INTRODUCCIÓN
La pedagogía religiosa cumple una función esencial en la formación integral del ser humano, ya que no se limita a la transmisión de contenidos doctrinales, sino que promueve la interiorización de valores fundamentales como el respeto, la solidaridad, la justicia y el amor al prójimo. A través de procesos educativos centrados en la fe, la reflexión ética y el testimonio, se busca formar individuos capaces de contribuir a una sociedad más justa y pacífica (García et al., 2022).
En un contexto global marcado por transformaciones aceleradas, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2020) ha enfatizado la necesidad de una educación más inclusiva y orientada hacia la paz. Sin embargo, el avance de modelos sociales individualistas y el impacto de la tecnología han favorecido la emergencia de actitudes contrarias a los valores éticos, evidenciadas en fenómenos como la corrupción, la mentira y la pérdida de empatía, lo que ha contribuido a una creciente deshumanización (Mendieta, 2021).
Frente a esta realidad, una educación centrada en valores se presenta como una vía para contrarrestar tales desafíos, al propiciar una convivencia armónica y responsable (Villa, 2021). No basta con conocer los valores: es necesario comprender su importancia y aplicarlos en la vida cotidiana mediante acciones concretas, tales como el respeto por la diversidad, la resolución pacífica de conflictos y la compasión hacia el otro (Martínez, 2020).
Este proceso de formación valórica no se desarrolla de forma aislada; inicia en el hogar y se fortalece en la escuela mediante el acompañamiento de docentes y actores educativos. La escuela, por tanto, no solo transmite conocimientos, sino que configura modos de pensar y actuar, influenciados por una visión del ser humano, una jerarquía de valores y una comprensión específica de la sociedad (García et al., 2024).
En este sentido, la religión, como fenómeno cultural y espiritual, ofrece un espacio propicio para el análisis de las expresiones de fe, identidad y sentido de vida de los estudiantes (Guerrero, 2020). La pedagogía religiosa, al integrarse en el currículo escolar, no pretende imponer creencias, sino favorecer el diálogo entre la espiritualidad personal y los valores universales, en articulación con otras disciplinas (López, 2022).
La enseñanza de la religión ha demostrado ser un instrumento eficaz para la formación integral, pues permite reflexionar sobre el sentido de la existencia, abordar dilemas éticos cotidianos y promover la justicia social desde una perspectiva intercultural (Guerrero, 2020). No obstante, aunque muchas personas manifiestan creer en Dios -como lo refleja una encuesta de WIN Internacional y Datum Internacional (2019), donde el 92 % de peruanos afirmó dicha creencia-, esta fe no siempre se traduce en prácticas coherentes con los valores morales y cívicos.
El vínculo entre religión y educación ha estado presente en la historia constitucional del Perú, especialmente durante el siglo XIX, donde la enseñanza religiosa, particularmente católica, ocupaba un lugar central. En las últimas décadas, sin embargo, este vínculo se ha visto matizado por conceptos como la laicidad y la separación de poderes, lo cual ha generado una nueva configuración del rol de la religión en el ámbito educativo (Hakansson, 2021).
En la actualidad, la pedagogía religiosa continúa desempeñando un papel clave frente a los retos de la formación ética y espiritual en un mundo caracterizado por el cambio constante. Esta disciplina busca integrar la enseñanza de valores con la vivencia práctica, incidiendo en la manera en que los estudiantes se relacionan, resuelven conflictos y participan en su comunidad (López, 2022).
Estudios recientes han evidenciado que la relación entre religiosidad y valores humanos es parcial. En la sociedad portuguesa, por ejemplo, Carneiro (2021) encontró que, aunque muchas personas se identifican como religiosas, esta identidad no siempre influye directamente en sus principios éticos. También destacó que las mujeres suelen presentar mayores niveles de religiosidad. Por otro lado, García et al., (2020) concluyeron que el curso de religión en la educación secundaria favorece la convivencia y fortalece habilidades sociales, independientemente del credo de los estudiantes. Asimismo, Panta (2020) identificó que una planificación pedagógica adecuada mejora el aprendizaje.
