INTRODUCCIÓN
El diagnóstico temprano de las enfermedades reumáticas es crucial para mejorar los resultados clínicos y la calidad de vida de los pacientes, permite iniciar tratamientos que alivian el dolor, la inflamación y previenen la progresión de la enfermedad y sus complicaciones. Estas patologías, que afectan a un por ciento elevado de la población a nivel mundial, pueden provocar un deterioro significativo de la salud si no se identifican y tratan a tiempo. La naturaleza insidiosa de los síntomas, que a menudo son inespecíficos y se desarrollan lentamente, puede resultar en retrasos en el diagnóstico, lo que conlleva a daños irreversibles en las articulaciones y otros tejidos, lo que representa un desafío importante para los sistemas de salud (1, 2).
La artritis reumatoide, AR, es una enfermedad autoinmune inflamatoria, sistémica y crónica que afecta principalmente al sistema osteomioarticular (3). Aproximadamente el 0.5% de la población padece esta enfermedad, siendo más común en mujeres que en hombres y puede presentarse a cualquier edad con un pico de incidencia entre los 30 y 60 años (4). Clínicamente se caracteriza por la presencia de dolor, inflamación, rigidez y deformidad en las articulaciones (5). Estos elementos inciden en la aparición de la discapacidad funcional y en la disminución de la percepción de la calidad de vida relacionada con la salud. En etapas avanzadas puede aparecer erosión ósea, destrucción del cartílago articular y la pérdida completa de la integridad de la articulación. Además, diversos órganos y sistemas como el corazón, los riñones, el hígado y sistema nervioso pueden verse afectados (6).
El diagnóstico y la clasificación de AR se fundamentan en los criterios establecidos por la Asociación Americana de Reumatología, ACR, y la Alianza Europea de Asociaciones de Reumatología, EULAR, que incluyen la presencia de, al menos, una articulación con sinovitis clínica, inflamación articular que no pueda ser atribuida a otra enfermedad, presencia de marcadores serológicos como el factor reumatoideo, FR, y anticuerpos contra péptidos cíclicos citrulinados, anti-CCP, aumento de reactantes de fase aguda y una duración de los síntomas igual o superior a 6 semanas (7, 8).
Sin embargo, en la actualidad existen retos para la detección temprana de la enfermedad, el acceso a pruebas diagnósticas para AR puede ser un desafío significativo para las poblaciones más vulnerables, afectando su capacidad para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados. En muchos casos, estas comunidades enfrentan barreras económicas y geográficas que limitan su acceso a insumos médicos esenciales, como análisis de sangre para determinar la presencia de marcadores serológicos y técnicas de imagen como radiografías o ecografías (9).
Otras limitaciones están relacionadas con el diagnóstico y la clasificación de la AR, debido a la sensibilidad y especificidad de los criterios utilizados, que pueden ser inadecuados en las fases iniciales de la enfermedad, donde los síntomas son vagos y similares a otras condiciones, así como a la heterogeneidad de la enfermedad (10). Además, la exclusión de técnicas de imagen en la puntuación limita la capacidad para evaluar adecuadamente el daño articular temprano. La variabilidad entre pacientes, que incluye diferencias en la seropositividad y en la evolución de la enfermedad, complica aún más el diagnóstico y puede resultar en tratamientos inadecuados. Por otra parte, el hecho de que algunos pacientes con condiciones similares puedan ser clasificados erróneamente subraya la necesidad de un enfoque más preciso y personalizado en el diagnóstico y manejo de esta enfermedad (11).
Entre los biomarcadores más destacados y utilizados para el diagnóstico y clasificación de AR se encuentran el FR y anti-CCP. El FR, fue el primer autoanticuerpo identificado y se dirige contra la porción Fc de las inmunoglobulinas G, sin embargo, su especificidad es limitada, ya que puede estar presente en otras enfermedades autoinmunes (12). Por otro lado, los anti-CCP dirigidos contra proteínas citrulinadas como filagrina, fibrina y vimentina, son altamente específicos para la AR y constituyen un componente clave para su diagnóstico. No obstante, la correlación entre los niveles de estos biomarcadores y la severidad de la AR sigue siendo un área de investigación poco explorada, lo que dificulta su aplicación clínica para estratificar el riesgo y la progresión de la enfermedad (13).
