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Revista de Investigacion Psicologica

versión impresa ISSN 2223-3032

Revista de Psicologia  no.33 La Paz mayo 2025

https://doi.org/10.53287/xfpw7461mo40d 

INVESTIGACIONES TEÓRICAS

Afrontando el Suicidio Social: Reflexiones desde la Perspectiva Psicológica

Facing Social Suicide: Reflections from the Psychological Perspective

Enfrentar o suicídio social: Reflexões desde a Perspectiva Psicológica

Trino Javier Gascón González1 
http://orcid.org/0000-0003-3575-8535

1 Universidad de las Ciencias de la Salud “Hugo Chávez Frías”. Venezuela. Docente Titular según Providencia Nº 2024-CUOV-100-01. Licenciado en Psicología Clínica. UBA. Especialista en Sistemas Educativos. UBA. Subespecialidad Psicólogo Experto en Psicología de Hospitalaria: Colegio de Psicólogo del Distrito Capital. Caracas. Subespecialidad Psicólogo Experto en Psicología de la Salud: Colegio de Psicólogo del Distrito Capital. Caracas. Maestría en Educación, Mención Gerencia. UBA. Doctor en Ciencias de la Educación UBA. Doctor en Teología. ISTLEP. Postdoctor en Investigación Educativa y Epistemología. UPEL. Postdoctor en Investigación Transcompleja. UBA. Maestrante en Orientación en Sexología. CIPPSV. Doctorante en Consejería en Sexología. CIPPSV. Correo electrónico.: drtrinogacon@gmail.com


Resumen

En este artículo se comparten reflexiones acerca del afrontamiento del suicidio social: reflexiones desde la perspectiva psicológica, se consideran los factores de riesgo y protección, así como las repercusiones individuales y comunitarias, junto con estrategias de intervención y prevención eficaces. Se analizan detalladamente los factores de riesgo, como el aislamiento social, la marginación y la falta de apoyo emocional, los cuales están estrechamente vinculados al aumento del riesgo de comportamientos suicidas. Además, se examinan las implicaciones psicológicas tanto para los individuos directamente afectados como para la comunidad en general, subrayando la importancia de comprender y abordar las complejas reacciones emocionales y cognitivas asociadas con el suicidio social. Este análisis se basa en diversas teorías psicológicas relevantes, como la teoría del duelo complicado y la teoría del estrés postraumático, que proporcionan un marco conceptual para comprender la naturaleza multifacética del suicidio social. Se destacan también estrategias psicológicas efectivas, como la terapia cognitivo-conductual y los programas comunitarios de prevención, que desempeñan un papel fundamental en la reducción del riesgo de suicidio y en la promoción de la resiliencia emocional en individuos y comunidades vulnerables. Además de abordar los aspectos teóricos y prácticos, este artículo resalta la importancia de considerar las implicaciones éticas asociadas con la intervención psicológica en casos de suicidio social, enfatizando la necesidad de equilibrar la confidencialidad con la responsabilidad de proteger la vida y el bienestar de aquellos en riesgo. En conclusión, se proponen recomendaciones específicas para futuras investigaciones y acciones a nivel individual y comunitario, con el propósito de fomentar una comprensión más profunda y una respuesta más efectiva al desafío del suicidio social en la sociedad contemporánea.

Palabras clave: Suicidio social; Salud mental; Prevención; Resiliencia; Intervención psicológica

Abstract

This article shares reflections on coping with social suicide: reflections from a psychological perspective, risk and protective factors are considered, as well as individual and community repercussions, along with effective intervention and prevention strategies. Risk factors, such as social isolation, marginalization, and lack of emotional support, are closely linked to increased risk of suicidal behavior. Additionally, the psychological implications for both the individuals directly affected and the community at large are examined, underscoring the importance of understanding and addressing the complex emotional and cognitive reactions associated with social suicide. This analysis is based on several relevant psychological theories, such as complicated grief theory and post-traumatic stress theory, which provide a conceptual framework for understanding the multifaceted nature of social suicide. Effective psychological strategies are also highlighted, such as cognitive-behavioral therapy and community prevention programs, which play a fundamental role in reducing the risk of suicide and promoting emotional resilience in vulnerable individuals and communities. In addition to addressing the theoretical and practical aspects, this article highlights the importance of considering the ethical implications associated with psychological intervention in cases of social suicide, emphasizing the need to balance confidentiality with the responsibility to protect the life and well-being of those at risk. In conclusion, specific recommendations are proposed for future research and action at the individual and community levels, with the aim of fostering a deeper understanding and a more effective response to the challenge of social suicide in contemporary society.

Keywords: Social suicide; Mental health; Prevention; Resilience; Psychological intervention

Resumo

Este artigo compartilha reflexões sobre o enfrentamento do suicídio social: são consideradas reflexões do ponto de vista psicológico, fatores de risco e proteção, bem como repercussões individuais e comunitárias, juntamente com estratégias eficazes de intervenção e prevenção. Fatores de risco, como isolamento social, marginalização e falta de apoio emocional, estão intimamente ligados ao aumento do risco de comportamento suicida. Além disso, são examinadas as implicações psicológicas para os indivíduos diretamente afetados e para a comunidade em geral, sublinhando a importância de compreender e abordar as complexas reações emocionais e cognitivas associadas ao suicídio social. Esta análise baseia-se em várias teorias psicológicas relevantes, como a teoria do luto complicado e a teoria do stress pós-traumático, que fornecem um quadro conceptual para a compreensão da natureza multifacetada do suicídio social. Também são destacadas estratégias psicológicas eficazes, como a terapia cognitivo-comportamental e os programas comunitários de prevenção, que desempenham um papel fundamental na redução do risco de suicídio e na promoção da resiliência emocional em indivíduos e comunidades vulneráveis. Além de abordar os aspectos teóricos e práticos, este artigo destaca a importância de considerar as implicações éticas associadas à intervenção psicológica em casos de suicídio social, enfatizando a necessidade de equilibrar a confidencialidade com a responsabilidade de proteger a vida e o bem-estar das pessoas em risco. Em conclusão, são propostas recomendações específicas para futuras investigações e ações a nível individual e comunitário, com o objetivo de promover uma compreensão mais profunda e uma resposta mais eficaz ao desafio do suicídio social na sociedade contemporânea.

