SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número50Las lenguas de los Sikuyas entre la ciudad y el ayllu(Re)vivir el andar de Mauricio Lefebvre: horizontes, desafíos y utopías para el sociólogo y la universidad del siglo XXI índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Temas Sociales

versión impresa ISSN 0040-2915versión On-line ISSN 2413-5720

Temas Sociales  no.50 La Paz mayo 2022  Epub 01-Mayo-2022

https://doi.org/10.53287/qfum2939eh22o 

Investigación

“Nunca seremos más que futuro”. Imaginarios del porvenir en pospandemia1

“We will never be more than future”. Imaginaries of the future in post-pandemic

María Elena Figueroa Díaz* 
http://orcid.org/0000-0001-5163-5928

*Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, México, D.F., E-mail: marielenafd@gmail.com


Resumen

En este artículo se analizan los imaginarios del porvenir, en tanto futuro personal, de adultos jóvenes, estudiantes de dos universidades públicas de la Ciudad de México, en dos períodos temporales de la pandemia, así como la transformación que sufrieron a raíz de la misma. En dos momentos, a un año, y a casi dos años del inicio de la pandemia, los informantes reportan haber pasado por un proceso de transformación personal en sus metas y sus valores, así como una visión de futuro no siempre positiva, pero sí esperanzadora.

Palabras clave: pandemia; jóvenes; futuro; imaginarios

Abstract

This text analyzes the imaginaries of the forthcoming, as personal future, of young adults, students of two public universities in Mexico City, in two temporary periods of the pandemic, as well as the transformation they suffered as a result of it. In two periods, one year, and almost two years after the start of the pandemic, they report having gone through a process of personal transformation in their goals and values, as well as a vision of the future that is not always positive, but hopeful.

Key words: pandemic; young people; future; imaginaries

INTRODUCCIÓN

La pandemia por covid-19 trastocó la vida de los seres humanos. Las medidas sanitarias, el confinamiento, la ruptura de rutinas y de proyectos de vida, así como las pérdidas humanas y materiales hicieron que muchas personas, tras diversos duelos, se replantearan sus vidas. Este fenómeno agudizó problemas ya existentes y trajo consigo, de algún modo, una problematización del tiempo social y el tiempo de vida de su horizonte posible. De estos tiempos ligados a pasado, presente y futuro, el tiempo futuro que se vislumbraba en el contexto de la pandemia comporta un lugar clave que expresa una situación excepcional en el campo de los imaginaros sociales en referencia a un mundo futuro de incertidumbre, de crisis ambiental y social, de enfermedades y de medidas de control. De este modo, los imaginarios del futuro y, más aún, del porvenir en tanto futuro personal, se reconfiguraron. Durante casi dos años, la mayor parte de las personas en edades escolares y productivas abandonaron su vida usual. Muchos jóvenes y adultos siguieron trabajando fuera de sus hogares, lo que significó un riesgo permanente. Quienes siguieron estudiando y trabajando en sus hogares se enfrentaron con el hecho de que el confinamiento impactó decisivamente en sus vínculos sociales y afectivos y afectó su salud mental y emocional. Con todo ello, no sólo el presente se vio alterado; también el futuro como proyecto, expectativa, porvenir.

Preguntar por los imaginarios del futuro permite poder acceder a la configuración subjetiva, interior, que da cuenta de temores y de esperanzas, de expectativas y de la capacidad, mayor o menor, de resiliencia. El futuro, en tanto “lugar” intermedio entre la realidad y la ficción, procesa información de distinta naturaleza (datos, noticias, creencias, emociones) y carga emocional y, simbólicamente, la imagen del futuro resultante. Más aún, al incorporar la noción de porvenir, en tanto futuro personal, atraviesa el propio proyecto de horizonte que cada quien se delinea, o los propios colectivos sociales se dibujan. La pandemia, sin duda alguna, ha transformado radicalmente el porvenir y el horizonte de expectativas de muchas personas para quienes, de distintas maneras, significó un verdadero parteaguas en sus vidas.

En este artículo se exponen los principales hallazgos de una investigación sobre los imaginarios del futuro derivados de la experiencia de la pandemia y del inicio de la etapa pospandémica en jóvenes mexicanos, realizada en la Ciudad de México, entre febrero y octubre de 2021, como parte de un proyecto académico personal sobre imaginarios y percepciones de futuro. En el primer inciso, se hace un breve recuento de estudios previos ligados al tema de este escrito, así como de los principales aportes teóricos que permiten comprender los hallazgos. En el segundo apartado, se describe la ruta metodológica utilizada; y en el tercero, se presentan los principales resultados derivados de la misma, organizados en las siguientes categorías: autoconocimiento, sentido, autocuidado, maduración, reconciliación con la tecnología y esperanza sin optimismo. Al final, se discute la importancia de los estudios del imaginario como componentes esenciales de la configuración de subjetividades, de la construcción de proyectos de vida y de la acción.

Este estudio aporta información relevante para comprender la capacidad de ajuste y de resiliencia de las personas en el contexto crítico de la pandemia. Por resiliencia entendemos todo proceso por medio del cual se produce una adaptación adecuada a alguna situación adversa, ya sea una tragedia, un trauma o alguna situación generadora de tensión en los ámbitos personales, familiares, laborales, económicos o de salud. Se trata de una capacidad común, no extraordinaria, que se potencia con la aceptación al cambio y la consecución de metas significativas. Asimismo, el análisis planteado aquí permite observar que la pandemia ha modificado el imaginario de futuro y de porvenir de un modo complejo, con elementos pesimistas y negativos, pero también esperanzadores.