De ahí que sea pertinente desarrollar estudios que correlacionen claramente los niveles de los marcadores bioquímicos con la severidad de la enfermedad, para contribuir a interpretar los resultados de laboratorio, disminuir la incertidumbre en la clasificación y manejo de los pacientes y elevar la capacidad de personalizar las estrategias terapéuticas. De ahí que sea pertinente cuestionar ¿qué factores demográficos o clínicos pueden influir en la aparición de la AR?, ¿cuál es la sensibilidad y especificidad del FR en comparación con los anti-CCP para el diagnóstico temprano de la AR? Atendiendo a este contexto, el objetivo de la presente investigación fue analizar la utilidad diagnóstica del FR y el anti-CCP en la identificación de la AR y su relación con la severidad de la enfermedad.
MATERIALES Y MÉTODOS
La investigación se llevó a cabo con un diseño descriptivo de corte transversal, utilizando un enfoque de análisis documental secundario. La muestra estuvo constituida por 296 registros de pacientes con diagnóstico de AR que acudieron al servicio de Reumatología de un hospital de segundo nivel en la ciudad de Loja, Ecuador, durante el periodo de enero a diciembre de 2023. Los datos usados se obtuvieron a partir del sistema informático de laboratorio cobas® infinity, asegurando la privacidad de los pacientes, para lo cual, los datos fueron anonimizados.
Se realizó un muestreo no probabilístico por conveniencia y se utilizaron parámetros de selección. Para los criterios de inclusión se tuvieron en cuenta los pacientes con diagnóstico de AR que acudieron al servicio de Laboratorio clínico en los cuales se realizaron las pruebas de FR y anticuerpos anti-CCP; además, los que habían sido diagnosticados y clasificados según los criterios establecidos por la ACR, que acudieron al servicio de Reumatología durante el periodo de estudio. Se establecieron como criterios de exclusión a los pacientes que padecieran otra patología crónica o enfermedades autoinmunes diferentes a la AR.
La cuantificación del FR se realizó bajo la técnica de inmunoensayo turbidimétrico en la cual se captan los auto anticuerpos de interés presentes en la muestra, utilizando inmunoglobulinas de tipo IgG, se midió la absorbancia producida a 583 nm, obteniéndose resultados en pacientes sanos menores a 14 U/mL.
La cuantificación de anti CCP se realizó con la técnica de inmunoensayo por electro quimioluminiscencia, en la cual se hizo una determinación semi cuantitativa de los niveles de IgG humana dirigida contra los CCP, se midió la turbidez producida con resultados menores a 17 U/mL en pacientes sanos.
Para el análisis estadístico, se generó una base de datos con el software Microsoft Excel y se realizó el análisis de datos con IBM SPSS versión 25.0. Se aplicó estadística descriptiva para evaluar los resultados, que se presentaron a través de tablas de simple entrada y tablas cruzadas. Además, los resultados se ilustraron mediante gráficos de barras, facilitando la visualización de la información obtenida.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
El análisis análisis detallado de los resultados obtenidos en el estudio realizado con pacientes diagnosticados con AR, facilita el diagnóstico precoz y permite iniciar el tratamiento antes de que se produzcan daños significativos en las articulaciones, lo que no solo previene la progresión de la enfermedad, sino que también mejora considerablemente la calidad de vida de los pacientes. A continuación, se presentan los resultados obtenidos en el estudio.
En la Tabla 1, se muestran los resultados del análisis estadístico descriptivo que revelan información significativa sobre la demografía y la evolución de la enfermedad en una muestra de 296 pacientes. Con una media de edad de 53 años, la mayoría de los participantes se encuentra en las etapas iniciales de la enfermedad, específicamente en las fases aguda e inflamatoria y proliferativa, que representan un 81.1% del total. Solo el 18.9% de los pacientes se encuentra en la fase crónica avanzada. Esta distribución sugiere que un número considerable de pacientes ha sido diagnosticado en etapas tempranas, lo que es crucial para el manejo efectivo de la AR.