Palavras-chave: Suicídio social; saúde mental; prevenção; resiliência; intervenção psicológica

1.Introducción

A medida que abordamos la complejidad del suicidio en la sociedad actual, una estadística impactante emerge: en el año 2020, más de 700.000 personas perdieron la vida debido al suicidio en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente una persona cada 40 segundos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (World Health Organization, 2021). Esta trágica realidad subraya la urgencia de comprender y abordar los factores que contribuyen a este fenómeno complejo y multifacético.

Se ha descubierto que múltiples factores interactúan en el proceso del suicidio, y entre ellos, el entorno social desempeña un papel significativo. Investigaciones recientes destacan que el suicidio puede estar estrechamente ligado a la presión social, el aislamiento y la falta de apoyo emocional y psicológico (Klonsky, May, & Saffer, 2016). En un estudio publicado en el Journal of Abnormal Psychology, Klonsky y sus colegas señalan que el aislamiento social aumenta significativamente la vulnerabilidad de un individuo al suicidio, especialmente cuando se combina con la sensación de ser una carga para los demás (Klonsky, May, & Saffer, 2016).

Además, los cambios rápidos y drásticos en la estructura social, como los que se han observado durante la pandemia de COVID-19, han arrojado luz sobre la relación entre las crisis sociales y el aumento de los casos de suicidio. Según un informe publicado por la Universidad de Washington, el aislamiento prolongado y las dificultades económicas causadas por la pandemia han exacerbado los riesgos de suicidio en comunidades vulnerables, subrayando la importancia crítica de la intervención temprana y el apoyo comunitario (University of Washington, 2020).

Estos hallazgos subrayan la necesidad urgente de abordar el suicidio no solo como un problema individual, sino como un fenómeno profundamente arraigado en las dinámicas sociales y el contexto comunitario. El fomento de redes de apoyo sólidas y la promoción de la conciencia social y la comprensión empática son pasos cruciales para abordar esta preocupante tendencia. Solo a través de una comprensión holística y una acción colectiva podemos esperar reducir la carga del suicidio en nuestras comunidades y garantizar un entorno social más seguro y compasivo para todos.

Con el fin de abordar esta preocupante problemática, se requiere una respuesta integral que abarque aspectos tanto individuales como colectivos. Investigaciones en psicología social y salud mental han destacado la importancia de la resiliencia comunitaria y la promoción de la salud emocional como medidas preventivas fundamentales para contrarrestar los efectos perniciosos del suicidio en el tejido social (Hawton, 2017). Además, el autor plantea la implementación de programas de educación y concienciación sobre la salud mental en entornos comunitarios y la provisión de recursos accesibles de apoyo psicológico pueden desempeñar un papel crucial en la prevención del suicidio y en la promoción del bienestar general.

Asimismo, es esencial reconocer la importancia de la detección temprana y la intervención adecuada en el ámbito de la salud mental. La capacitación de profesionales de la salud, educadores y líderes comunitarios para identificar signos de angustia emocional y riesgo de suicidio puede ayudar a garantizar una respuesta efectiva y oportuna a aquellos que enfrentan dificultades emocionales y psicológicas (Mann et al., 2005). Además, el fortalecimiento de los sistemas de apoyo y la disponibilidad de recursos de atención a la salud mental pueden ser vitales para brindar la asistencia necesaria a quienes luchan contra el aislamiento y la desesperación.

En última instancia, para abordar el suicidio como un desafío social, es imperativo fomentar una cultura de comprensión y empatía. Promover el diálogo abierto y la eliminación del estigma en torno a la salud mental no solo puede facilitar la búsqueda de ayuda para aquellos en riesgo, sino que también puede fomentar un entorno social más solidario y comprensivo en general (Mann et al., 2005). Al fomentar la conciencia colectiva y construir una red de apoyo compasiva, podemos aspirar a crear comunidades que estén equipadas para abordar el desafío del suicidio de manera efectiva y humana.

En última instancia, el abordaje del suicidio social requiere un enfoque holístico y colaborativo que trascienda los límites de lo individual para abarcar la complejidad de los factores sociales y psicológicos interrelacionados. Solo a través de un esfuerzo conjunto basado en el entendimiento y la solidaridad, podemos aspirar a reducir la carga del suicidio y construir comunidades que promuevan la salud mental y el bienestar emocional para todos sus miembros.

2.Importancia de abordar este tema desde la perspectiva psicológica.

Afrontar el fenómeno del suicidio social desde una perspectiva psicológica es crucial para comprender y abordar eficazmente este desafío humano y social. Se ha evidenciado que las dinámicas sociales y los contextos comunitarios desempeñan un papel significativo en la génesis y perpetuación del suicidio. La comprensión de los factores psicosociales subyacentes puede proporcionar ideas valiosas para la prevención y la intervención temprana. En este sentido, la investigación psicológica destaca la importancia de abordar el suicidio como un problema social complejo que requiere respuestas holísticas y basadas en la comunidad.

Un aspecto crítico en la comprensión del suicidio social es la influencia del entorno social y la red de apoyo en la salud emocional y mental de los individuos. La teoría del apoyo social ha demostrado que la presencia de relaciones sociales sólidas y una red de apoyo afectivo puede actuar como un amortiguador crucial contra la angustia psicológica y el riesgo de suicidio (Joiner, 2005). Así mismo, refiere que las interacciones sociales positivas y la sensación de pertenencia a una comunidad cohesionada pueden mitigar el aislamiento y la desesperanza, factores que han sido identificados como desencadenantes potenciales del comportamiento suicida.

