenta como central a la obra: ¿qué tiene que ver el SMO con la ciudadanía? Quintana comenta dos con­ceptos diferentes de ciudadanía: uno jurídico, basado en el otorgamiento de derechos por parte del Estado, a cambio del cumplimiento de obligaciones por parte del ciudadano (la parte de la ciudadanía es otra cuestión, como veremos luego) y otro basado en la identidad, la participación en la 'comunidad imaginada' de Benedict Anderson, que tiene que ver con la nacionalidad (pp.4-11). El segundo concepto encuentra dificultades si se quiere que la ciuda­danía sea 'multicultural' ; una de sus críticas al SMO actual es que no reconoce la diversidad cultural del país, sino tiene una misión civilizatoria que corresponde a la imposición de un solo modelo cultural. Destaca como rasgos de este modelo el idioma castellano y el machismo (pp.280-2) y se podría añadir, aunque él no lo explícita, el orden social como esencialmente jerarquizado en base tanto a la clase social como al género. El primer concepto choca de entrada con la cuestión de qué tipo de ciudadanía se otorga a cambio del deber de cumplir con el SMO si esta ciudadanía excluye de entrada a todas las mujeres. ¿Es que las mujeres somos ciudadanas 'de por sí', sin necesidad de cumplir con un deber oficial? ¿O es que cumplimos con algún otro deber implícito - cocinar, lavar ropa, parir hijos para la Patria ..? ¿O es que simplemente no podemos aspirar a ser ciudadanos de pleno derecho y punto? Si todo ciudada­no debe pasar por el manejo de las armas, entonces hay que dictar la incorporación obligatoria de todas las mujeres al SMO y no sólo la participación voluntaria de las que quieran en los cursos premilitares. Quintana menciona este problema de paso, pero no lo sigue. Probable­mente. en el fondo acepta la idea de que las mujeres no tienen los mismos deberes -y por lo tanto, los mismos derechos- que los hombres, cuando pregunta que, dado que las mujeres no poseen la libreta militar 'porque no existen posibilidades para cumplir este servicio y nunca se planteó seriamente la opción, ¿qué documento o requisito alternativo reemplaza este insosla­yable deber establecido en la Constitución, para ejercer cualquier cargo público?'(p. 150). Lo que le preocupa es, dentro de la situación actual donde todos los hombres deberían cumplir con el SMO para ser ciudadanos pero de hecho sólo los de posición social más baja lo hacen ¿de qué tipo de ciudadanía (para varones) se trata?.

Aquí entra la tercera cuestión, que es la más etnográfica: qué significa ser 'ciudadano' para los que se presentan al SMO; qué significa para los mandos de las FF.AA que les someten a este proceso de ciudadanización; y qué sustituye al SMO para 'ciudadanizarse' entre los - cada vez más numerosos- que deciden no presentarse. Quintana es consciente de que, en las comunidades campesinas, el SMO funciona como un rito de iniciación masculina, considera­do necesario para convertirse en 'hombre' y ser cónyuge legítimo de una mujer. De hecho, corresponde perfectamente al esquema de los ritos de paso de Arnold van Gennep1. Primero, hay la separación del status social anterior, a veces violento y traumático (como en el caso de las víctimas de las batidas; pp. 159-60); luego viene el 'período liminal' -alejado en el espacio (p.306), separado de la vida social normal (detrás de los muros del cuartel) y segregado por género, con ropa y comida distintiva (siempre se comenta lo deficiente de la comida del cuartel y hasta se dice que incluye ingredientes que normalmente no son comestibles, como kerossene) y adquiriendo conocimientos esotéricos (como la respuesta a la pregunta esotérica utilizada para identificar a 'omisos' en batidas, "¿Qué es terreno?"). Finalmente, termina con el rito de agregación, cuando el iniciado es incorporado a su nuevo estatus, con una fiesta en la comunidad de origen que lleva diversos nombres, según la región (p.304). Desde esta perspectiva, entonces, 'ciudadano' es una palabra que se ha tomado del discurso oficial pero sin asumir ninguno de los significados del pensamiento político occidental referidos arriba, sino quiere decir simplemente 'hombre adulto'. Se nota que la palabra misma no siempre aparece en referencia al joven que vuelve del cuartel; Quintana dice que la fiesta para él se denomina 'bienvenida' nomás, en regiones quechuahablantes, mientras en los Yungas paceños se le llama 'reservista' y no 'machaq ciudadano' (ciudadano nuevo), como en el Altiplano del mismo departamento.