MARCO TEÓRICO

Por estar inmersos aún en la pandemia, pocos estudios se han hecho sobre sus efectos en la población adulta joven. María Cecilia Jonhnson, Lorena Saletti-Cuesta y Natalia Tumas (2020, p. 2451), encontraron en la población argentina que las emociones más frecuentes asociadas al confinamiento fueron el miedo, la incertidumbre y la preocupación, pero también las actitudes de solidaridad y conciencia; reportan que algunos de sus informantes afirmaron extrañar las rutinas, vivir soledad en el encierro, así como sentir vulnerabilidad, fragilidad, inseguridad y la conciencia de que, en cualquier momento, se pueden morir.

Por su parte, Simon Grondin, Esteban Mendoza-Durán y Pier-Alexandre Rioux (2020) estudiaron los cambios en la percepción psicológica del tiempo en la cuarentena y hallaron que hay una sensación de mayor duración del tiempo cuando se tienen pocas actividades, y esto genera que se le ponga más atención a las expectativas; asimismo, que en cuarentena se pierde la noción del paso del tiempo por ausencia de estímulos diversos, lo cual genera ansiedad. El encierro y el aislamiento generaron rupturas con proyectos de vida previos, pero también permitieron la adquisición de nuevas rutinas que nos hablan de las prácticas de resiliencia y, en cierto modo, del proceso instituyente de un imaginario emergente de la situación de pandemia.

En lo que respecta a los imaginarios de futuro en jóvenes, antes de la pandemia, Figueroa (2018, 2019) encontró, en dos investigaciones de corte cualitativo, que en jóvenes universitarios prevaleció un imaginario catastrófico del futuro, hipertecnologizado y competitivo, que sólo se transformó en jóvenes en situaciones de pobreza y precariedad, para los cuales el futuro significaba la posibilidad de resolver los problemas inmediatos, materiales y de violencia e inseguridad que los aquejaban. En cuanto a la visión del propio futuro, en la mayoría de los entrevistados había poca conciencia de sí mismos; sus discursos estuvieron centrados en la expresión de deseos sobre adquisición de bienes materiales, viajes y éxito profesional; sólo una minoría expresó querer a futuro un estilo de vida simple y más ligado a la naturaleza.

Partimos, para establecer la fundamentación teórica de este trabajo, de tres ejes: imaginario, futuro, porvenir; asimismo, hacemos una breve alusión a la muerte como marco otorgador de sentido a la vida. Asumimos que el imaginario es un condensador de diversos elementos simbólicos que trascienden la racionalidad lógica binaria y que contienen imágenes, creencias, mitos, arquetipos, valores y emociones que funcionan como compresores de vastas cantidades de información y orientadores de la acción. Están en la base de deseos, expectativas, temores, maneras de ver el mundo. Para Francesca Randazzo (2012), son “(…) matrices de sentido que permiten comprender, dar forma a la experiencia, incorporarla y comprenderla dentro de lo que ya sabemos” (p. 78). Por su parte, Juan Luis Pintos (2000) alude a ellos en tanto “(…) esquemas construidos socialmente que nos permiten percibir, explicar e intervenir en lo que cada sistema social se considere como realidad” (p. 3).

El futuro tiene una naturaleza imaginaria; se nutre de visiones, de emociones, de imaginación; también de análisis y prospectivas, aunque siempre las trasciende. Hurtado (2004), basado en Baeza (2000), afirma que

Los imaginarios como constructos de sentido se constituyen en formas creativas de vivenciar el futuro, al articular la imaginación a los diferentes ámbitos de la vida social, en el imaginario se construyen nuevas maneras de vivir. El imaginario no deberá entenderse entonces como imagen de, sino como creación incesante e indeterminada, ubicada en las subjetividades particulares, por tanto reconociendo la existencia de un sujeto de la imaginación y del deseo (p. 6).

barbara Adam (1995) habla de una pluralidad de futuros, de caminos abiertos en su posibilidad2. Es en la modernidad cuando aparece el giro del pasado hacia el futuro. En su naturaleza profana, secularizada, la época moderna “(…) expresa la convicción de que el futuro ha empezado ya; significa la época que vive orientada hacia el futuro (…)” (Habermas, 2011, p. 15). Así, se establecen los valores modernos del progreso, el desarrollo, la innovación, la evolución, la revolución y el cambio. Éstos impulsarán la certeza de que todo lo nuevo pronto será abandonado por alguna novedad. La modernidad reflexiva se observa como espacio que, a la vez que genera beneficios, también gesta costos que se expresan en deterioro y destrucción; el futuro es ese escenario que se va dibujando desde ese lugar3. Pero también el futuro es visto con nostalgia, como la posibilidad de regresar al tiempo perdido, a la utopía que nunca llegó a cristalizarse, y, con ello, se convierte en sede del anhelo y de la esperanza por alcanzar algo deseado o, cuando menos, la posibilidad de acercarse a ese lugar de realización.

En los albores del milenio, Hölscher (2014) había propuesto que “el futuro ha pasado cada vez de ser objeto del miedo y la esperanza, a serlo de la planificación y el control” (p. 221). Sin embargo, la pandemia ha cuestionado profundamente esta certeza y, con ello, ha abierto espacio para una crisis de tiempos. En consecuencia, ha empobrecido la capacidad de creer en el futuro: “(…) si el futuro no trae sino aquello que la sociedad, so pena de su ruina, se ve obligada a hacer, pierde su función claramente constitutiva para el surgimiento de este concepto: la de abrir un nuevo espacio para la formación de lo nuevo y lo sorprendente” (Hölscher, 2014, p. 225).