Además, desde la perspectiva psicológica, es fundamental comprender la intersección entre la salud mental y el entorno sociocultural. La teoría del modelo ecológico de Bronfenbrenner subraya la importancia de considerar la influencia de los factores ambientales y comunitarios en el bienestar psicológico de los individuos (Bronfenbrenner, 1979). La falta de cohesión comunitaria, la discriminación y la marginalización pueden contribuir significativamente a la alienación y al desapego social, aumentando así la vulnerabilidad de los individuos al suicidio.

Abordar el suicidio social desde una perspectiva psicológica también implica reconocer la importancia del autocuidado y la salud mental individual. La teoría de la autodeterminación destaca la importancia de satisfacer las necesidades psicológicas básicas, como la autonomía, la competencia y la conexión social, para promover el bienestar emocional y prevenir la desesperanza y el deseo de autolesión (Ryan & Deci, 2000). La promoción de la autoestima, la autenticidad y el desarrollo personal puede fomentar la resiliencia psicológica y fortalecer la capacidad de afrontamiento de los individuos frente a los desafíos sociales y emocionales.

Desde esta perspectiva, abordar el suicidio social implica una comprensión profunda de las complejidades psicológicas y sociales que subyacen al fenómeno. Solo a través de un enfoque integrado que combine la promoción del apoyo social, la sensibilización comunitaria y el fomento del autocuidado emocional, podemos aspirar a crear entornos sociales más compasivos y resilientes que ayuden a prevenir el suicidio y promover la salud mental en todas las comunidades.

El fenómeno del suicidio social representa un desafío complejo que requiere una comprensión profunda y una acción integrada. Desde la perspectiva psicológica, se reconoce la interrelación crucial entre factores sociales y psicológicos en la génesis y perpetuación del suicidio. Mi postura en este artículo se centra en abogar por un abordaje integral que fomente el apoyo social, promueva la conciencia comunitaria y fortalezca las estrategias de autocuidado emocional para prevenir el suicidio y promover la salud mental en nuestras comunidades.

En este contexto, se hace hincapié en la importancia del apoyo social como un factor crucial para contrarrestar el riesgo de suicidio. La investigación de Joiner (2005) destaca la relevancia de las relaciones sociales sólidas y la red de apoyo afectivo en la prevención del suicidio. Del mismo modo, se plantea la necesidad de considerar la influencia de los factores ambientales y comunitarios en la salud psicológica, según la teoría del modelo ecológico de Bronfenbrenner (1979). Además, se subraya la importancia de satisfacer las necesidades psicológicas básicas para promover el bienestar emocional, como propone la teoría de la autodeterminación de Ryan y Deci (2000).

A su vez, se espera que este enfoque integral inspire la implementación de programas de prevención del suicidio y promueva una cultura de apoyo emocional y solidaridad comunitaria. Al hacerlo, se espera lograr una reducción significativa en las tasas de suicidio social y una mejora general en el bienestar psicológico de las comunidades.

Espero que este artículo genere una mayor conciencia sobre la importancia de considerar el entorno social y la red de apoyo en la prevención del suicidio. Además, aspiro a destacar la relevancia de promover un diálogo abierto y compasivo en torno a la salud mental y a fomentar la resiliencia emocional y comunitaria como pilares fundamentales para afrontar el suicidio social de manera efectiva.

3.El suicidio social y sus implicaciones en la sociedad contemporánea.

El concepto de suicidio social se refiere a un fenómeno complejo en el que los factores sociales y comunitarios desempeñan un papel significativo en la génesis y el aumento de los casos de suicidio. Se caracteriza por la influencia del entorno social, la presión colectiva y la falta de apoyo emocional en la salud mental de los individuos, lo que puede conducir a sentimientos de aislamiento, desesperanza y deseo de autolesión (Klonsky, May, & Saffer, 2016).

El suicidio social, una realidad que trasciende desde la elección individual, se arraiga profundamente en las estructuras de nuestra sociedad. Si bien la psicología y la psiquiatría han centrado tradicionalmente su atención en los factores individuales que precipitan el acto suicida, la perspectiva sociológica nos ofrece una lente crítica y expansiva, revelando la poderosa influencia de las fuerzas sociales en este fenómeno complejo.

Durkheim (1897), sentó las bases con su obra "El suicidio", un análisis pionero que desentrañó cómo las tasas de suicidio varían significativamente entre diferentes grupos sociales. Su argumento central radica en que estas variaciones no pueden ser explicadas únicamente a través de factores individuales. Durkheim identificó cuatro tipos fundamentales de suicidio, cada uno vinculado al grado de integración y regulación social: el suicidio egoísta, producto de una integración social deficiente; el suicidio altruista, nacido de una integración excesiva; el suicidio anómico, resultante de una falta de regulación normativa; y el suicidio fatalista, derivado de una regulación opresiva.

En la sociedad contemporánea, el concepto de suicidio social mantiene una vigencia innegable, aunque sus manifestaciones hayan evolucionado. Bauman (2000), con su lúcida visión de la "modernidad líquida", sugiere que la creciente individualización y la precarización de los lazos sociales contribuyen significativamente a sentimientos de aislamiento y desesperanza, elevando el riesgo de suicidio. La implacable presión por alcanzar el éxito y la felicidad en una sociedad ferozmente competitiva, sumada a la erosión de las redes de apoyo tradicionales, puede conducir a los individuos a experimentar una profunda desconexión y una pérdida de sentido vital.

Más allá de las contribuciones fundamentales de Durkheim y Bauman, otros sociólogos han enriquecido nuestra comprensión del suicidio social. Berger y Luckmann (1966), en su influyente obra "La construcción social de la realidad" (1966), enfatizan cómo las normas y valores sociales moldean la percepción y la respuesta de los individuos ante las adversidades de la vida. Goffman (1963), en su estudio clásico "Estigma", analiza cómo el estigma asociado a los problemas de salud mental y al suicidio puede erigir barreras infranqueables, impidiendo que las personas busquen la ayuda necesaria y perpetuando así un ciclo de aislamiento y desesperación.

