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Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.17 La Paz dic. 1993

 

ARTICULO

 

EL MITO DE LA CONQUISTA: UNAS REFLEXIONES SOBRE LOS QUINIENTOS AÑOS

 

 

A. L. Spedding Pallet

 

 


 

Relativo al debate sobre la estratificación social en los Andes, hay dos posiciones extremas. La una, que es la que se ha impuesto en la mayoría de los comentarios sobre el lapso 1492-1992, es que se trata de una estratificación étnica, originada en la conquista, con los "indios" abajo y los "españoles" o "criollos" arriba. La otra, que encuentra cierta boga entre esos círculos intelectuales que se han dado en escribir sobre el mestizaje, es que la supuesta "cultura andina" no goza de ninguna autonomía, sino es simple producto de la subordinación del campesino a quien se negaba los elementos cruciales de la cultura dominante, sobre todo la escritura, la lengua castellana y los estudios superiores.

Cada posición, en el contexto nacional, significa aferrarse conjuntamente a cierta posición política, y el intento de debatir el tema en términos academicos suele hundirse en argumentos más políticos que intelectuales. La segunda posición, sobre todo, es tomada como otro intento de negar la validez de la cultura andina e imponer la hegemonía criolla. Pero ambas posiciones aceptan aspectos de la ideología criolla; por lo tanto vale la pena deconstruirlos un poco, empezando con los llantos sobre la desgracia de la conquista.

Aparte de unos sectores triunfalistas de la Iglesia y la oligarquía, nadie asevera que la conquista fue un beneficio absoluto a los habitantes del Nuevo Mundo. Pero fijarse en la conquista como base y fundamento de la estructura social actual corresponde a la otorgación de un valor exagerado a un solo momento histórico. ¿Para que escoger 1492 (o, en los Andes, 1532) como el instante crítico para la sociedad moderna? ¿Por qué no escoger el inicio de la expansión incaica, o la fundación de Tiawanaku, o los principios de Horizonte Temprano (Chavin), que hubiese sido para los andinos lo que el Imperio Romano fue para los europeos? La conquista no se dió en el momento cuando murió Atawallpa, sino fue un proceso gradual. Durante las primeras décadas, había continuidad no sólo de instituciones, sino inclusive de personal con el Incario. Los españoles eran pocos y para sobrevivir tenían que acomodarse a las estructruras indígenas; en eso empezó un proceso oculto negado por casi todos los participantes, pero cuyos resultados persisten hoy en día: la andinización de los criollos - un proceso negado por que la hegemonía criolla depende en gran parte de presentarse a sí misma como heredera de las más puras tradiciones europeas. La esquizofrenia y desprecio hacia sí mismo señalado como típico del cholo "desinidianizado" es mas flagrante entre los mismos criollos.

El concepto de "etnicidad" es hijo de la década de los sesenta, cuando se trató de deshacerse de palabras como "tribu", "pueblo primitivo", "raza" y similares, por considerarles cargados de significados colonialistas y racistas. Sin embargo, etnicidad funciona como una especie de concepto basurero donde se echa todos los factores sociales que no se pueden atribuir a la economía, la política u otras causas identificables. Suele referirse sobre todo a factores culturales como el idioma o la religión; supuestamente no se refiere a factores geneticos (la "raza"). Pero la aplicación del concepto en sí es, con frecuencia, incoherente. Esde notar que ladiferenciación étnica adentro de una sociedad rara vez abarca todo el modo de vida, sino escoge ciertos valores. A veces, como en el caso de los negros norteamericanos, se escoge el color de la tez; en otros casos, como los polacos, italianos o irlandeses en los Estados Unidos, señala la religión (católicos, en contra de los anglosajones protestantes).

En Bolivia ninguno de estos sirve. Los criollos se dan por "blancos", o como se suele decir, "blancones", aunque cuando andan al iado de un "gringo legítimo" se ve que no lo son tanto; y hay muchos campesinos esparcidos por los valles y la cordillera que son tan "blancones" como cualquiera de Calacoto, y tanto indios como patrones son, y han sido, católicos, a lo menos de nombre y ambos, igualmente, recurren al yatiri para bendecir su casa o negocio, mientras la medicina naturista, forma profesionalizada de la tradición medico-ritual andina, encuentra clientes en toda clase social. El sistema de parentesco es lo mismo entre campesinos y burgueses, y no es lo mismo que el europeo, como descubrió una norteamericana casada con hijo de ex-patrones en Yungas. Cuando le visitaron sus suegros, ella tenía que atender al suegro, hasta preparar la papilla de" Maizena" sin la cual él no podía dormir. "¿Por qué tengo que hacerle yo?" refunfuñaba en la cocina; "tiene su mujer." Claro que entre los anglosajones, la mujer soltera no cocina, aprende a cocinar recién después de casarse (por lo tanto, hay libros de recetas especiales para recién casadas) y de allí tiene que seguir cocinando hasta su muerte. Mientras la m ujer andina empieza a cocinar desde los diez. A los catorce, sea como hija o como empleada, puede atender a toda una familia, pero cuando llega a la madurez y tiene hijos y después nueras, ellas ya cocinan mientras ella se encuentra librada de las tareas domésticas, excepto en el caso de asumirlas voluntariamente. Entonces la norteamericana, como buena andina, tenía que cocinar para su suegro mientras su suegra descansaba en el balcón.