Del futuro deriva el porvenir. Para Augé (2012), a pesar de su miopía, se trata del futuro personal, Augé plantea que “(…) un porvenir deseable para todos es aquel en el cual cada uno podría administrar su tiempo y dar sentido al futuro al individualizar su porvenir” (p. 22). Pero no todos tienen esa posibilidad: la de un futuro personal4. Tanto personal como colectivamente, el futuro y su expresión en porvenir pasa por la propia experiencia de ser, de existir y de construir una vida. En esa experiencia, se condensan tanto vivencias psicológicas del tiempo, como imaginarios sociales que moldean las identidades y las trayectorias. Y esto requiere de condiciones de posibilidad: “Un porvenir deseable para todos es aquel en el cual cada uno podría administrar su tiempo y dar sentido al futuro al individualizar su porvenir” (Augé, 2012, p. 8). El tiempo es, entonces, una dimensión de orientación individual y social a observar y revisar en la crisis ocasionada en la pandemia por el covid-19.

RUTA METODOLÓGICA

En este trabajo se analizan los imaginarios del futuro y del porvenir de 33 adultos jóvenes (entre 22 y 40 años) vinculados a programas de estudio de pregrado y posgrado de dos universidades públicas ubicadas en la Ciudad de México: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco (UAMX).

Durante el mes de febrero y el mes de octubre de 2021, se aplicó un cuestionario de preguntas abiertas a desarrollar, a adultos jóvenes, estudiantes de pregrado y de posgrado de dos unversidades públicas, la UNAM y la UAMX. La aplicación de los cuestionarios se hizo en esos dos períodos, por medio de la plataforma Google Forms. En total, 49 personas contestaron el instrumento, de las cuales 33 (20 hombres y 13 mujeres) participaron en tres grupos de enfoque. Los dos primeros se hicieron en cada una de las universidades mencionadas, en febrero de 2021 (en un grupo participaron cuatro hombres y ocho mujeres; en otro, 10 hombres y tres mujeres); el tercer grupo de enfoque se llevó a cabo en octubre de ese mismo año, con participantes de la UNAM (seis hombres y dos mujeres). Los tres grupos se hicieron mediante la plataforma Zoom, debido a las dificultades derivadas del confinamiento por la pandemia.

Las preguntas, tanto del cuestionario como de los grupos de enfoque, giraron en torno a los cambios personales sufridos en la pandemia, a la percepción del futuro a partir de la aparición de la pandemia, así como a la manera en que se ven a sí mismos(as) en ese futuro imaginado. Asimismo, se les preguntó sobre su proyecto de vida, lo que piensan que va a permanecer y lo que va a cambiar en la “nueva normalidad”, así como lo que desean que suceda. Los datos recabados se sistematizaron y codificaron, y dieron lugar a cuatro categorías organizadoras: autoconocimiento, sentido, maduración y esperanza sin optimismo.

Es importante destacar que se trató de una muestra cualitativa, conformada por mujeres y hombres de estratos medios, con estudios y que tuvieron la posibilidad de pasar un confinamiento relativamente cómodo, a pesar de dificultades, problemas y pérdidas. No representan a la población, ni mucho menos dan cuenta de los sectores más afectados por la pandemia. Se consideró, de cualquier manera, que los hallazgos son relevantes pues hablan de una situación que puede ser generalizada a personas que lograron resignifcar su vida y su sentido de porvenir, a pesar de dificultades y pérdidas. En ese sentido, este trabajo se orienta más hacia la experiencia personal y el imaginario del futuro personal, y menos hacia el imaginario sobre el mundo, el país, la economía o el medio ambiente.

ALGUNOS HALLAZGOS

A partir de sencillas preguntas de inducción, las y los participantes pudieron hacer un trabajo de revisión de la propia experiencia temporal, que combinó elementos de su cotidianidad con otros emocionales y subjetivos de naturaleza imaginaria. Al ser un tiempo de crisis, las distintas temporalidades se entrecruzan, bajo la sensación intensa de que el futuro, de algún modo, ha llegado, y que nada será de nuevo igual. Se vinculó el porvenir como futuro personal con las experiencias transformadoras derivadas de la vivencia de la pandemia, ya que la manera como se asume la vida, las relaciones, las actividades que se desean hacer, las pérdidas, las limitaciones, influyen en la configuración subjetiva de un proyecto por desarrollar, en un contexto en que se vislumbra un futuro incierto y desconocido.

En términos generales, los entrevistados reportaron haber sufrido especialmente el encierro y la falta de socialización; no conocer a la gente que se hubiera querido, haber perdido etapas de la vida que ya no volverán, la falta de afecto físico. El encierro y el aislamiento significaron, para casi todos, una fragilidad en la salud mental y emocional. Hubo muchas personas que perdieron su empleo o que tuvieron que buscar trabajo por falta de ingresos. Como algo positivo, se recuperó la cercanía y la convivencia con la familia, el contar con tiempo para llevar a cabo actividades que siempre se quisieron hacer y un “regreso a uno mismo”.