En el panorama actual, el suicidio social se manifiesta de formas diversas y alarmantes, desde el creciente aumento de las tasas de suicidio entre jóvenes y adolescentes hasta la persistencia de elevadas cifras en comunidades marginadas y grupos vulnerables. La globalización, la desigualdad económica, la discriminación sistémica y la violencia estructural son factores sociales que pueden exacerbar la vulnerabilidad al suicidio, creando un caldo de cultivo de estrés y desesperanza para un número significativo de personas.

Resulta imperativo abordar el suicidio social desde una perspectiva multidisciplinaria, que integre los valiosos aportes de la psicología y la sociología. Las políticas públicas deben enfocarse en fortalecer las redes de apoyo social, reducir las brechas de desigualdad, combatir la discriminación en todas sus formas y promover activamente la salud mental en todos los niveles de la sociedad. Solo a través de una comprensión profunda de las complejas interacciones entre los factores individuales y sociales que subyacen al suicidio, podremos avanzar hacia la construcción de una sociedad más inclusiva y solidaria, donde cada individuo se sienta conectado, valorado y con un sentido de pertenencia.

En la sociedad contemporánea, el suicidio social plantea desafíos cruciales para la salud mental y el bienestar comunitario. El aumento de la alienación y la desconexión social en entornos urbanos y digitales ha exacerbado los riesgos de suicidio entre grupos vulnerables, destacando la importancia crítica de abordar las dinámicas sociales y promover la solidaridad comunitaria (Hawton, 2017). Además, la pandemia de COVID-19 ha acentuado la importancia de comprender y mitigar los impactos del aislamiento social prolongado y las crisis económicas en la salud mental de las poblaciones marginadas (University of Washington, 2020).

El concepto de suicidio social, aunque tradicionalmente asociado a grupos vulnerables, plantea desafíos cruciales para la salud mental y el bienestar comunitario incluso en grupos sociales que no se perciben como inherentemente vulnerables. La idea de que el suicidio es un fenómeno exclusivamente ligado a la marginación o la desventaja económica puede oscurecer la complejidad de las dinámicas sociales que influyen en la salud mental de individuos dentro de grupos aparentemente privilegiados.

Putnam (2000), en "Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community", documentó la disminución del capital social en las sociedades modernas, incluyendo la reducción de la participación en organizaciones comunitarias y la pérdida de conexiones sociales informales. Esta erosión del tejido social puede afectar a individuos de todos los estratos, llevando a sentimientos de soledad y aislamiento incluso en aquellos que están rodeados de personas en su entorno laboral o social. La falta de redes de apoyo sólidas y significativas puede hacer que las crisis personales se sientan más abrumadoras.

Es crucial reconocer que el bienestar mental no está determinado únicamente por factores económicos. La calidad de las relaciones sociales, la sensación de pertenencia, la presión normativa y la capacidad de encontrar significado en la vida son factores que pueden afectar a individuos de todos los grupos sociales. Ignorar la posibilidad de suicidio social en grupos aparentemente no vulnerables puede llevar a una falta de detección y prevención adecuadas.

Por lo tanto, es esencial adoptar una perspectiva más amplia y reflexiva sobre el suicidio social, reconociendo que los desafíos para la salud mental y el bienestar comunitario pueden surgir en diversos contextos sociales, incluyendo aquellos que no se definen tradicionalmente por la vulnerabilidad económica. Las políticas y las intervenciones deben considerar estas dinámicas más sutiles para garantizar que el apoyo y la prevención lleguen a todos los individuos que lo necesiten, independientemente de su posición socioeconómica percibida.

En este contexto, la comprensión del suicidio social como un fenómeno complejo que se entrelaza con la estructura social y los patrones de interacción humana es crucial para implementar estrategias preventivas efectivas y promover entornos sociales más compasivos y solidarios. Se requiere una respuesta integral que abarque tanto la promoción del apoyo emocional y comunitario como la sensibilización sobre la importancia de la salud mental en todos los niveles de la sociedad contemporánea.

4. Impacto Psicológico del Suicidio Social

El impacto del suicidio social se extiende más allá de los individuos directamente afectados, generando repercusiones psicológicas significativas tanto a nivel individual como comunitario. Aquellos que han experimentado la pérdida de un ser querido por suicidio a menudo enfrentan una carga emocional abrumadora y un aumento en el riesgo de problemas de salud mental, como depresión, trastorno de estrés postraumático y sentimientos de culpa y vergüenza (Cvinar, 2005). Estos efectos pueden extenderse a lo largo del tiempo, creando una sensación persistente de duelo y pérdida que impacta la calidad de vida y el bienestar psicológico de quienes quedan atrás.

Además, la comunidad en general puede verse afectada por una sensación colectiva de conmoción y desestabilización emocional frente a los casos de suicidio social. Estos eventos a menudo generan un clima de ansiedad y miedo generalizado, lo que puede intensificar la sensación de vulnerabilidad y desconfianza en el entorno social (Cvinar, 2005). La aparición de sentimientos de desesperanza y la percepción de que la comunidad carece de recursos para abordar eficazmente el suicidio pueden contribuir a un deterioro adicional de la salud mental comunitaria y a un aumento en los niveles de estrés y malestar emocional.

El suicidio social, que considera cómo los factores sociales influyen en la decisión personal de terminar con la propia vida, genera consecuencias psicológicas complejas y de gran alcance. Aunque la sociología se enfoca en las fuerzas externas, resulta innegable que estas se incorporan a la psique individual y repercuten en la salud mental.

En relación con los sentimientos de desconexión y aislamiento, investigadores actuales como Keyes (1998) han subrayado la relevancia del bienestar social, que abarca la integración, aceptación, contribución, coherencia y actualización social. Cuando la estructura social se debilita, las personas pueden experimentar una profunda sensación de desapego y soledad, incluso dentro de sus propios grupos sociales. Esta carencia de pertenencia puede deteriorar la autoestima y provocar sentimientos de inutilidad, elementos reconocidos como factores de riesgo para el suicidio.