La presencia de un alto porcentaje de pacientes en etapas iniciales indica una posible concienciación y acceso adecuado a servicios médicos, lo cual es alentador. Sin embargo, también plantea la necesidad de seguir educando tanto a profesionales como a pacientes sobre los síntomas tempranos para asegurar que más personas sean diagnosticadas a tiempo.
Las implicaciones de estos hallazgos son amplias, resalta la importancia de establecer protocolos de detección y diagnóstico temprano en atención primaria y especialidades reumatológicas. Además, sugiere que los sistemas de salud deben enfocarse en brindar apoyo continuo a los pacientes en las etapas iniciales para maximizar los beneficios del tratamiento. La intervención oportuna no solo puede mejorar el pronóstico individual del paciente, sino que también contribuye a reducir los costos asociados al tratamiento a largo plazo al disminuir la necesidad de intervenciones quirúrgicas o tratamientos más agresivos en etapas avanzadas.
Al hallarse una mayoría significativa de pacientes en fases iniciales, existe una oportunidad para implementar estrategias que mejoren no solo la salud individual, sino también el bienestar general de esta población afectada por una enfermedad crónica que, sin un manejo adecuado, puede tener consecuencias devastadoras tanto a nivel personal como social.
El análisis de la prevalencia de la AR en la población estudiada revela una notable disparidad de género, con un 79.4% de los casos diagnosticados en mujeres, en comparación con solo el 20.6% en hombres. Esta diferencia significativa sugiere que la AR es una enfermedad que afecta asimétricamente a las mujeres, lo que puede estar relacionado con factores biológicos, hormonales y genéticos que predisponen a este grupo a desarrollar la enfermedad. Además, esta alta prevalencia resalta la necesidad de enfoques específicos en el diagnóstico y tratamiento que consideren las particularidades del género biológico.
La identificación temprana y el manejo adecuado en mujeres pueden ser cruciales para mejorar los resultados clínicos y la calidad de vida, dado que la enfermedad puede tener un impacto significativo en su bienestar físico y emocional. Estos resultados enfatizan la necesidad de sensibilización y educación en salud para abordar las necesidades específicas de las mujeres afectadas por esta enfermedad crónica.
La Tabla 2, muestra el análisis de la distribución por grupos etarios. Se destaca una predominancia notable de adultos y adultos mayores, que en conjunto representan el 92.6% de los casos, 164 adultos y 110 adultos mayores. Este hallazgo sugiere que la enfermedad es más común en estas etapas de la vida, lo cual es coherente con la literatura existente que indica que la enfermedad generalmente se manifiesta en la edad adulta, aunque puede aparecer en individuos más jóvenes. La baja frecuencia observada en infantes, 1.0%; adolescentes, 2.0% y jóvenes el 4.4%, destaca que es menos prevalente en estas poblaciones, lo que puede implicar que los mecanismos patológicos de la enfermedad son más relevantes en las etapas posteriores del desarrollo.
Las implicaciones de estos datos son significativas para el manejo y tratamiento de la enfermedad, es esencial que los sistemas de salud se enfoquen en estrategias de diagnóstico y tratamiento adaptadas a estas poblaciones, considerando las comorbilidades que a menudo acompañan a la edad avanzada. Además, esto resalta la necesidad de programas de educación y prevención dirigidos a adultos jóvenes y adultos mayores, para fomentar un diagnóstico temprano y un manejo adecuado de la enfermedad. Estos resultados podrían conducir a enfoques más personalizados en el tratamiento y cuidado de los pacientes.
En cuanto a la frecuencia de los marcadores biológicos anti-CCP y FR, la tabla 3 muestra patrones significativos que pueden influir en el diagnóstico y manejo de la enfermedad. Se observa que el 49.0% presenta niveles elevados de anti-CCP, mientras que un 28.0% tiene niveles muy elevados y un 19.3% extremadamente elevados. En contraste, solo un 3.7% muestra resultados normales. En cuanto al FR, el 48.3% tiene niveles elevados, con un 23.6% en niveles muy elevados y un 18.6% extremadamente elevados, mientras que el 9.5% se encuentra dentro del rango normal. Estos resultados indican que una gran mayoría de los pacientes presenta niveles anormales de ambos marcadores, lo que sugiere una actividad inflamatoria significativa asociada con la AR.