En ese sentido, los hallazgos se organizaron en cuatro categorías: 1) autoconocimiento, en tanto capacidad de conocerse, detectar desequilibrios, fortalezas o debilidades; asimismo, capacidad de observarse a sí mismo, detenerse y saberse; 2) sentido, en tanto capacidad de otorgar significado y valor a la vida y a aquellos aspectos que se consideran valiosos, apreciables o preferibles; en tanto sentido de vida, es acotado por el horizonte de muerte que, al cerrar el ciclo de una vida que tuvo un inicio, confiere un significado al todo cerrado que es una existencia individual; 3) maduración, en tanto proceso para alcanzar la madurez o la plenitud en el uso de facultades y capacidades que nos hacen ser adultos; implica responsabildad y autonomía; 4) esperanza sin optimismo, categoría que emergió de los datos recabados y que no fue propuesta a priori, pero que, en los hallazgos, coincide con la propuesta de Terry Eagleton (2016) planteada en su obra que lleva el mismo título, y en la que propone cultivar una esperanza comprometida, racional y reflexiva. Más que ser receptores de una propuesta que tome con reserva el alegre y simplificador optimismo, los participantes de este estudio llegaron ahí conducidos por su propio proceso.

Además, se añadieron dos secciones: 1) la percepción del antes y el después de la pandemia, para dar cuenta de algunos cambios que se dieron entre el primer y el segundo período; no se trata de un tema central, toda vez que no se aplicó el instrumento ni se hizo el grupo de enfoque más de una vez en todos los casos (es decir, los informantes sólo participaron una sola vez en la investigación, y no se midieron un antes y un después en cada individuo), y 2) el imaginario de futuro pospandémico; de este modo, los hallazgos cierran con un corolario respecto de cómo es imaginado, desde ese lugar en donde se han ubicado los participantes, a raíz de su proceso de revisión y de reconstrucción de la propia vida, el futuro más allá de los confines de su propia vida.

Autoconocimiento

Se observó una creciente conciencia de la propia salud emocional y mental que, más allá de diagnósticos clínicos que pudieran dar certeza a ciertos cuadros, nos hablan de procesos de autoobservación, autoconocimiento y de una ausencia de estigma respecto de los problemas emocionales o mentales. Algunos entrevistados reportaron sentir ansiedad y depresión, tanto confirmada y tratada terapéuticamente, como sólo percibida, lo cual no permite saber si había un cuadro depresivo o si sólo se trataba de una tristeza profunda. También reportaron sentir estrés y ansiedad social. Asimismo, para algunos, la pandemia permitió una mayor concentración y motivación, mientras que, para otros, significó perder concentración. La percepción de tener problemas de salud mental o emocional los llevó a buscar ayuda profesional, ir a terapia y tomar la decisión de cuidarse, por ejemplo, a través del ejercicio.

Por otro lado, emergieron elementos asociados a la adaptación y al ajuste a la nueva realidad, lo que implicó un “retorno a uno mismo”, a la necesidad de introspección, de autoconocimiento, de revaloración de la vida y los aspectos positivos de la existencia. Un informante varón de 22 años, estudiante de pregrado, afirma que la pandemia “coincidió con una etapa en mi vida en la que me di el tiempo de conocerme mejor a mí mismo; como un momento de retroalimentación”.

Sentido

Muy ligado a la idea de “retorno a uno mismo”, vemos que la pandemia ha sido un evento tan fuerte que ha orillado a muchas personas a replantearse la propia vida, a la luz de la incertidumbre, los cambios drásticos en todos los aspectos de la vida, la angustia, el miedo a la enfermedad, las muertes, la ausencia de un futuro claro y previsible. En ese sentido, se observa una valoración de la vida, de las vivencias importantes, del tiempo, de la gente querida. Una informante de 35 años, estudiante de posgrado, afirma que conoció a su pareja en este tiempo, y que aprendió habilidades nuevas. Otra más, de 23 años, estudiante de pregrado, afirma haber podido detectar cuáles son las relaciones “verdaderas”, los amigos, así como aprender a valorar “lo importante”.

A pesar de ciertas dificultades asociadas a las clases en línea, se detectan cambios positivos del estar en casa. Un informante varón de 20 años, estudiante de pregrado, afirma:

Creo que me he encontrado más pacífico, en más contacto con mi familia, me he conocido un poco más; sin embargo, en el aspecto educativo, sí me he sentido un tanto retrasado, hay cosas que no logro comprender con exactitud, y en clases en línea me es muy susceptible tomar el teléfono o distraerme muy fácilmente.

Otra informante dice tener plena confianza en recuperar las relaciones sociales. Para un informante varón, estudiante de pregrado, “lo inmediato y lo que se tiene en términos afectivos es lo que cuenta”. Hay una relevancia de la familia y de las relaciones genuinas. Una informante de 27 años, estudiante de posgrado, afirma: “En lo personal yo me imagino más consciente. Desde el año pasado que sucedieron muchas cosas, aprendí a valorar el trabajo de las personas que nos ayudan en este confinamiento, aprendí a valorar a mi familia”.

Muy ligado al sentido, está la conciencia de la muerte (asociada a los fallecimientos por covid-19). Pérez Valera (2002) afirma que la ansiedad de la muerte nos conduce directamente a la ansiedad existencial que se orienta a la necesidad humana de vivir la vida significativamente. La muerte de los demás (e imaginarse la propia), si se llega a un nivel de aceptación, otorga sentido a la vida, a las acciones, a lo que importa. Relativiza las cosas, las vivencias; depura el “todo” para dejar sólo lo esencial, lo que vale la pena. La muerte le confiere valor a la vida; desde ese horizonte, se aprecian y se atesoran las cosas. Una vida eterna carecería de sentido.