La imposición de ajustarse a las normas sociales, expectativas culturales o roles de género puede resultar opresiva. Merton (1938) acuñó el término anomia para describir la ausencia de normas claras o la presencia de normas contradictorias dentro de una sociedad, situación que puede generar confusión, frustración y desesperanza. En entornos donde el éxito se concibe de forma limitada y excluyente, quienes no cumplen con estos estándares pueden experimentar una intensa sensación de fracaso personal, lo que incrementa el riesgo de suicidio.

El estigma y la vergüenza que rodean a la salud mental y al suicidio actúan como barreras significativas para que las personas busquen ayuda. La investigación de Corrigan (2000) sobre el estigma de la enfermedad mental revela cómo las actitudes negativas y la discriminación inducen aislamiento social, disminuyen la autoestima y llevan a la internalización del estigma. En comunidades donde el suicidio es un tema tabú o se juzga como una falta moral, quienes experimentan pensamientos suicidas a menudo se sienten avergonzados y evitan buscar apoyo, lo que intensifica su sufrimiento psicológico.

Eventos sociales traumáticos, como crisis económicas, pandemias o violencia sistémica, pueden tener un impacto psicológico significativo en comunidades enteras. Bessel van der Kolk (2014) ha explorado cómo el trauma afecta la mente y el cuerpo, y sus hallazgos son relevantes para comprender el impacto psicológico del suicidio social. Cuando el suicidio se convierte en un fenómeno frecuente dentro de un grupo social, puede generar un duelo colectivo, miedo y ansiedad, afectando la cohesión social y el bienestar psicológico de los sobrevivientes.

A pesar de los retos que plantea el suicidio social, la investigación actual también dedica atención a identificar los elementos que pueden actuar como escudo protector. En este sentido, el trabajo de Ungar (2008) sobre la resiliencia en diferentes culturas subraya la importancia de contar con recursos a nivel personal, familiar y comunitario para hacer frente a las dificultades. Reforzar las redes de apoyo, fomentar una salud mental positiva, cultivar un sentimiento de pertenencia y disminuir el estigma son acciones fundamentales para reducir el impacto psicológico del suicidio social.

En este sentido, comprender las implicaciones psicológicas tanto para los individuos directamente afectados como para la comunidad en general es crucial para implementar estrategias de apoyo y prevención efectivas. Se requiere una respuesta integral que fomente la sensibilización sobre la importancia del cuidado emocional y promueva la solidaridad comunitaria como un medio para abordar las consecuencias psicológicas adversas del suicidio social.

5.Teorías psicológicas pertinentes del suicidio social.

El análisis de las repercusiones psicológicas del suicidio social puede enmarcarse en teorías psicológicas pertinentes que ayudan a comprender los efectos a nivel individual y comunitario. La teoría del duelo complicado de Worden (2009) proporciona una lente útil para comprender la complejidad de las reacciones emocionales que experimentan los individuos después de la pérdida de un ser querido por suicidio. Según esta teoría, el duelo se caracteriza por una serie de etapas, que van desde el impacto inicial hasta la adaptación y la aceptación de la pérdida. Sin embargo, en el caso del suicidio, los individuos pueden enfrentar desafíos únicos que dificultan el proceso de duelo, como sentimientos de culpa y estigma social, lo que puede prolongar y complicar su recuperación psicológica.

Además, la teoría del estrés postraumático de la American Psychiatric Association (2013) es relevante para comprender las implicaciones a largo plazo del suicidio social en los sobrevivientes. Esta teoría destaca cómo la exposición a eventos traumáticos puede desencadenar respuestas emocionales y cognitivas intensas, como recuerdos intrusivos, evitación de estímulos asociados y una respuesta de hiperactivación persistente. Los individuos que han perdido a un ser querido por suicidio pueden experimentar síntomas de estrés postraumático que afectan su funcionamiento cotidiano y su bienestar emocional a largo plazo (American Psychiatric Association, 2013).

A nivel comunitario, la teoría de la cohesión social de Durkheim (1951) es relevante para comprender las consecuencias del suicidio social en el tejido social más amplio. Esta teoría resalta la importancia de los lazos sociales y la solidaridad en la promoción del bienestar comunitario. El suicidio social puede afectar la cohesión social al generar temor y desconfianza en la comunidad, lo que puede debilitar los lazos sociales y disminuir el sentido de pertenencia y apoyo mutuo, contribuyendo así a un ambiente comunitario más frágil y susceptible a problemas de salud mental.

En relación a ello, Jorge Magaña, en su contribución al libro "Voces sobre el suicidio en el mundo indígena", nos ofrece una reflexión profunda y necesaria sobre el suicidio en estos grupos, un fenómeno que desafía nuestras comprensiones occidentales y nos obliga a reconsiderar la noción misma de cohesión social. Lejos de ser una simple ausencia de lazos, el suicidio en comunidades indígenas a menudo se presenta en contextos donde las estructuras tradicionales de cohesión están siendo erosionadas o transformadas por factores externos e internos (Magaña, 2019).

De manera similar, Magaña (2019) nos invita a mirar más allá de la idea simplista de que una "falta de cohesión" es la causa directa del suicidio. Él sugiere que, en muchos casos, las dinámicas de cohesión dentro de las comunidades indígenas son complejas y pueden incluso, paradójicamente, contribuir a la vulnerabilidad. Por ejemplo, las fuertes normas comunitarias y las expectativas tradicionales, aunque históricamente fuentes de fortaleza, pueden volverse opresivas para individuos que no se ajustan a ellas o que enfrentan conflictos internos o externos que no encuentran espacio para ser expresados dentro de ese marco.

La pérdida de tierras, la discriminación sistémica, la imposición de modelos culturales ajenos y la desvalorización de las tradiciones ancestrales son factores que desestabilizan las estructuras sociales indígenas. Magaña nos muestra cómo estos elementos externos impactan la cohesión interna, generando tensiones intergeneracionales, conflictos de identidad y una sensación de desarraigo que puede llevar a la desesperanza y, en última instancia, al suicidio. No se trata solo de la ausencia de lazos, sino de la calidad y la naturaleza de esos lazos en un contexto de cambio y presión.

