En el lienzo del tiempo, la fotografía se presenta como un testigo confiable capaz de documentar las transformaciones del cuerpo, del alma y de la mirada humana. Precisamente este análisis visual busca señalar aquellos cambios, desde los evidentes hasta aquellos sutiles difíciles de percibir. El material de análisis son cinco retratos que nos muestran momentos decisivos en la vida Raúl Bravo Portocarrero, héroe de la Guerra del Chaco y distinguido maestro boliviano. Mediante la observación de estas imágenes -que logran capturar la metamorfosis de su ser antes, durante y después del conflicto bélico nos enfocamos en describir un fenómeno particular: “la mirada de las mil yardas”, una manifestación visual del estrés postraumático que ha dejado su huella en incontables veteranos de guerra.
La mirada de las mil yardas (del inglés thousand-yard stare) es una frase que se popularizó después de que en 1945 la revista Life publicara una fotografía del corresponsal de prensa Tom Lea. En ella se veía un soldado de la Segunda Guerra Mundial con la mirada perdida e inerte, la imagen titulaba “Marines Call It That 2,000 Yard Stare”. Desde entonces, esta frase permite ayudar a diagnosticar a las personas que sufren estrés postraumático después de haber experimentado episodios de violencia y miedo. Este temor se refleja como síntoma de un dolor, ocasionando que la mirada de las personas se pierda dentro del vacío, como si hubiera mil yardas de distancia entre la persona y uno.
Con el ejercicio de mostrar la transformación de Raúl Bravo queremos señalar que el escenario bélico es un microcosmos de una realidad mucho más amplia y desgarradora. Al concluir la Guerra del Chaco, Bolivia se encontraba con una generación de hombres marcados indeleblemente por el conflicto. Una gran parte de la población masculina quedó tullida, herida o profundamente traumatizada y, por ende, sus familias también. Estos hombres, que habían pagado con sus cuerpos y mentes las decisiones y acciones de otros, se enfrentaron a la tarea titánica de reconstruir una patria desde las ruinas de sus propias vidas.
¿Cómo podían estos hombres heridos, con la mirada perdida en las mil yardas de sus recuerdos traumáticos, construir el futuro de una nación? La pregunta resuena con una ironía trágica que trasciende el caso individual de Bravo Portocarrero y se extiende a toda una generación.
Como señala Susan Sontag en su obra Sobre la fotografía: “Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento y, por lo tanto, poder” (Sontag, 2006). En este análisis, nos apropiamos de los momentos capturados en la vida de Bravo Portocarrero para comprender el poder transformador de la guerra en el espíritu humano.
Breve perfil biográfico y condecoraciones
Raúl Bravo Portocarrero, nacido el 13 de junio de 1906 en la ciudad de La Paz, personifica la compleja trayectoria de una generación marcada por la guerra y el servicio a la patria. Bravo participó de la primera ofensiva paraguaya en 1928 y posteriormente partió al conflicto en 1932, sirviendo en las primeras líneas de fuego durante los tres años que duró la contienda. Esta experiencia bélica le valió el reconocimiento como Héroe Nacional y Benemérito de la Patria, títulos que, si bien honrosos, llevaban consigo el peso invisible de los traumas vividos en el frente1.
Su vida post-guerra fue un testimonio de resiliencia y amor a la patria. Bravo fue elegido como el representante de los beneméritos, al concluir la guerra a él le tocó la difícil tarea de organizar el dolor mediante un sistema de pensiones, por lo cual luchó sin descanso para que los ex combatientes, sus viudas e hijos reciban una pensión digna2.
Análisis visual
1. 1925: El vigor de la juventud
En esta primera imagen figura 1, observamos a un Raúl Bravo de 19 años durante su servicio militar. Su postura erguida y su complexión reflejan la fuerza y vitalidad de la juventud. Sus ojos, brillantes y llenos de determinación, miran directamente a la cámara, desafiantes ante un futuro que se presenta prometedor.
2. 1928: El llamado del deber
Dos años después, Bravo se alista ante la primera ofensiva del Chaco. La imagen de cuerpo completo es la de un joven uniformado orgulloso de defender a su patria. Hay un atisbo de seriedad, como si la sombra de los eventos por venir ya proyectara su influencia sobre él. Nótese que marchó al Chaco con abarcas, figura 2.
3. 1930: Jefe de la Brigada Universitaria de la Revolución
La fotografía de las revueltas por la autonomía universitaria nos presenta a un Bravo comprometido con el destino de la educación. Su expresión es intensa, reflejando la pasión de la lucha ideológica. Los ojos, aunque firmes, comienzan a mostrar las primeras señales de una mirada que ha visto más allá de lo cotidiano, figura 3.
4.1932: El umbral del conflicto
La imagen de su libreta de movilización marca el inicio oficial de su participación en la Guerra del Chaco. Aquí, la mirada de Bravo ha adquirido una profundidad inquietante. Ya no es el joven despreocupado de 1926; sus ojos reflejan la anticipación de lo que está por venir, figura 4.
5. 1935: El retorno, pero sin volver del todo
La última fotografía, tomada de su libreta de desmovilización, nos presenta la transformación completa. El cuerpo de Bravo aparece disminuido, su rostro demacrado por las experiencias vividas. Pero es en sus ojos donde encontramos la evidencia más clara del cambio. La “mirada de las mil yardas” se manifiesta: sus ojos, aunque abiertos, parecen mirar más allá del presente, fijos en un punto distante e invisible para los demás, figura 5.
Conclusión
A través de estas cinco fotografías, somos testigos de la metamorfosis del Prof. Raúl Bravo Portocarrero. Lo vimos perder la vitalidad de su juventud hasta que obtuvo la mirada distante de un joven que se hizo hombre entre las balas, la sangre y la arena del Chaco. Estas imágenes nos muestran cómo la fotografía trasciende su función de mero registro para convertirse en un medio de explo ración psicológica y social.
Roland Barthes, en La cámara lúcida, nos habla del “punctum” en la fotografía, ese detalle punzante que captura nuestra atención y nos conmueve (Barthes, 1980). En la serie, el punctum evoluciona, moviéndose desde la postura corporal hasta finalmente residir en esa mirada que ha visto mil yardas más allá de lo visible.
Por lo tanto, podemos decir que la “mirada de las mil yardas” de Raúl Bravo Portocarrero no es solo un testimonio de su experiencia personal, sino un espejo en el que se refleja la experiencia colectiva de una generación marcada por la guerra. Estas fotos son un recordatorio visual de los costos invisibles del conflicto, que persisten mucho después de que las armas han sido silenciadas. En este análisis no solo nos cuenta la historia de un hombre, sino que nos ofrece una ventana a la historia de Bolivia y, por extensión, a la historia de la humanidad en su constante lucha entre el deber, el sacrificio y la búsqueda de una sociedad de bienestar.



