Un informante varón de 40 años, estudiante de posgrado, afirma que “lo peor, ha sido el sufrimiento de tanta gente. Algo que me reconforta es no haber tenido pérdidas entre mis círculos más íntimos”. Por su parte, una informante de 24 años, estudiante de pregrado, se conecta con un sentido de impermanencia, al afirmar: “tengo que ponerme a hacer las cosas que quiero, porque no sé si podré después”. Otro más dice sentirse afortunado de haber sobrevivido a la pandemia y de poder tener una vida. Un informante varón de 22 años, estudiante de pregrado, afirma: “He madurado y me he hecho más consciente de la muerte, pero al mismo tiempo me ha hecho valorar la vida y todo lo que quiero”.

Maduración

El sentido de la vida va de la mano con la conciencia de haber entrado a procesos de mayor madurez, de haber crecido en términos de cómo asumir la vida, las relaciones o el proyecto personal de vida. La mayoría de los entrevistados expresan este proceso en términos de “hacerme cargo de mí mismo”, “hacerse cargo de la vida”, crecer, asumir compromisos y no posponerlos, volverse responsables. Alguien mencionó estar en un proceso de “reinventarse”; otro más dice “ser otra persona” distinta de la que era antes de la pandemia. Una informante de 22 años, estudiante de pregrado, habla de haber aprendido a no centrarse en el pasado ni en el futuro, sino a estar en el presente y valorarlo. Otra más, de 26 años, estudiante de posgrado, afirma: “Ayuda a preocuparse más por las cosas y darles un gran valor, y no estar esperando el futuro, sino disfrutar de lo que se hace hoy en día y llevar una mejor comprensión de todo”. Otros más hablan de haberse fortalecido y de haber aprendido a ver el lado bueno de las cosas.

Para algunos, este proceso de madurez se cristalizó en decidir estudiar o estudiar y trabajar. A pesar de su juventud, un informante de 22 años, estudiante de pregrado, afirma: “Me percibo más maduro, más me vale, ya tengo que sentar cabeza”. Por su parte, una informante de 24 años, también estudiante de pregrado reporta:

Ya no soy tan orgullosa y me deprimo menos frecuentemente. Esencialmente, soy una persona completamente distinta a quien era cuando empezó este tiempo, pero estoy a favor de ese cambio y me agrada más quien soy hoy.

Un informante varón de 40 años, estudiante de posgrado, afirma que hay, a partir de la pandemia,

(…) mayor conciencia de las implicaciones y los motivos de nuestras prácticas; por ejemplo, sobre nuestra situación laboral; nuestras relaciones y vínculos en general (…) Me preocupa la segmentación social y la pérdida de empatía que se han fomentado con el aislamiento social.

En otros casos, la madurez da lugar a una visión de la vida personal que trasciende las fronteras de la existencia personal. Una informante de 31 años, estudiante de posgrado, afirma: “Espero hacer algo que me haga feliz, dejando a un lado las cuestiones materiales, y hacer cosas en lo colectivo desde mi área”. Otra más, de 27 años, estudiante de posgrado, afirma pensar en la unión de naturaleza y sociedad, sin contaminación, así como con más salud, y cuidado de sí y de los seres queridos.

En algunos casos, el proceso de adquisición de madurez, en condiciones tan duras, implica desarrollar una mayor resiliencia. La misma informante de 27 años, afirma que

La pandemia premanecerá, no desaparecerá, por lo tanto, tenemos que adaptarnos a las situaciones de vida que se nos presenten. La densidad de población aumentará muy considerablemente, los lugares no poblados se poblarán de manera rápida, el clima cambiará drásticamente y nos tendremos que adaptar y sobrevivir a lo que se nos presente.

Un informante de 25 años, estudiante de pregrado, afirma que se trata de “acostumbrarse al caos”.

Esperanza sin optimismo

Hablamos de esperanza sin optimismo para aludir a un estado positivo en el que se espera un buen futuro, pero a sabiendas de las dificultades y obstáculos que hay que cruzar para lograrlo. Si bien algunos entrevistados fueron abiertamente pesimistas y negativos respecto de los saldos de la pandemia y el panorama de los años que vienen, la mayoría mostró una esperanza prudente, un verdadero deseo de un escenario posibilitante de encuentros y de proyectos. Un informante varón de 32 años, estudiante de posgrado, comenta: “Me imagino el futuro con incertidumbre, pero valorando los espacios públicos, los encuentros presenciales y el contar con verdaderas amistades”. Otro más, de 26 años, estudiante de posgrado, afirma: “Siento que será un futuro próspero; todo este tiempo te ayuda a reflexionar sobre aquellas cosas que no sabías que te gustaban y una vez dejando el encierro se puedan llevar mejor a cabo”.

Para una entrevistada de 27 años, estudiante de posgrado, el mundo se ve incierto, pero a la vez “(…) con posibilidades de comenzar de nuevo, el mundo será de los jóvenes. Veo gente más emprendedora con ganas de salir adelante y querer superarse y no ser conformista, con más sabiduría y más conciencia”.

Como contraparte, hay entrevistados que mostraron una visión sombría del futuro y una postura pesimista frente al mismo: “Será un futuro incierto con personas que tendrán miedo de ser tocados, un mundo aislado”. Una entrevistada de 22 años, estudiante de pregrado, afirma:

Siento que en el futuro todo seguirá igual que antes de la pandemia, estamos tan acostumbrados a destruir y tener un pensamiento “mediocre”, sólo nos gusta el dinero y no nos importa lo demás, no nos importa la sociedad o la naturaleza, los animales.