Al considerar estas teorías psicológicas, se destaca la importancia de implementar estrategias de apoyo específicas y basadas en la comunidad que aborden las complejas reacciones emocionales y promuevan la resiliencia en el contexto del suicidio social.

6. Factores de Riesgo y Protección que contribuyen al suicidio social

El suicidio social está estrechamente relacionado con una serie de factores de riesgo que pueden exacerbar el riesgo de comportamientos autolesivos en las comunidades. El aislamiento social y la falta de conexión interpersonal han sido identificados como factores de riesgo significativos que pueden aumentar la vulnerabilidad al suicidio. La teoría del aislamiento social de Cacioppo y Patrick (2008) destaca cómo la falta de interacciones sociales significativas y de apoyo emocional puede llevar a una sensación de soledad persistente, lo que aumenta el riesgo de problemas de salud mental y comportamientos autodestructivos, incluido el suicidio (Cacioppo & Patrick, 2008).

Además, la marginación social y la discriminación pueden contribuir a la desesperanza y la falta de perspectivas futuras, lo que aumenta la probabilidad de conductas suicidas en poblaciones marginadas. La teoría de la identidad social de Tajfel y Turner (1979) destaca cómo la pertenencia a un grupo social y la aceptación en la comunidad son elementos clave para la salud psicológica y emocional. La exclusión social y la marginalización pueden socavar la identidad personal y grupal, lo que a su vez puede aumentar la susceptibilidad a la depresión y al suicidio.

Asimismo, la falta de apoyo social y emocional en tiempos de crisis y dificultades personales puede actuar como un factor de riesgo crítico para el suicidio social. La teoría del apoyo social de House (1981) subraya la importancia de las redes de apoyo interpersonal y comunitario en la promoción del bienestar psicológico y en la reducción del estrés. La falta de apoyo emocional puede aumentar la sensación de desesperanza y desamparo, lo que puede influir en la toma de decisiones relacionadas con el suicidio en momentos de vulnerabilidad emocional.

En la actualidad, un factor de riesgo creciente es el fenómeno de las redes sociales o los medios de comunicación masiva, como señala Magaña (2019). Cada vez se observa con mayor frecuencia cómo el entorno virtual explota la baja autoestima y la desvalorización personal. Esto ocurre en un contexto donde la ética y la moral parecen ceder terreno frente a la industria del marketing digital y el lucro, lo que contribuye a la noción de suicidio social.

En conjunto, estos factores de riesgo subrayan la importancia de abordar el aislamiento social, la marginación y la falta de apoyo emocional en las comunidades como medidas clave para prevenir el suicidio social y promover la salud mental en la sociedad contemporánea.

7.Factores de protección, como el acceso a la salud mental y el fortalecimiento de las redes de apoyo.

Junto con la identificación de los factores de riesgo, es esencial reconocer los factores de protección que pueden contrarrestar el riesgo de suicidio social y promover la salud mental en las comunidades. El acceso a servicios de salud mental de calidad ha sido identificado como un factor de protección crucial en la prevención del suicidio. La teoría de la atención de la salud mental de Thornicroft (2018) destaca la importancia de la disponibilidad de servicios de salud mental accesibles y culturalmente apropiados para garantizar la detección temprana y la intervención oportuna en situaciones de crisis emocional y psicológica.

Además, el fortalecimiento de las redes de apoyo comunitario y el fomento de la solidaridad interpersonal son fundamentales para promover la resiliencia y contrarrestar el aislamiento social. La teoría de la cohesión social de Sampson (2009) enfatiza la importancia de la participación comunitaria y la conexión interpersonal en la promoción del bienestar colectivo. El fortalecimiento de la cohesión social a través de actividades comunitarias y programas de participación cívica puede proporcionar un entorno de apoyo emocional y práctico para individuos en riesgo de suicidio social.

Además, la promoción de la conciencia y la educación en salud mental puede actuar como un factor de protección crucial al reducir el estigma asociado con los problemas de salud mental y al fomentar la búsqueda de ayuda temprana. La teoría de la educación en salud de Nutbeam (2000) subraya la importancia de proporcionar información accesible y comprensible sobre la salud mental en entornos educativos y comunitarios. Al mejorar la comprensión y la conciencia sobre la salud mental, se puede fomentar una cultura de apertura y apoyo emocional en las comunidades, lo que a su vez puede contribuir a la prevención del suicidio social.

En general, el fortalecimiento de los recursos de salud mental y el fomento de la solidaridad comunitaria a través de la educación y la participación cívica pueden desempeñar un papel crucial en la prevención del suicidio social y en la promoción del bienestar emocional en la sociedad contemporánea.

8. El Papel de la Psicología en la Prevención y la Intervención del suicidio social

La psicología desempeña un papel fundamental en la identificación temprana de señales de riesgo y en la prevención del suicidio social al proporcionar herramientas y estrategias efectivas para la evaluación y el manejo de la salud mental. La teoría de la evaluación psicológica de Groth-Marnat (2009) destaca la importancia de la evaluación sistemática y comprensiva de los factores de riesgo y protección asociados con el suicidio. Los profesionales de la psicología están capacitados para identificar señales de alarma tempranas, evaluar el riesgo de suicidio y proporcionar intervenciones oportunas que puedan prevenir la crisis y promover la salud mental.

Además, la psicología clínica desempeña un papel crucial en el diseño e implementación de intervenciones basadas en la evidencia que aborden los factores subyacentes del suicidio social. La terapia cognitivo-conductual (TCC), por ejemplo, ha demostrado ser efectiva en la reducción de los pensamientos suicidas y en el fomento de estrategias de afrontamiento adaptativas (Tarrier et al., 2008). La aplicación de enfoques terapéuticos como la TCC puede ayudar a fortalecer la resiliencia psicológica y a mejorar las habilidades de afrontamiento en aquellos en riesgo de suicidio social.

