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Revista Ciencia y Cultura

versión impresa ISSN 2077-3323

Rev Cien Cult vol.28 no.53 La Paz  2024  Epub 11-Dic-2024

 

TESTIMONIOS

El infierno verde: breve análisis de las consecuencias de la Guerra del Chaco en la familia boliviana

María de los Ángeles Barrón Campos


Mi abuelo René Barrón se enlistó (de forma obligada) a la Guerra del Chaco cuando esta apenas comenzaba, en 1932. Como no llegué a conocerlo, la única forma de saber sobre su participación para mí fue escuchar los testimonios de mi padre y mis tíos que habían conocido la historia que el abuelo les había contado, entre lágrimas, al recordar el “infierno verde”. Sin embargo, yo jamás había tenido contacto con algún elemento que relacionara a mi abuelo con el Chaco, o al menos no hasta hace dos semanas, cuando, gracias a una ardua cooperación familiar, un primo consiguió su certificado de desmovilización.

A partir de este objeto testimonial, surgió en mí un sentimiento amargo, dado que, si bien el certificado rubricó el fin de la participación de mi abuelo en el Chaco, evidenció también que la guerra marcó duramente su vida y muerte, a tal punto que ahora me cuestiono si la batalla terminó realmente para él. Sé que como él hubo miles y miles de personas afectadas por la contienda, así que la cuestionante se extiende a la sociedad boliviana de la época, porque después del Chaco hubo de todo menos paz.

El cese del fuego se firmó en junio de 1935 y al país le tocó sufrir las conse- cuencias de la guerra, primero en el plano económico (no es un secreto la crisis que atravesaba Bolivia, que arrastraba una creciente deuda externa desde el inicio de las hostilidades). El conflicto con Paraguay dejó un saldo de 50.000 fallecidos, alrededor de 21000 prisioneros e innumerables minusválidos. Miles de hombres, cabezas del hogar en una sociedad patriarcal, no volvieron, de- jando a sus familias en una situación devastadora. Los que sí lograron regre- sar encontraron sorpresivamente a sus hogares en situaciones poco favorables, contrario a lo que creían, pues en 1934 se había promulgado un decreto que ordenaba la entrega del 50% del salario de los combatientes a sus familias; no obstante, en la mayoría de los casos, dicho decreto no se cumplió.

Donde mejor se puede entender el horror del Chaco es, en el ámbito social, en la realidad de la familia boliviana. Si es posible antropomorfizar a Bolivia, se la puede describir como un rostro adolorido, con lágrimas secas y una confusión infinita. La cantidad de viudas y huérfanos que dejó la guerra es alarmante. Sin embargo, la fórmula de hogares destruidos tuvo más de una variante. La obra Hablar con los perros, de Wilmer Urrelo Zárate, a través de la ficción relata un hecho real y doloroso de la post guerra:

Es que la guerra lo arruina a uno. nadie vuelve sano. […] yo me enteraba de cosas terribles […] compañeros me contaban con lágrimas en los ojos. me decían no puedo dormir por las noches. oigo las balas en mi habitación. […] escucho a todas horas los ayes de dolor de los heridos. […] entonces se desquitaban con sus esposas. palizas. violaciones. […] [La guerra] contagia como una enfermedad. […] ahora el que mata es el propio excombatiente y lo hace en su propio hogar. Su fuerza es el odio”

Después de volver del campo de batalla, la vida de mi abuelo se vio condiciona- da por la guerra, calando en lo emocional y personal, afectando negativamente en su desempeño laboral, ya que había sido mutilada parte de su mano iz- quierda, hecho que le impidió ejercer su trabajo. Al fallecer fue enterrado en el pabellón de beneméritos de la patria en la ciudad de Sucre, donde se encuentra hasta el día de hoy. La guerra marcó su vida, y su muerte. En el ámbito geopolítico y social, la guerra marcó nuestro pasado, y también nuestro presente como bolivianos. “La guerra nunca termina cuando se firma la paz”.

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