Otros se imaginan el futuro “horrible, con muchas carencias, con crisis de deuda, con crisis de burbuja inmobiliaria”. Además, “lamentablemente se ha perdido la convivencia, las buenas acciones y la cordialidad. Veo una sociedad individualista, molesta, apática y de mal humor”. Para un entrevistado de 31 años, estudiante de posgrado, “el futuro del mundo no cambió, desde hace mucho está en decadencia. La pandemia sólo hizo ver lo que está mal”.

También hubo quienes se mostraron neutrales respecto de una posible valoración del futuro. Una informante de 23 años, estudiante de pregrado, comentó: “El presente es tan raro, por decirlo así, que creo que ahora no considero o imagino el futuro. Con esto de la pandemia me he dado cuenta que todo puede suceder y que el futuro puede ser como menos lo esperamos”.

Ligada a la esperanza sin optimismo, observamos una cierta reconciliación con la tecnología, que llama la atención porque no es la hipervaloración de la misma, en términos de imaginar un futuro de máquinas, de inteligencia artificial y de viajes interestelares. Asimismo, ésta también se distancia del rechazo a los avances a la luz de un idílico regreso al pasado. Se trata de algo diferente, de una revaloración a la luz de la tecnología, ligada a la medicina, a la educación y a las comunicaciones, cuestiones que pueden aportar para una mejor existencia. Una informante de 35 años, estudiante de posgrado, afirma que

Hablando de la pandemia, me parece que en un tiempo acabará parcialmente, es decir que el coronavirus será controlable, pero no se erradicará; sin duda, la medicina y la tecnología serán la esperanza de la humanidad, por estos factores creo que el futuro no será tan oscuro como se piensa.

Por su parte, un informante varón de 28 años, estudiante de posgrado, afirma: “Me imagino un futuro con mucha influencia de las adaptaciones tecnológicas que ha forzado la pandemia, que generarán transformaciones en los paradigmas de cómo se trabaja, aprende y se lleva la vida cotidiana”. Estos testimonios dan cuenta de un futuro donde la tecnología es una esperanza, y una dimensión de la vida que llegó para quedarse.

Estas cuatro categorías han sintetizado el rumbo que parece tomar el porvenir en tanto futuro personal, para los entrevistados. Esa construcción se da a través del tiempo, de un continuo que nos ha hecho transcurrir, con mayor o menor conciencia, por diversas etapas de duelo y de adaptación durante la pandemia; por ello, es importante decir algunas palabras sobre el antes y el después, percibidos por los informantes. Por antes entendemos el período desde el inicio de la pandemia hasta febrero de 2021, y por “después”, desde ese mes hasta octubre de 2021, cuando, a pesar de los contagios, se vislumbraba un cambio; en ese momento, las medidas se habían relajado; la gente comenzó a salir más frecuentemente a las calles y aún no había llegado la ola de la variante ómicron del virus, que volvió a generar miedos e inquietudes en una sociedad ya impactada por el virus5.

El antes y el después

Sin lugar a dudas, los primeros meses de la pandemia, incluso el primer año, fueron de incredulidad, miedo, angustia y de un enorme esfuerzo por adaptarse al cambio; el encierro y la falta de contacto hicieron verdaderos estragos en la vida emocional de las personas; quienes vivían solos, se quedaron aislados. Después, poco a poco, nos fuimos acostumbrando al confinamiento y, desde ahí arreglamos, como pudimos, nuestras vidas. Una mujer de 39 años, estudiante de posgrado, afirma:

En el inicio de la pandemia, cuando se dijo que era temporal, al principio todo era un poco más tranquilo, empezamos a hacer siesta en casa, luego fue todo caótico, pues ser profesora, estudiante, mamá y ama de casa al tiempo me deprimió y angustió. (…) Realmente lo único bueno fue abandonar un poco el estrés de los desplazamientos por la ciudad, pero no se compara con lo “malo”.

El aislamiento y la soledad generaron en algunos la idea de que, de ahora en adelante, será muy complicado socializar, conocer gente, establecer relaciones afectivas, y ese descubrimiento fue devastador para muchas personas. Conforme las medidas se fueron relajando, o las personas, hartas del encierro, o por necesidad, empezaron a normalizar un poco más su vida, se comenzó a vislumbrar un antes y un después. Una informante de 22 años, estudiante de pregrado, afirma: “Pienso que es una ventaja ver a más gente convivir, gente que quizá en este tiempo reflexionó sobre la libertad que se tiene de salir ahora y que antes no”. La gradual normalización (a medias) de la vida, conllevó, para muchos, más actividades y más cansancio, más socialización, la esperanza de regresar a clases presenciales, menos miedo, pero más estrés, y más presión social en términos de verse obligados a salir de sus casas.

El porvenir se inscribe en un futuro mayor, no sólo colectivo, sino que trasciende cualquier agencia social; en tanto imaginario, el futuro se nutre de información real y ficticia; de datos y de temores; de ciencia y de fantasía. ¿Cómo se imagina ese futuro pos pandémico?