Las implicaciones de estos hallazgos son importantes para el manejo clínico de la enfermedad. La alta frecuencia de resultados elevados en anti-CCP es particularmente relevante, dado que este anticuerpo es considerado un marcador específico para la AR y su presencia está asociada con un mayor riesgo de daño articular y progresión de la enfermedad. Esto refuerza la necesidad de realizar pruebas de anti-CCP como parte del diagnóstico inicial y seguimiento en pacientes con síntomas sugestivos de AR. Además, la correlación entre los niveles elevados de FR y anti-CCP sugiere que estos marcadores pueden ser utilizados conjuntamente para mejorar la precisión diagnóstica y monitorear la actividad de la enfermedad.
Por otro lado, la identificación temprana de pacientes con niveles anormales puede facilitar intervenciones más oportunas y personalizadas, lo que potencialmente podría prevenir complicaciones a largo plazo y mejorar los resultados clínicos. Estos datos subrayan la importancia del uso sistemático de ambos análisis en el contexto clínico para optimizar el manejo de la AR y resaltan la necesidad de una atención médica proactiva en esta población vulnerable.
Por otra parte, el análisis estadístico reveló una asociación significativa entre las etapas de AR y la interpretación de los niveles de FR. La prueba Chi-cuadrado mostró un valor de 170,642 con 6 grados de libertad y una significación asintótica de p<0,001, indicando que la relación observada no es producto del azar. La prueba de razón de verosimilitud confirmó estos resultados con un valor de 179,686 y la misma significación. Además, la prueba de asociación lineal por lineal obtuvo un valor de 60,142 con 1 grado de libertad y significación de p<0,001, evidenciando una relación lineal entre las etapas de AR y los niveles de FR, con una tendencia a niveles más elevados en etapas avanzadas Figura 1.
Se evidencia un predominio de niveles elevados en la etapa 1, mientras que los niveles muy elevados y extremadamente elevados aumentan progresivamente en las etapas 2 y 3.
De igual manera, los resultados obtenidos mediante la prueba Chi cuadrado muestran, una asociación significativa entre la interpretación de los niveles de anti-CCP y las etapas de severidad de la AR. El valor del estadístico de Chi cuadrado de Pearson fue de 311,674, con 6 grados de libertad considerablemente mayor que el valor obtenido para el FR y una significación asintótica bilateral de p<0,001, lo que indica que la relación observada es altamente significativa. Además, el valor de la razón de verosimilitud, con un estadístico de 297,048 y los mismos grados de libertad y significación, refuerza la validez de la asociación identificada. Por su parte la prueba de asociación lineal por lineal mostró un valor más alto para el anti-CCP, 72,885, en comparación con el FR, 60,142, lo que refuerza la idea de que anti CCP tiene un comportamiento más lineal y consistente a medida que avanza la enfermedad Figura 2.
Se observa un predominio de niveles elevados en la etapa 1, mientras que los niveles muy elevados y extremadamente elevados son más frecuentes en las etapas 2 y 3.
En este contexto, tanto el anti-CCP como el FR presentan asociaciones significativas con la severidad de la AR; sin embargo, el anti-CCP muestra una relación más fuerte y consistente, lo que lo posiciona como un marcador más específico para evaluar la progresión de la enfermedad. Estos resultados destacan la importancia de integrar ambos marcadores en la práctica clínica, pero subrayan la ventaja del anti-CCP en términos de especificidad y utilidad diagnóstica.
Discusión
Los resultados obtenidos en este estudio presentaron las características demográficas, clínicas y frecuencia de los niveles de los biomarcadores anti-CCP y FR, de los pacientes diagnosticados con AR, destacando una mediana de edad de 53 años. Esta cifra corresponde principalmente a los grupos etarios de adultos y adultos mayores, que en conjunto representan el 92 % de la población estudiada. Esta distribución etaria es consistente con estudios similares, como el de Lozano et al. (14), que reportan una edad media de 52,5 ± 10,8 años, identificando estas etapas de la vida como las de mayor riesgo para el desarrollo de AR.