Además, la psicología comunitaria desempeña un papel importante al trabajar en colaboración con las comunidades para fomentar la conciencia y la prevención del suicidio social. La teoría de la psicología comunitaria de Chavis et al. (2008) resalta la importancia de la participación comunitaria y la colaboración interdisciplinaria para abordar los desafíos sociales y promover el cambio positivo. Al trabajar en estrecha colaboración con los líderes comunitarios y los profesionales de la salud, los psicólogos comunitarios pueden ayudar a implementar programas de prevención del suicidio que se adapten a las necesidades específicas de cada comunidad.

En general, la integración de la psicología en la identificación temprana de señales de riesgo y en la prevención del suicidio social es esencial para garantizar una respuesta efectiva y compasiva ante las crisis de salud mental en la sociedad contemporánea.

9. Estrategias psicológicas efectivas para abordar el suicidio social

Para abordar de manera efectiva el problema del suicidio social, es crucial implementar estrategias psicológicas integrales que aborden tanto los factores de riesgo individuales como los desafíos sociales y comunitarios. Los programas de intervención basados en la terapia cognitivo-conductual (TCC) han demostrado ser efectivos en la prevención del suicidio al abordar patrones de pensamiento negativo y promover habilidades de afrontamiento adaptativas. Por ejemplo, el programa de prevención del suicidio basado en la TCC, desarrollado por Brown et al. (2005), ha mostrado resultados prometedores al reducir la ideación suicida y mejorar la resiliencia psicológica en individuos en riesgo.

Además, los enfoques de prevención basados en la psicología comunitaria pueden desempeñar un papel crucial al fortalecer la cohesión social y fomentar el apoyo emocional y práctico dentro de las comunidades. Por ejemplo, el programa de prevención del suicidio "Sources of Strength" (Feldman & Freedenthal, 2006) se centra en movilizar a los jóvenes y a los líderes comunitarios para promover la resiliencia y el bienestar emocional en entornos escolares y comunitarios. Este enfoque basado en la participación comunitaria ha demostrado ser efectivo en la reducción de comportamientos suicidas y en la promoción de una cultura de apoyo mutuo y comprensión en las comunidades escolares.

Asimismo, los enfoques de intervención en crisis, como el programa de intervención en crisis y prevención del suicidio (CASP) de Gysin et al. (2016), se centran en proporcionar herramientas prácticas y estrategias de afrontamiento inmediatas para aquellos en crisis. El CASP se ha implementado con éxito en entornos clínicos y comunitarios para ofrecer apoyo inmediato a personas en riesgo de suicidio, y ha demostrado una reducción significativa en las tasas de suicidio a corto plazo (Gysin et al., 2016).

En conjunto, estos ejemplos ilustran la efectividad de los enfoques psicológicos tanto a nivel individual como comunitario para abordar el problema del suicidio social y promover la salud mental en las comunidades.

10. Implicaciones éticas relacionadas con la intervención psicológica en casos de suicidio social.

Cuando se aborda el suicidio social desde la perspectiva de la intervención psicológica, es crucial considerar las implicaciones éticas inherentes a la prestación de servicios de salud mental en situaciones de crisis. La confidencialidad y el consentimiento informado son principios éticos fundamentales que deben ser cuidadosamente equilibrados en la práctica clínica. La ética de la confidencialidad en la terapia psicológica destaca la importancia de respetar la privacidad y la autonomía de los pacientes, pero también subraya la necesidad de intervenir adecuadamente en situaciones de riesgo inminente para la vida (American Psychological Association, 2017). Los profesionales de la psicología deben equilibrar la confidencialidad con la responsabilidad de proteger la seguridad y el bienestar de los individuos en riesgo de suicidio social.

Además, la ética de la competencia profesional en la práctica de la psicología implica la necesidad de adquirir y mantener habilidades clínicas y conocimientos actualizados para brindar una atención de calidad y efectiva a los individuos en crisis. La capacitación en la evaluación y gestión del riesgo de suicidio es esencial para garantizar una intervención apropiada y ética en situaciones de emergencia (American Psychological Association, 2017). La falta de competencia profesional puede tener consecuencias adversas para la seguridad y el bienestar de los individuos en riesgo, lo que subraya la importancia de la educación continua y el desarrollo profesional en el campo de la psicología clínica.

Además, la sensibilidad cultural y la competencia cultural son consideraciones éticas fundamentales al proporcionar intervenciones psicológicas en comunidades diversas. La ética de la diversidad cultural destaca la importancia de comprender y respetar las creencias y prácticas culturales de los individuos y las comunidades a las que se atiende (American Psychological Association, 2017). La falta de sensibilidad cultural puede afectar negativamente la calidad de la atención y la confianza entre el terapeuta y el cliente, lo que puede obstaculizar el proceso de intervención y recuperación.

De manera similar, Menéndez (2002) enfatiza la sensibilidad cultural y el respeto por la autonomía del paciente. Ha subrayado la importancia de reconocer y valorar las diversas maneras en que las diferentes culturas comprenden la salud, la enfermedad y la muerte. En el contexto del suicidio social, esto implica que los psicólogos deben ser sensibles a las cosmovisiones, creencias y prácticas culturales del individuo y su comunidad. Imponer un marco de referencia occidental o biomédico sin considerar la perspectiva cultural del paciente sería éticamente cuestionable y podría alienar al individuo, dificultando la construcción de una relación terapéutica de confianza y la efectividad de la intervención. Como argumenta Menéndez, la competencia cultural requiere una escucha activa y un esfuerzo por comprender el significado del sufrimiento desde la perspectiva del otro.

Además, la perspectiva de Menéndez plantea desafíos éticos en relación con la responsabilidad social de los profesionales de la salud mental. Al destacar el papel de los factores sociales en el suicidio, Menéndez implícitamente llama a los psicólogos a ir más allá de la intervención individual y a considerar su rol en la promoción de cambios sociales que puedan mitigar los factores de riesgo. Esto podría incluir abogar por políticas públicas que aborden la desigualdad, la discriminación y la falta de oportunidades, que Menéndez identifica como posibles contribuyentes al suicidio social. Limitarse a tratar las consecuencias individuales del suicidio social sin abordar sus causas estructurales podría considerarse éticamente insuficiente.