El imaginario de futuro pospandémico

Más allá del porvenir y de los cambios sufridos a nivel personal, los informantes vislumbran un futuro incierto, contradictorio, con visos luminosos: “la gente será más empática”, o desconcertante y oscuro: “visualizaba un futuro más brillante y esperanzador en muchos aspectos, no como actualmente, que es más sombrío e incierto para todos”. El futuro no va en un solo sentido; hay un camino que se bifurca, y separa lo que se desea de lo que se teme. Un informante varón de 23 años, estudiante de pregrado, indica:

Yo, hoy por hoy, me debato entre imaginar un futuro en donde todo mejora para todos, en donde las oportunidades que tengo de ser exitoso se multiplican y el mundo se ve beneficiado en todos los aspectos; en contraparte, veo un futuro demasiado incierto para todos, cada vez más duro y del cual muy pocos salen beneficiados. La diferencia de mis dos futuros imaginados es que uno es el que quiero, el que necesito y el otro es el que cada día acecha más y amenaza con atacarnos. Sé que aún puedo contribuir de manera positiva para que ese futuro tan próspero que quiero que se haga realidad. Aún estamos a tiempo para cambiar un futuro. Recordemos que el presente es la herramienta que se nos da para perfeccionar el futuro. Pero nunca seremos más que el futuro.

Para otros informantes, el futuro imaginado se acerca y se vuelve inmediato; cobra sentido en las decisiones que conforman la vida cotidiana, mientras tejen los proyectos a mediano y largo plazo: “Me hace pensar sobre la incertidumbre acerca del futuro inmediato, del trabajo, de qué haré, de qué voy a vivir, cuándo me voy a independizar”.

Por su parte, una entrevistada de 23 años, estudiante de pregrado, reporta que la pandemia

…me ha servido para reafirmar el pensamiento de que no tenemos nada asegurado y debido a todas las medidas que el hombre ha estado tomando hemos podido ver en algunas zonas los daños que el ser humano ha causado en la naturaleza y cómo ésta se ha ido, de cierto modo, regenerando con la falta de actividad del hombre. Igual creo que las relaciones y la forma en que vamos a interactuar ya no van a ser las mismas.

Discusión

Lidiar con la incertidumbre se convierte en algo central. Si bien hay deseos de volver a socializar, regresar a clases, conocer nuevas personas, pesa más la necesidad de asumir que la vida no va a volver a ser la misma. A la vez, en este nivel más profundo, aparece la idea de que la pandemia ha venido a constatar que era necesario un acontecimiento fuerte para empezar a hacer cambios radicales. Se observa en este nivel de representación una alusión a la necesidad de solidaridad, a tratar de ser mejores personas, a no posponer las cosas que siempre se desearon y a hacerlas en cuanto sea posible. Si bien hay preocupación por el futuro, la ausencia de calidez en las relaciones humanas, el impacto emocional que supone la muerte de seres queridos y el miedo por una pandemia que puede continuar indefinidamente, también hay esperanza.

Se observa, a diferencia de resultados arrojados por investigaciones similares sobre representaciones sociales del futuro en jóvenes, realizadas antes de la pandemia (Figueroa, 2018, 2019), una experiencia existencial que privilegia la pausa para la reflexión en el intersticio del tiempo social. Hay, de manera coincidente con Simon Grondin, Esteban Mendoza-Durán y Pier-Alexandre Rioux (2020), una percepción más lenta de tiempo, así como ansiedad generada por el encierro. En cuanto el tiempo percibido, podemos asumir que emergió una mayor conciencia del sentido interno, subjetivo, del tiempo: la idea de duración propuesta por el filófoso Henri Bergson (1999), para quien los seres humanos “Somos duración. La duración es la vida y es un continuo. La conciencia liga lo que ya fue y lo que está por venir. Fuera de la duración, no existe pasado ni futuro; son experiencias de la vida psíquica” (p. 79). De este modo, vemos en los entrevistados que se agudizó un sentido personal y subjetivo del tiempo, la pausa necesaria para la reflexión que antecede a la toma de conciencia, a la toma de decisiones y a la ruptura que permite una revaloración de las personas y las cosas no en un más allá si no en el horizonte de expectativas que son portadoras de deseos y de giros en la conducta y los modos de reconocimiento e interacción social.

La pandemia, sin lugar a dudas, ha desatado cambios, aunque todavía no sabemos de qué naturaleza y tampoco de qué magnitud. Como Jacques Attali (2007) ha afirmado, “los desastres serán, una vez más, los mejores abogados del cambio” (p. 225). Habrá que pasar mucho tiempo aún para poder contar con un panorama de las consecuencias derivadas de la pandemia en las distintas esferas que conforman la realidad social, un campo muy amplio de respuestas y de percepciones temporales.

Conclusiones

Se observa en los testimonios y datos obtenidos que la pandemia constituyó un parteaguas en muchos sentidos, entre los cuales encontramos el replanteamiento de la propia vida, de los proyectos; una oportunidad de revalorar la propia vida y tomar acción sobre ella.

Si bien no se hizo un énfasis en el antes y el después (en términos de comparación), sino que se asumió el proceso como un continuo, se observa un cambio gradual hacia una mayor actividad, más estrés y más presión; conforme fueron pasando los meses, se pasó del enojo y la frustración, hacia una cierta placidez, no exenta de ansiedad, que implicaba el encierro.

Uno de los hallazgos más importantes fue la gestación, en la mayoría de los informantes, de una nueva conciencia, ligada a una mayor conciencia de la finitud de la vida, del dolor por las pérdidas y de la asunción de que la propia muerte es una posibilidad. La muerte y el dolor otorgan sentido a la vida, y hacen más valiosos los momentos con las personas queridas, las vivencias, las elecciones decisivas. De ahí que la pandemia se constituya como una oportunidad de asumir compromisos, responsabilidades y decisiones en el presente. No dejar todo para después, se configuró como una alerta y una llamada de atención que abre espacios para la emergencia de actitudes resilientes.