Desde un enfoque teórico, la pedagogía religiosa se concibe como una propuesta educativa que, más allá de lo teológico, considera lo cultural, lo antropológico y lo humanizador. Según la Real Academia Española (2021), la religión se define como un sistema de creencias y dogmas vinculados con la divinidad. Korup et al. (2020) añaden que la religión es un fenómeno cultural que moldea los valores sociales, éticos y políticos. Artacho (1989) ya señalaba la importancia de abordar la religión desde una perspectiva pedagógica, más que puramente dogmática.
El Papa Francisco (2020) sostiene que la educación religiosa católica debe propiciar una formación integral, encaminada a madurar la identidad cristiana y a vivir una existencia plena desde la fe. En países como Costa Rica, el curso de religión está institucionalizado como parte fundamental de la formación ética y espiritual (Chero, 2022). En el Perú, Garcés (2021) reportó que el 90 % de los estudiantes considera que esta asignatura les permite discernir entre el bien y el mal, mientras que el 85 % de los docentes reconoce su impacto en la búsqueda de sentido vital.
En este trabajo, se concibe la pedagogía religiosa como un componente curricular clave para el desarrollo integral de los estudiantes, estructurado desde cuatro dimensiones: antropológica, pedagógica, humanizadora y cristocéntrica, en línea con los enfoques propuestos por la ONDEC y el Papa Francisco.
En paralelo, el estudio de los valores durante la adolescencia resulta crucial, ya que en esta etapa se conforma una escala de prioridades éticas que influye en las decisiones y conductas del futuro adulto (Marín y Sánchez-Cuenca, 2018). Este proceso, vinculado a la construcción de la identidad, se nutre de experiencias personales y del entorno sociocultural (Genç, 2018), y se ve influido por agentes como la familia, la escuela, los pares y los medios de comunicación (Collet, 2020).
Los valores, entendidos como principios que orientan las acciones humanas (Martín et al., 2021), permiten distinguir aquello que contribuye al bienestar común. Según Dewey (1952), su aplicación práctica mejora la calidad de vida y fortalece la cohesión social. Así, cada decisión tomada durante la adolescencia moldea la identidad del individuo (Splitter, 2020), que está en constante evolución según las condiciones de su entorno (Peppler et al., 2020).
En síntesis, el presente estudio se enfoca en analizar cómo la pedagogía religiosa influye en la formación de valores morales en los adolescentes, reconociendo que esta etapa representa un momento decisivo en la construcción de la identidad personal y social. En un contexto donde la ética y la espiritualidad enfrentan múltiples desafíos, la educación religiosa puede ofrecer una respuesta formativa profunda y pertinente.
MÉTODO
Se trató de una investigación con diseño de revisión sistemática, orientada a recopilar, analizar y sintetizar información relevante proveniente de estudios contemporáneos y pertinentes relacionados con la variable de interés. Este enfoque no incluyó procedimientos estadísticos para la integración de los datos obtenidos (Ato et al., 2013).
Para la recolección de información, se aplicaron criterios de inclusión específicos siguiendo lo propuesto por Guevara (2019). Se seleccionaron artículos publicados entre los años 2019 y 2024, en idioma español, inglés y portugués, que abordaran temáticas vinculadas a la pedagogía religiosa y su relación con los valores. La búsqueda se llevó a cabo en bases de datos de acceso abierto como SciELO y Scopus.
La ecuación de búsqueda empleada fue la siguiente:
("pedagogía religiosa" OR "educación religiosa y valores" OR "religión y desarrollo de valores") AND (2019:2024) AND (language: Spanish OR English OR Portuguese)
Por otro lado, se establecieron criterios de exclusión que descartaron estudios no alineados con los objetivos de la investigación, artículos que no procedieran de revistas indexadas o bases confiables, así como aquellos no disponibles de forma gratuita para su revisión.