Desde esta perspectiva, se puede proponer que para un número cada vez mayor de jóvenes, el rito que marca el acceso a la madurez social ya no es el regreso del cuartel, sino la fiesta de graduación después de haber obtenido el bachillerato. Aunque su esquema no es tan clásico como el del SMO, hay que pasar por pruebas (los exámenes finales), se porta ropa distintiva (el uniforme de la 'promo') y quizás el viaje de promoción corresponde al elemento de separación espacial de la familia y el contexto social cotidiano. El bachillerato permite la entrada al mundo laboral de los mayores y hace difícil que los padres impidan el matrimonio alegando que va a perjudicar los estudios. Y es más acorde con el mundo contemporáneo porque es accesible tanto para mujeres como para varones. Los datos de Quintana señalan que en las últimas décadas, mientras el número de bachilleres que se gradúan cada año va crecien­do, el número de jóvenes que se presentan al cuartel disminuye y, a la vez, la proporción de bachilleres entre ellos es menor (p. 154). Esto sugiere que es cierto que el cuartel representa una alternativa al bachillerato como forma de acceder al estatus de adulto y obtener cierta calificación, y mantiene su atractivo entre ese sector, cada vez menor, de la población mascu­lina joven que no ha tenido oportunidad de terminar el colegio. Las ofertas de capacitación en el cuartel, entonces, no van a revertir esta tendencia, excepto si ofrecen un título cuyo valoren el mercado laboral y prestigio social sean iguales o mayores al título de bachiller, lo que no es el caso en la actualidad. Pero, si fuera abierto a mujeres, podría encontrar convocatoria por­que ellas todavía no tienen las mismas oportunidades educativas que sus hermanos y la disci­plina del cuartel no daría muchas oportunidades de licencia sexual, que suele ser uno de los argumentos esgrimidos por los padres de familia para sacar a sus hijas del colegio.2

Con referencia al aspecto cultural o identidario de la ciudadanización vía cuartel, la ruta del bachillerato igualmente representa la castellanizaron, la asimilación de elementos patrió­ticos (las horas cívicas...) y aunque el machismo no es tan marcado, de ninguna manera está ausente de los textos escolares; mientras se supone que la duración mucho más larga de los ciclos de intermedio y medio va a lograr una indoctrinación más eficiente de estos elementos que un solo año en el cuartel. Se puede concluir que la educación universal es mucho más eficiente ahora como instrumento de 'un discurso nacionalista y homogeneizante' (p.324) que el SMO, mientras la justificación formal de este último, como expresión de 'un pacto social basado en el concepto de la Defensa nacional como un bien común' (ibid.), ya no tiene susten­to. En adición, el trato a los soldados que indica que poseen una 'condición ciudadana de segunda clase, de facto aunque no de jure' (p.327), significa que el SMO es perjudicial a la ciudadanización, al menos si la clase dominante realmente busca la 'democratización' del país. También es relevante el desprestigio de las FF.AA y el hecho de que los militares ya no son vistos como actores con una posibilidad real de intervenir en el escenario político; hoy en día, ellos ya no son buscados como padrinos de los hijos y los contactos sociales logrados en el cuartel no ofrecen garantías ni posibilidades económicas y políticas significativas. Estos son factores que contribuyen a la renuencia de los jóvenes de ahora a presentarse al servicio.

