El crecimiento de la población humana y las actividades productivas asociadas han creado un paisaje mixto con usos del suelo a diferentes escalas1. Este mosaico de actividades productivas y áreas de vegetación natural crea escenarios donde ocurren múltiples interacciones entre humanos y vida silvestre1. Desde una perspectiva humana, algunas de estas interacciones son positivas y otras negativas2. Las interacciones que se perciben negativamente se conocen como conflictos entre humanos y vida silvestre2, donde el resultado de estas interacciones tiene efectos negativos, reales o percibidos, que producen una reacción humana correspondiente que puede resultar en posibles impactos dañinos en los individuos y/o poblaciones de vida silvestre3.
Las áreas urbanas se componen de un mosaico de hábitats complejos que contienen una mezcla de edificios, calles y espacios verdes4. La matriz urbana no es homogénea; puede contener una mezcla de grupos de edificios de alta y baja densidad, espacios verdes de pequeños a grandes que contienen zonas verdes gestionadas intensivamente hasta remanentes de hábitats naturales, o estructuras lineales como ríos, carreteras y vías férreas4. Esta mezcla de hábitats, junto con su tamaño y extensión, le da a cada área urbana su propio mosaico de hábitat único.
La vida silvestre ha existido en las áreas urbanas desde que los humanos han vivido en asentamientos, aunque los primeros estudios formales sobre ecología urbana no ocurrieron hasta finales de 1600, con descripciones básicas de la diversidad de plantas4. Como disciplina, la investigación de la vida silvestre urbana no comenzó realmente hasta finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970, aunque, en general, esto todavía representa una pequeña proporción de la producción de investigación publicada sobre la vida silvestre4. Con el aumento de la urbanización a nivel mundial, tanto en términos del área urbana total cubierta como de la velocidad del proceso, existe una necesidad real de investigación para observar la ecología de la vida silvestre urbana y, en particular, la relación entre la vida silvestre y los humanos4.
En algún momento de sus vidas, los animales que viven en áreas urbanas interactuarán con los humanos, debido a la alta densidad de población humana en estas áreas. Estas interacciones varían en un continuo de positivo y neutral a negativo, varían en intensidad de menor a severo y varían en frecuencia de raro a común5. Las interacciones negativas, más correctamente denominadas conflicto entre humanos y vida silvestre, enfatizan el antagonismo consciente entre la vida silvestre y los humanos5. Curiosamente, no existe un término alternativo para describir las interacciones positivas entre humanos y vida silvestre, lo que probablemente refleja el sesgo significativo hacia las interacciones negativas en la literatura6.
Los participantes humanos en las interacciones son importantes porque los resultados dependen del contexto socioeconómico y político7 y un “conflicto” en un contexto puede no ser considerado como tal en otro8. De hecho, muchos conflictos se relacionan más con los valores sociales y culturales que con los impactos reales. Comprender cómo los individuos y las comunidades responden a la vida silvestre y los impactos que tiene es, por lo tanto, una parte clave para comprender y abordar las posibles situaciones de conflictos entre humanos y vida silvestre en áreas urbanas4.
La vida silvestre urbana puede proporcionar una variedad de valores positivos para los humanos, incluidas oportunidades para la utilidad física y valores de salud, recreativos, científicos, ecológicos e históricos9. Dependiendo del punto de vista filosófico, la vida silvestre urbana también puede tener un valor intrínseco o de existencia. Muchos de estos beneficios son difíciles de cuantificar porque muchos de los resultados suelen ser intangibles, pero su impacto puede ser considerable. En una sociedad cada vez más urbana, se reconoce que los seres humanos se están alejando cada vez más del entorno natural y esto se relaciona al aumento de los problemas de salud mental está asociado con una mayor vida urbana10. Sin embargo, la política de salud pública tiende a concentrarse en el cambio de estilo de vida a nivel individual, y la capacidad transformadora potencial de los entornos naturales para mejorar la salud de la población sigue siendo un área descuidada y relativamente sin explotar11.
Las agencias de vida silvestre y las organizaciones no gubernamentales tienen un papel importante en la promoción de la educación sobre la vida silvestre urbana y sus riesgos. Es importante evitar mensajes diferentes y a veces contradictorios y presentar al público los riesgos reales y cómo evitarlos o mitigarlos. Una mejor educación tiene un papel importante en la prevención de la histeria y las decisiones de gestión mal informadas cuando ocurre un conflicto. Al mismo tiempo, la educación tiene un papel importante en el aumento del "valor" que se le da a la vida silvestre urbana12. Sin embargo, el cambio de comportamiento requiere más que solo educación, y también es importante que los beneficios de vivir con la vida silvestre sean evidentes para las personas a nivel individual, de modo que haya un cambio cultural de considerar la vida silvestre urbana como un problema a una situación en la que la vida silvestre es vista como una parte integral del ecosistema urbano4.
Nuestro mundo se está volviendo cada vez más urbanizado, obligando a los organismos a adaptarse en escalas de tiempo rápidas. Dichos ajustes están exacerbando los niveles de conflicto a nivel mundial, y la reciente pandemia mundial de COVID-19 es un estudio de caso significativo13. La convergencia de poblaciones humanas y de vida silvestre en áreas urbanas tiene una retroalimentación sustancial en las economías regionales e internacionales, los esfuerzos de conservación y las iniciativas de salud pública13. Nuestras relaciones cambiantes con la vida silvestre urbana están afectando la forma en que vemos, conservamos y manejamos la vida silvestre, todo lo cual dictará nuestro éxito en la promoción de la coexistencia13.