Se utilizó la técnica de análisis documental para la recolección de datos, lo que permitió comparar y contrastar los hallazgos de los diferentes estudios revisados con el propósito de responder a los objetivos planteados (Guevara, 2019). Como instrumento, se aplicó una lista de cotejo que permitió registrar los indicadores principales de cada artículo, asegurando una verificación precisa y sistemática (Certad, 2015). Entre los criterios considerados se incluyeron: nombre de la revista, base de datos, título del artículo, autores, año de publicación, país, tipo de estudio, diseño metodológico, muestra, técnicas e instrumentos utilizados, y principales resultados.
Para el análisis de la información recopilada, se elaboró un diagrama de flujo PRISMA con el fin de representar de forma visual el proceso de selección de los artículos, incluyendo el total revisado, los excluidos y los finalmente incluidos, conforme a los criterios establecidos. Como resultado, se seleccionaron 14 artículos pertinentes, tal como se presenta en la Figura 1.
DESARROLLO Y DISCUSIÓN
Con el propósito de responder al objetivo general del estudio, la Tabla 1 presenta una síntesis analítica de los artículos científicos revisados sobre educación religiosa y formación en valores. Esta tabla recopila investigaciones relevantes publicadas entre 2019 y 2024, considerando seis variables clave: autor y año de publicación, pregunta de investigación, palabras clave, tipo de investigación, principales resultados y el aporte del estudio. Estas variables permiten identificar tanto la orientación metodológica de los trabajos como sus contribuciones teóricas y prácticas al campo de la educación en valores. Se destaca que 14 de los artículos proceden de revistas académicas indexadas, distribuidas en Scopus (4), SciELO (8) y Web of Science (2), lo que refuerza la validez científica de los hallazgos reportados.
Los estudios presentados evidencian una tendencia compartida hacia la resignificación de la educación religiosa en contextos educativos contemporáneos. Se observa un esfuerzo por transformar los enfoques tradicionales, priorizando metodologías pedagógicas más dinámicas y participativas que favorezcan el pensamiento crítico, el diálogo intercultural y la construcción de valores en entornos diversos (Ochoa et al., 2021; de Frederico, 2021). Los aportes coinciden en destacar que una educación religiosa centrada en la experiencia, el respeto a la diversidad y la reflexión ética permite trascender el adoctrinamiento y generar procesos formativos más integrales (García et al., 2024; Rahmawati et al., 2024).
Asimismo, varios estudios resaltan el papel de la educación religiosa en la prevención de problemáticas sociales, como la violencia o el debilitamiento de la convivencia, al tiempo que promueven el bienestar emocional y el fortalecimiento de la autonomía juvenil desde una perspectiva espiritual (Rachida & Encarnación, 2020; Cieza et al., 2024). Se reconoce también que la religiosidad y la espiritualidad, cuando son abordadas con una mirada crítica y contextualizada, pueden convertirse en factores protectores en la adolescencia, contribuyendo a la salud mental y a la calidad de vida (Gallardo et al., 2022; Hardy et al., 2019).
Por otro lado, los estudios problematizan la presencia de la religión en espacios públicos y tensionan los límites entre la educación laica y la educación religiosa, abriendo debates sobre la legitimidad, la libertad de creencias y los derechos de la niñez (Barcía & Rivera, 2023; Luis Antonio & Carrasqueira, 2023). También se proponen herramientas concretas -como planes de crianza o marcos teóricos sistemáticos- que permiten mediar entre lo normativo, lo pedagógico y lo afectivo (García, 2024; Alarcón, 2023). En conjunto, los aportes sugieren que la educación religiosa, lejos de ser una dimensión excluyente, puede integrarse de manera crítica, inclusiva y constructiva en el desarrollo de sociedades pluralistas.
Discusión
La educación juega un papel fundamental en la formación de valores en la adolescencia, superando la mera transmisión de conocimientos para promover la internalización y práctica activa de principios éticos y morales. Este proceso formativo es clave para el desarrollo integral del individuo.