En general, al abordar el suicidio social desde una perspectiva psicológica, es fundamental considerar y aplicar principios éticos sólidos que salvaguarden la seguridad y el bienestar de los individuos y las comunidades a las que se atiende.

11. ¿Cómo la sociedad puede abordar este tema de manera más compasiva y solidaria?

Para abordar el tema del suicidio social de manera más compasiva y solidaria, la sociedad puede adoptar una serie de enfoques basados en la comprensión, el apoyo emocional y la educación. La teoría del modelo social de la discapacidad de Oliver (1996) destaca la importancia de promover la inclusión y la aceptación de la diversidad en la sociedad. Al aplicar este enfoque al suicidio social, se enfatiza la necesidad de fomentar una cultura de apoyo mutuo y empatía hacia aquellos que luchan con problemas de salud mental y suicidio. La eliminación del estigma y la promoción de un entorno compasivo son fundamentales para crear comunidades solidarias y comprensivas.

Además, la teoría del empoderamiento de Rappaport (1987) resalta la importancia de capacitar a los individuos y comunidades para promover el cambio positivo y abogar por la justicia social. Al aplicar este marco teórico al suicidio social, se enfatiza la importancia de promover la educación en salud mental y la conciencia comunitaria para desafiar las percepciones erróneas y promover una comprensión más profunda de los problemas de salud mental y suicidio. Al educar a la sociedad sobre la importancia de la empatía y el apoyo emocional, se puede fomentar una cultura de solidaridad y respeto mutuo (Rappaport, 1987).

Además, la promoción de la participación comunitaria y la colaboración interdisciplinaria pueden fortalecer los lazos sociales y fomentar una cultura de apoyo mutuo y compasión. La teoría de la psicología comunitaria de Zimmerman (2000) destaca la importancia de movilizar a los individuos y grupos dentro de la comunidad para promover el cambio social y abordar los desafíos colectivos. Al aplicar este enfoque al suicidio social, se enfatiza la importancia de trabajar en colaboración con líderes comunitarios y profesionales de la salud para implementar programas de prevención y promover una cultura de cuidado y compasión en la sociedad (Zimmerman, 2000).

En general, al adoptar enfoques basados en la compasión y la solidaridad, la sociedad puede crear un entorno más empático y comprensivo que promueva la conciencia en torno al suicidio social y fomente el apoyo emocional y comunitario.

12. Conclusiones

El suicidio social es un fenómeno complejo influenciado por una interacción de factores sociales, psicológicos y comunitarios. Este problema plantea desafíos significativos para la salud mental y el bienestar de la sociedad contemporánea. El aislamiento social, la marginación y la falta de apoyo emocional son factores de riesgo cruciales asociados con el suicidio social, que requieren una atención cuidadosa y estrategias de prevención efectivas. Además, las repercusiones psicológicas del suicidio social se extienden más allá de los individuos directamente afectados, impactando a la comunidad en general y generando un clima de ansiedad y desconfianza.

La comprensión del suicidio social desde una perspectiva psicológica integral es esencial para abordar de manera efectiva este problema complejo. Las teorías psicológicas pertinentes, como la teoría del duelo complicado y la teoría del estrés postraumático, proporcionan una base para comprender las complejas reacciones emocionales y cognitivas asociadas con el suicidio social. Además, los factores de riesgo, como el aislamiento social y la marginación, subrayan la necesidad de promover la solidaridad comunitaria y fortalecer las redes de apoyo emocional.

Para abordar el suicidio social de manera efectiva, se deben implementar estrategias psicológicas sólidas que aborden tanto los factores individuales como los desafíos sociales y comunitarios. Los programas basados en la terapia cognitivo-conductual y la psicología comunitaria han demostrado ser eficaces en la prevención del suicidio social y en la promoción del bienestar emocional en comunidades vulnerables. Además, es crucial considerar las implicaciones éticas relacionadas con la intervención psicológica en casos de suicidio social, asegurando el equilibrio entre la confidencialidad y la seguridad del individuo en crisis.

En conjunto, una comprensión integral del suicidio social desde la perspectiva psicológica destaca la importancia de abordar este problema con empatía, solidaridad y una combinación de estrategias preventivas y de intervención efectivas.

Para avanzar en la comprensión y abordaje del suicidio social, se requieren investigaciones y acciones concretas tanto a nivel individual como comunitario. A nivel individual, es crucial realizar estudios longitudinales que examinen la eficacia a largo plazo de intervenciones psicológicas específicas, como la terapia cognitivo-conductual, en la reducción de comportamientos suicidas y la promoción de la resiliencia a lo largo del tiempo (Brown et al., 2005). Además, se deben llevar a cabo investigaciones que evalúen la efectividad de enfoques de prevención del suicidio adaptados a diversas poblaciones y contextos culturales, garantizando así la relevancia y aplicabilidad de las intervenciones a nivel global.

A nivel comunitario, se recomienda realizar estudios que analicen el impacto de programas de intervención basados en la psicología comunitaria, como el programa "Sources of Strength", en la promoción de una cultura de solidaridad y apoyo emocional en comunidades vulnerables (Feldman & Freedenthal, 2006). Además, se deben implementar iniciativas de investigación que evalúen la efectividad de campañas de concienciación en salud mental a nivel comunitario, con el objetivo de reducir el estigma asociado con el suicidio y promover un diálogo abierto y compasivo en torno a la salud mental y el bienestar emocional.

En conjunto, al enfocar las investigaciones y acciones futuras en estrategias de prevención y promoción efectivas a nivel individual y comunitario, se puede avanzar hacia un enfoque más integral y compasivo para abordar el complejo problema del suicidio social.

Conflictos de interés:

El autor declara no tener conflictos de interés

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Recibido: 12 de Agosto de 2024; Aprobado: 14 de Abril de 2025

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