Es de alabar el libro de Quintana por haber tratado todas estas cuestiones, aunque no logra desarrollarlas plenamente. Sin embargo, en una revista de ciencia social no está por demás mencionar algunos defectos metodológicos del texto, relacionados con el manejo de datos cuantitativos y datos de encuestas. En las pp. 104-115, presenta datos de dos encuestas reali/adas por Radio Fides y por la Subsecretaría de Asuntos Generacionales (SAG) que incluyeron el tema del SMO. Se citan varios datos que parecen contradictorios. Primero, cuanto menor nivel educativo tiene el encuestado, más alta es su valoración' (del SMO; p. 105). pero luego 'la gente que posee una mala imagen del SMO se encuentra entre la gente que tiene un bajo nivel educativo' (p. 107). 'Entretanto, los que valoran la experiencia militar positivamente son.. .los que proceden del departamento de Cochabamba' (ibid.), en base a la encuesta de Fides -pero, según la encuesta de la SAG, 'los jóvenes de Cochabamba han pasado a convertirse en los ciudadanos que tienden a desarrollar mayor resistencia a sus debe­res militares en todo el país', a diferencia de El Alto, donde hay mayor disposición a servir a la patria (pp. 109-10; sólo el 13% de los encuestados sostienen que no van a ir al cuartel, frente a un 40% en Cochabamba). Quintana atribuye el compromiso alteño a la persistencia de los valores comunitarios, io andino y nacional-popular' y la pobreza, que incentivan a 'ingresar al cuartel como una forma de legalizar y mejorar las condiciones de incorporación al merca­do de trabajo' -pero tres páginas después asevera que 'quienes son menos partidarios de hacer el SMO son los más pobres y los que proceden de El Alto' (p.l 13), aparentemente porque no quieren perder ingresos durante un año. La pobreza no puede ser un factor que empuja al cuartel y aleja del mismo de forma simultánea; entonces, la causa de la aceptación o rechazo del SMO tiene que ser otra. Mientras tanto, los datos del mismo autor en base a los registros militares entre 1980 y 1995 señalan que Cochabamba ha aumentado su tasa de reclutamiento en ese período, a diferencia de La Paz y Potosí que han disminuido (p. 183).

Hay posibles explicaciones de estas contradicciones. Las dos encuestas tienen muestras diferentes (la primera cubría gente de toda edad, y parece que los mayores en general eran más favorables al SMO, mientras la segunda cubría sólo jóvenes), entonces arrojan resultados distintos, pero él cita a ambas, sin destacar la composición de las muestras, sólo confunde al lector. El reclutamiento cochabambino procede mayormente del área rural, mientras, es de suponer (no se consta), que la encuesta de la SAG trataba de jóvenes urbanos; de allí puede proceder la contradicción entre mayor rechazo y mayor número de reclutas en ese departa­mento. Pero parece que las tasas de reclutamiento refieren al porcentaje de reclutas que pro­ceden de cada lugar, no al porcentaje de jóvenes en edad de reclutamiento (que, además, no es fijo, hay reclutas de 14 y otros de 22 años) que se presentan en cada departamento; entonces, no necesariamente se puede afirmar que los de Potosí han perdido interés en el cuartel (por­que ya no necesitan la libreta para trabajar en las minas de la COMIBOL) y los de Cochabamba no (porque sí necesitan la libreta para defenderse de los Leopardos cuando van a trabajar al Chapare), aunque el autor lo interpreta en ese sentido (p. 183, 186). Finalmente, en la p. 128, se encuentra un cuadro extremadamente curioso referente a denuncias de violación a los derechos humanos recibidas entre 1994-5 y 1995-6. En el primer período, no se registra de­nuncia alguna contra el Ministerio Público ni el Poder Legislativo; sin embargo, al primero correspondió el 7.1 % de las denuncias y al segundo el 3.3%, mientras la FELCN fue objeto de 86 denuncias que son citadas como el 4.9% de un total de 345 denuncias, aunque, según un cálculo manual, ésto representa algo más del 24% del total. En adición, los porcentajes cita­dos sólo suman 60.2%, no 100%> como dice el cuadro. Un cuidado de edición competente no debe dejar pasar este tipo de errores.

Notas

1. Véase el capítulo ÍV de Victor Turner (1967) La selva de los símbolos, para un comentario detallado sobre la estructura de los ritos de iniciación. Esto sugiere que la insistencia de los reclutas campesinos en hacer su servicio lejos de la familia y pasar por 'pruebas de "sacrificio" aparentemente autoimpuestas" no es 'un dato cultural aprehendido y asmilado a lo largo del presente siglo' (Quintana, pp.306-7) sino corresponde a estructuras simbólicas más fundamentales y que se acercan a ser universales culturales.

2. Una mujer joven, actualmente inscrita en el curso premilitar en Achacachi. expresa otra motivación para buscar instrucción militar: su idea es aprender a defenderse contra los hombres en caso de enfrentar violencia doméstica en su vida futura Además, dice que su padre está mucho más de acuerdo con el curso premilitar que con su actividad extra-escolar anterior, que consistía en frecuentar discotecas (Comunicación personal, equipo de investigación Conflictos generacionales en El Alto')

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