En relación con la religiosidad, se identifica como una dimensión central en la vida humana, abordada desde múltiples disciplinas. La perspectiva sociológica destaca que la religiosidad contribuye al control social positivo, favoreciendo la cohesión, la armonía y el cumplimiento normativo dentro de los grupos sociales, lo que a su vez potencia su eficacia y productividad (Bosca, 2011). Desde el ámbito psicológico, la religiosidad es reconocida como un fenómeno complejo y multidimensional que merece un estudio profundo, especialmente en su relación con la personalidad y los procesos sociales.
En el contexto peruano, la libertad religiosa es un derecho fundamental garantizado legalmente (Ley de Libertad Religiosa N° 29635, 2010), donde la educación religiosa, a cargo de la Iglesia católica desde 1980, sigue siendo parte del currículo en escuelas públicas bajo supervisión eclesiástica. La Oficina Nacional de Educación Católica (ONDEC, 2016) subraya que esta educación religiosa tiene un papel estratégico en el desarrollo integral del estudiante, fortaleciendo su dimensión espiritual y promoviendo su compromiso ético y social.
Asimismo, la dimensión espiritual en la adolescencia requiere atención particular desde la familia y el ámbito educativo, pues son estos espacios los encargados de proporcionar las herramientas necesarias para que el joven desarrolle habilidades emocionales y espirituales saludables, fomentando así su bienestar integral.
Los estudios revisados adoptan enfoques descriptivos y cualitativos que profundizan en la importancia de la pedagogía religiosa para la formación de valores, aportando desde una perspectiva interdisciplinaria en áreas como la teología, la pedagogía y las ciencias sociales. Esta exploración ofrece un marco innovador para comprender cómo la educación religiosa puede contribuir a la formación ética de los adolescentes, abriendo oportunidades para futuras investigaciones que permitan validar y expandir estos hallazgos.
Una limitación significativa es la falta de investigaciones previas que aborden en profundidad estas variables, lo cual restringe el marco teórico disponible y dificulta la generalización y comparación de resultados. Esta carencia invita a promover estudios adicionales que profundicen en la interacción entre educación religiosa, formación de valores y desarrollo espiritual en contextos diversos.
CONCLUSIÓN
La familia y la espiritualidad juegan un rol esencial en la construcción de una calidad de vida auténtica para los adolescentes, pues la armonía entre estos factores estimula en ellos el deseo de vivir y promueve prácticas que nutren su espíritu en la búsqueda de un propósito vital.
Es imprescindible que los jóvenes desarrollen una salud espiritual, entendida como una dimensión integral de bienestar que integra lo sagrado con las experiencias cotidianas. Esta dimensión abarca aspectos fundamentales como la conexión consigo mismos, con los demás, con la naturaleza y con un sentido trascendente que otorga significado a su vida.
La espiritualidad provee a los adolescentes herramientas valiosas para gestionar el estrés y la presión propia de esta etapa, favoreciendo una mayor capacidad cognitiva y conciencia emocional. Por el contrario, la falta de habilidades para manejar las emociones puede deteriorar su bienestar espiritual, incrementando la vulnerabilidad a trastornos como la depresión o la ira, lo que impacta negativamente su salud emocional y física.
Los estudios revisados evidencian que los adolescentes con una fuerte conexión espiritual suelen experimentar un mayor bienestar emocional y psicológico. Las creencias espirituales actúan como soporte emocional en un periodo caracterizado por intensos cambios afectivos e identitarios, mientras que la exploración activa de estas creencias contribuye a fortalecer un sentido claro de propósito, impulsando la felicidad y la satisfacción personal.
Además, la influencia de la religión en la vida de los adolescentes se refleja en una mayor adopción de valores éticos y sociales que favorecen su bienestar integral. Prácticas vinculadas a la espiritualidad, como la meditación y la introspección, se asocian con mejoras significativas en la salud mental, promoviendo el desarrollo de habilidades como la autorreflexión y la autotrascendencia, fundamentales para su crecimiento personal.
