En cuanto a la distribución por sexo, se observó una predominancia del género femenino, coincidiendo con lo reportado por Carazco et al. (15), que comprueban que la mayoría de los pacientes, 86,7%, con AR eran mujeres, con una edad media de 54 años. De manera similar, Clavero et al. (16), informan en su investigación que, de 63 pacientes, 43 para el 68%, pertenecían al género femenino.
En relación con la utilidad del FR y anti-CCP para el diagnóstico de la AR, se observaron frecuencias similares de positividad del 48,3% y 49% respectivamente, en la categoría de niveles elevados. Sin embargo, el anti-CCP mostró un menor porcentaje de resultados normales en comparación con el FR, lo que sugiere que el anti-CCP es más específico que el FR. Estos hallazgos son consistentes los resultados obtenidos por Clavero et al. (3), quienes determinaron que la sensibilidad y especificidad fueron superiores en los anti-CCP frente a FR. Los autores reportaron que inicialmente el FR presentó un escaso valor diagnóstico, ya que resultó negativo en más de dos tercios de los pacientes con diagnóstico de AR; concluyeron que la presencia de anticuerpos en pacientes con AR influye en el tratamiento de elección con una mayor utilización de metotrexato frente a otros inmunosupresotres en los pacientes seropositivos.
En contraste, Lee y Schur (17), reportan un porcentaje más elevado, del 34%, de pacientes con AR seronegativos para FR que para los que presentaron reactividad al anti-CCP, sin embarco coinciden en señalar que la presencia de, al menos uno, de estos marcadores aumenta la sensibilidad diagnóstica al 81,4%, mientras que la combinación de ambos alcanza una especificidad del 91,1%, comparable a la obtenida exclusivamente con el anti- CCP. De manera similar, Khudhair (18), en su investigación realizada en el Hospital Universitario de Al-Hussein, Al-Nasiriyah, Irak, reportó una elevación significativa, con p<0,05 en las frecuencias de positividad tanto del FR, 66,4%, como del anti-CCP, 69,1%, en pacientes con diagnóstico de AR, destacando una mayor frecuencia el anti-CCP.
Asimismo, Martínez et al. (19), observaron asociación entre la positividad de proteína C reactiva y la presencia de todos los autoanticuerpos. El FR y el anti-CCP mostraron correlación positiva con la velocidad de sedimentación globular, solamente anti-CCP determinó una actividad moderada o alta de la enfermedad. Los investigadores concluyen que los anticuerpos antipéptidos citrulinados de segunda y tercera generación tienen gran valor para la identificación de pacientes con AR, lo que refuerza su consistencia con los datos del presente estudio.
Por otra parte, los resultados de la presente investigación evidencian asociaciones significativas entre las etapas de severidad de la AR y los niveles tanto del FR como de los anticuerpos anti-CCP. Estas asociaciones fueron respaldadas por análisis estadísticos, que destacan la relevancia de estos marcadores en la caracterización de la enfermedad. Los resultados de Steiner y Toes (20) y Wu et al. (21), apoyan estos hallazgos al asociar la presencia del FR con un fenotipo más severo y erosivo de la AR. Concluyeron que como autoanticuerpo dirigido contra el fragmento Fc de la inmunoglobulina G (IgG), el FR promueve procesos inflamatorios crónicos en las articulaciones, contribuyendo a la destrucción progresiva del cartílago y el hueso, demostrando que el FR contra la inmunoglobulina M (IgM) guarda una correlación significativa con indicadores clínicos y serológicos de actividad y discapacidad funcional en la AR.
Sin embargo, en otro estudio Martínez et al. (19), señalaron que, aunque el FR contra IgM mostró asociación con la positividad de PCR y el índice Disease Activity Score 28, DAS28, no se evidenció relación con un DAS28 moderado o alto, considerado el mejor indicador clínico de actividad de la AR. Esta diferencia podría estar relacionada a que en el presente estudio se evalúo el FR contra IgG, el cual presenta una asociación más estrecha entre los niveles de este marcador y la severidad del daño articular y más aun con la deformación ósea en pacientes con AR.