Lejos de hacer una apología de la crisis que ha significado la pandemia, es importante rescatar los procesos positivos que dejaron tras de sí las pérdidas, el dolor, el sufrimiento y la incertidumbre. Sin lugar a dudas, hay personas que sufrieron severas pérdidas; que vivieron situaciones de violencia doméstica; que adquirieron adicciones o cuyas depresiones fueron y siguen siendo muy profundas. Aún así, algunas personas lograron superar las etapas más críticas de la pandemia y entrar en un proceso de fortalecimiento y resiliencia. Por ello, parecería que es posible, en una etapa pospandémica, hacer cambios que nos favorezcan como seres humanos y que permitan tejer bases para una mejor organización social, más solidaria y humana, que nos permita ser más conscientes de la historicidad de las vidas ordinarias en relación a la finitud y a la necesidad de otorgar sentido al futuro aún no clausurado por la amenaza de muerte o de crisis total, un futuro que sigue abierto y contingente, un tiempo que nos instituye como proyección del día siguiente.

REFERENCIAS

Adam, Barbara (1995). Timewatch. The Social Analysis of Time. Cambridge: Polity Press. [ Links ]

Attali, Jacques (2007). Breve historia del futuro. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Augé, Marc (2012). Futuro. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora. [ Links ]

Baeza, Manuel Antonio (2000). Los caminos invisibles de la realidad social. Ensayo de sociología profunda sobre los imaginarios sociales. Santiago de Chile: Ril Editores. [ Links ]

Bajoit, Guy (2009). La tiranía de gran ISA. Cultura y representaciones sociales, 3(6), 9-24. [ Links ]

Bauman, Zygmunt (2017). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Beck, Ulrich y Beck-Gernsheim, Elisabeth (2003). La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Bergson, Henri (1999). Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Salamanca: Ediciones Sígueme. [ Links ]

Eagleton, Terry (2016). Esperanza sin optimismo. Barcelona: Taurus. [ Links ]

Figueroa, María Elena (2018). El futuro como dispositivo: la mirada de algunos estudiantes Universitarios. Revista Política y Cultura, 50, 179-203. [ Links ]

Figueroa Díaz, María Elena (2019). ¿Se puede tener un futuro? Imaginarios del porvenir en contextos de precariedad y violencia. Imagonautas. Revista Interdisciplinaria de Imaginarios Sociales, 13, 23-41. [ Links ]

Grondin, Simon; Mendoza-Durán, Esteban y Rioux, Pier-Alexandre (2020). Pandemic, Quarantine, and Psychological Time. Frontiers in Psychology, 11, article 58183. DOI: 10.3389/fpsyg.2020.581036 [ Links ]

Habermas, Jürgen (2011). El discurso filosófico de la modernidad. Madrid: Katz. [ Links ]

Hölscher, Lucian (2014). El descubrimiento del futuro. Madrid: Siglo XXI. [ Links ]

Hurtado, Deibar (2004). Reflexiones sobre la teoría de imaginarios: una posibilidad de comprensión desde lo instituido y la imaginación radical. Cinta de Moebio, 21. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/101/10102102.pdfLinks ]

Jonhnson, María Cecilia, Saletti-Cuesta, Lorena y Tumas, Natalia (2020). Emociones, preocupaciones y reflexiones frente a la pandemia del Covid-19 en Argentina. Ciencia & Saúde Coletiva, 25 (Supl 1), 2447-2456. DOI: 10.1590/1413-81232020256.1.10472020 [ Links ]

Pérez Valera, Víctor (2002). El hombre y su muerte. México: Dabar. [ Links ]

Pintos, Juan Luis (2000). Construyendo realidad(es): los imaginarios sociales. CGEIS, Papeles de trabajo número 1, 1-21. Recuperado de https://www.academia.edu/943259/Construyendo_realidad_es_los_imaginarios_socialesLinks ]

Randazzo, Francesca (2012). Los imaginarios sociales como herramienta. Imagonautas, 2(2), 77-96. [ Links ]

Reuters Covid-19 Tracker (5 de marzo de 2022). México. Reuters Covid-19 Tracker. Recuperado de https://graphics.reuters.com/world-coronavirus-tracker-and-maps/es/countries-and-territories/mexico/Links ]

NOTAS

1 Declaro no tener ningún tipo de conflicto de intereses que haya influido en mi artículo.

2 Para la autora, el tiempo es irreversible; es una flecha. “Pero está en el poder de la mente humana visitar los eventos pasados, reinventarlos, crear versiones alternativas y planear una multitud de futuros. Somos capaces de imaginar el mundo en la proyección de un presente-futuro sobre el cual podemos reflejar y tomar nuestras decisiones” (Adam, 1995, p. 18). Traducción propia.

3 De ahí que Zygmunt Bauman (2017) afirme que “el progreso (…) ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal” (p. 26).

4 Esta idea concuerda con la de Guy Bajoit (2009) acerca de la presión que hay, en la época actual, de tener que construir proyectos de vida significativos y relevantes; asimismo, alude al planteamiento de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim (2003) sobre la necesidad humana, no siempre cumplida, de lograr la individualización en tanto fundamento para la autonomía, la libertad y la elección, frente a la atomización que la mayoría de las personas padecen en la sociedad de riesgo.

5 Según el Reuters Covid-19 Tracker, al 5 de marzo de 2022, los contagios totales en México ascienden a 5.554.392, y los fallecimientos a 319.604, en un país con una población que ya supera los 130 millones de habitantes.

Recibido: 20 de Febrero de 2022; Aprobado: 26 de Febrero de 2022

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons