INTRODUCCIÓN
El deterioro ambiental es una de las mayores preocupaciones globales en la actualidad. La deforestación, la contaminación y el cambio climático afectan la calidad de vida de las poblaciones y comprometen el bienestar de las futuras generaciones. Ante esta problemática, la educación ambiental ha cobrado relevancia como una estrategia clave para fomentar la sostenibilidad y la conservación de los recursos naturales. En este sentido, se reconoce la importancia de inculcar valores ecológicos desde los primeros años de vida, ya que la infancia es una etapa crucial para la formación de hábitos y actitudes responsables hacia el entorno.
Por su parte, diversos estudios han evidenciado la falta de conciencia ambiental en distintos contextos. Kwan et al., (2017) indican que en Hong Kong la sobreexplotación de recursos y la ausencia de una planificación pedagógica han limitado la sensibilización ecológica. En contraste, países como Nueva Zelanda y Japón han implementado políticas públicas orientadas a la educación ambiental, promoviendo acciones concretas como la gestión de residuos sólidos y el uso responsable de los recursos naturales (Chaquila, 2019). Asimismo, Federovisky (2017) resalta la necesidad de generar conciencia sobre la responsabilidad humana en la preservación del medioambiente, ya que, sin una postura activa, el problema ambiental se intensifica.
En Latinoamérica, la educación ambiental enfrenta múltiples desafíos. Román (2018) sostiene que los esfuerzos por modificar las conductas sociales en torno a la conservación ambiental son escasos y que, en general, este tema ocupa un lugar secundario en los currículos escolares. En el caso de Perú, Rojas (2015) advierte que el deterioro ambiental se ha agravado en la última década debido al crecimiento descontrolado de la industria, el consumismo y la ineficiencia en la gestión de los recursos naturales. La explotación de materias primas y la falta de normativas efectivas han exacerbado esta situación, generando un impacto significativo en diversas regiones del país.
En el ámbito local, Noblecilla (2020) señala que la provincia de Tumbes en Perú presenta un alto nivel de deterioro ambiental debido a la explotación indiscriminada de sus recursos naturales y la ausencia de estrategias de remediación. Se destaca la necesidad de que las autoridades implementen planes estratégicos de protección ambiental y promuevan campañas de concienciación dirigidas a la comunidad.
En una institución educativa inicial de Tumbes, se ha observado que los estudiantes presentan hábitos que afectan negativamente el entorno, como la disposición inadecuada de residuos, el desperdicio de agua y el maltrato a las áreas verdes. Asimismo, las docentes no cuentan con un plan estructurado para abordar esta problemática, lo que limita el desarrollo de una conciencia ambiental en los niños. Esta situación evidencia la necesidad de fortalecer la educación ambiental desde la primera infancia, promoviendo actitudes y comportamientos responsables hacia el entorno.
Es por ello, que el estudio tiene como objetivo identificar el nivel de conciencia ambiental en una institución educativa inicial de Tumbes. Su relevancia radica en la importancia de abordar esta problemática en el ámbito educativo, ya que la formación de hábitos sostenibles en los niños puede generar un impacto positivo tanto en sus hogares como en la comunidad.
A partir de estos antecedentes, se plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuál es el nivel de conciencia ambiental en una institución educativa inicial de Tumbes?
Desde una perspectiva teórica, se considera que la conciencia ambiental está conformada por cuatro dimensiones fundamentales. Javier (2018) plantea que la dimensión cognitiva se relaciona con el conocimiento sobre el medioambiente; la afectiva implica la sensibilidad y el compromiso emocional con la naturaleza; la activa se refleja en la participación en acciones concretas para la conservación; y la conativa está vinculada con la disposición de las personas a asumir responsabilidades ecológicas. Investigaciones previas como las de Suasaca (2018), Gómez (2020), De los Ríos (2018), Arriola (2017), Zambrano y San Andrés (2015), Ruíz (2019) y Vélez (2016) han demostrado que una educación ambiental efectiva debe abordar estas dimensiones de manera integral.
El estudio aporta conocimientos relevantes para la formulación de estrategias pedagógicas que fomenten la conciencia ambiental en la educación inicial. La implementación de programas de sensibilización no solo beneficiará a los estudiantes, sino que también podrá replicarse en sus familias y en la comunidad, contribuyendo así a la construcción de una sociedad más comprometida con la sostenibilidad.
MÉTODO
El estudio tuvo un enfoque descriptivo, ya que se orientó a identificar las características principales de la conciencia ambiental en estudiantes de educación inicial. Según Hernández-Sampieri y Mendoza (2018), la investigación descriptiva permite analizar fenómenos sin manipular variables, proporcionando un panorama detallado de la realidad observada. Asimismo, se adoptó un enfoque cuantitativo, dado que los datos recolectados fueron sistematizados mediante el uso de herramientas estadísticas, lo que permitió organizar y presentar los resultados en términos de frecuencias y porcentajes. De esta manera, se buscó generar evidencia empírica que contribuyera al conocimiento científico sobre el nivel de conciencia ambiental en la población infantil (Ñaupas et al., 2018).
La muestra estuvo conformada por 32 estudiantes de cinco años de edad, pertenecientes a una institución educativa inicial de Tumbes. La selección de los participantes respondió a un muestreo no probabilístico por conveniencia, dado que se trabajó con los alumnos de la sección donde se había identificado la problemática.
Para la recolección de datos, se utilizó una ficha de observación diseñada con base en las dimensiones de la conciencia ambiental propuestas por Javier (2018): cognitiva, afectiva, activa y conativa. Este instrumento permitió registrar comportamientos y actitudes relacionadas con el cuidado del medioambiente en el contexto escolar. La aplicación de la ficha de observación se realizó de manera directa durante las actividades diarias de los niños, asegurando la recopilación de información en situaciones naturales y espontáneas.
Los datos obtenidos fueron organizados y analizados utilizando herramientas estadísticas descriptivas. Se calcularon frecuencias y porcentajes para cada uno de los indicadores evaluados, lo que permitió determinar el nivel de conciencia ambiental de los estudiantes. Este análisis facilitó la identificación de tendencias y patrones en la conducta ambiental de los participantes, proporcionando información valiosa para la formulación de estrategias educativas orientadas a fortalecer la educación ambiental en la primera infancia.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
El análisis de los datos permitió determinar que el nivel de conciencia ambiental en los estudiantes de cinco años de la institución educativa estudiada se encuentra mayormente en un nivel medio o regular. Como se observa en la Tabla 1, el 50% de los niños presentó una conciencia ambiental de nivel medio, mientras que un 40,62% se ubicó en el nivel bajo. Estos resultados reflejan una tendencia preocupante, ya que un número significativo de estudiantes aún no ha desarrollado hábitos y actitudes favorables hacia el cuidado del medioambiente.
El hecho de que solo el 9,38% de los estudiantes haya alcanzado un nivel alto de conciencia ambiental sugiere que las estrategias educativas implementadas hasta el momento no han sido completamente efectivas para fomentar valores y prácticas sostenibles en los niños. Investigaciones previas han señalado que la educación ambiental en la primera infancia es clave para la formación de ciudadanos con una mayor sensibilidad ecológica (Arriola, 2017). Sin embargo, cuando no se implementan metodologías didácticas adecuadas o no se integra de manera transversal en el currículo, los niños pueden desarrollar hábitos poco favorables para la conservación del entorno (De los Ríos, 2018).
El predominio del nivel medio indica que los estudiantes poseen ciertos conocimientos básicos sobre el cuidado del medioambiente, pero aún presentan dificultades para aplicarlos en su vida cotidiana. Esta situación se alinea con lo señalado por Suasaca (2018) y Gómez (2020), quienes advierten que la conciencia ambiental no solo debe abordarse desde la transmisión de información, sino también desde el desarrollo de actitudes y comportamientos que promuevan la sostenibilidad.
Por otro lado, la presencia de un 40,62% de estudiantes en el nivel bajo evidencia la necesidad de fortalecer las estrategias pedagógicas para la educación ambiental. De acuerdo con Zambrano y San Andrés (2015), los niños en esta etapa del desarrollo son altamente receptivos a las experiencias sensoriales y prácticas, por lo que el aprendizaje basado en el contacto con la naturaleza, juegos ecológicos y proyectos de acción puede ser una alternativa efectiva para mejorar su nivel de conciencia ambiental.
Además, la falta de un plan estructurado de educación ambiental en la institución educativa puede ser un factor que explique estos resultados. Tal como lo menciona Noblecilla (2020), en contextos donde no existen programas de sensibilización ambiental desde edades tempranas, los niños suelen desarrollar hábitos poco sostenibles, lo que a largo plazo afecta la cultura ambiental de la sociedad.
Implicaciones y propuestas de mejora
Dado que la conciencia ambiental es un proceso que se construye a lo largo del tiempo, es necesario reforzar las estrategias educativas en esta área. La implementación de proyectos integrados, la participación en actividades comunitarias de reciclaje y el uso de materiales didácticos interactivos pueden contribuir a mejorar los niveles de conciencia ambiental en los niños. Asimismo, la formación docente en educación ambiental es fundamental para garantizar que los educadores cuenten con herramientas y metodologías efectivas para guiar este proceso.
Por lo tanto, los resultados obtenidos indican que, si bien existe un grupo de niños que ha desarrollado una conciencia ambiental moderada, aún persiste un porcentaje elevado en niveles bajos, lo que sugiere la necesidad de fortalecer la educación ambiental desde una perspectiva práctica e integral en la primera infancia.
El análisis de las dimensiones de la conciencia ambiental muestra una tendencia similar a la observada en la variable global. Como se detalla en la Tabla 2, la dimensión cognitiva presenta los valores más altos, con un 59,37% de los estudiantes en el nivel medio y un 18,75% en el nivel alto, lo que indica que los niños poseen cierto grado de conocimiento sobre el cuidado ambiental. Sin embargo, la dimensión activa refleja los resultados más bajos, ya que el 46,88% de los estudiantes se encuentra en un nivel bajo y solo el 6,24% alcanza un nivel alto, evidenciando una brecha entre el conocimiento ambiental y la aplicación de acciones concretas en favor del medioambiente.
La predominancia del nivel medio en la dimensión cognitiva sugiere que los estudiantes han adquirido nociones básicas sobre el cuidado ambiental, lo que coincide con estudios como el de Suasaca (2018) y Gómez (2020) quienes afirman que la educación ambiental en la primera infancia se enfoca principalmente en la transmisión de conocimientos. No obstante, la brecha entre la dimensión cognitiva y la dimensión activa es un indicio de que los niños aún no han desarrollado hábitos concretos que reflejen su comprensión del tema en su comportamiento diario.
El hecho de que la dimensión afectiva también presente un 50% en el nivel medio y un 40,62% en el nivel bajo indica que, aunque los niños pueden reconocer la importancia del medioambiente, no todos han internalizado una preocupación genuina por su protección. Esto concuerda con De los Ríos (2018), quien señala que la sensibilización emocional hacia la naturaleza es un factor clave para la consolidación de la conciencia ambiental.
Por otro lado, la dimensión conativa, relacionada con la motivación y la disposición para actuar en favor del medioambiente, muestra resultados intermedios, con un 53,12% en el nivel medio y un 37,50% en el nivel bajo. Estos datos refuerzan la idea de que, aunque los estudiantes pueden tener cierto grado de interés en la conservación ambiental, su compromiso real aún es limitado (Zambrano y San Andrés, 2015).
Finalmente, los resultados de la dimensión activa revelan que menos del 10% de los estudiantes ha desarrollado acciones concretas de cuidado ambiental, lo que representa un desafío para las estrategias pedagógicas actuales. La literatura indica que la educación ambiental debe ser experiencial y práctica para lograr un impacto en la conducta de los niños (Arriola, 2017). Por ello, es fundamental implementar metodologías que integren actividades lúdicas, proyectos ecológicos y experiencias directas con la naturaleza para fortalecer la dimensión activa de la conciencia ambiental.
Propuestas de mejora
Para reducir la brecha entre el conocimiento ambiental y la acción, es necesario diseñar estrategias que fomenten la práctica de hábitos sostenibles en la rutina de los niños. La implementación de programas de aprendizaje basado en proyectos, el establecimiento de huertos escolares y la organización de jornadas ecológicas pueden contribuir a fortalecer la dimensión activa. Además, la formación docente en educación ambiental resulta esencial para garantizar la aplicación de metodologías efectivas y sostenibles.
Para finalizar, los resultados evidencian que, aunque los estudiantes poseen ciertos conocimientos sobre el medioambiente, su nivel de involucramiento y acción aún es bajo. Esto subraya la necesidad de fortalecer las estrategias pedagógicas con un enfoque más dinámico y experiencial que fomente una conciencia ambiental integral desde la infancia.
CONCLUSIONES
El nivel de conciencia ambiental de los estudiantes en una institución educativa inicial de Tumbes en 2023 es mayoritariamente medio o regular, con una tendencia negativa reflejada en un porcentaje significativo de estudiantes en el nivel bajo. Las dimensiones afectiva, cognitiva y conativa muestran resultados similares, indicando que los estudiantes han adquirido ciertos conocimientos y actitudes, pero estos no se traducen en una acción efectiva.
La dimensión activa se destaca como la más deficiente, ya que los estudiantes presentan dificultades para aplicar los conceptos aprendidos en prácticas diarias de cuidado ambiental. Esto resalta la necesidad de enfocar los esfuerzos educativos en fortalecer la aplicación de hábitos concretos relacionados con el cuidado del medio ambiente.
Para lograr un cambio significativo en los comportamientos ambientales de los estudiantes, se hace necesario implementar estrategias pedagógicas que promuevan la práctica activa y el compromiso diario con la sostenibilidad.
CONFLICTO DE INTERESES. Los autores declaran que no existe conflicto de intereses para la publicación del presente artículo científico.
