En este sentido, Elshafie et al. (22), quienes realizaron su investigación en dos unidades ambulatorias de reumatología en Jartum, demostraron que el complejo FR-IgG no solo se correlaciona con el daño articular general, sino que, además, mostró una fuerte asociación con deformidades específicas de la mano, como los nódulos de Swan-Neck y desviaciones cubitales. Esto refuerza la relevancia del FR e IgG como un marcador más preciso para identificar los patrones de daño estructural avanzado en la AR.
Por su parte, la correlación entre los niveles del anti-CCP y las etapas de AR mostraron una relación más consistente en comparación al FR, destacando una relación más sólida y consistente entre este marcador y las etapas de la enfermedad. Este resultado coincide con lo obtenido por Abdelhafiz et a. (23), quienes subrayan la alta especificidad y sensibilidad del anti-CCP frente al FR, particularmente en la identificación de formas erosivas de la enfermedad. Además, reportan, en concordancia con el presente estudio, que, en términos de daño estructural, los niveles de anti-CCP se correlacionaron significativamente con el daño radiográfico, mientras que el FR no mostró asociación con el daño articular, pero sí con la erosión ósea detectada por ultrasonido. Esto resalta la utilidad del anti-CCP no solo como marcador diagnóstico, sino también como predictor de la progresión del daño articular, particularmente en casos avanzados de AR.
En correspondencia, el estudio de Tan et al. (24), identificó que en pacientes con DAS28 mayores o iguales a 3,2, los niveles de anti-CCP fueron predictivos de puntuaciones de erosión ecográfica, con una sensibilidad alta, de 83,3% y de especificidad moderada, 53,8%, para identificar daño severo con un punto de corte de anti-CCP≥95,2. Estos resultados complementan los modelos de predicción clínica, como los reportados por Visser et al. (25), quienes destacaron la asociación del anti-CCP con formas persistentes y erosivas de la enfermedad, superando al FR como predictor, siendo un elemento crucial en la práctica clínica para el manejo integral de esta patología.
CONCLUSIONES
Los resultados muestran que la mayoría de los pacientes con AR se encuentra en etapas iniciales de la enfermedad, con un 81.1% en fases aguda e inflamatoria. Esto resalta la importancia de la detección temprana, que permite iniciar tratamientos efectivos y prevenir daños articulares irreversibles.
La prevalencia es significativamente mayor en mujeres, 79.4%, lo que sugiere la necesidad de enfoques diagnósticos y terapéuticos específicos que consideren las particularidades del género biológico, así como la importancia de la educación en salud para mejorar los resultados clínicos en esta población.
La distribución etaria muestra que el 92.6% de los pacientes son adultos y adultos mayores, lo que indica que la AR es más común en estas etapas de la vida. Esto enfatiza la necesidad de estrategias de manejo adaptadas a las características y comorbilidades asociadas a estas poblaciones.
Se constata la utilidad clínica de los biomarcadores anti-CCP y FR en el manejo de la AR. Aunque ambos presentan asociaciones significativas con la progresión de la enfermedad, el anti-CCP ha demostrado tener una especificidad superior, hasta un 95%, en comparación con el FR, que puede encontrarse también en otras enfermedades autoinmunitarias y en algunos individuos sanos. Esto hace que el anti-CCP sea un indicador más confiable y específico para confirmar el diagnóstico de AR, mostrando una relación más fuerte con las etapas avanzadas de la enfermedad.
Se recomienda la necesidad de integrar ambos biomarcadores en la práctica clínica para obtener un diagnóstico más preciso y un monitoreo adecuado de los pacientes con AR, especialmente en sus etapas iniciales, donde una intervención temprana puede modificar significativamente el curso de la enfermedad. Sin embargo, es necesario continuar investigando nuevos biomarcadores que permitan una selección más precisa de los pacientes antes de iniciar tratamientos personalizados, avanzando hacia una medicina de precisión más efectiva.
CONFLICTO DE INTERESES.
No existe conflictos de interés en los participantes de la presente investigación
FINANCIAMIENTO
Los autores declaran que no recibieron financiamiento
AGRADECIMIENTO
Los autores reflejan el esfuerzo y el aporte que las personas aportaron al desarrollo del presente artículo científico.



