¿En qué factores, entonces, descansa la supuesta diferenciación étnica? El primero, o al menos el más obvio, es el traje - y esto en sí es muy andino, ya que se sabe que el traje fue un eje principal para diferenciar a las naciones bajo el Incario. Comparándoles con los europeos, los bolivianos gastan un porcentaje de sus insuJllos mucho más elevado en el traje, mientras un europeo preferiría gastar en su casa. Esto a la vez se relaciona con diferentes pautas de vida social; aqui se socializa más en público (en bares, cafes, la calle, pensiones...) mientras en Europa se suele visitar más en casa, y por lo tanto, las amistades se fijan en los muebles y los adornos domésticos. Los bares y boliches de La Paz escogen su clientela según el precio del trago (hay una variación increible en el precio de una cerveza "Paceña" según el lugar donde se toma) mientras los precios en todos los "pubes" ingleses son iguales, y se diferencian según, otra vez, el decorado y la ubicación; así hay pubes de obreros, de pequeburgueses o de clase media, pero todos pagan lo mismo por su cerveza. Las diferencias son culturales (tocadiscos automático vs. un conjunto de jazz; lujo vulgar vs. grabados artísticos...).

Otras señales esenciales de clase en Bolivia incluyen el barrio donde uno habita, el colegio donde se manda los hijos, ser dueño de un jeep o wagoneta (y nunca un cam ión Scania o Mercedes, Dios nos perdone, eso es de los cholos) y seguir las modas europeas, o a lo menos una versión de ellas; la moda en Bolivia deja de funcionar como moda y se convierte en otro índice de diferenciación social, porque los que siguen la moda son tan pocos que su ropa no significa estar a la moda, sino tener en cierto estatus. En las modas locales - por ejemplo, siempre hay algunas telas que representan le dernier cri en polleras, aunque el modelo mismo de pollera no se cambia - no tienen nada que ver con París o Nueva York. Es de notar que todos estos factores dependen del consumo, que se relaciona con la clase social y el estatus y no con factores culturales que son los que generalmente denotan la etnicidad. En Nueva York un judío pobre es tan judío como un judío rico, mientras en la Paz un "indio" rico no se convierte en criollo.

Este es un tema demasiado complicado para desarrollarlo aquí, pero, basicarnente, se trata de relaciones de afinidad que no corren bien; se acusa a la querida que ha dejado a uno, a la yema o cuñada odiada, al joven que quiere casarse con su hija, aunque la familia no le acepta, cte. También entran asuntos de conflictos económicos, pero siempre entre gente que son, a lo menos, afines potenciales, es decir, no se encuentran dentro de los gmdos prohíbidos de parentesco. Actualmente estoy preparando un trabajo sobre el Layqa, dedicado al análisis de la brujería paceña.

Muchos factores culturales en realidad no son restringidos a ciertas clases sociales; un joven de cualquier clase puede tocar zampoña o charango y meterse en un conjunto de música autóctona, y las acusaciones de brujería corren tanto en la calle Socabaya como en las comunidades del Altiplano, y siguen las mismas pautas. Otros ejemplos son el uso de prendas de lana de vicuña, o la palabra Qhinchha ("khcncha"), entre miembros de todos los estratos paceños. El panorama del idioma es más complicado. Hoy en día suelen ser los indios quienes manejan idiomas nativos, pero se nota una brecha generacional en la clase alta; la generación pre-Reforma, es decir los expatrones, sí hablan el idioma de sus siervos, sus hijos no, aunque hay variaciones regionales; el quechua es tan ligado con la identidad "Cochala" que muchos cochabambinos de clase media lo hablan, mientras en La Paz el aymara es más despreciado y restringido a las clases bajas. Si uno vive siempre entre servidumbre, pero conviene tener un idioma que ellos no entiendan para hablar de asuntos personales delante suyo, y como el castellano ya no sirve para esto, me parece que hay cierta tendencia a adoptar el inglés (o tal vez alemán) en los hogares de la clase alta, manteniendo así el bilingüismo con un idioma prohibido a los subordinados, aunque el idioma mismo ha cambiado. La relación entre idioma y etnicidad en los Andes es compleja; un quéchua de Sud Lípez está lejos de ser lo mismo que un quéchua de Tarabuco o del Valle Alto de Cochabamba, y un castellano-hablante monolingue de Tarija se considera muy distinto de un similar de Santa Cruz. La interrelación entre identidad regional, idioma y etnicidad es uno de los muchos campos fertiles que aun esperan una investigación adecuada.

En conclusión, yo me aferraré, al fin, a la segunda postcton que la estratificación andina no es étnica, sino de clase; pero afirmo que la cultura andina no corresponde a un miserable montón de trastos producto de la exclusión y opresión de sus practicantes, sino es una realidad viva que se extiende a todas partes de la sociedad, aunque, eso sí, enmascarada por muchos lados. Si fuera una diferenciación étnica verdadera, sería una diferenciación rarísima que permitiría, por ejemplo, que adentro de la misma familia hubieran "indios" de pollera y "mestizos" plenamente urbanizados. Es, entonces, una cultura mestiza, pero esto no quiere decir por lo tanto que carece de autenticidad; ello, más bien, es una aseveración vacía, porque no hay cultura en el mundo que no sea mestiza en mayor o menor grado; no hay ninguna cultura que se hubiera desarrollado en aislamiento y pureza. La tarea importante es reconocer la vigencia de lo andino y otorgarle el valor que merece, no a traves de una folklorización que le reduce a algunos adornos, ni cayendo en la trampa de añorar una supuesta cultura "pura", libre de rasgos hispanicos, una búsqueda que corresponde al desprecio hacia los andinos actuales que, por bailar al son de la banda y usar gorros "toyota", son descartados como unos aculturizados. En vez de llorar por las desgracias del mito de la conquista, hay que celebrar la conquista actual, la andinización de los "criollos".

 

 

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